Un viernes por la noche cualquiera en un barrio marginal en las afueras de una gran ciudad. La crisis azota con toda su fuerza, aunque allí la vida nunca ha sido fácil. Paro, drogas, delincuencia, falta de expectativas de futuro. Es una noche de verano, el calor y el bochorno hacen que la ropa se pegue al cuerpo y resulta imposible dormir. Pero Miki, Sebas y Paco no tienen ganas de irse a la cama. Prefieren matar el tiempo sentados en un banco de la plaza, bebiendo litronas que se van pasando por turnos mientras comentan las últimas noticias del barrio.
-¿Sabéis que han encontrado al sudaca ese del patio cinco la noche pasada más tieso que la mojama? -dijo Sebas, bajito y delgado, vestido como un aficionado al hip hop entre calada y calada del porro que se está fumando.
-¿Quién? No me suena- respondió distraído Paco, un chaval gordo con camiseta negra de los Iron Maiden y melena por los hombros.
-Era ese tripudo que trabajaba de albañil. No sé cómo se podía subir al andamio con esa panza. Mi vieja me lo contó hace un rato toda acojonada. No quería que saliera a la plaza por si me pasaba algo. Parece ser que el tío tenía un tajo tremendo en el cuello y se había quedado sin sangre- añadió Miki, más alto y fuerte que sus amigos, marcándose sus bíceps a través de la camiseta sin mangas que llevaba.
-Mi viejo como está todo el día mamado no me dijo nada-rió con un poso de amargura Paco.
-La madre de Miki estará deseando que venga la tele al barrio para salir a contarlo y verse en un programa para presumir delante de sus amigas marujas.
-No te pases Sebas-respondió Miki simulando un enfado mientras todos reían..
-Finde y sin pasta como siempre, no podemos siquiera invitar a unas pibas a dar una vuelta por ahí-dijo Paco constatando algo que ya sabían.
Siguieron charlando y bebiendo, después de las litronas un calimocho que se habían preparado. Al cabo de un rato estaban ya bastante bebidos y surgió en la conversación el tema de un vecino, un anciano excéntrico que nunca salía de su casa de día, que se negó a abrir a la trabajadora social que fue a visitarlo y que tenía la casa llena de trastos y de basura según contaban.
-Normalmente suele salir a estas horas a hurgar entre los contenedores para buscar basura o a comprar en la tienda de fruta de los moros que está abierta toda la noche-dijo Paco.
-Mirad ahí va el colega saliendo de su casa a buscar trastos.
-Pues esos viejos locos a veces tienen un montón de pasta en su casa porque no se fían de los bancos-respondió Miki, mientras acariciaba la navaja que llevaba escondida en el bolsillo.
-Vamos a reventar su piso aprovechando que no está, a ver si pillamos un poco de pasta-dijo Sebas envalentonado por el alcohol.
El trío de amigos se puso en marcha, vigilando como el anciano seguía su paseo por el barrio alejándose de su casa. La puerta de la finca no encajaba bien y entraron con disimulo, atravesando un patio interior envuelto en las sombras y lleno de pintadas y grafitis, basura acumulada, cristales rotos y ventanas tapiadas con maderas. En algunos rincones el hedor a orines era insoportable. Subieron por la escalera hasta llegar a la puerta del viejo. Con ayuda de un alambre comenzaron a manipular la cerradura. Paco que era el más mañoso para esas cosas consiguió forzar la entrada. Cuando pasaron al piso lo primero que les sorprendió fue la densa oscuridad que les rodeaba, parecía como si ni un rayo de luz de la calle llegara al interior. Palpando dieron con un interruptor y se encendió una bombilla que daba una luz mortecina y vacilante. Empezaron a registrar el piso, que estaba lleno de todo tipo de trastos viejos, muebles y cachivaches, y que desprendía un olor nauseabundo. Las ventanas estaban tapiadas por maderas clavadas y cubiertas por sábanas. La única comunicación exterior de la vivienda era la puerta de entrada. El instinto de los chicos, la parte animal y más antigua del cerebro que rige los mecanismos de la supervivencia comenzó a activarse, sentían que en aquel piso en apariencia tranquilo y cochambroso algo no iba bien. Paco comenzó a quejarse e insinuó que deberían largarse rápido, pero Miki y Sebas no querían quedar como gallinas e insistieron en seguir buscando dinero u objetos de valor. Fueron recorriendo las distintas habitaciones sin encontrar nada útil hasta que llegaron a la estancia situada al final del pasillo, la más alejada de la puerta. Entraron y se llevaron una gran sorpresa. Estaba completamente vacía, excepto un ataúd cubierto de tierra que ocupaba el centro, como si fuera un mueble extraño y vanguardista y unas bolsas. Al acercarse comprobaron que las bolsas estaban llenas de restos humanos secos, momificados.
-Joder, esto me da muy mal rollo tío. Hay que pirarse de aquí pero ya-dijo Paco, incapaz de controlar el temblor de su voz.
Los tres chavales empezaron a correr en dirección a la puerta, pero antes de que la alcanzaran se abrió de golpe y el anciano entró. Pero ya no era el mismo viejo con ropa sucia y expresión huraña que habían visto alguna noche en el barrio. Tenía los ojos rojos y brillantes y una sonrisa cruel desprovista de vida. Antes de que pudieran reaccionar estaba a la altura de los tres amigos y de un zarpazo destrozó el cuello de Sebas.
-Niñatos, os voy a sangrar como cerdos en el matadero-dijo un instante antes de agarrar a Paco que se había quedado paralizado por el terror y clavarle los colmillos en el cuello mientras gemía y pataleaba, sintiendo como la sangre y la vida se le escapaban.
El anciano mientras tanto tenía fija su mirada en Miki, al que intentaba hipnotizar, al igual que una cobra cuando domina su presa. Miki sintió como su mente era tocada por una presencia muy antigua y poderosa, notaba que se hundía en los ojos del viejo, igual que si cayera en pozos de negrura y profundidad infinita, incapaz de resistirse a su dominio, temiendo y al mismo tiempo deseando lo que iba a suceder después.
-Vaya, eres mucho más fuerte y listo que tus amigos Miki, aún conservas parte de tu voluntad pese a haber posado mi mirada en ti. Veo que merece la pena que te convierta, serás un buen discípulo-dijo el anciano al tiempo que se inclinaba sobre el cuello de Miki y empezaba a succionar.
Cuando los dientes del anciano se cerraban sobre la yugular de Miki éste le clavó la navaja automática que llevaba escondida, justo en el corazón. Unidos en un abrazo impío el viejo vampiro mordió el cuello del muchacho, mientras la sangre a borbotones manaba de su boca. Al cabo de un segundo ambos estaban en el suelo. El anciano perdiendo una sangre espesa, negra y corrompida por el corazón y el chico pataleando en el suelo, llorando y gritando. Poco después el viejo había desaparecido y sólo quedaban sus colmillos y un rastro fino de polvo como recuerdo de su existencia.
Miki al cabo de unas horas se levantó del suelo tras sufrir la agonía de la transformación. Sabía por instinto lo que tenía que hacer, alejarse de la luz diurna, soportar la sed de sangre que le dominaba hasta encontrar presas vulnerables y buscarse un nuevo nido sin dueño, antes de que la policía y el resto de los humanos pudieran detectarlo ahora que estaba aún débil. Un nuevo depredador habitaba la ciudad.
Me ha dado la impresión de un final apresurado, como si fuese parte de algo más largo o el autor se hubiese cansado y lo hubiera acabado de forma brusca, pero igual solo es apreciación mia. La historia no me ha parecido una cosa del otro mundo pero los diálogos creo que están logrados, en el sentido de que la forma de hablar de los personajes es creíble y consigue que los veamos.
Mi puntuación es 2 estrellas.