Se puede ser laicista, pero no tonto. Yo no obviaría el papel importante de la iglesia católica como lobby y generador de opinión aunque sea de refilón en la mayoría de la derecha española y parte de la izquierda. La constitución nos define como aconfesionales y cita a la iglesia, sin ir más lejos. Por eso supone cierto peligro para las posturas laicas lo que propongan o hagan. Una cosa es el ser y otra el deber ser. Por eso si la iglesia se opone al aborto me la suda, pero no me la suda que intenten que la legislación del Estado sea la suya. Que dejen al resto vivir como sea, y ellos que prohiban lo que quieran a su publico. Siempre y cuando no se les aplique a ellos algo que atente contra su culto y demás, no veo por qué tienen que pronunciarse sobre las leyes mundanas.
En este caso aunque se trate de una cuestión doctrinal sobre la que un laicista poco tiene que decir (salvo resaltar su irracionalidad) creo que es relevante como noticia en tanto en cuanto muestra la lejanía con el mundo de esas palabras.
Un ejemplo es Italia, pero a lo bestia. Que la doctrina de la iglesia impregne la legislación hasta puntos que aquí ni imaginamos es una condena para los laicistas.
Pues porque también hay el pecado de omisión, o como dijo Edmund Burke, "para que el mal triunfe sólo hace falta que los hombres buenos no hagan nada". La Iglesia tiene una opinión concreta de lo que está mal y actúa de forma coherente a su doctrina (de hecho, lo que son muchas veces incoherentes son sus omisiones).
Se puede debatir sobre lo que está bien y lo que está mal, pero todo el mundo tiene derecho a participar de ese debate y a tratar que su visión sea la que se plasme en la legislación. Es uno de los presupuestos fundamentales del Estado democrático. De hecho, pretender que la Iglesia Católica no pueda expresarse sobre cuestiones políticas es privar del derecho a la libertad de expresión por razón de credo.
Lo cual es comprensible en unos medios pero no en otros. Que la COPE o La Razón traten como personajes públicos a los obispos es comprensible. Lo sorprendente es que estas declaraciones fueron hechas en la SER, que se supone que no es un medio pro cristiano sino más bien laicista.
No confundamos. Este hombre siente misericordia y empatía por los desgraciados de Haití. Pero la tragedia de las almas condenadas en Occidente le parece una tragedia mayor porque afecta más al espíritu.
Y no seamos tampoco hipócritas, que estoy seguro de que a todos nos duele lo ocurrido en Haití pero no por ello dejamos de dolernos más por los dramas que viven los más cercanos a nosotros. La tragedia de los niños huerfanos porque han perdido a sus padres en el terremoto es infinitamente mayor que los problemas que padecen nuestros familiares o amigos pero éstos nos preocupan más.
Esto es un problema mucho más peliagudo. La división entre la vida pública y la personal del creyente es uno de esos problemas en los que no existe nada parecido al consenso en el cristianismo. ¿Puede un político ser un buen creyente en el ámbito privado mientras en lo público atenta contra los mandamientos cristianos?