GCH (CF)

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Gilles de Blaise
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-Todavía no me has contado cómo ha llegado una chica tan guapa como tú a trabajar en este lugar.

La risa cristalina de la doctora Deva Quirós resonó en el túnel por el que discurría el imponente conducto del acelerador de partículas GCH, creando ecos que se alejaban en ambas direcciones hasta apagarse en la distancia. Miró cándidamente al doctor Rossini a través de las gafas de seguridad y le revolvió cariñosamente el cabello.

-Me habían advertido sobre la labia de los italianos, pero creí estar a salvo de ella en esta institución de cerebros. ¿Cómo pudiste pasar los psicotécnicos? No, no me lo digas, prefiero no saberlo.

Las bromas y los litros de café ayudaban a sobrellevar la monotonía del trabajo. Durante más de dieciséis horas comprobaban las conexiones de los distintos buses de datos que comunicaban los sensores del acelerador con los servidores en los que se digería la información. Todo debía estar perfectamente dispuesto para las pruebas que se realizarían al día siguiente. El CERN no podía permitirse un nuevo fallo tras la avería que retrasó durante meses el funcionamiento del sistema, ya que el largo proceso de calentar el superconductor casi desde el cero absoluto hasta la temperatura ambiente y volver a enfriarlo hacía que cualquier mal funcionamiento del sistema, por sencillo que fuese, derrochara millones de euros de los contribuyentes hasta que fuera posible la entrada de los técnicos en el túnel y la reparación de la avería. Y no era de recibo con la que estaba cayendo. Los baqueteados gobiernos occidentales tendrían difícil justificar una nueva inyección económica en un campo cuyos beneficios no son palpables para el común de los mortales mientras millones de personas se encontraban sin empleo.

-Parece que todo está a punto –dijo Rossini – Los paquetes de datos se han enviado y recibido correctamente. ¿Qué tal si plegamos?

Deva se quitó las gafas y se frotó los cansados ojos. Miró su reloj y suspiró.

-Me parece bien, pero antes acompáñame a rellenar el informe de control de calidad. Luego podrás llevarme a casa en tu ciclomotor, Valentino.

Juntos caminaron a lo largo del túnel principal hasta la primera puerta de servicio. Rossini, caballerosamente, la abrió y le cedió el paso con una mueca burlona en su rostro aniñado.

-No quiero que me denuncie alguno de esos inspectores de igualdad que tenéis en España.

-¡No seas tonto! –dijo ella, con un cierto deje de complacencia en la voz.

-¿Quieres salir hoy a cenar y tomar algo? Podríamos celebrar como si no hubiera mañana que el Día del Fin del Mundo ha llegado. Y antes de lo que los mayas pronosticaron, por cierto.

-No, creo que hoy prefiero estar en casa, tranquila. Un baño, una cena ligera y a dormir.

-Podríamos ver algo en la tele –insistió él –Me he bajado la última temporada de Galáctica. ¿Qué me dices a una pizza y ver unos pocos capítulos?

-Bueno, pero no me gusta Galáctica. Lleva Eclipse, todavía no la he visto.

-¿También una botellita de lambrusco? La tengo reservada para una ocasión especial.

-Mejor no.

-Es que vamos a ver Eclipse…–dijo él con un mohín.

*****

-Nivel de energización, correcto –dijo, mirando a la pantalla de visualización de datos -Temperatura de los superconductores, correcta. Hay una pequeña oscilación, pero dentro de los parámetros de seguridad.

Tuvo que admitir que la noche anterior no había resultado la mejor compañía posible. Ausente y nerviosa por el trabajo de hoy, probablemente el más importante de su vida desde que salió de la Escuela Politécnica de Gijón con destino a la Universidad Católica de Lovaina para cursar una maestría de ingeniería aplicada. Luego una beca en el CERN y hasta hoy.

Miró a Rossini. El pobre aguantó el chaparrón como un campeón, dejando entrever una minúscula fracción de su decepción. Podía ser un bocazas, cargante en ocasiones, machista redomado en otras, pero también un buen amigo.

-Preparado para iniciar el haz en tres, dos, uno… Iniciación completada –suspiró -El haz es estable.

Sobre un dibujo esquemático del circuito podían observar el progreso de las partículas durante el recorrido de aceleración hasta que los haces se cruzaban y se producían las colisiones. Luego repasaban los datos de los sensores, comprobaban que todas las variables se encontraban en rango y preparaban una nueva colisión. 

-¿Estás más animada? –preguntó Rossini -Ayer me dejaste bastante preocupado.

-Lo siento, de veras –sonrió –Te compensaré.

-Promesas signorina, –bostezó teatralmente –siempre promesas.

Pasaron las siguientes horas casi en silencio, concentrados en los procedimientos y observando las cifras que bailaban en la pantalla. El tedio hizo que llevaran a cabo el trabajo de una forma casi mecánica, adormilada.

-Deva, mira esto –llamó Rossini, incorporándose en su asiento y bajando los pies de la mesa.

La energía absorbida por el sistema llevaba unos minutos aumentando, sin límite aparente. De hecho, la gráfica mostraba un aumento exponencial del consumo. Revisaron los datos de las últimas diez o quince colisiones, hasta encontrar algo llamativo.

Se levantaron y salieron precipitadamente de la sala de control.

*****

-Ese cabrón lleva creciendo al menos media hora –dijo el doctor Rütz. -¿Cómo ha podido ocurrir algo así? Nos ha tocado la puta lotería.

Tenían desplegados sobre la amplia mesa de trabajo los gráficos de las colisiones mientras la impresora vomitaba continuamente folios y más folios con ristras de números que indicaban los valores actuales del sistema. El nivel de energía había llegado casi a su máximo teórico, sin mostrar ningún atisbo de ralentización del crecimiento.

-¿Qué hacemos? –preguntó Deva.

-Si son creyentes, recen y pónganse a bien con Dios. Si no lo son… De cualquier forma, estamos condenados.

-¿Cómo? No puede ser, ¡debe haber alguna forma de…!

-Al ritmo que lleva destruirá el planeta en menos de seis horas, –dijo el doctor Rütz – así que les recomiendo que se hagan a la idea y las pasen como buenamente puedan –levantó una mano para contener el torrente de preguntas –Y les prohíbo terminantemente que hagan público el incidente. La Humanidad tiene derecho a desaparecer sin que una ola de pánico desvirtúe sus últimos momentos.

Se miraron, ella con los ojos anegados en lágrimas. Rossini la abrazó y, con ternura, la empujó suavemente hacia la puerta. Cerró tras de sí.

Una vez solo, el doctor Wilhelm Rütz se derrumbó en su sillón, cerrando los ojos. Habían pensado que los temores eran infundados. Las ecuaciones demostraban que los microagujeros negros, de producirse, serían sumamente inestables y se disiparían en un tiempo prácticamente inapreciable, del orden de algunos attosegundos. Aún en el caso de que no fuera así, las probabilidades de que uno de ellos colisionara con una cantidad de materia que le sirviera para aumentar su masa, iniciando un proceso sin retorno, eran ínfimas. Una lotería. Una puta lotería.

Descolgó el teléfono y marcó con calma el número.

-¿Mathilde?, soy Willie… No, no pasa nada… No hagas cena, hoy llegaré tarde, cariño… Sí, ya sabes… Se amontona el trabajo… ¿Qué tal los chicos?... Dales un beso… Te quiero…

*****

Estaban tumbados en el sofá de su apartamento, ella con la cabeza sobre el pecho de él. Habían retirado todos los relojes, incluso apagado los móviles, la televisión y la radio. No tenía sentido contar los segundos, minutos u horas, hasta el final de la cuenta atrás. No habían tenido fuerzas para llamar a casa. Tácitamente, buscaban consuelo el uno en el otro, en silencio, con serenidad.

Se dieron un beso. Otro más.

No sintieron el brutal tirón gravitatorio.

*****

El Danubio Azul sonaba débilmente en el hilo musical cuando el comandante Chambers miró por la ventana de la Estación Espacial Internacional.

-Alexei, ¿puedes venir un momento?

El cosmonauta ruso se impulsó con delicadeza, flotó en su dirección y ambos juntaron sus cabezas para mirar por el pequeño panel de metacrilato transparente. Allá abajo, sobre la superficie del planeta, se había comenzado a dibujar un extraño patrón de múltiples líneas brillantes que crecían a ojos vista.

-Parece como si…

Nada.

*****

Deva Quirós abrió los ¿ojos?

Estaba perpleja pues, aunque mantenía la conciencia de sí misma, había perdido toda noción de su cuerpo físico. No obstante, no podía dejar de pensar en términos meramente fisiológicos.

Un eón pasó fugazmente, como un parpadeo, ante ella. El Sol hacía tiempo que se había disipado, devorado por un oscuro compañero que ahora reinaba en solitario en lo que en un tiempo ya remoto fue el Sistema Solar.

Numerosas civilizaciones nacieron, florecieron y desaparecieron. Ninguna conquistó su galaxia, sencillamente porque era imposible. Ésta era la respuesta a la paradoja de Fermi. Ni agujeros de gusano, ni pliegues en el tejido del espacio y el tiempo. La ciencia ficción había estado equivocada en su optimismo.

Las estrellas ardieron hasta agotar su combustible. Algunas estallaron. Otras colapsaron vencidas por su propia gravedad. Todas murieron. El Universo, en continua expansión, se enfrió hasta casi el cero absoluto. La materia se dispersó hasta apenas percibirse. Y llegado a un punto límite, tras un instante de incertidumbre, el Universo comenzó a contraerse de nuevo. Lentamente al principio, luego acelerando progresivamente.

Deva Quirós fue testigo de todo ello, hasta que toda la materia se concentró en un solo punto de máxima densidad. No una singularidad, sino LA singularidad.

De lo más recóndito de su propia esencia, como por voluntad propia, el fugaz pensamiento se afianzó.

¡Hágase la luz!

El Universo estalló con la luminosidad de billones de soles.

 

La mentira puede recorrer el mundo antes de que la verdad tenga tiempo de ponerse las botas.

http://historiasdeiramar.blogspot.com/

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jane eyre
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 Bienvenido/a, Gilles de Blaise

Participas en la categoría de Ciencia Ficción

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Caroline
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Poblador desde: 24/09/2010
Puntos: 63

Me gustó bastante.. la idea central es buena y me recuerda mucho a "La Última Pregunta" de Asimov, sobre todo el final. Me mantuvo entretenida y está bien narrado.

Saludos cordiales.

"And the sign of humanity is burning tonight... I can't escape from this ritual silence... Humanity's burning tonight"
 

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Oliveira
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Poblador desde: 30/09/2010
Puntos: 18

 Excelente relato. Está bien vestido y su prosa es fluida y amena. Me ha gustado especialmente el final, que tiene ciertas resonancias al Calvino de "Las cosmicómicas". Enhorabuena.

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Gilles de Blaise
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Poblador desde: 26/01/2009
Puntos: 272

Caroline, Oliveira, gracias por vuestros comentarios. Me alegro de que os haya gustado.

Confieso que tuve que leer de nuevo La última pregunta, y me quedé un poco chafado por la similitud de los finales.

 

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