Cuando oscurece en Aguasierpes

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Lycankali
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pedro614 escribió:
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SÓLO LECTURA, NO ESCRIBIR MENSAJES

Cuando Oscurece en Aguasierpes

Capítulo 1

Elvira corría atravesando los grandes almacenes, esquivando mesas, armarios y percheros. Quedarse repasando las cuentas de la tienda textil fue un error. Nunca imaginó que el asesino la elegiría como víctima. Apareció de repente ante ella, en su despacho, armado con un machete y el rostro oculto. Lo que pareció ridículo se transformó en pánico. Sabía quién era y lo que buscaba. Los noticiarios nacionales le apodaban el Rondador del Miedo, porque merodeaba por la provincia de Jaén escogiendo a las víctimas al azar y sembrando el terror. Se había ganado la mala fama a base de cruentos asesinatos.
A pesar de la angustia que vivía la provincia, Elvira desafió e insultó a la señora prudencia. Comprendía que iba a morir. Sería la víctima número seis.
¡Andrés! ¡Dónde diablos te has metido?gritó Elvira entre sollozos.
Al doblar la esquina del pasillo, tropezó y cayó de bruces al suelo. Giró la cabeza y se le dibujó un rostro de horror con los ojos completamente abiertos. El vigilante permanecía caído y degollado. La sangre todavía emanaba de su garganta. La mujer comprendió entonces por qué Andrés no acudió a sus repetidas llamadas de auxilio.
De un impulso, Elvira se levantó como un resorte con las manos empapadas en sangre y continuó su alocada huída. Al llegar al final del pasillo, se obligó a detenerse y mirar.
Vio al tipo allí mismo, parado, contemplándola. Era un monstruo sin identidad, aterradoramente real, dejando al hombre del saco como una ridícula leyenda para niños.
Se dirigía hacia ella.
Elvira sintió el terror más profundo. Se puso pálida de miedo, temblaba de miedo. Los sentimientos que se reavivaron con el peligro inmediato fueron sensaciones desagradables, intensas, desde el malestar hasta el pavor, urgencia de escapar y gritar.
El oscuro asesino siguió avanzando con seguridad.
Elvira reaccionó lo más rápido que pudo para continuar escapando. Tal vez era demasiado tarde. Tal vez fue el terror el que se volvió a apoderar de ella y de sus pasos, o la imagen de la cara lacerada del vigilante y esos ojos desorbitados por el terror que tuvo que sufrir antes de ser asesinado, pero un paso en falso la hizo caer al suelo y lo siguiente que deseó fue cerrar los ojos para siempre.
Tardó pocos segundos en oler de nuevo a su asesino. Jamás imaginó que lo primero que sentiría sería esa fragancia recorriendo sus fosas nasales, un olor tan fuerte como debiera ser, pensó, la propia muerte. La cogió de los brazos y la tumbó contra el suelo, pegando su cara al azulejo, al tiempo que presionaba sus rodillas en los muslos de ella. Elvira sintió que todo se desmoronaba a su alrededor. Realmente tenía los ojos cerrados, pero quería ver la cara por primera y última vez de aquel hombre tan temido en la provincia. En un último impulso, se colocó frente a su agresor de un brinco, pero ya era tarde, un machete asestaba un frío golpe contra su cráneo, penetrando hasta su cerebro y hundiéndole la cabeza contra el suelo.
Efectivamente, ya era un hecho. Se trataba de una nueva víctima del Rondador, y éste había dejado una nueva pista de su misterioso legado, una nota con un corazón color azul caía sobre el pecho de Elvira.

Cuando Carolina escuchó el timbre de su puerta tuvo un mal presagio. Supo que aunque quisiera evadirse del mundo criminal, sus vacaciones serían interrumpidas. La región era una lotería para los detectives, y aunque ella no había comprado ningún boleto, sabía que le podía tocar el gordo.
Se frotó el pelo, bostezó y abrió la puerta. Reconoció a Berta, la jefe de la policía local.

Disculpe que la moleste inspectora, pero tenemos un problema grave.
Suéltelo ya agenteapremió Carolina medio dormida.
Está aquí. Miguel nos avisó, y en cuanto nos presentamos...

Media hora más tarde, a las siete y catorce minutos de la madrugada, Carolina volvía forzosamente a trabajar. << Puñeteros psicópatas, ¿por qué no asesinan durante el día? Vamos Carolina chica, despierta de una maldita vez >>.

Siento molestarla, sé que está de vacacionesse disculpó Berta, pero usted es una experta
Gajes del oficio. Y encima no me pagarán las horas extrasse quejó Carolina.

A Fernando Mino Blanco lo apodaban “ El Sacamuelas “, porque a pesar de no ser una persona fuerte, cada golpe que propinaba dejaba al adversario sin uno de sus dientes. Era un hombre de complexión normal, pero muy belicoso.
Aquella mañana permanecía a la escucha de la radio. Los aficionados a la emisora ilegal, piratas en internet, habían captado las comunicaciones por radio entre la policía de Aguasierpes y la Central, poniendo a casi todo el mundo al corriente de las novedades.
Fernando decidió quedarse en casa, o tal vez saldría. Era sábado, fin de semana. No tenía que ir a trabajar, y en Aguasierpes no había mucho entretenimiento.
Supo entonces que no se aburriría.

Bastian se encontró en la plaza mayor con el profesor Erasmo. Solían abrir juntos la biblioteca ya que el fin de semana el instituto permanecía cerrado, y más en temporada baja, o en vacaciones.

¿Se ha enterado profesor?
¿Qué ocurre? Escuché la sirena de la policía de madrugada.
¡Elvira y Andrés han sido asesinados esta noche!anunció Bastian portando varios libros. Creo que ese Rondador de Miedo ha llegado a nuestro pueblo.
¡No fastidies!
Ya lo creo. Me crucé con el alcalde y su ayudante, creo que convocará una reunión en el ayuntamiento. No creo que debamos abrir la biblioteca.
Tampoco es que viniera mucha genteconcluyó Erasmo.

Cloe y Oriana preparaban las cosas en la taberna de El Lobo Negro. Durante el día se servían desayunos y servicios de restaurante. Por la noche el local se transformaba en el típico lugar de copas previo a la fiesta nocturna.

¡Eh! Chicas, dejarlo todoordenó Diego entrando por la puerta. Hoy tendremos que cerrar.
¿Qué ocurre?preguntó Cloe.
Han matado a Elvira, y también al vigilante del almacén.
¿Cómo? ¿Pero qué dice jefe?inquirió Oriana.
¡Cojones que ha habido una matanza!chilló Diego. Anda todo el pueblo alborotado, creo que habrá una reunión general en el ayuntamiento.

Cloe y Oriana se miraron entre sí extrañadas.

David, cerca de la taberna, había despertado con resaca. La borrachera de la noche anterior no le impidió enterarse de las noticias. Se incorporó en el banco y se frotó los ojos. Recordó sus razones, recuperó la concentración. Un asesino en Aguasierpes, quizás fuera el criminal que buscaba. Puede que David fuera el único en alegrarse de las malas noticias. El Guerrilla podría tener trabajo de nuevo. Estaría ocupado, se divertiría en aquel odioso pueblo.

Eduardo, un tipo con traje de marca, Eva López, Mayra González y Diana, esperaban en la puerta del Centro Deportivo. Vieron llegar a Echolls a toda prisa. El entrenador y encargado del gimnasio, se aproximó a ellos y dio las novedades.

Hoy no podré abrir.
¿Qué ocurre?preguntó Eduardo mirando su Rolex.
 ¿De verdad no os habéis enterado? Han asesinado a Elvira, en el almacén textil. Están avisando a todo el mundo.
¡Cómo? Estás de guasa  dudó Eva López.
¡Qué no maldita sea! Habrá una reunión en la alcaldía. No podré abrir hoy. Tendré que ir. Hacer lo que queráis pero el gimnasio queda chapado hasta nuevas órdenes.

Echolls se dio la vuelta y se alejó. Los demás se quedaron allí parados, sin saber que hacer. Eduardo sacó su teléfono móvil e hizo una llamada.

Alberto Espinosa caminaba empujando la silla de ruedas del alcalde. Los dos se dirigían al ayuntamiento atravesando la plaza principal.

Dios mío, señor Aurelio, ¿qué vamos a hacer?
Ante todo conservar la calma. Debemos advertir a los ciudadanos. Asegúrese de que todo el mundo acuda al ayuntamiento a las diez en punto de la mañanaordenó Aurelio ajustándose la corbata al cuello. ¡Maldita sea! ¡Tenía que tocarnos a nosotros!
¿Qué ocurre señor?
Tenemos que tapar este asunto. Si la gente se entera de que este pueblo está dentro del radio de acción de ese psicópata, nos quedaremos sin turistas para el invierno.
¿Y qué vamos a hacer señor alcalde?
Lo primero será cogerlo. Ante todo la seguridad de nuestra gente. Luego evitar a los medios.
Sí señor alcaldeafirmó Alberto.

Aún siendo de día, apareció en lo alto de la colina oeste de Aguasierpes. Su habitad natural era la noche, pero le daba igual. Lo llamaban Lengua de su Amo y era un camaleón humano, se mimetizaba con el entorno y nadie podía descubrir su presencia. Se confundía con rocas y tierra, matorrales o vegetación, haciéndose prácticamente invisible. Era un observador harapiento.
Después de su paso por Rincón de Lobos, en Castellón, estaba deseoso de asistir a una nueva matanza. Escudriñó con sus prismáticos el pueblo y preparó la cámara para grabar. Sacó el móvil e hizo una llamada a un número concreto, a unas personas cuya web se creía que era una leyenda urbana.

Presidente, todo preparado. Iré informando de las evoluciones del socio treinta y sietecomunicó Lengua de su Amo con voz ronca. Esto promete ser un baño de sangre aún mejor que lo de Rincón de Lobos.

Colgó y reptó hasta la cima del montículo. Permaneció atento.

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Sopla buen viento en la atalaya donde descansa la Torre de Hielo y, si miro hacia el horizonte, el futuro cercano está menos borroso ¡por fin zarparé de este gélido puerto en el que tantos años he anclado mi vida

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