El último vampiro
Sarah miró a Val fijamente nada más abrir los ojos. No era la primera vez que lo veía, pero sí la primera vez que lo hacía con su nueva visión. De hecho, era lo primero que contemplaba desde que fuera trasformada en vampiro. Si antes le parecía hermoso, ahora no hubiera encontrado palabras para describirlo. Se sumergió en lo más profundo de sus ojos azules, creyendo saber qué pensaba con exactitud, hasta que fueron tapados por un parpadeo. El gesto le pareció eterno, tuvo la sensación de que podría haber hecho cientos de cosas durante ese insignificante momento. Val cogió un cuchillo largo y afilado que había sobre la mesa, se hizo un tajo en la muñeca y llenó una copa con su sangre.
—¿Cómo te sientes, querida? —dijo ofreciéndosela.
—Bien —respondió ella antes de beber el denso líquido. El sabor de la sangre se extendió por su interior como un plácido escalofrío, llegando a todas las partes de su cuerpo.
—Por fin tengo una compañera de mi condición, hace muchos años que buscaba una y creía que siempre estaría solo... hasta que te conocí.
—¿Eres el único? —se sorprendió la muchacha.
—No lo sé, solo sé que nunca he visto a otro de mi especie.
Sarah se incorporó y recorrió la amplia habitación. Se sentía extraña y tenía la necesidad de caminar para acostumbrarse a su nuevo metabolismo.
—Se te pasará —dijo Val al verla tan confusa.
—Eso espero, me siento como un niño que intenta andar por primera vez.
—Dentro de poco solo te faltará volar —exclamó el vampiro entre risas.
La iniciada se acercó al maestro, lo abrazó por detrás y empezó a besarle por el cuello.
—Dime una cosa amor, ¿ahora soy inmortal?
—Solo hasta que se demuestre lo contrario.
—¿No sabes cómo podemos morir? —preguntó ella situándose frente a él.
—Si lo supiese, estaría muerto. —Val se incorporó, se dirigió a un mueble situado al fondo de la habitación y sacó una botella con un líquido oscuro en su interior—. Me refiero —continuó mientras le rellenaba la copa para después llenar la suya— a que si hubiera alguna forma de matarnos, la única manera de saberlo sería porque alguien lo ha conseguido con alguno de nosotros, y como te he dicho antes, nunca tuve conocimiento de que existiese otro vampiro.
Sarah apenas se mojó los labios con esa sangre desconocida, se acercó a la ventana y miró a través de ella.
—¡Entonces soy inmortal! —gritó dirigiéndose al mundo—. Pero, ¿qué me dices de la luz del sol?
—Molesta un poco en los ojos, y al cabo de varias horas me salen ampollas en la piel. Pero créeme, no puede matarnos, solo nos debilita.
—¿Y las estacas en el corazón? —preguntó obsesionándose cada vez más con la muerte.
—No te preocupes por ellas —apuntó con desdén—, varios infelices lo han intentado y solo han encontrado una muerte cruel por despertarme de una manera tan brusca.
La hermosa vampiro se tumbó en la cama, miró a su hacedor e hizo un gesto instándole a yacer junto a ella. Val se tumbó a su lado y le susurró al oído:
—No temas nada, yo te protegeré.
Las dos criaturas se besaron durante largo rato hasta que ella miró hacía el techo, abstraída y confusa por un detalle que había pasado por alto y que ahora acudía a su mente.
—¿Qué pasa ahora? —exclamó él indignado. Ella se incorporó y empezó a caminar a gran velocidad de un lado a otro de la habitación—. ¿Qué te ocurre? —volvió a preguntar.
—Si nunca has visto a otro vampiro... ¿quién te transformó a ti? —dijo clavándole una mirada envenenada. Él la observó fijamente protegido tras su encantadora sonrisa—. ¿Y bien? —reclamó.
—Vale, de acuerdo, hubo otro vampiro, que fue quien me transformó a mí, pero murió.
Sarah lo miró con una mezcla de curiosidad y enojo.
—Dijiste que desconocías si había alguna manera de matarnos.
—Te lo iba a decir tarde o temprano, solo estaba divirtiéndome un poco —Val se levantó y volvió a llenarse la copa—. Como decía, hubo otro vampiro, una mujer, que se encariñó conmigo y acabó haciéndome suyo. Pero me cansé de ella y terminé por matarla. —Val puso un dedo sobre los labios de Sarah, anticipándose a su pregunta—. Podemos morir, solo tienen que rajarnos el cuello y separar nuestra cabeza del cuerpo.
Fue lo último que dijo. Sarah cogió el cuchillo con el que Val había cortado su propia piel minutos antes y le rebanó la garganta. El vampiro cayó al suelo sin comprender qué le había pasado, solo intentando pedir ayuda alargando las manos hacia la que acababa de herirlo mortalmente. Con una frialdad fuera de lo común para una vampiro joven, Sarah se agachó y le seccionó la cabeza de un certero tajo.
Tras unos minutos —o segundos, ahora el tiempo pasaba mucho más despacio para ella—, cogió la cabeza por los pelos, la levantó hasta su altura y la miró fijamente. Aun con los ojos cerrados y privado de su cuerpo seguía siendo igual de hermoso. Entonces recordó el periplo que sufrió hasta encontrarlo; lo que le había costado seducirlo, o fingir ser seducida; todo el tiempo que se ofreció como alimento para él… el momento que aceptó ser transformada en vampiro.
Caminó hacia el lavabo como una autómata. Durante el trayecto los recuerdos cambiaron, retrocedieron en el tiempo, posándose sobre sus dos hermanas pequeñas. No pudo reprimir una sonrisa cariñosa. Pero siempre que pensaba en ellas acudía a su memoria el día que desaparecieron en el bosque mientras jugaban al escondite. Entonces las buscó durante horas, pero no fue capaz de encontrarlas. Cuando se lo contó a su padre, él y los hombres del pueblo hicieron batidas por el bosque durante toda la noche, pero tampoco las encontraron. Finalmente, al cabo de unos días, las dieron por perdidas. Su padre nunca quiso contarle qué ocurrió en realidad, pero ella no cesó en su empeño de averiguar la verdad, hasta que, años después, se lo confesó: sus hermanas habían sido asesinadas por una criatura de la noche.
Sarah quería mucho a las pequeñas, tanto que fue capaz de encontrar a su asesino y acercarse a él para ganarse su confianza. Las quería de tal manera que acabó sacrificando su humanidad para convertirse en lo que más odiaba: un vampiro. Las amaba tan intensamente que, cuando llegó al lavabo de Val, se miró al espejo mientras se cortaba el cuello para asegurarse de que acababa de matar al último vampiro sobre la tierra.
Muy bien escrito. Me encanta que al principio te haga creer que está celosa, para descubrir después que todo viene por otra cosa.
5 estrellas.
Enhorabuena.