Marchitarse y morir

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FAGLAND
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Yo no quería que todo acabara así. Pronto amanecerá y yaceré indefenso en el suelo, esperando impotente la llegada de la muerte. Siempre he sido un hombre ambicioso, un individuo que quería perdurar por toda la eternidad. ¡Qué estúpido ególatra he sido! Que queden estas líneas como testigo mudo de lo que pudo ser y no fue, y que sirvan de advertencia para los que tengan la misma idea que tuve yo.

Todo empezó cuando cumplí treinta años y conocí aquel maldito club de Vampirismo que me sugirió una idea descabellada. El germen de aquella idea estaba en las conversaciones que había tenido con mi querida Ana sobre el transcurrir del tiempo y las secuelas que deja en nuestros cuerpos, finalizando siempre en la muerte.

No sé por qué guardé en secreto mi ingreso en los Vampiristas; pensé entonces que testearía las aguas y si lo que encontraba era satisfactorio, sorprendería a mi amada con mi historia. Lo cierto es que me avergonzaba creer en algo tan descabellado como los vampiros. Aquel sitio debía estar poblado por charlatanes que se divertían poniéndose dentaduras postizas y maquillando sus caras de blanco cadáver. No estaba lejos de la verdad, la mayoría eran jóvenes que se dejaban llevar por una estética muy determinada, influenciada por un buen número de subproductos culturales.

Estuve a punto de dejar el club, cuando conocí a Igor. Destacaba entre los jóvenes como una serpiente entre ratones. Tenía poco pelo y ya encanecido, y los surcos de su rostro indicaban una edad muy avanzada; pero la vitalidad se desprendía de cada uno de sus movimientos, sus profundos ojos negros eran pozos de siniestra sabiduría.

Se carcajeó sin alegría, sino más bien con desprecio, cuando le hice ver su diferencia con el resto de los socios. Un escalofrío mezclado con expectación me embriagó cuando contemplé sus largos colmillos, que eran tan reales y peligrosos como los de un tigre.

 —Estos críos creen que ser vampiro es un juego, ¡estúpidos! —Exclamó Igor—. Qué saben ellos de los moradores de las tinieblas, del ansia por cazar a tu víctima, del terror que suponen objetos tan habituales como un crucifijo…

—Y de la inmortalidad —añadí para llevar la conversación por donde quería.

—Sí, eso también —dijo con lo que interpreté como melancolía—. Pero ¿de qué sirve ver pasar los siglos si es para convertirse en un mero anacronismo, una huella del pasado que vaga sin rumbo?

—Mientras vivimos, todos formamos parte del presente. ¿Acaso no hay otros como tú con los que relacionarte?

—Por lo que yo sé quedamos muy pocos. Los cazadores de vampiros pueden estar en cualquier esquina, así que lo único que podemos hacer es escondernos como ratas.

Hablamos largamente, aunque ese primer día no reuní el valor suficiente para transmitir a Igor mi petición, que como habréis adivinado, era nada menos que convertirme en un vampiro y alcanzar la vida eterna. Supongo que un sexto sentido me advertía contra la locura que esto suponía; desgraciadamente, no lo escuché.

Así que después de numerosas charlas, en las que yo me convencía más y más de la naturaleza de Igor, al fin le pedí que me transformara. Él se mostró reacio.

—Sí quieres tener una vida de verdad, aprovecha la que te queda por delante. Yo cambiaría la eternidad por ser como tú.

Sé que fui un insensato por insistir tras la advertencia de Igor, quien sabía de lo que hablaba; yo pensaba que nunca estaría solo, pues convertiría a Ana tan pronto como fuera un vampiro, y entonces tendría todo la eternidad para estar junto a ella, ¿qué podía haber de malo en eso?

Finalmente puede que fuera el hambre, o el hecho de verme como un aliado, lo que hizo que Igor accediera a morderme. Prometió succionar la suficiente sangre como para contagiarme sin llegar a matarme.

Yo pensaba en aquel día como el principio de una nueva vida; ahora sé que era el primer paso hacia la muerte. La cara de Igor se deformó espantosamente mientras se acercaba. Al verle me quedé inmóvil, aterrado. Por fortuna, perdí el conocimiento en cuanto aquellos terribles dientes mordieron mi cuello.

No recuerdo cómo volví a mi apartamento, debí de hacerlo en un estado semejante al sonambulismo. El hecho es que dormí en mi cama durante lo que quedaba de noche y toda la mañana siguiente. Cuando me desperté, sentí que un nuevo vigor bombeaba por mis venas; comprobé que era más fuerte, pues podía levantar la mesa de madera maciza del salón con una mano, también era más rápido. Traté de mirarme en el espejo y al no verme reflejado estallé en una sonora carcajada  que me recordó la de Igor, inhumana y carente de alegría.

Bajé a la calle al amparo de la oscuridad. Di un largo paseo en el que contemplé a la gente que pasaba a mi lado. Algunos caminaban presurosos, otros hablaban tranquilamente entre ellos, y una familia volvía a casa con un niño y una niña jugueteando y sonriendo despreocupados. Al verlos experimente una sensación nueva: era como si aquellas personas no pertenecieran a mi mundo, me parecían extraños, frágiles y poco interesantes. Esta misma idea me resultaba escalofriante, no estaba dispuesto a perder mi cualidad humana, por mucho que me dijera el instinto.

Tenía unas ganas terribles de ver a Ana, eso al menos no había cambiado; por desgracia, no volvería de un viaje de empresa hasta el fin de semana. En mi segundo día como vampiro comencé a tener hambre; compré una hamburguesa y un refresco y los subí a casa, pero en cuanto los tuve delante me di cuenta de que aquello no era un alimento adecuado, la comida que antes me gustaba ahora me repugnaba.

En mi defensa debo decir que mi primera idea fue cazar un animal y beber su sangre. Conocía un coto de caza cercano donde podría dar con un jabalí o una presa parecida. No tenía armas apropiadas para la tarea, pero con mis nuevas aptitudes, supuse que un cuchillo bien afilado sería suficiente. 

La mañana del miércoles dormí en el suelo, pues el colchón me molestaba de puro blando. Cuando desperté, la Luna lanzaba sus primeros rayos de plata. Me vestí, cogí mi rudimentaria arma y baje a la calle. Esta vez contemplé a la gente que pasaba con deseos de morderlas y desangrarlas hasta la muerte; estaba famélico, mas no podía permitirme semejante crimen; no mientras hubiera una alternativa.

Llegué al coto de caza y salté la valla con un impulso que habría avergonzado a un atleta profesional. Corrí por la hierba en posición acechante; mis sentidos estaban aumentados. Sentía la hierba mecerse a cien metros de distancia, el vuelo de un pájaro en lo más alto de un roble y, lo que más le interesaba: los pasos furtivos de un ciervo que se acercaba a un riachuelo a saciar su sed.

Me acerqué a contraviento con el sigilo de un cazador al acecho, que es exactamente lo que era. Estaba ya muy cerca, con mi presa a la vista, cuando mi pie derecho aterrizó sobre una rama seca que emitió el crujido que me delató.

El ciervo miró en mi dirección sobresaltado y huyó a toda velocidad en dirección paralela al río. No hay hombre sobre la tierra que pudiera haberla alcanzado, pero para bien o para mal, yo ya no era un simple ser humano. Corrí en diagonal con enormes zancadas y en unos segundos estaba detrás del animal, comiendo terreno a cada segundo que pasaba.

En el estrepito de la carrera no nos encontramos con demasiados obstáculos, yo me limité a esquivar los cantos rodados, apoyándome en la hierba húmeda. Supongo que el ciervo contaba con su mayor resistencia, pero mis músculos eran de acero y la sangre me bombeaba por todo el cuerpo con la fuerza y la cadencia de las aguas bravas.

Estaba ya muy cerca cuando salté y volé literalmente unos diez metros para acabar encima del ciervo con el cuchillo entre los dientes. Caímos al suelo y resbalamos hasta yacer muy cerca del agua. Pasé el cuchillo a mi mano derecha, pero en el frenesí del combate, preferí utilizar mis dientes siguiendo el instinto del autentico depredador que era. Sentí como el ciervo pataleaba cada vez más débilmente hasta morir con un débil gemido. El agua se tiñó de rojo y yo traté de succionarla, pero mi cuerpo rechazaba, al igual que pasó con la hamburguesa, aquel alimento.

Impotente, lancé un grito aterrador que debió resonar a lo largo y ancho del coto de caza. ¿Es que no había alternativa al asesinato? ¿Debía convertirme en un monstruo? ¿Por qué no me dijo Igor cual era mi destino? Volví a casa, cegado por el hambre y asustado de mi mismo. Los primeros destellos del amanecer luchaban por disipar las brumas cuando volví a mi rincón del suelo y caí en la inconsciencia, durmiendo profundamente y sin sueño alguno.

Desperté automáticamente cuando el Sol ocultó su rostro. El hambre era intolerable, necesitaba sangre humana con urgencia, pero seguía negándome a cometer un crimen. Un plan desesperado me vino a la mente: trataría de robar la sangre en un hospital, recorrería cada habitación si hacía falta hasta que diera con mi objetivo.

Si pudiera soportar la vida diurna, todo sería más fácil, pues me habría acercado al puesto de donación y habría robado el líquido vital; en el centro médico se complicaba todo.

Bajé a la calle y tuve que hacer un tremendo esfuerzo por dominarme y no atacar a los escasos viandantes con los que me tropezaba; ¡eran presas tan fáciles y tan deliciosas!

El hospital estaba poblado por numerosos enfermos y accidentados que guardaban cola, por lo que no me resultó difícil andar por allí a mis anchas. Claro que lo que andaba buscando no estaría en las salas que me eran accesibles, sino en algún refrigerador de la zona de operaciones.

Me colé tras una camilla, pero cuando llegaba a mi posible destino, un hombre me dio el alto y me dijo que allí no podía estar. No, no iba a conseguir entrar sin armar un escándalo y ponerme en evidencia, pues las cámaras de video me delatarían, y posiblemente aquel guarda, a quien podría reducir enseguida, conseguiría refuerzos en un santiamén.

Volví sobre mis pasos, impotente y rayano en la locura. Mi aspecto humano disminuía a cada segundo; solo Dios sabe el esfuerzo que me suponía no lanzarme al cuello de un inocente. Juro que lo que aconteció poco después no fue premeditado, sino fruto de mi ansia de sangre y de la animadversión que siempre me había provocado uno de mis vecinos; era el traficante del barrio, todos lo sabíamos, pero la policía le ignoraba o quizá carecía de pruebas para echarle el guante.

Un cúmulo de desgraciadas casualidades comenzó cuando choqué con Miguel, el traficante, cuando entraba apresuradamente en el portal de casa.

—¡Mira por dónde vas, capullo!  —Dijo Miguel al tiempo que se encaraba conmigo—. ¿Tanta prisa llevas, atontado?

—Lo mejor será que te apartes —respondí—, puedes salir muy mal parado—. Casi todo el mundo evitaba meterse con aquel vecino; entre otras cosas porque la droga le había dejado trastornado y porque se sospechaba que siempre tenía una navaja a mano; yo nunca le tuve miedo, aunque siempre evité tener trato con él.

Cuento todo esto a modo informativo, no porque piense que me esculpa del mal que causé. Miguel me dio un empujón y la rabia afloró como un torrente. Fui incapaz de contenerme; no pensaba, solo actuaba como el monstruo en el que me había convertido.

Le lancé al suelo tirándome encima, sus intentos de zafarse eran como los de un niño pequeño enfrentados a mi poder. Clavé mis dientes en su cuello con una excitación y un ansia que repugnarían a cualquier persona. Mi víctima apenas emitió un gorjeo antes de morir; yo sentí un nuevo vigor fluyendo por mis venas.

En ese momento de horrible éxtasis aconteció la segunda de las casualidades. Mi querida Ana, que debía haber vuelto de su viaje antes de tiempo, contempló desde la puerta como succionaba la sangre del cuerpo de Miguel. Yo la miré absorto en mi tarea, pero aún así su gesto de terror y náusea se quedó grabada en mi mente. Ella huyó a toda prisa y yo sentí toda la vergüenza humana sobre mí.

La seguí cuando hube terminado con mi víctima; por un instante creí haberla perdido, pero al cruzar una calle a la derecha volví a tenerla a la vista. Dentro de mi desgracia, me alivió ver que Ana no acudía a las autoridades, sino que huía, probablemente a la casa de sus padres.

La agarré cuando estaba a mitad de camino; antes de que pudiera decir una sola palabra ella sufrió un colapso nervioso y cayó inconsciente en mis brazos.

Llevé a Ana a un almacén abandonado que conocía bien y en el que sabía que no seríamos molestados. Bloqueé la puerta con un trozo de vieja maquinaria, las ventanas llevaban años cubiertas por tablones que imposibilitaban una escapatoria.

Observé embelesado cómo mi amada despertaba; mi única chispa de esperanza era ver que mi amor por ella no se había disipado, ésta era mi única concesión a la humanidad. Cuando volvió a verme, Ana chilló y trató de apartarse, pero en seguida comprendió que yo no quería hacerle daño alguno.

—¿Qué te ha pasado? —preguntó con voz entrecortada—. ¿Quién te ha hecho eso?

—He abrazado la vida eterna, cariño —respondí con toda la suavidad de la que era capaz, pero mi propia voz me parecía el siseo de una serpiente—. Lo hecho por los dos, para que podamos estar siempre juntos.

—¡Eres un vampiro! —exclamó—. Ya no tienes vida, ¿no lo ves? Eres un monstruo, un asesino, un no muerto, pero tampoco vivo.

—No sabes lo que dices —repliqué—, ahora soy un ser mejorado, sin las ataduras de la carne mortal. Lamento lo que le he hecho a Miguel, pero tú sabes que era un criminal. Contigo a mi lado, encontraré la forma de alimentarme civilizadamente. Solo necesitamos un plan, sentarnos y meditar sobre nuestra nueva vida.

—¡Nuestra nueva vida! —Repitió con horror—. Yo jamás podré estar contigo, ya no eres el hombre al que amaba.

—¡Tonterías! En cuanto te convierta, comprenderás mi punto de vista.

—¡No! —gritó—. Antes prefiero la muerte.

Por un instante sentí la tentación de acercarme y morderla, pero no podía ir contra su voluntad. Aunque quería convencerme de lo contrario, en el fondo sabía que ella tenía razón: era un engendro, cada vez más inhumano.

—Está bien —dije—. Te dejaré elegir. Cuando llegue el día, yaceré dormido e indefenso en el suelo del almacén, justo tras esa puerta. Entonces podrás acercarte a mí y clavarme una estaca en el corazón. Sólo tendrás esa ocasión de acabar conmigo, pues cuando llegue la noche despertaré, y ni todas tus súplicas podrán impedir que te convierta en señora de la noche.

Y aquí llegamos en lo que seguramente sea el final de mi historia. Conseguí una estaca que Ana debe tener en este momento en sus manos, y traje también el cuaderno y el bolígrafo con el que estoy escribiendo ahora mismo.    

 Sé lo que va a ocurrir, Ana me romperá el corazón por dos veces: una negándose a compartir la eternidad conmigo, la otra clavándome la estaca que me matará. Al menos la mía será una muerte indolora, con la mente vacía, y quién sabe si así liberaré mi alma.

Lo único que tengo claro es que he aprendido demasiado tarde la lección: es mejor marchitarse y morir, que deambular en la noche como una grotesca forma de vida.

 

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Relato admitido a concurso.

Parte de la sabiduría consiste en saber ignorar algunas cosas.

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Puntos: 747

Me gusta el arranque a modo de confesión biográfica y con cierto tono clásico. Lástima que no he vuelto a ver ese clasicismo, salvo en ocasiones muy limitadas. La atmósfera me ha gustado mucho. He localizado dos fallos ortográficos de cierta relevancia: "No sé por qué guardé en secreto mi ingreso en los Vampiristas" (al ser interrogativa indirecta y actuar como sustantivo debiera ser: "porqué"); pero sobre todo la que más me ha llamado la atención es la de: "esculpar" en lugar de "exculpar".El ritmo lo encuentro apropiado...

Puntuación: 3 estrellas (hubieran sido 4 de haber sido algo más innovador y de no ser por esas faltas de ortografía). 

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Puntos: 1575

Gracias por comentar Sechat, y muchas gracias por las tres estrellas, me las tomo como un cumplido.

Siempre me hago un lío con los porqués, no los tengo nada claros. El comienzo sí que es clásico, se nota que hace poco que he leído a Lovecraft :).

 

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Puntos: 1273

Un relato que se lee con sencillez.

El motivo del protagonista lo veo un poco incoherente. ¿Cree en los vampiros pero no sabe de qué se alimentan éstos o lo que le va a pasar tras la conversión? Quiere ver a Ana para enseñarle lo que ha hecho como si fuera una sorpresa para la mujer, pero no sabe que ella lo detestará así. No sé, me parece un comportamiento más digno de un adolescente que un adulto.

También se me ha hecho un pelín largo la parte en la que busca beber la sangre animal, sobre todo la del ciervo.

El final sí me gusta, confesando que o le mata o irá a por ella, actuando como lo que es, un ser maldito y diabólico.

Mi puntuación es de 2 estrellas.
★★☆☆☆

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Poblador desde: 10/08/2009
Puntos: 1575

Gracias por comentar, Sambes.

A mi no me parece incoherente lo del protagonista, aunque sepa que los vampiros se alimentan de sangre, su primer impulso le lleva a intentar tomar comida humana. Yo creo que en su situación también lo intentaría, al menos para asegurarme.

 

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Poblador desde: 14/11/2013
Puntos: 70

Es un relato que está bien escrito y que me ha gustado. No obstante, debo de decir que me ha parecido muy tópico. El hombre que quiere ser inmortal, pero le da remordimiento matar humanos, la historia de amor.... No sé me ha resultado poco original, salvo por lo del club de vampirismo, eso sí me ha parecido un detalle novedoso, aunque no entiendo muy bien la presencia de Igor en él.

3 estrellas BombillaBombillaBombilla

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Patapalo
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Poblador desde: 25/01/2009
Puntos: 208859

Sechat dijo:
He localizado dos fallos ortográficos de cierta relevancia: "No sé por qué guardé en secreto mi ingreso en los Vampiristas" (al ser interrogativa indirecta y actuar como sustantivo debiera ser: "porqué")

Me temo que no: debe ir separado precisamente porque es una interrogativa indirecta:

http://lema.rae.es/dpd/srv/search?id=vgmrPPlR9D6euuoLGa

Iría junto si ejerciera de sustantivo:

"No sé el porqué..."

Parte de la sabiduría consiste en saber ignorar algunas cosas.

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sharkbook
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Poblador desde: 29/01/2013
Puntos: 584

  Un relato correctamente escrito, aunque con algunas frases y giros extraños, la falta incómoda de algún acento y ese inconmensurable error de "esculpa" por "exculpa". El idioma utilizado me parece correcto, pese a que empiece en un tono más romántico y acabe siendo cotidiano.

  Hay muchos clubs y grupos vampíricos hoy en día y me parece muy bien el usarlos como punto de arranque de la historia; ahora bien, alguien interesado en el tema debería haber sabido lo que conllevaba la transformación y me faltan detalles para que esa idea en la cabeza del protagonista sea coherente con el relato. Un vampiro clásico ese tal Igor, acorde a lo que se narra y clásico también todo lo posterior. No aporta originalidad al género, pero lo usa con acierto el autor. Me ha gustado el derrotero llevado.

  Pero lo que de verdad me ha entusiasmado es ese final horrible en el que el desafortunado enamorado se entrega sin remisión a su amada para que acabe con su maldición. Muy bien llevado y lleno de pasión, es lo que sube muchos puntos al relato, que por su parte se lee rápidamente y es ameno. Una buena historia, manida aunque bien trazada.

 

★★★☆☆

3 estrellas para quien no pueda verlas.

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Poblador desde: 10/08/2009
Puntos: 1575

Gracias sharkbook por el comentario y las tres estrellas.

Después de leer los comentarios, me queda claro que debía haber hecho que Igor convirtiera a el protagonista contra la voluntad de éste; habría quedado más dramático y quizá mas coherente, pero como no se puede reescribir, se queda como está.

Trataré de leer algunos relatos y valorarlos, ya que os habéis tomado la molestia de comentar el mío.

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Belagile
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Poblador desde: 09/12/2013
Puntos: 829

Me gusta la forma en la que el autor expresa la adaptación que atraviesa el protagonista con su nueva forma. Me sorprende que siendo una decisión suya el convertirse en vampiro, se de a entender que aun así no conoce muy bien las fases por las que va a pasar ni las consecuencias que tiene dicha transformación. Es algo que no me termina de encajar bien. 

Por otro lado es un relato bello en su forma y bien escrito, salvo por alguna errata. Me ha gustado el comienzo en los garitos de vampiros los cuales existen realmente. Pero no veo que sea un relato original ni que aporte un nuevo punto de vista sobre el vampirismo.

No obstante el final me ha gustado. 

Le doy 2 estrellas, habrían sido 3 si hubiese sido un poco más original y no se hubiese centrado tanto en la figura del vampiro clásico, pero eso es sólo mi opinión. Creo que está muy bien en general.

Giny Valrís
LoscuentosdeVaho

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Hedrigall
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Poblador desde: 14/01/2011
Puntos: 1132

Es un relato bien escrito y con ritmo fluido, agradable de leer.

Hay detalles de la historia que me han sacado del relato. El vampiro Igor dice que  «lo único que podemos hacer es escondernos como ratas» mientras está charlando en un club de Vampirismo sin preocupación aparente.
El protagonista conoce bien un coto de caza cercano a la zona y también un almacén abandonado, elementos que favorecen a la trama pero cuya inclusión parece forzada por demasiado oportuna.
El cambio de opinión final del protagonista sin motivo; pasa de considerarse «un ser mejorado» a reflexionar en un instante lo contrario («en el fondo sabía que ella tenía razón: era un engendro, cada vez más inhumano»)

El final me ha gustado; el detalle de estar escribiendo la historia mientras espera la llegada del día y su final. Está bien escrito y la narrativa es buena, pero esos detalles evitan la inmersión.

2 estrellas

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jane eyre
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Poblador desde: 02/03/2009
Puntos: 10051

Creo que la historia está algo descompensada como si se le hubiera dado más extensión a escenas sin importancia (como la de la caza del ciervo) y otras que aportarían más a la historia, se hubiera pasado sobre ellas de puntillas (como los motivos que lo convencieron de que el tal Igor era un vampiro real).

El personaje principal se me hace incoherente por lo que hace que no me lo crea: él mismo no está convencido de lo bueno de ser vampiro durante todo el relato pero, como por ensalmo, en cuanto aparece Ana muestra todo lo contrario.

El final no me ha gustado, es aleccionador y es algo que no soporto en los relatos.

Mi puntuación es de 2 estrellas

 

 

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Cruz Diablo
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Poblador desde: 09/07/2013
Puntos: 488

Un buen principio con ese tono fatalista que sugiere una historia prometedora, y un gran final abierto, dejando su destino en manos de la otra persona. Además, da una buena excusa para el escrito en sí, poniendo en orden sus pensamientos para prepararse para lo que vendrá.

Pero lo del medio me ha parecido un poco manido, esos pasos de sangre de animal, sangre de donante, y sangre de delincuente parecen sacados del manual de "vampiro bueno condenado".

Me ha parecido que se le podía haber sacado más jugo a lo del club de vampirismo, una idea original, aunque la inclusión de Igor me ha parecido un poco incoherente, por eso de que se pasee y nadie le aborde como el protagonista, o de que diga que tienen que esconderse cuando él está a simple vista, o que esté tan preocupado por no convertir al prota y luego lo deje a la buena de Dios.

También se me hace poco creíble lo de Miguel (ese punto de todos le tenían miedo menos yo), que aparezca tan a huevo y justo les pille su mujer, y que si su intención era pasar la eternidad con ella hasta el punto de que si no prefiere morir, no le haya dicho nada de lo que iba a hacer, o al menos no se prepare mejor, sabiendo cuando vuelve de lviaje.

Le doy 2,5 estrellas.

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Léolo
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Poblador desde: 09/05/2009
Puntos: 2054

Este relato trata de conjugar dos anhelos humanos, el amor y la inmortalidad, en el ámbito de un relato clásico de vampiros. Su intento, sin embargo, fracasa por lo precipitado de los acontecimientos y lo aleatorio de las decisiones tomadas, que impiden empatizar con los sentimientos que subyacen bajo esta historia. Tampoco ayudan las repetidas faltas de ortografía, que lastran un relato que tiene cierta potencialidad intrínseca. 

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L. G. Morgan
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Poblador desde: 02/08/2010
Puntos: 2674

A este relato le veo un problema de credibilidad. No llego a "sentir" ni a los personajes ni a la historia como algo real, sino claramente un texto de ficción. Un escrito debe hacernos creer al menos por un momento que esa historia sucedió (o podría haberlo hecho). Me parece muy precipitado que, no creyendo en vampiros, el protagonista decida casi inmediatamente que Igor es uno de ellos. Luego la relación entre ellos sigue la misma tónica, resultando casi una elección trivial el tema de la eternidad y el tipo de vida que llevará siendo vampiro.

Me gusta más cómo se resiste al crimen, sus intentos por alimentarse de otra manera. Pero de nuevo la relación con Ana queda un poco de cartón piedra, sin que logre creérmela tampoco.

El término "testear" no me cuadra en este tipo de narración. Queda chocante, como demasiado técnico en comparación con el resto.

2 estrellas.

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Ligeia
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Poblador desde: 03/12/2013
Puntos: 1152

Coincido en lo comentado en general, relato correcto pero con esos fallos ya señalados. Tres estrellas:

 XXX

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Patapalo
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Poblador desde: 25/01/2009
Puntos: 208859

La reflexión y las frases finales están muy conseguidas, pero el desarrollo del relato no lo veo en consecuencia. Lo de la sociedad vampírica es bastante gratuito (¿no decía Igor que podía haber un cazador de vampiros en cualquier esquina), los remordimientos, el enamoramiento y demás muy tópicos para que el propio protagonista no se imaginase que iba a bajar por esa pendiente (sobre todo si había formado parte de una sociedad vampírica) y el formato confesión no me parece que encaje con el tono de la narración (muy explicativa, sobre todo con lo del camello) y la plasmación de detalles como los diálogos. Sé que es un recurso utilizado y que no hay que tomárselo de un modo literal, pero a mí me ha sacado de la lectura.

Al mismo tiempo, es innegable que el relato es coherente con su enfoque y que la prosa es solvente (más allá de algunas erratas y despistes).

Parte de la sabiduría consiste en saber ignorar algunas cosas.

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Aldous Jander
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Poblador desde: 05/05/2011
Puntos: 2167

La prosa y la redacción están muy bien, pero al relato le faltan verosimilitud y originalidad. No puede ser que un conocedor del mito de los vampiros no sepa que tendrá que matar y beber sangre, no puede ser que un vampiro temeroso de los cazadores de vampiros se confiese al primer freak que encuentra en un club, no puede ser que el protagonista, sabiendo lo que iba a pasarle y siendo una decisión voluntaria, prefiera al final del relato morir que vivir como un vampiro. Tampoco puede ser, si no sabía lo que iba a ocurrir, que el mismo personaje que anhelaba la inmortalidad se haya convencido tan deprisa de que ser un vampiro es horrible. No puede ser que, la mujer con la que tanto hablaba y que temía como todo el mundo el paso del tiempo y la muerte, ofrezca sin embargo un diálogo final tan básico, manido y carente de fondo, y reniegue de la inmortalidad y prefiera la muerte sin siquiera preguntarle a su pareja algo como "dime, ¿qué tal es esto de ser un vampiro?". No puede ser que tras verle atacar a un camello y tras dos frases en un cobertizo Ana haya racionalizado asimilado y superado el hecho de que el protagonista es un monstruo sobrenatural de ficción.

Aun sin tener en cuenta la falta de originalidad, los fallos de la historia a nivel de lógica interna son demasiado básicos. La corrección y la redacción del texto, por otro lado, valen 2 estrellas. Creo que, sabiendo manejar sobradamente bien el continente, toca trabajar el contenido.

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Invierno
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Poblador desde: 21/09/2010
Puntos: 903

Relato que me ha dejado algo frío. Demasiado tópico, quizás necesitaría algo más de originalidad para destacar entre el casi medio centenar de relatos presentados. La trama avanza porque tiene que avanzar y el autor así lo quiere, pero lo veo poco natural; ahora hay un coto de caza cerca, con ciervos, ahora hay un traficante malo malísimo en mi bloque al que puedo morder. Yo preferiría haber visto algo reducida la parte del ciervo y haber visto más desarrollada esa confrontación entre el prota y su amada, que creo que es la que debería sostener la historia. El ultimátum de él está bien como giro dramático, pero casi parece que se lo saca de la manga.
En cuanto a la forma, hay un "esculpa" que debería ser "exculpa", varias tildes ausentes y un "le" que debería ser "me".

Dos estrellas.

 

★★☆☆☆

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Dersu
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Poblador desde: 26/01/2009
Puntos: 343

Buen ritmo y con un punto de partida interesante a pesar de la falta de originalidad. Sin embargo, se detiene en situaciones intrascendentes, manidas y faltas de interés en lugar de profundizar en el anhelo de inmortalidad y la imposibilidad de conciliarlo con el amor por Ana, conflicto que se aborda con prisas en aras de conseguir un final impactante pero insuficiente para compensar la falta de fuerza del resto y las lagunas argumentales ya comentadas.

2 estrellas.

¡No disparen, soy gente!

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