La sed

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magnus scheving
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LA SED

La criatura se había colado por la ventana y ahora permanecía en un rincón, delectándose ante la inminencia del banquete. El no muerto podía sentir los latidos del corazón de ella, oía la sangre fluyendo por sus venas, podía oler, aunque se hallaba a unos metros de distancia, la carne fresca, tibia. Una carne que él iba a desgarrar y una sangre que en breve se disponía a beber.

            Ella reposaba plácidamente, con una sonrisa en los labios, disfrutando de dulces sueños, ajena a lo que ocurría en su habitación. Eva sólo tenía cinco años. Sus mejillas lucían un rubor permanente, lleno de vida. Preciosa, con unas largas pestañas que eran el centro de atención allá donde iba. Sus preciosos ojos violeta completaban un cuadro con el que Leonardo da Vinci hubiera mejorado muchísimo La Gioconda.

            André, que era el nombre de la bestia, se acercó a la cama sin hacer ningún ruido. Sus pies apenas rozaban la alfombra. Se detuvo de pie junto al tálamo, demorando un segundo más el momento álgido, saboreándolo un poco más antes de saciar su sed.

****

La sed. Era lo único que le quedaba de su naturaleza humana. Recordaba todo como si no hubiera transcurrido más de un siglo. Perfectamente podía haber sido ayer. Corría el año 1870 y él vivía (vivir, que maravillosa palabra) en Saint-Michel-Lóbejou, una pequeña aldea en el corazón de Francia.

     Todo había comenzado una fría tarde de otoño, cuando regresaba a casa después de encerrar el ganado en la cerca. Ese día se había demorado más de la cuenta porque un cordero se había separado del rebaño y tuvo que volver atrás para buscarlo, de modo que se le hizo de noche.

     Cuando el camino atravesaba una arboleda, justo antes de llegar a casa,  empezó a sentir frío. El aire se había detenido, era denso, oscuro. André se dio cuenta de que su aliento formaba una pequeña nube delante de él. Le pareció ver una sombra moverse y se dio la vuelta. Allí estaba él.

     —¿Quién eres? ¿Qué quieres? —a tientas, buscó su navaja dentro del zurrón.

     —Da igual quién sea. Y no te molestes en coger la navaja. De nada te va a servir.

     El ser se arrojó sobre él, sujetándolo por los hombros. Por más que se resistió, intentó patear, arañar, morder, dar puñetazos, el extraño poseía una fuerza fuera de lo común, lo inmovilizaba en apariencia sin el menor esfuerzo. Entonces vislumbró sus ojos, blancos en contraste con las negras pupilas, iluminados por un rayo de luna, y los colmillos, afilados, listos para entrar en acción.

     —Por f-favor. No m-me mates. Te daré lo que quieras.

     —Por supuesto que lo harás. Ahora mismo.

     Y entonces sintió el dolor lacerante y desgarrador en el cuello, cómo la vida le era sorbida con ansia, el calor escapando de su cuerpo.

     Todo acabó en un abrir y cerrar de ojos. Con un delgadísimo hilo de vida, quedó tendido en el camino,  sintiendo cómo se le escapaba el último hálito.

     Y entonces el veneno inundó sus venas, quemando todo por dentro, produciéndole una tortura jamás imaginada ni en la peor de sus pesadillas. Se retorcía, gritaba, pensó que iba a explotar, hasta que la marea cesó.

     Se incorporó. Su vista se había vuelto perfectamente clara en la noche. Supo que ya nunca sería el mismo André de antes. Ya no sentía frío, ni calor. Únicamente sed. Sed de sangre.

     Volvió a su casa. Mató a su mujer. Un resquicio de misericordia hizo que no la convirtiera en otro ser de la noche. Simplemente tocó la puerta y cuando ella abrió segó su vida rápida y limpiamente. En aquel momento, aún recientes sus sensaciones, decidió que jamás convertiría a nadie en un engendro como él. Se alimentaría, sí, cazaría para mantener su condición, pero no extendería el mal.

     La sed remitió durante apenas un par de días. Después, una serie interminable de noches, semanas, años… el tiempo dejó de tener importancia.

     En el transcurso de los años André descubrió dos cosas: que el sabor de la sangre mejora cuando se juega con la comida y la segunda y más importante, que no era totalmente insensible ni tan invulnerable como creía.

     Las averiguó accidentalmente una primavera de principios de siglo. Había acorralado a una inocente doncella en una callejuela cuando se hizo evidente que la muchacha en cuestión no era ni de lejos tan indefensa.

     Ella se encontraba con la espalda contra la pared, y él la aprisionaba con sus brazos igualmente apoyados en el muro, como si de una pareja de amantes se tratara. Había algo en el rostro de la joven aparte del habitual terror y desesperación. Era una determinación inmensa a no entregar su vida tan fácilmente. André notaba su aliento en la cara, tibio, delicioso, y justo cuando iba a dar el golpe mortal ella se las arregló para apoyar un pie en su estómago, impulsándose contra la pared, y le empujó con una fuerza que parecía impropia de una mujercilla a medio terminar como aquélla. André fue a parar a un montón de basura, confundido.

     La chica echó a correr como alma que lleva el diablo, pero él fue más rápido y la atrapó de nuevo, arrastrándola por el pelo hasta el fondo del callejón. Gritaba, se resistía, pataleaba, arañaba cual fiera salvaje.

     Él la agarró del cuello firmemente, con cuidado de no matarla, pues entonces no podría beber su sangre al no estar impulsada por el corazón.

     —Ven aquí, perra. De nada te va a servir toda esta pelea. Y deja de gritar o te abro las tripas como un cerdo.

     –¡Suéltame, monstruo! ¡Yo sí que te voy a arrancar la piel a tiras! ¡No sabes con quién te has topado!

     Entonces André mostró sus afilados colmillos, bien cerca de la cara de ella. Sus ojos se abrieron sobremanera, incrédula al darse cuenta de que el que la retenía no era un hombre, sino un enviado del demonio.

     Sin saber cómo ni de dónde, un madero largo y grueso apareció en las manos de ella, que de alguna forma sacó el valor para estamparlo en la cabeza de André. El madero se partió en dos. André soltó su presa, más sorprendido que dolorido, y ella le propinó un rodillazo en la entrepierna. André cayó de rodillas. Su sorpresa se tornó en una furia que nunca antes había experimentado.

     —¡Muere, engendro! ¡MUERE!

     Ella ignoraba que él ya no podía morir. La chica se zafó un instante de sus manos, pero él, cegado por la rabia, la agarró de un tobillo y la hizo caer. La elevó unos centímetros del suelo y la arrojó violentamente contra la pared. Ella quedó atontada y él la zarandeó para que se espabilase.

     Sollozaba de impotencia, de frustración. El terror al fin se impuso. Podía dominar al hombre más fuerte pero aquello era una abominación. Suplicó, en un último y vano intento:

     —Por favor, no me mates. Tengo algo que te gustará —se abrió la blusa, mostrando un terso y juvenil seno.

     André no estaba interesado en aquella clase de mercancía. El corazón de la muchacha palpitaba con violencia, su respiración se había acelerado, sus pupilas se contrajeron.

     Un brillo argénteo cruzó el blanco iris de los ojos de André. El ansia era insoportable después de la pelea. Cuando desgarró el pálido cuello, la cérea piel crujió como una manzana madura. Su sangre tenía un matiz intenso, como jamás había probado, quizás porque nunca había dado tiempo a sus víctimas a acumular suficiente adrenalina como para enriquecer aquel líquido vital que fluía por sus venas.

     De este modo aprendió a deleitarse con la caza. Ya no era una cuestión de supervivencia. Ahora también se trataba de degustar un placer sin límite.

     Hasta que conoció a Eva.

     Y a Eloise.

****

La tarde daba paso a la noche y él permanecía al acecho entre las ramas de un árbol, cerca de un parque donde jugaba un numeroso grupo de niños acompañados por sus progenitores.

     André esperaba agazapado a que ocurrieran dos cosas: la primera, que el manto de oscuridad cubriese totalmente el firmamento para llevar a cabo su cacería; la segunda, que el grupo se disipara para poder elegir una presa y esperar a que se encontraran a solas.

      Entonces la vio  a ella. Con una especie de resplandor que la hacía diferente al resto. Tierna, especial, dulce. Una vez hubo captado su atención, ya no pudo mirar al resto de las personas que allí se encontraban. Ella era para él. Lo presentía. Un vínculo oculto se había creado entre ellos de una forma extraña, misteriosa, magnética.

     No parecía que nadie la estuviese vigilando. Cosa extraña, siendo una niña de tan corta edad. En ese momento, Eva levantó la vista y se quedó mirando fijamente al árbol donde André se apostaba. Él tuvo la certeza de que, de alguna forma, la pequeña también había percibido la misma conexión, que sentía su presencia del mismo modo que él había quedado marcado por la de ella.

     Se deslizó abajo por el tronco del árbol y se acercó a la niña, que prácticamente se había quedado sola en el parque.

     —Hola, pequeña. ¿Cómo te llamas? —intentó aparentar una voz lo más humana posible.

     —Eva. ¿Y tú?

     —André. ¿Cómo es que estás a estas horas tú sola en el parque?

     —No lo estoy. ¿Qué hacías subido a ese árbol?

     Sorprendido, André miró inquieto a la niña.

     —Tenía que recuperar una cosa que se me había quedado enganchada en una rama. ¿Podías verme? Ese árbol tiene muchas ramas.

     —No. No te veía. Sólo sabía que estabas ahí.

     La cháchara se estaba prolongando demasiado. No era conveniente exponerse durante tanto tiempo a la vista de cualquiera que acertase a pasar por allí. Dio un paso hacia la niña.

     —Apártate, Satán. No puedes tocarla.

     La que habló fue una anciana que se había interpuesto entre André y la chiquilla. No sabía de dónde había salido. Un momento antes no la había visto y, de repente, allí estaba, escupiéndole sus palabras en un tono autoritario y amenazador.

     —No me lo puedo creer. Una anciana plantándome cara.

     André hizo ademán de dar un zarpazo letal a la mujer, pero apenas si pudo dar un paso en su dirección. Un dolor que jamás hubiera imaginado le invadió desde dentro. Sus entrañas se vieron abrasadas por una sensación ígnea que lo dejó paralizado unos segundos, retorciéndose como un papel arrojado a la lumbre.

     —Pero ¿Qué…? —fue lo único que acertó a decir mientras retrocedía un par de pasos.

     —Los seres como tú no podéis hacerme daño. Poseo el estigma, que me hace inmune y me da fuerza. Otros de tu especie han caído antes. Ella —miró a la niña— también está marcada. Y yo la voy a proteger hasta que el don adquiera la intensidad suficiente. Si intentas acercarte a mi nieta, te destruiré.

     André no podía dar crédito a lo que estaba escuchando. Jamás había oído nada semejante. En multitud de ocasiones se había cruzado con otros seres oscuros como él y ninguno había mencionado aquello. Esa vieja estaba loca. Enseñando las fauces, saltó sobre ella.

     La mujer, lejos de arredrarse, cerró los ojos, en un extraño gesto. Un tenue resplandor comenzó a emanar de la figura de Eloise.

     El fuego volvió a estallar en la mente y en el cuerpo de André. Esta vez fue como una supernova dentro de su pecho. Cayó al suelo sin alcanzar su presa, gimiendo como un animal herido. Su carne empezó a hervir, humeando, como recién salido del horno.

     —¡NOOO! ¡Déjame, bruja! —gritaba, mientras huía, dando traspiés, lejos de aquella fuente de tortura. ¡Te mataré! ¡Volveré y acabaré contigo!

     —¡Huye, Lucifer! ¡Si vuelves, te estaré esperando!

     Aullando como un lobo, desapareció en la noche.

****

El sol asomó por el horizonte. André se encontraba acurrucado en una angosta cueva que le protegía de la radiación solar durante el día.

     Temblaba. No de frío, esa sensación le estaba vetada. Temblaba de ira y de frustración. Aún sentía arder todo su ser en una llamarada destructora que nunca antes había experimentado. Temblaba de odio hacia aquella mujer, una simple mortal que no sólo le había retado sino que había demostrado ser más poderosa que él, sin siquiera mover un dedo. Temblaba por la sed insatisfecha la noche anterior. Una necesidad que había de saciar de inmediato.

     Un conejillo acertó a entrar en la oquedad en ese momento. Distraídamente, André lo atrapó con una mano e hizo crujir todos sus huesos. Se lo llevó a la boca y empezó a sorber hasta que no quedó ni una gota de sangre dentro de aquel saco de carne y huesos triturados. Eso sería suficiente para subsistir hasta el anochecer.

     Tenía que idear un plan para matarla. Ese obstáculo que le impedía llegar hasta la pequeña Eva debía ser eliminado. Aún no sabía cómo lograría acercarse sin ser descubierto, pero el tiempo jugaba a su favor. Ella era una anciana. Sin embargo, no quería esperar. Aquella delicia de ojos violeta le estaba esperando. Era sólo para él.

****

Su afinadísimo olfato le condujo hasta la casa de Eva. Acababa de anochecer y se quedó apostado en el tejado de la casa de enfrente, agazapado como una pantera, esperando paciente.

     La vigilancia se prolongó varias semanas, pero al fin dio sus frutos. Una noche, la puerta de la casa se abrió y salió ella. André la siguió a una distancia prudente para evitar que su presencia hiciese saltar el instinto de la anciana.

     Ella no evidenciaba haber notado que él se hallaba ceerca. Con paso tranquilo, caminaba sin volver la cabeza. Él se fue confiando y acortando la distancia. Cuando la mujer dobló una esquina, se lanzó en pos de ella raudo como una centella.

     Volvió la esquina y se quedó de pie, desconcertado. Se hallaba en un callejón sin salida de apenas diez metros de profundidad. Pero eso no era lo sorprendente.

     Ella no estaba a la vista.

     En la calle no había apenas luz. Al fondo se veían unos cubos de basura junto a un enorme montón de inmundicia que apestaba.

     Con cautela, André avanzó unos pasos, escudriñando entre las sombras de la oscura calleja.

     —Te tengo. Ahora no tienes escapatoria. Despídete de tu mísera existencia.

     Detrás de él. ¿Dónde se había ocultado?

     —Eso está por verse, vieja. Hemos entrado los dos en esta calle, pero sólo saldrá uno —y saltó sobre ella.

     Los ojos de Eloise se quedaron en blanco y el infierno estalló de nuevo para André. Tambaleándose, retrocedió hasta que chocó con los cubos y cayó despatarrado, gimiendo y bufando. Eloise iba aproximándose, paso a paso, segura de su poder, dispuesta a dar el golpe de gracia. André ya no podía soportarlo. Apenas si podía ver, no pensaba con claridad, en cualquier momento iba a estallar en mil pedazos. Daba manotazos al aire, como para defenderse de un enemigo invisible.

     Y de repente todo cesó. Eloise estaba de pie, a su lado. Sus ojos habían vuelto a ser los de siempre. Su concentración se había esfumado. Miró hacia abajo, al tiempo que se palpaba la barriga. Notó la humedad viscosa de la sangre escapando de su cuerpo. Entonces se percató de que sólo era una  débil anciana enfrentada a algo que la había superado.

     Expirando un último aliento, cayó al suelo, sin vida.

     André fue recuperando sus fuerzas, poco a poco. Había sido difícil, pero por fin el camino estaba libre.

     Aún hubo de esperar a que el verano se aproximase, pero una noche la ventana de Eva permaneció abierta y él no dejó pasar la ocasión.

****

Junto al lecho de la niña, se tomó un instante más para anticipar el placer. Se inclinó y entonces la pequeña abrió los ojos, pero no tuvo tiempo de gritar. Los colmillos de él ya habían desgarrado su frágil cuello. Bebía sosegado, entregándose a la sensación de una forma casi sexual. Nunca antes había probado una sangre tan deliciosa. El cuerpo de Eva se estremecía a medida que la vida se escapaba, sin ofrecer resistencia alguna. Ya quedaba poco para terminar, un sorbo más y…

    —¡Rodeadlo! ¡Que no escape por la ventana!

     La puerta de la habitación se abrió de golpe y media docena de personas entró portando antorchas encendidas. Los reflejos felinos de André entraron en juego y en menos de una décima de segundo ya había saltado por la ventana… para caer entre el gentío que le esperaba, armados con cuchillos, escopetas, más fuego.

     Durante un segundo todos permanecieron indecisos, sin saber si atacar o defenderse. André comprendió que eran demasiados y aprovechó para salir corriendo, derribando a algunos lugareños.

     La inercia duró poco.

     —¡Rápido! ¡Prendedle! ¡Hay que quemarlo! ¡Es la única forma de acabar con él!

     André corría rápido, pero la turba no se despegaba de sus talones. La persecución se prolongó unos minutos, hasta que André divisó la puerta de un viejo almacén abandonado.

     Dentro había pilas de maderos por doquier, basura desperdigada. El polvo acumulado flotaba en el ambiente, creando una atmósfera densa, palpable. Cuando quiso escapar por las ventanas de la parte superior, se encontró con que estaban protegidas por gruesas tablas. Decepcionado, se ocultó tras un montón de madera al fondo del almacén. Tendría que hacerles frente.

     —¡Le he visto entrar aquí! —gritaba una voz— ¡Seguidme!

     La oscuridad del almacén fue rasgada por al resplandor de las antorchas que portaba la barahúnda.

     —¡Lo atraparemos! ¡De aquí no hay salida! ¡Vigilad vuestras espaldas!

     —¡No podemos arriesgarnos! ¡Prendamos fuego a todo!

     El olor de la madera y el polvo ardiendo llegó  hasta la nariz de André. En pocos minutos las llamas llegaron hasta el techo. No tenía escape. El fuego le estaba alcanzando. Por fin iba a saber lo que era la muerte, pensó mientras su piel empezaba a despellejarse.

     Y entonces pudo sentirlo. Con estremecedora fuerza. Una leve sonrisa asomó a sus labios por primera vez en más de un siglo.

     Ella había renacido. Su estirpe perduraría.

 

 

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Patapalo
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Poblador desde: 25/01/2009
Puntos: 208859

Relato admitido a concurso.

Parte de la sabiduría consiste en saber ignorar algunas cosas.

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Sanbes
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Poblador desde: 16/10/2013
Puntos: 1273

Relato bien escrito, excepto, en mi opinión, los diálogos, que me parecen clichés y poco naturales.

La historia la he seguido con un poco de aburrimiento a partir de la mitad. Tengo que decir, que cuando me encuentro con cosas como que asesinó a su esposa por no poder resistirse a sus instintos diabólicos, pero, eso sí, es lo suficientemente humano y buen tipo para no convertir a nadie, pues me defrauda un poco la verdad. Comienzo a ver al vampiro bastante endulzado, y ya no me lo creo como un feroz asesino.

A su favor, diré que el final con la transformación de la niña me ha encantado.

Mi voto es de 2 estrellas

★★☆☆☆

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magnus scheving
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Poblador desde: 19/10/2011
Puntos: 381

Gracias por leer y comentar, Sanbes. En realidad el vampiro no es diabólico, es su naturaleza (la sed), la que tira de él. Quizás no esté bien explicado. Lasmento que te hayas aburrido. Tomo nota de tus observaciones.

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Belagile
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Poblador desde: 09/12/2013
Puntos: 829

El relato está bastante bien. Me parece interesante cómo empieza, acechando a una niña de 5 años, creo que es un momento bastante interesante. A mi se me han puesto los pelos de punta al imaginarme a un niño indefenso siendo acechado por un  ser así, o por cualquier cosa, en realidad. 

Pero es una lástima que a lo largo del relato se pierda esa tensión. Ha habido momentos que me costaba seguir el hilo de la historia, sobre todo cuando cuenta su pasado. Justo me he reenganchado cuando se encuentra con Eva en el parque, me parece un momento muy hechizante. Es cierto que la figura de la anciana queda un poco descolgada y los diálogos son casi un tópico y algo forzados, a mi personalmente me parece muy difícil escribir una conversación, los diálogos son mi talón de aquiles, pero los tuyos, quitando un par de frases, no quedan nada mal. 

Me gusta como mantienes esa necesidad tan fuerte de alimentarse, tanto que hasta muerde a una niña pequeña. Al principio pensé que igual dejaba que ella creciera porque se había enamorado y luego la transformaba, a lo "Entrevista con el vampiro" 

El final me gusta en general, no tanto la parte en la que llega la muchedumbre para darle caza, como que la niña se haya convertido en una criatura de la noche.

Esa es mi humilde valoración, te doy 2 estrellas

Giny Valrís
LoscuentosdeVaho

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Hedrigall
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Poblador desde: 14/01/2011
Puntos: 1132

La estructura del relato, a pesar de esa analepsis en su núcleo, (o quizá debido a ella) me ha gustado mucho. Pasa con naturalidad de la escena inicial (que será también la final) a esos recuerdos lejanos y reengancha con la resolución del relato con la misma fluidez. 

Está muy bien escrito y la trama me ha resultado original por la aparición de esas dos mujeres. Un buen final también. 

Le doy cuatro estrellas que se quedan a muy poco de las cinco. Lo cierto es que soy incapaz de encontrar defectos al texto, pero me falta algo intangible (cuestión de sensaciones mías) para darle la máxima puntuación. Que me perdone el autor. Con todo, muy disfrutable el relato.

4 estrellas

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magnus scheving
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Poblador desde: 19/10/2011
Puntos: 381

Gracias por los comentarios. cuando pasen las fiestas prometo leer y comentar, que ahora en diciembre he tenido que hacer una pequeña maratón paera escribir algo para un concurso y nom edaba tiempo. Anoto las observaciones que haceis sobre mi relato, siempre son útiles.

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sharkbook
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Poblador desde: 29/01/2013
Puntos: 584

Hedrigall dijo:

La estructura del relato, a pesar de esa analepsis en su núcleo, (o quizá debido a ella) me ha gustado mucho.

Me ha encantado leer esta palabra. Hacía tiempo que no la veía, a cambio del famoso "flashback" tan usado y recurrente. Abogo por el uso de nuestro idioma y me agrada el ver que hay más gente como yo. Dicho esto, paso a comentar el relato.

 

   Nos encontramos ante un buen relato al que hay que hacerle algunas puntualizaciones. Tiene un comienzo espectacular, potente y desgarrador, pero va perdiendo fuerza conforme nos adentramos en la historia. Historia, por otra parte que se me hace caótica y mal estructurada en algunas ocasiones. Algo más de trabajo por parte del autor le daría otra visión y no se haría tan complicada la lectura.

  Los diálogos son algo irreales, aunque coherentes. Un aprobado justito para ellos. No soy amigo de los paréntesis y no me gusta verlos en los textos si se pueden evitar (aquí se podrían haber evitado), por lo que los veo como un punto en contra. El idioma utilizado se me ha hecho algo oscuro y cerrado. Quizás pretendía el autor darle ese caracter, pero a mí me ha desconcenrtrado. También lo ha hecho el leer "tálamo" (lecho de amor nupcial), cuando se acerca a la cama de la pequeña. Nimiedades que hacen que el conjunto pierda fuerza.

   Al final solo me ha faltado leer "¡¡matad al monstruo!!" para acrecentar las semejanzas con Frankenstein. No me ha disgustado el relato, pero creo que puede mejorar muchísimo con poco trabajo.

 

★★★☆☆

3 estrellas para quienes no puedan verlas.

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jane eyre
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Poblador desde: 02/03/2009
Puntos: 10051

Hay varias cosas que se me escapan del relato. Una es la facilidad con la que mata a la vieja, mucho poder que se supone que tenía con la marca pero resulta que la mata a las primeras de cambio. Y la otra es por qué tuvo que esperar al verano para ir a por Eva. Se supone que el único obstáculo era la vieja así que la espera no queda justificada.

Me ha defraudado que no se hiciera más hincapié sobre la marca que ambas tenían, creo que el autor ha creado unas expectativas que no cumple durante el desarrollo de la historia. El final me ha parecido desinflado, no por dejarlo abierto, sino porque quizás necesitaba una escena en la que se viera ese renacer en vez de contarlo sin más.

Mi votación es de 2 estrellas.

 

 

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L. G. Morgan
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Poblador desde: 02/08/2010
Puntos: 2674

Muy buen relato. Sobre todo por lo bien que lleva la secuencia temporal y cómo fluye todo, pasado y presente, sin altibajos y bien encajada cada pieza.

Me hubiera gustado un poco más de desarrollo sobre los poderes de las dos mujeres, abuela y nieta, que al final parecen no servir de nada. Pero los diálogos a mí me parecen muy bien llevados, y los personajes definidos. No es una historia demasiado original, pero creo que la baza de los estigmas, si hubiera sido más relevante para la trama, le pondría la verdadera diferencia.

4 estrellas.

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Patapalo
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Poblador desde: 25/01/2009
Puntos: 208859

Analepsis, analepsis... me lo apunto.

Parte de la sabiduría consiste en saber ignorar algunas cosas.

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Ligeia
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Poblador desde: 03/12/2013
Puntos: 1152

Relato bien escrito, pero que en efecto, se me iba desinflando por momentos, incluyendo esas incoherencias ya comentadas (lo de la esposa, la muerte de la anciana, el poder poco explicado de esta y su nieta, por no decir a qué estirpe se refiere André al final, si vampiros habrá unos cuantos por ahí pululando). Tres estrellas muy justitas:

 XXX

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Patapalo
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Poblador desde: 25/01/2009
Puntos: 208859

He tenido la impresión de que al relato le faltaban tablas en el armazón. Me hubiera gustado entender la evolución del vampiro: es transformado y directamente pasa a matar a su mujer y de ahí a vagar alimentándose, pero ¿con qué criterio? ¿Qué es lo que siente? ¿Por qué para un lado y no para otro? Como no he conectado con él, no he entendido muy bien por qué se empecina tanto con la niña y la anciana. Si hubiera sido más bestial en todas sus actuaciones, más básico, hubiera entendido mejor la pulsión.

Las motivaciones de la niña y la vieja tampoco las he terminado de entender. Si la anciana tiene ese saber, ¿por qué darle explicaciones al vampiro? ¿No hubiera sido más lógico acabar con él?

Son detalles, como lo de que el pastor no use su cayado y rebusque para encontrar una navaja, que me han hecho distanciarme del texto.

Por otro lado, la redacción es correcta y el ritmo es bueno. En el plano de ejecución no tengo ninguna pega, aunque algún tema de vocabulario me haya descolocado un poco (¿hacía falta decir "tálamo"?).

Parte de la sabiduría consiste en saber ignorar algunas cosas.

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Aldous Jander
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Poblador desde: 05/05/2011
Puntos: 2167

Me ha gustado el tono y el ritmo del relato y he disfrutado con algunas cosas, como ese "Volvió a su casa. Mató a su mujer", que me ha parecido una síntesis tan brutal como simpática y efectiva, muy pulp. Por otro lado, el relato es muy convencional, y lo único que le saca de lo habitual es esa marca hereditaria en una dinastía de mujeres que luchan contra el mal (vamos, Buffy). Además, ya que eso es lo único que diferencia al relato de otras historias similares, casi esperaba que el final del libro fuese por ahí. El linchamiento del vampiro y que este piense en la conservación de la estirpe me ha parecido anticlimático y no creo que en el texto nada apuntase anteriormente a esa ansia reproductora.  

Así que, aunque se ajusta al tema y está bien escrito (alguna tilde), por falta de originalidad y por un desenlace que para mí no cumple las expectativas creadas durante el nudo de la trama no puedo darle más de 2 estrellas. Es una pena que lo negativo del final contrarreste lo positivo de una estructura muy bien presentada y de lecutra tan ágil.

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Léolo
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Poblador desde: 09/05/2009
Puntos: 2054

Este relato se me ha hecho quizá demasiado largo. La historia no ofrece nada original y avanza sin sobresaltos en un estilo plano que no le beneficia en absoluto. Lo peor, tal vez, sean sus diálogos: demasiado encorsetados, casi pueriles. No obstante, ofrece el tipo de divertimiento que un amante de las historias modernas de vampiros pudiera desear, aunque, lamentablemente, yo no sea esa persona. 

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Invierno
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Poblador desde: 21/09/2010
Puntos: 903

Bien escrito, que yo recuerde solo he visto una tilde que faltaba en un "qué maravilloso", y un "sujetándolo" que preferiría que fuese un "sujetó".

La historia no destaca por su originalidad, y creo que tiene problemas de ritmo. Por ejemplo, la escena de la lucha contra esa primera chica rebelde creo que es bastante prescindible y se come un buen trozo de la extensión. La frase "el sabor de la sangre mejora cuando se juega con la comida" (muy buena, por cierto) creo que ya lo dejaba claro, y si el único propósito de la escena era recalcar eso, creo que está de más. Otra cosa es que la chica hubiese escapado o tuviese mayor peso o relevancia en la historia, que no es el caso.
Los diálogos me han parecido flojetes. Cosas como "¡Muere, engendro! ¡MUERE!" o ese "Apártate, Satán" parecen más de película de serie B. Que podría ser intencionado, pero entonces no casa con el estilo del resto, que esperaría más tirando por lo humorístico.
Lo de la vieja, en general, tampoco me lo explico. Cuenta con el factor sorpresa, derrota al vampiro, pero luego lo deja escapar. No entiendo por qué. Luego, está el acecho, la espera, para tener un nuevo combate y que la anciana muera casi porque sí. Y cuando finalmente consigue morder a la niña... Entiendo que, por casualidad, el pueblo entero irrumpe en ese instante, no que fueran tan hijos de malas madres de haber tendido una trampa con la niña como cebo, ¿no? ¿Y la vieja ha participado en esa trampa? ¿De ser así, por qué no ha contado con la ayuda de la gente en ese último combate? Y para ser un vampiro con poderes sobrenaturales... Joer, una multitud con antorchas y armas que está justo a un paso se tiene que notar. Por narices.

Buenos mimbres, pero le veo muchas lagunas. Lamentablemente se queda en dos estrellas.

 

★★☆☆☆

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Dersu
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Poblador desde: 26/01/2009
Puntos: 343

Tiene algunos aciertos, pero coincido en que no cumple con las expectativas que crea. El pasado del vampiro me parece bien sintetizado, bien dibujado el personaje sin extenderse en exceso, pero el final da un giro hacia lo previsible en lugar de profundizar en el elemento más original y misterioso (esa dinastía de mujeres que luchan contra los vampiros). Otro punto negativo son los diálogos que me han parecido forzados y poco naturales.

2 estrellas.

¡No disparen, soy gente!

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