De mercadillo
En aquella fábrica lúgubre, los miles de empleados, enfundados en sus trajes, esperaban temerosos el dictamen del capo. Éste examinó la resistencia de la trama, la suavidad del tejido, la apariencia global.
Sonrió satisfecho, sólo faltaba la etiqueta: democracia.
COMO DOS GOTAS DE AGUA
−Lo siento. Te juro que ya no volveré a verlo nunca más –dijo.
Las lágrimas de su mujer parecían sinceras. Idénticas a las de siempre, como todas las gotas de agua. Aunque, esta vez, sus manos todavía le olieran a cebolla recién cortada.
Imagínate en una barca en un río