El holandés que murió varias veces

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«La absolución del culpable es la condena del juez»

Publio Siro (poeta dramático romano).

 

 

I

Recuerdo mi infancia huyendo de un lado a otro, con la pobreza acechando nuestros pasos y el buen humor incansable de mi padre, Berg de Zwijnenhoeder. Aquel hombre fornido y optimista, hijo y nieto de porqueros, soñaba con abandonar aquella vida. Sin embargo, por más que deambulamos por media Europa la miseria nos acababa atrapando.

Crecimos con el hambre cosiendo nuestros estómagos y con el frío tambaleando nuestros cuerpos desnutridos. Mi madre sufría viendo cómo enfermábamos por la falta de alimento, y porque sus pechos carecían de leche con que amamantar a la recién nacida. La pequeña Betsie nos abandonó a los cinco días de su llorosa venida al mundo, lo cual desoló a Eline que  poco a poco se distanció de mi padre. Mujer fuerte y generosa nunca manifestó en voz alta su amargura, pero sus miradas dolían tanto o más que cualquier reproche. Con el tiempo las risas y bailes se sustituyeron por silencios… cada vez más frecuentes.

En los últimos tiempos la ilusión no chispeaba ya en sus ojos, y padre culpabilizándose se arrastraba taciturno y frecuentaba la taberna hasta altas horas de la noche. A menudo regresaba beodo poco antes de laudes, y reclamaba entre efluvios o blasfemas los favores de mi madre. Los pequeños nos agazapábamos en el jergón de borra que compartíamos los tres, junto a la chimenea, demasiado asustados para hacerle frente. Llegué a odiar a aquel borrachín que nos había arrebatado al hombre cabal y risueño que había sido hasta entonces y que ahora golpeaba a su esposa a diario.

Muchas veces, tras esas palizas, cuidé de  madre, postrada en su catre —sin fuerzas para sorber el agua que le ofrecía en la escudilla y apenada por el odio que se había instalado en el corazón de su marido a quien seguía queriendo a pesar de todo—, dejó de ser la misma. Así es como las lágrimas se convirtieron en amigas más leales que la sonrisa para todos nosotros.

No dormí ni una de aquellas noches, incapaz de acallar mi conciencia ante la vileza de un hombre al que había querido tanto. Las horas nocturnas discurrían entre golpes, sollozos e insultos, mientras los niños fingíamos dormir, por miedo. No obstante, los otros tres, algo más pequeños, acabaron cediendo al cansancio y a la costumbre de aquellos gritos y protestas, consiguiendo dar alguna que otra cabezada. Yo nunca lo logré. Las ojeras se instalaron en mi mirada haciendo de mí un anciano prematuro. Demasiada desdicha para un niño.

La noche en que  por fin tomé la decisión de acabar con aquella injusticia, mi padre nos propuso un viaje. Llegaba arrepentido y sobrio, compungido y asfixiado por la nostalgia de la felicidad de los tiempos pasados. La conversación, entre dos caballeros exiliados, de la que había sido testigo en la granja para la que trabajaba, le había cambiado. Le creímos.

Hablaban de viajar a las Américas. Aquellas palabras reavivaron, de algún modo, su pasión de antaño por la vida y nuestro progenitor se enrocó en conseguirnos unos pasajes.

Las semanas hechas meses, por los angostos caminos embarrados recorridos a pie, no borraron ni un ápice aquel entusiasmo que nos hizo abandonar nuestro humilde hogar, en pos de un sueño, con el hatillo al hombro y una mula vieja que cargaba a turnos en sus lomos a los gemelos y a mi madre, además de algunos aperos. No hubo más riñas y padre nos contagió su esperanza, incluso a madre. Nunca se mostraba cansado, por más que hubo de trabajar durante el trayecto lo mismo de pescador, como de herrero, esquilador, carbonero o leñador, y por supuesto de porquero. Apenas dormía.

El viaje nos llevó varios meses, pues debíamos parar por un tiempo hasta que reunimos algunas monedas. Gracias a Coba, conseguíamos sacar algún emolumento extra que se sumaba a lo que ganaba, el inagotable Berg, portando mercancías entre población y población.

A pesar de las lluvias, las ampollas,  las encías sangrantes, los piojos, el cansancio y el dolor… la frontera con Bélgica estaba cada vez más cerca. Lejos quedaba nuestra pequeña choza en Delft. Casi podíamos saborear la libertad de la que tanto habíamos oído hablar a padre. Cuando nos aproximábamos a alguna villa cercana al mar, nos gustaba imaginar cómo sería el nuevo mundo, hacia el que nos dirigíamos. Lástima que no todos llegamos al barco… la pobre Coba, nuestra mula, falleció por una infección en una de sus patas.

II

Fue un viaje largo y penoso desde el puerto de Amberes. Las olas golpeaban el casco entre fuertes vaivenes, y los mendrugos de pan y el queso rancio porfiaban por salir de nuestros cuerpos a cada sacudida. La fuerza del mar, aún estando en calma, hacía de nosotros guiñapos  vacíos e impotentes. Todos nosotros enfermamos. Los pobres carecíamos de lo más básico. En altamar, sin verduras ni fruta, los dientes perdían su agarre y se nos caían entre esputos sanguinolentos. Brazos, rodillas y tobillos combatían contra su propio enemigo, hinchándose y amoratándose hasta que el dolor nos hacía perder el conocimiento. Los cabellos perdidos cubrían nuestros sucios ropajes, como una manta efímera que no presagiaba nada bueno. Cada nuevo amanecer rezábamos porque aquel sufrimiento cesase, pero el destino se burlaba de nuestros ruegos concediéndonos más tormento, fiebre y mareos. El primero en abandonarnos fue mi hermano Nard. Lo hizo con la entereza de quien sabe que la muerte es el triunfo final sobre el dolor cuando esté resulta insoportable.

No sé porqué lo hice, pero no pude tolerar que el cuerpo de mi hermano fuera tragado por las olas y devorado por tiburones. Adormecido ya por los temblores y en el regazo de mi madre, yo mismo le desangré entre sollozos vertiendo su sangre en una vasija. Instantes después, con una frialdad inhumana bebí su sangre. Nadie de los míos comprendió aquel gesto, pero tampoco lo impidieron. En el mismo momento en que su sangre bajó por mi garganta percibí que mi cuerpo recuperaba vigor. Aquel extraño impulso no respondió a una decisión premeditada, pero desde aquel momento me alejé de la fe.

Días después hube de repetir la misma operación con mis otros dos hermanos, Peet y Ot, nacidos a la par y que nos abandonaron seis años después también al mismo tiempo. Apenas transcurridos cinco días hube de sobreponerme nuevamente a la pérdida fatal, en esta ocasión el hueco que quedaba en mi corazón era mucho mayor: uno jamás olvida la pena de perder a su madre; nunca olvidaré su rostro sonriendo de alivio cuando padre  la besaba mientras yo le cerraba los ojos, y ella decía adiós a la vida. En el caso de Berg, fue él mismo quien me hizo jurar que si él tampoco sobrevivía, yo procedería al igual que con todos los demás: aquel holandés testarudo y jovial anhelaba terminar aquel viaje fuera como fuera.

«Si mi sangre riega tus venas, yo también lo habré logrado», dijo.

Con la habilidad de quien lo ha hecho ya más veces, laceré una de sus muñecas y succioné directamente su plasma. A falta de tres días para avistar tierra, tampoco él pudo ver América.

Solo en el mundo y aferrado a su cuerpo, lloré sin consuelo. No había tenido tiempo de confesarle que desde aquella primera vez con Nard, la llamada de la sangre me había obligado a deambular por cubierta y bodega durante las noches, en busca de animalillos a quienes arrebatar hasta la última gota de aquel líquido manjar. Tampoco reuní el valor suficiente para decirle antes de morir que, aquellas excursiones no lograban saciar mi sed, pues el sabor de la sangre de ratas o gallinas ponedoras nada tenía que ver con la maravillosa sensación que dejaba en mi paladar  la sangre humana. Ni tan siquiera los polluelos nonatos, refugiados en su cascarón apenas roto, podían borrar de mi espíritu aquel estremecimiento vivificante que me proporcionaba la sangre de mis iguales. Callé por falta de tiempo, aunque principalmente por vergüenza, mas en el fondo he de admitir que también por desquite: no le había perdonado aún los malos tratos dispensados a la buena y hermosa Eline.

Mi llegada a América no erradicó de mi espíritu esa necesidad de sangre. Me convertí en un ser solitario. Dedicaba la mayor parte de mi tiempo al pillaje, pero no actuaba como el huérfano desvalido que en realidad era. Dormía por el día y aprovechaba la oscuridad para mis incursiones alimentarias y pequeños hurtos. Paulatinamente la sangre pasó a ser mi sustento principal. Y sucedió lo inevitable: los cambios físicos vinieron en cuanto prescindí de otro tipo de viandas.

Casi sin darme cuenta transcurrieron los doce primeros años. Durante todo ese tiempo siempre procuré escrupulosamente que mis poco ortodoxas inclinaciones y el intenso apetito no me obligaran a transgredir la ley, matando a alguien con mis propias manos; aunque sabía que estaba fabulando y que era cuestión de tiempo que ese momento llegara.

Quise celebrar mis veintiún años gozando con las encantadoras señoritas de un burdel, y la casualidad quiso que uno de los clientes me convidara a unas copas. Insistió tanto que no pude eludir su invitación. Desde aquel primer encuentro nos hicimos inseparables. En él encontré a un amigo.

Fue él quien intuyó que compartíamos algo más que el gusto por el mismo tipo de mujeres con quienes retozar en el lecho, y me invitó a una orgía mortal, como él la denominó. Si hasta entonces yo siempre había tenido la delicadeza de elegir a enfermos y tullidos para satisfacer mi avidez, tales conmiseraciones desaparecieron en cuanto asistí a mi primer banquete con cuellos de prostituta como recompensa final. Fue él quien me enseñó a encontrar el punto preciso entre barbilla y oreja para beber directamente con los colmillos aquella exquisitez embriagadora. El mejor y más excitante de los besos debía darse en aquel lugar, pero no convenía precipitarse. De inmediato comprendí que aquella experiencia extasiante sobrepasaba con creces todas las demás y me hice asiduo de aquellas reuniones. Había que ser un buen galán e insinuarse a la amante con esmero y sutileza, pero también con abnegación. Cuanto más excitada estuviera la chica, tanto más placer a la hora de aspirar el flujo carmesí enjaulado en el terciopelo azul de sus venas. Mi maestro siempre insistió en dejar a un lado los sentimentalismos y extraer hasta el último hálito de vida de la víctima; yo asentía nervioso, pero nunca pude cumplir mi promesa.  

Era fácil acostumbrarse a aquel ritmo. Todos los jóvenes sueñan con estar de fiesta en fiesta y dejarse llevar por la lascivia, y en eso no me distinguía de ellos; aunque en honor a la verdad he de reconocer que yo ya no advertía la diferencia entre el bien y el mal: me deleitaba en saborear con fruición el líquido acariciando la comisura de mis labios, sin importarme la procedencia de aquel néctar bermellón, aunque segundos antes me hubiera agitado sudoroso ante los requiebros amorosos de mi acompañante femenina, pues nada era comparable con la cálida exquisitez púrpura filtrándose a través de los orificios de mis colmillos y trasvasándose a mi torrente sanguíneo.

Como fuere, las autoridades locales nos iban cercando, en parte debido a mis descuidos, al no haber acabado definitivamente con la vida de aquellas mujerzuelas de vida alegre. Por ello Albert me propuso, con férrea autoridad, huir con él. Entre nosotros se había establecido una opresiva relación jerárquica: dado que él me salvó de  la soledad, y de forma más reciente por librarme de las acusaciones que sobre mí vertían aquellas mujeres, heridas por mi fogosidad. No me restaba, por tanto, otra cosa que obedecerle dócil, pues a él debía todo mi aprendizaje y mi supervivencia en la última etapa. Los dos sabíamos que estaba en deuda con él.

III

Transcurrió algo más de un lustro. Viajamos por muchas ciudades, y a nuestro paso dejamos la huella inconfundible de nuestra hambre insaciable. Los negocios de Albert nos permitían vivir de forma lujosa, pero ser su pupilo no siempre resultó cómodo. El lujoso tren de vida de mi mentor tampoco contribuía a pasar desapercibidos. Siempre se nos veía juntos y apenas nos congraciábamos con otras personas. Muchos nos tachaban de invertidos, nigromantes y masones. Decidí dejarme acompañar por mujeres hermosas, durante el día, sugerencia que mi amigo desechó. Bajo ningún concepto renunciaría a sus hábitos nocturnos: él no era como yo. Tardé en descubrir que aquel discurso que hablaba de diferencias entre nosotros, más que de aquello que nos hermanaba era crudamente real.

Ahora contemplando aquella época con la pátina que deja el tiempo, la memoria me sugiere que nunca debí aceptar aquella copa. Y que aquel primer sorbo condenó mi alma, si es que no me había condenado ya, preso de mi propia trampa en aquel barco, salido de Amberes rumbo al otro lado del mundo. ¡Cuán necio pude ser al desmentir lo que me dictaban mis ojos! Aquel hombre, fraternizaba con el diablo. Alrededor de él un séquito de hombres y mujeres sin sombra, evitaban los espejos y evitaban la luz diurna. De todas sus amistades yo era la única que se dejaba ver durante el día. Yo mismo realizaba en su nombre las operaciones mercantiles pertinentes, mientras él descansaba en su mansión, en la más absoluta penumbra.

Tal vez debí abandonarle cuando reuní las evidencias, pero él se adelantó a mi resolución. Los hombres enamorados nunca actuamos con presteza y no existe una mente más llena de supercherías que la del hombre hechizado por las gracias de una dama.

Sus hombres de confianza, quizá debiera decir sus espectros, me abordaron en una callejuela. Maniatado me arrastraron hasta el cementerio de las afueras y me dieron matarile. Sólo reaccioné cuando los colmillos del jefe de aquella cuadrilla de asesinos atravesaron mi cuello y me despertaron del sopor de la muerte.

La avidez lujuriosa de la parca fluyó por mi cuerpo desde aquel instante, cerrando así un ciclo en mi existencia. Una vez más, hube de ocultar mi condición a aquella a quien de verdad hubiera entregado mi corazón. Mientras, en sus brazos, fingía ser el mismo, aunque con la nocturnidad como nueva amiga de nuestros encuentros furtivos. Creo que no sospechó nada, pero yo me sentía corrupto. Temía que mi conducta llegara a sus oídos y ella dejara de quererme. Llevaba tiempo cortejándola y el progreso natural hubiera sido nuestro casamiento. Sé que la traicioné, cuando aquella tarde en casa de su tía me retracté de mis intenciones. Habían sido muchos los cadáveres que había dejado a mi paso, pero a veces no se precisa asesinar para matar a alguien en vida. Aquella tarde fuimos dos los muertos.

No regresé a aquella casa. Por más que Olivia insistió en que le diera explicaciones sobre mi comportamiento, enviando billetes  a través de su doncella para citarnos como si no hubiéramos roto. Yo no sabía mentir, así que la evitaba, con la misma pericia con que esquivaba las corrientes de agua, el sol, los espejos y todo lo religioso.  Debería haberla encelado paseando con otras muchachas, pero mi nueva naturaleza impedía que saliera antes del ocaso. La catacumba de la que salía cada crepúsculo me protegía de la luz y de sus caricias y miradas, pero no de los recuerdos. No se puede rehuir el destino y la eternidad nos hace rehenes de la nostalgia.

 Olivia era una mujer no sólo hermosa, sino tenaz e inteligente, y yo subestimé no su odio, sino su amor hacia mí. Fingiendo un nuevo pretendiente, se cercioró de que la noticia llegara a mis oídos. Y nos retamos en duelo a muerte. Mi rival apareció oculto bajo una de esas capas negras con capucha que tanto se habían puesto de moda traídas desde Europa. Bajo ella un antifaz también oscuro. Le acompañaba su padrino. Las balas de plata y la pólvora esperaban en los pistolones; el juez entregó uno a cada contendiente y contó los diez pasos de rigor. Yo seguía esperando ver a Olivia después de tanto tiempo, como si mi supuesto honor valiera menos que la presencia de ella. Estaba amaneciendo y notaba mi piel arder. Mi adversario falló el tiro. Lleno de ira, e imbuido por  la ciega hostilidad del hombre que sabe que ama a una mujer seducida a su vez por otro, disparé. La bala atravesó mortalmente su pecho. Para entonces los primeros rayos de sol despuntaban en el horizonte. El sudor ya perlaba mi rostro, y caí desmayado por la fiebre, medio ciego por la claridad. Todo había terminado.

EPÍLOGO

Desperté en el castillo, lejos del sol y a salvo. Pero maldigo aquella hora y aquella fecha. Maldigo el desmayo que me arrebató a Olivia. Pues fue ella quien acudió al duelo. Ella fue la figura embozada que quiso morir en mis manos para reunirse conmigo en la eternidad. Su padrino tenía órdenes precisas de revelarme la identidad de mi oponente para que yo la diera el beso que nos reuniría para siempre.

No siento respeto por mí mismo y soy un paria entre los míos, un chupasangre que no se siente a gusto ni entre inmortales ni entre hombres. Un condenado a quien estorba demasiado la eternidad. Tengo siglos de razones para morir. Si lees estas páginas he de pedirte un favor… busca en el sótano. Hazlo  antes del anochecer: mañana puedes ser tú el muerto. Una vez allí  levanta la tapa del ataúd.  Mantén la calma y clava en mi pecho un crucifijo de madera. Tu vida a cambio de la mía. 

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Patapalo
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Puntos: 208859

Relato admitido a concurso.

Parte de la sabiduría consiste en saber ignorar algunas cosas.

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jane eyre
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Poblador desde: 02/03/2009
Puntos: 10051

Me ha chocado muchísimo el uso de la palabra "borrachín" en un parrafo tan creido como en el que está colocada.

Se me ha hecho rara la "excusa" que provoca el primer desangramiento, se basa en el abandono del cuerpo a merced del mar y los tiburones, cuando el desangrado creo que no lo impediría porque el cuerpo, con sangre o no, acabaría corriendo la misma suerte. La especie de ritual que se monta a la muerte de los familiares sí me ha gustado y creo que está narrado dejando la imagen muy nítida.

Creo que en este relato pasan demasiadas cosas para la extensión que tiene y algunas hubieran merecido más profundidad.

Es correcto y me gusta el estilo elegante que tiene su narrativa.

Mi puntuación es de 3 estrellas.

 

 

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Mr. Garlic
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Poblador desde: 14/11/2013
Puntos: 70

Hola Sechat.

Gracias por el enorme esfuerzo que has hecho valorando tanto relatos en tan poco tiempo. Y perdona que te hayamos hecho tan poco paso ( de momento) en las valoraciones...hay ahora mismo otro concurso en paralelo en esta misma página y estamos todos a dos cosas (Las XII microjustas, te invitamos a participar si no lo has hecho ya)

Pues debo reconocer que la historia me ha sorprendido por varios motivos. En primer lugar por la elección de un holandes como protagonista y luego el viaje a America me resulta interesante. ¿Un homenaje al viaje de Drácula en el Demeter?

El relato me ha gustado, me sorprende como un simple humano cae en practicas vampiricas de una forma, digamos, tan "natural". Quiero decir sin ninguna causa sobrenatural. Esta bien narrado, quiza como dice mi compañera Jane, pasan demasiadas cosas para un relato de esta extensión. (por ejemplo el detalle de la muerte de la mula en una novela lo veo bien, aqui quiza sea prescindible y reste espacio para centrar más el foco en otros temas más centrales de la hsitoria) Por el resto debo reconocer que me ha gustado pero no me ha entusiasmado...Se acerca a las cuatro pero se queda en tres estrellas, lo siento BombillaBombillaBombilla

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Sechat
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Poblador desde: 28/01/2009
Puntos: 747

Gracias, Jane, por leerme y opinar. Gracias por tus tres estrellas. Confieso que pensaba que ibas a ser mucho más dura en la valoración así que me doy por satisfecha.

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Poblador desde: 28/01/2009
Puntos: 747

Gracias, Mr. Garlic, por leerme hasta el final ( me daba miedo que os resultara lento) y por valorarme.Gracias de corazón por hacer hueco y opinar sobre lo que he escrito y por tu generosidad con las estrellas. Lo de las microjustas es demasiado nivel para mí. Gracias por proponérmelo.

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sharkbook
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Poblador desde: 29/01/2013
Puntos: 584

   Estupendo relato el que acabo de leer. Hace el autor gala de una sapiencia inestimable en el uso del lenguaje, haciéndolo exquisito y sublime en algunos párrafos. La historia me ha gustado, mucho, pero coincido con mis compañeros en que hay mucha trama para tan poco espacio.

  El buen tono del relato se ve perjudicado por algunos errores nimios de trascripción (un "blasfemas" por "blasfemias" por ejemplo) y algunas comas faltantes, pero que en conjunto no desmerecen el total del texto leido. Se lee cómodamente, pues pese al estilo de idioma utilizado (muy del siglo pasado), no se hace cargante, ni recargado, ni rimbombante.

  La aparición misteriosa de nombres, que luego resultan de personajes ya vistos anteriormente, hace que haya que volver atrás para releer y enterarse, lo que corta un tanto la narración. Algunos errores con las situaciones (primero dice que los TRES niños se agolpaban en la misma cama y luego son cuatro) y algunos detalles más lo hacen algo inexplicado y perjudica al conjunto.

   Es un relato triste, complejo pero bien estructurado, la separación en tres partes y epílogo, así lo demuestran. Aplaudo al autor/a por su trabajo y admito que me ha hecho sentir envidia sana por esa forma de escribir, dificil y trabajada. La repetición de alguna palabra también me ha chocado ( "...evitaban los espejos y evitaban la luz diurna") y pienso que no ha sido usado a propósito, sino que ha sido un pequeño error.

    Pero el conjunto del trabajo que nos ha presentado, junto a la curiosa historia que nos narra, hacen de este relato un original ejemplo de lo que podría acabar viéndose reflejado en esa Antología que se pretende sacar de este concurso. Por ello lo catalogo con cuatro estrellas, lejos de las cinco por esos errores que he nombrado, aunque y pese a todo, una genial historia.

   Mi más sincera enhorabuena al autor/a.

 

★★★★☆

4 estrellas para quienes no puedan verlas.

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Sanbes
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Poblador desde: 16/10/2013
Puntos: 1273

Un relato muy bien escrito, pero que se me ha hecho muy largo. Parece el resumen de una novela (que podría estar muy bien), más que un relato.

La parte de las prostitutas y su relación con Albert me recuerdan mucho a Lestat, en Entrevista con el vampiro.

No me ha quedado muy claro si los vampiros de Albert pretendían matarlo, o convertirle en uno de ellos. Al igual que tuve que volver atrás varias veces para saber si me había perdido algo del personaje de Olivia, pues aparece de pronto en la recta final del relato. Y parece puesta con el único objetivo de conseguir un buen cierre para la historia

Repito, creo que es una historia que pegaría mejor en una novela. Mi puntuación es de 2 estrellas

★★☆☆☆

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Sechat
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Poblador desde: 28/01/2009
Puntos: 747

Muchas gracias, Sharkbook, por tus generosas palabras. Gracias por las observaciones: lo de "blasfemas" es un dedazo en toda regla, desde luego. Me complace saber que te ha agradado tanto y que no te ha resultado tedioso. Gracias por dedicar tu tiempo a leerlo y a valorarlo. Un saludo.

P.D.: Son tres los niños que comparten jergón, la otra es un bebé que como se indica líneas antes, fallece a los pocos días de nacer. No obstante, si he de aclararte esto es porque no queda suficientemente explicado en el relato. Y porque, he metido la pata hasta el fondo... Ahora que lo releo (y eso que lo revisé varias veces) caigo en la cuenta de que entre Nard, los gemelos y el protagonista suman uno más de los que yo dije. ¡Y pensar que soy de ciencias! jeje.

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Sechat
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Poblador desde: 28/01/2009
Puntos: 747

Gracias, Sanbes, por leerme y valorar mi relato. Apuntas curiosamente dos cosas que también me plantearon dudas. Por momentos, por ejemplo, con el detalle de "la mula" (como bien señala algún otro comapañero anteriormente), tenía la sensación de estar fraguando una novela jeje; por otra, mencionas a Olivia y sí he de admitir que fue una "idea feliz" para poder cerrar el texto, aunque surgió mucho antes de lo que aparece en la historia. Supongo que tu ojo, siempre atento, no ha podido ser engañado en esto.

Un abrazo.

 

 

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Bestia insana
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Poblador desde: 02/05/2013
Puntos: 1928

De El holandés que murió varias veces (no sé si me convence el título) me gusta la preocupación por el estilo, hay frases que se quedan: el hambre cosiendo nuestros estómagos. La historia está bien, peor el final, esa Olivia que te sacas, Sechat, con perdón, como de la manga; el duelo no me lo acabo de creer, y además se adivina quién va ser el embozado, y sobre todo me sobran las últimas líneas, a partir de Si lees estas páginas…

2 estrellas

Por cierto, creo que las microjustas se te darían muy bien.

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Sechat
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Poblador desde: 28/01/2009
Puntos: 747

Bestia insana, te doy la razón en lo del título... Soy una auténtica zote para poner título a mis relatos. Y éste era el menos malo de todos los que se me ocurrieron, así que juzga cómo serían los demás jeje. Y sí, creo que al señalar lo de "fingió un amante" desvelo sin querer hacia dónde puede avanzar la trama. En todo caso, gracias por leerlo y valorarlo.

P.D.: créeme , no encajo en lo de las microjustas, aunque se agradece la sugerencia jeje.

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Sanbes
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Poblador desde: 16/10/2013
Puntos: 1273

Se agradace leer lo agradecida que estás con las opiniones, ya sean positivas o negativas. La verdad, es para quitarse el sombrero.

Creo que hay dos tipos de escritores, los que aprenden de las críticas/consejos/opiniones y de los que se defienden a utranza de cualquier tipo de comentarios, volviendo a cometer una y otra vez los mismos errores.

Y viendo lo bien que escribes eres de las primeras fijo.

Gracias por dejarnos leer tu obra ;)

 

 

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Sechat
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Poblador desde: 28/01/2009
Puntos: 747

Gracias a vosotros por leerme Sanbes. Me estás sacando los colores Gota Sonrisa

 

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Hedrigall
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Poblador desde: 14/01/2011
Puntos: 1132

Bueno, a esto se le llama narrar una historia. Me ha tenido enganchado desde el principio hasta el final. Por decir algo que creo mejorable: la introducción de la amada, después de la resurrección y ese ciclo cerrado en su existencia, es un poco brusca. Me ha distraído ligeramente de lo que es una narración, por lo demás, excelente.

He disfrutado de la condensación de historias y acontecimientos que el relato contiene en tan poco espacio; en lugar de parecer cambios de rumbo bruscos, fluyen con una naturalidad envidiable. En especial me ha encantando esa primera parte que muestra el devenir familiar. Si bien es cierto que la última parte, la aparición de la amada y ese final con duelo incluido, sí la veo forzada para dar un cierre a un relato que, de otro modo, bien podría alargarse en una novela corta con las experiencias del protagonista.

El estilo es muy bueno. El aspecto formal sería impecable de no ser por la mala distribución de las comas, que en muchas ocasiones han roto mi ritmo de lectura. 

4 estrellas

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Sechat
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Poblador desde: 28/01/2009
Puntos: 747

Gracias, Hedrigall, siempre me hago lío con las comas y con los títulos. Soy un pequeño gran desastre. Me alivia saber que te ha gustado tanto mi texto, aunque desde luego habría muchas cosas que pulir en él. 

 

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Carmilla
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Poblador desde: 15/11/2013
Puntos: 76

Me ha gustado mucho el estilo. La historia también, pero hay ciertas cosas que no me convencen. Por ejemplo el tema del “vampirismo” en el barco, así de sopetón. Creo que habría estado bien que, por ejemplo, en el barco tuviera un encuentro con Albert, una especie de sueño o algo así (me estoy montando mi propia películaLengua ) y despertara cambiado. Eso serviría para poder introducir al personaje del vampiro después de manera más natural. También está la forma en la que se introduce a Olivia. He tenido que volver unos párrafos hacia atrás para ver si me había saltado algo. El final me gusta mucho, yo no sospechaba que era Olivia, sino Albert. No me preguntes por quéRisa cachonda

En definitiva, me gusta el estilo y la historia, aunque con algunos peros, así que mi voto es:

★★★☆☆

(3 estrellas)

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FAGLAND
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Poblador desde: 10/08/2009
Puntos: 1575

El relato está bien, aunque me falta algo de acción, centrarse en alguna escena concreta para no ser una especie de resumen de la vida del protagonista. También creo que falta alguna coma, pero no soy precisamente un experto en puntuación.

Tengo que decir que se me ha hecho un poco largo; por otro lado creo que está bien escrito. Quizá me pase de cauto, al ser el primer relato que comento, y se merezca más puntuación, pero le voy a dar:

2 estrellas.

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Belagile
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Poblador desde: 09/12/2013
Puntos: 829

En un primer momento me llamó la atención el título, me sugería una alusión a la reencarnación o la resurrección.

El relato está bien presentado y con una correcta escritura. Coincido con algunos en que le falta más acción durante el transcurso de la historia, pues ha habido momentos en los que se me ha hecho un poco pesado. Sin embargo el conjunto del relato y el epílogo final me ha gustado bastante.

Te doy 3 estrellas

 

Giny Valrís
LoscuentosdeVaho

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Aldous Jander
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Poblador desde: 05/05/2011
Puntos: 2167

El texto tiene momentos muy buenos, aunque hay varios fallos menores (un "porqué" que debería ser "por qué", un "aún" que debería ser "aun"), algun lío menor de comas y algún dedazo ("esté" en vez de "este" o "blasfema"). Me ha chocado el uso de la palabra borrachín, que es un adjetivo indulgente y a veces cariñoso. Pero eso son detalles menores y corregibles, y la prosa por lo demás está bastante bien.

Los problemas del relato son otros, en mi opinión: la estructura, por un lado, y la historia, por otro.

En cuanto a lo primero, el relato me parece algo pesado y muy lleno de pasajes prescindibles. Esto se agrava porque carece de un principio al uso, un principio que enganche o le diga al lector "atento, va a ocurrir algo". Hasta la travesía en barco asistimos a una historia bastante plana y larga cuyo único objetivo es contarnos (y justificar) que el protagonista bebe la sangre de su familia, y esa sensación de esperar hasta que ocurre algo podría haberse paliado si nos hubieses dado una frase inicial más potente o, a ser posible, algo trascendente (el relato podría haber empezado con el protagonista bebiendo la sangre de su padre, por ejemplo). Más tarde, ya en el nudo, todo ocurre de nuevo en una sucesión de párrafos explicativos sin acción, en los que hay algunos saltos importantes. Tanto es así que no podemos lamentar la muerte de una mujer a la que hemos conocido unos pocos párrafos atrás y cuya "voz" no hemos oído porque el texto carece de diálogos.  

En cuanto a lo segundo, la historia en sí, tengo que decirte que me ha recordado mucho a Entrevista con el vampiro y a otros libros, relatos, películas, juegos y capítulos de series de televisión. Salvo el detalle de que un niño decida de buenas a primeras beber la sangre de su hermano y por voluntad propia (que por cierto, dicho así suena increíble, pero en tu relato consigues que parezca verosímil), la verdad es que no hay mucha originalidad. Un huérfano viaja a América, enloqueciendo en el camino. Se vuelve un cabronazo, le convierten en vampiro, tiene un episodio romántico... y finalmente reniega de sí mismo a mitad de camino entre sus dos naturalezas. Habría estado bien que definieses su carácter, porque su narración es la de un joven sentimental y sus actos los de un Charles Manson. De nuevo, esta falta de definición puede ser al mismo tiempo la consecuencia y una de las causas de la abundancia de recursos más propios de la novela que del relato y la consiguiente falta de espacio para que todo cobre forma.

Así que, por estar bien escrito (aunque faltó revisión) y adaptarse a la temática del concurso, pero también por sus carencias narrativas y su falta de originalidad, solo puedo darle al relato 2 estrellas. Eso al relato. Tú Sechat te llevas cinco por encajar tan bien los comentarios de los compañeros (y espero que el mío también Gota).

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L. G. Morgan
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Poblador desde: 02/08/2010
Puntos: 2674

Pues con este relato lo tengo muy complicado: me parece una gran historia pero no lo veo como relato. Me explico: me parece un argumento para una novela, hay material de sobra para ello, pero así, comprimido como relato, pues no me fluye. Es como si se hubiera querido meter tanto que el texto va y viene sin alcanzar la soltura que debería (y podría, no hay más que ver la buena prosa) tener. De pronto el padre es maltratador, de pronto se van a América, de pronto se citan lugares geográficos concretos, nombres (como el de la mula, que primero se cita y luego te enteras de quién es), se mueren todos, se hace vampiro, se labra un puesto junto al amigo-socio, se enamora... En resumen, que creo que este no es su formato y animo a la autora a que lo desarrolle como se merece.

2 estrellas.

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Invierno
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Poblador desde: 21/09/2010
Puntos: 903

Suelen encandilarme los relatos con estilo clásico e intenso, como este. Se nota la buena mano, pero quizás el resultado esté algo afeado por una cantidad considerable de comas mal puestas. Solucionable con la práctica, como siempre digo. El talento sí que es más difícil de sacar de donde no lo hay, pero aquí es evidente. Al comienzo también he notado, quizá, algún problemilla con los gerundios, pero solo al principio. Como en ese aspecto yo también soy bastante fallón, no lo contaré como aspecto negativo. Ah, y una frase que me ha parecido excesivamente larga: "sin fuerzas para sorber...".
Pobre Berg, que soñaba con esa profesión que le perseguía hasta en el apellido. Lógico, claro. De la primera mitad, a mí no me sobra la mula; lo único que me extraña es la razón que da para sorber la sangre de su hermano esa primera vez. Es algo tan raro y tiene tanto peso que tendría que estar mejor explicado, creo yo, como también la aparente naturalidad con la que el resto de la familia lo acepta. Luego, destacaba como punto muy positivo que el vampirismo aquí se diese en un personaje 100 % humano, tanto que me ha chafado un poco que luego apareciesen vampiros al uso. Sí me ha gustado el giro al final con Olivia, sobre todo en ese final trágico con esencia de grandes obras de otros tiempos. Coincido con algún compañero en que sí puede que el personaje de ella podría estar mejor introducido.
Yo cortaría el relato con la fuerza que le da ese duelo, ese despertar y ese arrepentimiento; me sobra un poco lo del sótano.

Tres estrellas por mi parte.

★★★☆☆

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Patapalo
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Poblador desde: 25/01/2009
Puntos: 208859

Me ha parecido que el relato estaba descompensado: muchas cosas que contar en tan poco espacio. Personalmente, me hubiera quedado con la parte del barco. La primera es muy dickensiana y aporta poco; la segunda es muy Anne Rice y tampoco deslumbra. La del barco, sin embargo... me ha seducido mucho. Creo que ahí hay material muy bueno para hacer otro tipo de vampirismo, una especie de comunión extraña entre lo sobrenatural y lo lógico que encajaba muy bien en el marco dramático. Una inmersión a las bodegas del transatlántico hubiera sido un viaje muy sugerente.

El título, por otro lado, me encanta.

Como aspectos negativos en lo formal, tenemos algunos gerundios y algunos signos de puntuación, pero en general la narración fluye bien.

Parte de la sabiduría consiste en saber ignorar algunas cosas.

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Ligeia
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Poblador desde: 03/12/2013
Puntos: 1152

Además de los errores ortográficos comentados no me ha convencido el intento de tono decimonónico con un vocabulario a veces no acorde con la época (plasma? tiburón alguien que se crió en el interior?), momentos poco verosímiles como lo del barco (la familia y los otros pasajeros no hacen nada?) y un final también raro. Tres estrellas justas:

 XXX

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Léolo
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Poblador desde: 09/05/2009
Puntos: 2054

El relato comienza con un halo de desesperación que se incrementa durante ese viaje en barco, pero una vez nuestro protagonista llega a América la trama se lía demasiado y ciertos detalles le hacen perder consistencia, como por ejemplo la relación de amor que en un momento dado se insinúa y al final alcanza un gran protagonismo surgiendo de la nada. Hay ciertos aspectos cogidos con pinzas y cuyo desarrollo no está muy logrado, a pesar de que la idea esté bien y pudiera haber dado incluso para una novela de corte clásico. 

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Dersu
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Poblador desde: 26/01/2009
Puntos: 343

Relato muy bien escrito y cuya parte inicial me ha encantado. Todo lo que ocurre en el viaje es fascinante, pero a partir de ahí el relato se desinfla y pretende abarcar demasiado, además de volverse más previsible. Una lástima, pero creo que el límite de extensión le ha pesado mucho a una historia que necesitaba más espacio para respirar.

2 estrellas.

¡No disparen, soy gente!

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