Cuaderno encontrado un catorce de diciembre

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Jecholls
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Cuaderno encontrado un catorce de diciembre

 

(Cuaderno encontrado el 14 de diciembre del 2013, sujetado por el brazo de Sergio Martínez Ramos, su autor)

 

Tenía siete años cuando ocurrió aquello. Aquello es algo de lo que nunca le he hablado a nadie, ni siquiera ahora que ya han pasado ocho años. Solo se lo comenté a uno de los psicólogos que me trataron cuando llegó el trauma, pero enseguida me di cuenta que lo mejor sería ocultárselo a todos. A todos, sin excepciones. Hoy lo cuento en esta hoja, libre de miedos y «fantasías», como apodó aquel hombre en su momento, y deseo alcanzar la última palabra para poder dejar este mundo de una vez por todas. Si alguna vez alguien lee esta libreta, quiero que sepa lo mucho que me ha costado llegar hasta aquí, lo sufrible que han resultado ser para mí todos estos años de adolescencia, de colegio, de padres adoptivos, de residencias, de puro dolor. Escribo mientras me asfixio.

Mi madre, que me quería mucho, no paraba de celebrar cada día lo cerca que ya estaba mi cumpleaños. Se acercaba con besos y caricias al alba. Me despertaba con el desayuno en la mesa y me decía cosas dulces. Mi padre trabajaba la mayor parte del tiempo; iba y venía y no había quien le localizase. Ellos discutían por esto muy a menudo, pero el día de mi cumpleaños los dos estarían presentes, y eso para mí valía todo el oro del mundo. Yo a mi padre le quería tanto como a mi madre, aunque no tuviese tantas fotos con él, aunque no me hubiera dado los mismos abrazos ni hubiéramos tenido tantas conversaciones. Desgraciadamente, me voy de esta vida con la tristeza de no haber llegado a comprender todavía los misterios del amor.

Se celebró el catorce de diciembre, aunque fuese el día diez cuando hacía unos pocos años mi madre me había dado al mundo en un hospital perdido de la mano de Dios. En mi familia solíamos acostumbrar a hacer estas cosas muy a menudo y yo las aceptaba porque nunca le concedí especial importancia a este tipo de costumbres y fiestas. Coincidía con la Navidad, que tampoco era una época que me agradase. Mi madre decía que era un chico muy raro, que a veces se preguntaba si realmente era el mismo niño que ella dio a luz o si se lo habían suplantado por un alien. En el colegio no hacía las mismas cosas que los chicos, ya sabéis: jugar al fútbol, burlarse de las chicas y de los más débiles, perder algunas clases... A mí me gustaba ir a la iglesia a hablar con el padre Chencho, que a menudo decía cosas que no entendía pero que me parecían contener una grandeza y una sabiduría admirables. «Cosas extrañas», decían ellos, los que me miraron siempre como a un bicho raro. «Déjate de cosas extrañas». Al parecer nunca supe cómo hacerlo. Por eso me marcho. El gas todavía no ha llegado a la habitación, pero lo siento muy cerca.

Hace siete años estábamos todos reunidos en el salón de mi antigua casa, donde vivía entonces con mis padres y mi perrita Linda. Con todos me refiero a mis amigos de aquel entonces (de los cuales ahora solo conservo uno), a Papá y a Mamá, a mis tíos, a mis primos y al abuelo que nos quedaba, el cual anda ahora entre la tierra y el olvido. Era un día de sonrisas y como tal lo recuerdo. Lo fue hasta que llegó la hora de la piñata. Todos hablábamos a la vez y mi tía traía la tarta al tiempo que los otros niños correteaban conmigo o sin mí, de un lado para otro, buscando regalos y algunas chucherías que habían sobrado de la merienda. Había chaquetas por el suelo y envoltorios de regalos por las mesas. Se respiraba eso: infancia. La infancia que perdí cuando abrieron la piñata.

***

–Entonces, Sergio, ¿qué es lo que viste? Vamos, dímelo. Aquí todo quedará entre nosotros. No tengas miedo. Voy a ayudarte si tienes algún problema.

El niño escudriñaba la habitación en la que se hallaba como perdido, las paredes donde leía nombres extraños y veía cuadros de pintores que no conocía y, por último, la placa sobre la pared de Licenciado en Psicología.

–¿Estás ahí?

La mirada concienzuda del hombre parecía querer entrar hasta lo más recóndito de su ser. El niño se mostraba cabizbajo cuando hablaba, como si tuviera miedo de lo que fuera a salir por su boca, como si acaso pudiera materializarse en forma de suspiro un tipo de vida maligna que allí se cobijase desde hacía algún tiempo.

–Sí. No me gusta hablar de eso.

El hombre, ya mayor y de pelo canoso, carraspeó unos segundos y puso su mano sobre el lomo de un libro que había en la mesa al tiempo que apretaba los labios, mostrándose seguro y con confianza ante su víctima.

–Debes saber que yo no estoy aquí para juzgarte, solo quiero saber qué es lo que viste, qué piensas al respecto, etcétera. Después de eso tomaremos las soluciones… eh, adecuadas, para tratar esto, ¿vale?

Pero Sergio seguía desnortado. Quería ignorarlo todo, deseaba huir, marcharse para siempre y encontrar un mundo donde de nuevo pudiese mirar los rostros de sus padres y no sentirse culpable, y no llorar, y no creer que la vida, esta maldita vida, era un simple valle de lágrimas.

***

(Sigue el cuaderno)

Nada más abrir la piñata, una asquerosa y enorme araña aterrizó sobre mis pies. En ese momento no oía los gritos de nadie, ni sentía mi propio miedo. Solo quería huir de ahí sin pensar cómo había podido llegar a ocurrir aquello, cómo podía ninguno de mis invitados haberle visto gracia a aquella «broma». Todo ocurrió muy rápido. Los plásticos de colores azules y rojos y verdes explotaron como si dentro hubiese una bomba. Cayeron serpentinas al tiempo que una masa de carne negra resbalaba por la solapa del cartón. Una vez en el suelo, la araña subió hasta casi mis rodillas y, aunque yo fuese una persona pequeñita, ese bicho daba demasiado miedo. Ni siquiera había creído hasta entonces que existieran demonios así en este mundo.

La cosa no acabó ahí. Ojalá lo hubiera hecho. De la piñata comenzaron a caer más cosas. No eran caramelos, ni ningún tipo de golosina ni pequeños regalos. Eran arañas. Diminutas arañas que se agarraron a mis pelos y a mis brazos y que caían del mismo modo al suelo que sobre mis hombros. Arañas peludas y asquerosas que parecían poseer en sus patitas y en sus feas caras a la propia muerte. Negras, muy negras, tan oscuras como un cielo al que le hubiesen arrancado las estrellas y la luna. Comencé a volverme loco: el crujido milimétrico de sus pies casi invisibles apoyándose en mi carne, el arrastre y las caminatas y el descenso continuo de aquellos bichos hacia mi cuerpo, invadiéndome. Todo era una locura muy real.

Cerré y abrí los ojos y seguían ahí. No podía moverme. La araña gigante seguía en mis pies, como si estuvieran dispuestas entre todas a enterrarme vivo. Pude vislumbrar en la mesa el cuchillo con el que habíamos cortado la tarta, cercano, muy cerca de mi brazo.

***

–Yo solo quería matar a las arañas. Quería… –Sergio comenzó a tartamudear y unas lágrimas se asomaron a sus ojos–. ¡Las arañas!

El psicólogo comprendía que el tormento de aquel niño era real, que Sergio no había matado a sus padres porque les guardara ningún rencor o estuvieran a punto de divorciarse, sino que había algo más, algo que su mente había creado y que él firmemente, pensaba, no existía.

–Estoy seguro de ello. A ver, Sergio, eres consciente de que los demás chicos, amigos tuyos que estaban ahí, dicen que no hubo ninguna araña, ¿no? –el niño asintió–.  Entonces, cuando viste la sangre de tus padres, ¿qué pensaste, que habías matado a esas arañas?

La mirada del niño ahora era más clara que nunca. Contenía odio, odio y asco. Sergio comenzó a notar, aun siendo tan joven y teniendo tan poca experiencia, que lo único que aquel hombre deseaba era encontrar un motivo para tildarlo de loco. Porque él sabía que aquello que había visto no era muy normal. No lo era. Sergio se levantó de la silla y salió corriendo.

***

(Sigue el cuaderno)

El acto de coger el cuchillo e incrustarlo en aquella masa uniforme de negrura y silencio fue algo sencillo. Pero luego la sangre… La sangre lo comenzó a inundar todo: el suelo, el sofá, las telas, mi camiseta. Se había abalanzado sobre mi madre y tenía que salvarla. ¡La iba a matar! Cogí el cuchillo y lo hundí repetidas veces a sangre fría contra el inmundo demonio, con fuerza, retorciéndolo una vez estaba dentro para asegurarme de que ninguna de las personas que amaba estuviera en peligro. Pisé con fuerza las losas asegurándome de que sus miserables arañitas tenían el mismo fin para luego sacudir como pude las que tenía pegadas al cuerpo. Sentía que tenía la cara manchada de sangre, pero había sido valiente y mi padre estaría orgulloso de mí.

Mi padre no contestaba. Cuando regresé la mirada al quitarme las arañas de encima, mi padre yacía junto a mi madre como dormido, con los ojos cerrados. Pensé que se habrían desmayado del susto. Yo también me desmayé. Lo siguiente que recuerdo es que aparecí en un hospital y todos se asomaban a la ventana y me miraban con extrañeza, y que había unos hombres con cámaras al fondo y algunos médicos se peleaban para que no pudieran entrar.

Apenas puedo respirar. En unos segundos esto se ha llenado de gas y humo, y toso. Por fin llega el momento. Siento que he explicado la historia tal como fue. Supongo que no pretendía otra cosa.

Las arañas me visitaron desde entonces cada año, el mismo día, a la misma hora, aunque todas las veces fuera con gente y familia distintas. Nunca han dejado de perseguirme. Ahora yo voy a dar fin con ellas. Aunque me hunda aquí mismo. Escribo mientras me asfixio.

***

Los apartados del texto en los que Sergio habla con el psicólogo han sido escritos por un novelista del lugar donde ocurrió el suceso que, conmocionado también por la tragedia, decidió investigar el caso. Tras largas conversaciones y entrevistas con el profesional que trató al niño, consiguió el material del cuaderno para su propósito. Hoy se lo mostramos aquí, con toda su crudeza. Lo demás pertenece a la letra del chico que con quince años decidió acabar con su vida. El testimonio maldito, desnudo de cualquier tipo de juicio. Que sean los lectores quienes decidan creer o, por el contrario, ser escépticos.

 

ADN, 20 de junio de 2017

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Relato admitido a concurso.

Parte de la sabiduría consiste en saber ignorar algunas cosas.

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Sanbes
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Bueno, pues inauguro los comentarios de este nuevo Polidori. Antes que nada, mucha suerte a todos.

La historia que aquí se cuenta tiene un estilo que engancha y es fácil de seguir. Mantiene la intriga, hay escenas muy bien descritas, como la escena de la piñata y su contenido cayendo sobre el protagonista. Y, sinceramente, no me hubiera importado en absoluto seguir leyendo algo más sobre esta historia, descubrir el por qué de las visiones del niño.

Y es aquí, en este punto, donde creo que cojea el relato. De hecho, no es un problema del relato, sino de la temática. La única pista que nos puede hacer pensar en que el niño está poseido, es con sus visitas al cura. Ahí es cuando sus padres denominan su comportamiento como extraño, pero no porque algo cambie en él, sino porque creen que es un chico extraño que no se comporta como el resto de los niños. Igual de extraño que les puede parecer a unos padres que su hijo juege con muñecas o que se interese por la política en vez de ver los dibujos.

Yo asocio su comportamiento a una esquizofrenia más que a una posesión.

Si en vez de un psicólogo hubiese habido un cura tratando de salvarlo de la muerte alegando que estaba poseido, y hubiese acabado el relato con un exorcismo que lo hubiera llevado a una muerte más horrible aún que su propia condena, hubiera entrado de lleno en la temática.

Pero de esta forma hace dudar, mucho.

Y como hace dudar, y no es algo tan evidente, además de haberlo disfrutado, le doy a este relato 3 puntos.

Empezamos bien este año enlightened 

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Ligeia
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Por desgracia, no veo el tema obligatorio por ninguna parte, nada implícito o explícito que haga pensar en algún tipo de posesión. Todo apunta a locura. Está bien escrito, pero cuando el juguete se abre asistimos a una mera alucinación homicida. Esto me obliga a restarle muchos puntos. Además, creo que debería haber sido más repasado pues hay una incongruencia al principio y al final: primero se indica que el cuaderno fue hallado junto al muchacho en 2013 pero al final la nota aclaratoria explica la historia como un suceso del pasado y da la fecha de 1988. Una estrella y media:

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Jecholls
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¡Vaya sorpresa, compañeros! No acabo más que de aterrizar después de un bonito viaje por tierras bálticas y me encuentro con que a un día después de mi publicación ya aparecen algunos comentarios. ¡Hurra, hay vida! Agradezco mil vuestros comentarios y, como siempre, me sirven para mejorar ciertas cosas. A raíz de una crítica que se ha repetido, creo que es de merecer que responda porque yo mismo la entiendo.

En primer lugar, he cambiado el lapsus de la fecha: error del que nunca me había cerciorado pero que es exacto (a menos que el poseído viajara en el tiempo, pero me temo que esto tampoco se ajusta a la temática, jaja). Gracias por el apunte, Ligeia.

Este es un texto que tenía escrito hace años y que retoqué solo un poco para colocarlo en este concurso. Por ello creo que no es de lo mejor que he escrito en estos años pero sí me parecía que tenía algo atractivo y que tiene que ver con esa oscuridad de la tan infravalorada y desconocida mente humana.

Debo reconocer que soy el primero que dudó sobre sí entraría en la temática, pero decidí finalmente participar con este texto porque creo que la literatura es algo que va más allá de las etiquetas y de la literalidad, esto es: que si bien este relato parece que nos está hablando de un niño con brotes psicóticos o problemas graves que afectan a su personalidad, visiones alucinógenas, etc., el término de posesión y su definición para el concurso -"entendiendo por tales el apoderamiento del espíritu de la persona por parte de un ente externo"- me hizo entender una posesión también desde un punto de vista psicológico.

¿Qué es al fin y al cabo una esquizofrenia o una alucinación si no una alteración o invasión de la percepción que esta persona tiene sobre la realidad y, por ende, un cambio de su personalidad y de lo que lo identifica como tal ser? Ergo, esta persona acaba por ser otra. Se convierte. Es poseído por un ente externo que no existe, que no tiene razón de ser pero que su mente ha creado. Entiendo que pueda verse que mi texto roza así solo de lado el tema principal, pero me gustaría pensar que todavía cabe la imaginación y que jugar puede ser incluso una carta a favor.

Sé que puede ser un texto arriesgado pero hace un tiempo que perdí el miedo a equivocarme o incluso a estar en lo cierto, todavía aún en situaciones en las que ni siquiera lo parece.

¡Abrazos y espero con ansia vuestros textos!

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Ligeia
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Una vez colgados los textos no pueden tocarse, por cierto. Pueden tenerse en cuenta las cosas que te indiquen para luego retocar en privado, pero nada más.

Entiendo lo que quieres decir pero si era una posesión irreal lo que querías plasmar, tampoco lo refleja. Deberías haber incluido alguna frase tipo"Siento algo raro dentro de mí", "no sé de dónde pueden salir estos impulsos" o "no reconozco mis propios pensamientos" al menos, para producir esa sensación de que cree en algo que no hay.

Yo también espero más relatos tuyos, esto solo es el principio nada más :)

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salino
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Puntos: 347

Jecholls, gracias por compartir tu trabajo.

Para mí, y disculpa mi sinceridad, ha sido bastante confuso el hecho de haber trozos de texto extraídos de un cuaderno y cambios de tiempo en la acción. Nos narras en pasado y en presente, con dos narradores y luego añades una explicación en recuadro que poco ayuda al conjunto. No hay claridad.

También coincido con mis compañeros, la temática no se trata en la obra, o se elude la explicación del porqué ocurre lo que ocurre. Podrías haber tratado la posesión con una voz en la mente del niño, o que hubiera un cambio en su modo de actuar, pero como siempre está consciente de todo lo que ocurre y no conocemos al pequeño antes de lo sucedido pues no se nota. A pesar de la alucinación, no veo que su cuerpo haya sido poseído de ninguna manera.

La trama se ve venir desde la caída de las arañas, y esto lo hace falto de tensión. Incluso el médico ya comenta la muerte de los padres antes de describirnos la acción vista por el niño. Eso nos hace perder asombro ante el desenlace. También se desaprovecha el personaje del sacerdote que queda como un cabo suelto de la historia... O ese amigo que según el niño conserva después de lo ocurrido y no se nombra en el resto de la historia. 

Yo, usando este texto como boceto, trataría el relato desde un solo narrador (el niño en primera persona), contando la historia de forma lineal entre diálogos con el médico y recuerdos de la fatídica tarde, usando el diario como apoyo a las preguntas del médico y no desvelando el final hasta terminar la sesión, donde el giro de tuerca que añades (las arañas siguen visitando al niño) deje un final abierto mientras inundan la consulta del médico.

El texto está bien escrito, y se nota que el escritor ha disfrutado escribiendo la escena de las arañas, es la que tiene más fuerza. Sin embargo mi voto es de 1 Estrella, por todo lo comentado.

Te animo a que trabajes en tu siguiente relato, hay algo oscuro en la narración que me ha gustado mucho. :)

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LCS
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Puntos: 6785

¡Qué bien! Ya ha saltado a la arena un primer valiente.  

Con la venia y sin ánimo de ofender. Para mí, utilizar en un texto tan corto dos narradores (o incluso incluso tres, uno en primer persona a través del cuaderno y otro u otros/s en tercera) para contar una única historia es hacer trampas. Si estuvieras haciendo un pastal, diría que estás empleando demasiado chocolate. Lo verdaderamente complicado es utilizar un solo narrador para contar dos historias. Como me consta que te gusta Cortázar, te voy a poner un ejemplo: La noche boca arriba.  

También hay algunas frases que no me convencen. Por ejemplo, al principio: "Tenía siete años cuando ocurrió aquello. Aquello es algo de lo que nunca le he hablado a nadie​."  O eso de que "Escribo mientras me asfixio". En los tiempos de Poe, tenía cierto sentido escribir porque era la única manera que existía de trasmitir un mensaje a otra persona, pero hoy en día, exitiendo móviles, vídeos, etc, no me resulta creíble.

Por último, el tema de la posesión. He leído tu explicación y, bueno, no es así como yo lo entiendo. Creo que el certámen se refiere más bien a una bestia (de ahí lo de bestiario) que se apodera del espíritu del otro. 

Me temo que no puedo darte nada más que dos estrellas y la enhorabuena por haber sido el primero. Espero leerte de nuevo por aquí con otra u otras historias.

 

 

 

 

 

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Ligeia
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Poblador desde: 03/12/2013
Puntos: 1152

LCS dijo:

También hay algunas frases que no me convencen. Por ejemplo, al principio: "Tenía siete años cuando ocurrió aquello. Aquello es algo de lo que nunca le he hablado a nadie​."  O eso de que "Escribo mientras me asfixio". En los tiempos de Poe, tenía cierto sentido escribir porque era la única manera que existía de trasmitir un mensaje a otra persona, pero hoy en día, exitiendo móviles, vídeos, etc, no me resulta creíble.

 

Bueno, supongo que hoy todavía habrá gente que escriba diarios y libretas  jaja aunque tal vez habría mejorado poniendo desde la fecha el año 1988 primigenio, o 1997 o 2002...

 

 

 

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Ligeia dijo:

LCS dijo:

También hay algunas frases que no me convencen. Por ejemplo, al principio: "Tenía siete años cuando ocurrió aquello. Aquello es algo de lo que nunca le he hablado a nadie​."  O eso de que "Escribo mientras me asfixio". En los tiempos de Poe, tenía cierto sentido escribir porque era la única manera que existía de trasmitir un mensaje a otra persona, pero hoy en día, exitiendo móviles, vídeos, etc, no me resulta creíble.

 

Bueno, supongo que hoy todavía habrá gente que escriba diarios y libretas  jaja aunque tal vez habría mejorado poniendo desde la fecha el año 1988 primigenio, o 1997 o 2002...

 

¿Mientras te asfixias?  Como casi todos los escritores que conozco, tengo un montón de cuadernos y libretas que suelo usar para tomar notas, pero te aseguro que si me asfixio de lo primero que tiraría sería de la cámara del móvil.  Pero sí, tienes razón. No hace falta irnos a la época de Poe. En el año 88 quizá si lo escribiría.

 

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Eddy Sega
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Puntos: 2382

¡Bienvenido al concurso, Jecholls!

He de decir que el relato no acaba de convencerme. Está escrito de forma correcta, aunque es cierto que hay algunas frases un tanto recargadas para mi gusto. En lo formal he encontrado algunas palabras repetidas muy cercanas entre ellas:

Tanto/tantas/tantas, acostumbrar/costumbres, cerca/acercaba. Creo que en todos los casos se puede evitar la repetición utilizando un sinónimo.

La historia tampoco me atrae demasiado. No se dan pistas de por qué el día de su cumpleaños sufrió ese percance y por qué son arañas lo que ve. Es cierto que en un relato no tiene que quedar todo explicado, pero en este caso se encuentra a faltar algo de información.

Después hay una cosa que me ha llamado la atención, que un chico de siete años sea capaz de matar a dos adultos en una fiesta repleta de gente sin que nadie pueda evitarlo. No hay pistas que hagan pensar que posee una fuerza superior, así que, tal y como está contado, no me parece muy verosímil.

Por todo lo explicado anteriormente, mi puntuación es:

2 estrellas.

¡Saludos!

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Ángeles Pavía
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Argumento/trama: No me parece adecuado a la temática. No veo indicio de posesión por ningún lado. Sí de alucinación, me parece un caso claro de psicosis paranoide o de esquizofrenia, pero no de posesión. Sobre todo porque no se intuye siquiera que haya posesión.

Técnica: Regular, algunos fallos de redacción y una prosa justita, así como algunos errores hacen que no destaque mucho como ejercicio literario.

Personajes: el niño está bien conseguido, se ve real, un ente definido.

Estructura: La estructura a dos voces y a dos tiempos en un relato tan corto es difícil pero aquí no queda mal, pues da las dos visiones, la del niño y la del psicólogo. La explicación posterior sobra del todo. Si quisiera hacerla el autor en un comentario al margen, ya metido en el hilo, no quedaría tan mal.  

Verosimilitud: poca. La historia en sí misma no consigue suspender nuestra incredulidad, sobre todo el asesinato de los padres. Si me dijeras una agresión a otro niño, que son los que están en torno a la piñata… y con el palo de la piñata. No es lógico que el niño se desplace desde el sitio de la piñata hasta la mesa y coja un cuchillo de carnicero suficientemente afilado y mate a dos adultos sin que nadie lo impida. Ni por la fuerza que pueda tener, ni por la altura ni por el tiempo para hacerlo.

Valoración final: Una pena, pero no, se me queda en dos estrellas justitas. 

Somos el tejido del que estan hechos nuestros sueños. 
www.codexiuvenis.com

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Nemorosa Weimar
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Puntos: 12

Me ha parecido una historia intrigante que me ha tenido expectante hasta el final. Aunque la exacerbada violencia desatada por el niño podría llegar a interpretarse como la reacción a una posesión demoníaca, pienso que es la reacción propia del trastorno psicótico de la esquizofrenia tras ver arañas donde nadie ve nada. No encuentro otro argumento en la historia que me haga pensar en una posesión. Quizás el cura debería de haber tenido un papel más relevante en el relato y haber exorcizado al niño. Tanto los miedos, las angustias, las aparentes depresiones del niño, las repercusiones sociales, ver lo que no existe, sus delirantes ideas, encerrarse en sí mismo..., lo interpreto como los síntomas de su enfermedad mental. Lo único que no me termina de convencer es la facilidad con la que el niño mata a sus padres sin que ninguno de los presentes intervenga para impedirlo. De todas formas, seguro que conseguirás enmendarlo con otra nueva historia. Te doy dos estrellas porque consiguió despertar mi intriga hasta el final.

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Olethros
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Poblador desde: 20/06/2015
Puntos: 352

En lo formal, dos o tres problemas de coordinación de número entre sujeto y verbo, tendencia general a la aliteración e incluso a la repetición directa en varias ocasiones, uso evitable y recurrente de dos infinitivos seguidos, expresiones extrañas (como "dar al mundo", por ejemplo) y estructuras gramaticales que parecen forzadas.

En cuanto al fondo, no termino de ver con claridad la posesión y, como lector, debo suponerla con un generoso acto de fe, lo que va en detrimento del relato en este concurso.

Mi calificación es de 2 estrellas.

 

 

 

Ceterum censeo Carthaginem esse delendam... ;oP

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Rapso
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Puntos: 6217

En términos generales, el relato no me acaba de convencer, quizás más por la forma en la que está escrito que por la trama en sí.

El inicio lo encuentro algo lento, y a la historia le cuesta encontrar ritmo hasta la (potente) escena de la piñata. Como lector agradezco historias que bien golpeen desde el principio, bien aceleren con consistencia. El uso de los dos narradores lo hubiera suprimido; refuerza esa sensación de lentitud al leer. Formalmente he visto varias repeticiones y cacofonías, y algún queísmo por ahí suelto. También hay algunas incongruencias en la trama. Los años no sé si acaban de cuadrar, y el narrador comienza diciendo que escribe mientras se asfixia cuando, algo más tarde, indica que el gas todavía no ha llegado a entrar.

En lo positivo, su parte final engancha. La escena de las arañas y la piñata es intensa; esa sí que me la he bebido. Algo falto de verosimilitud, quizás, aunque el ritmo marcado ha arrasado con ese aspecto.

Por último, debo decir que no lo veo encajado en el tema de la convocatoria, y creo que eso le va a restar algo a la valoración (medio punto, para ser exacto)

Mi valoración: 1,5

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Molu
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Puntos: 243

¿Escribe mientras se asfixia? ¿Lo hará de forma breve y concisa? Esto no queda bien al comienzo, cuando ya sabemos que queda toda la historia por delante.
Abusas de ls signos de puntuación. No me pondré exquisito con esto mientras las frases se entiendan, pero creo poder recomendarte algo. El estilo con el que comienza el relato podría transformarse en un monólogo, es decir alguien que está contando algo. Por qué te digo esto. Porque en un diálogo (por la forma en la que hablamos, que no es la misma que en la que escribimos) los signos de puntuación cobran otra relevancia, sirven para marcar pausas en la fluidez del habla. Y de hecho, hablamos mucho peor... O en realidad, somos mucho menos exigentes sobre los mensajes que nos llegan a través de un diálogo que sobre lo que leemos. La prosa parece la de alguien contando algo. Pero si fuera un monólogo y no un nota en una libreta, las pausas que implican los signos de puntuación estarían más justificados. En un diálogo uno puede decir "Mi madre, que me quería mucho, no paraba..." Pero en prosa tal vez quede mejor "Mi madre me quería mucho. No paraba..." Por qué. Porque no hablamos como escribimos. Y esta diferencia también puede marcar el trabajo fino del escritor.
El protagonista dice "no haber llegado a comprender todavía los misterios del amor". Sin embargo en el mismo párrafo describe su forma de amor. Dice que quiere a ambos padres por igual, a pesar de no tener la misma relación con cada uno de ellos. De hecho, se los banca bastante bien. ¿Esto no es amor?
"hospital perdido de la mano de Dios", parece un poco exagerado. Hasta aquí el personaje se muestra como un adicto a las novelas de la tarde, demasiado dramático. "Mi madre decía que era un chico muy raro, que a veces se preguntaba si realmente era el mismo niño que ella dio a luz o si se lo habían suplantado por un alien". Tranquilo: toda madre se hace alguna vez esa pregunta en voz alta.
"El gas todavía no ha llegado". Va un paso hacia atrás. Recién se estaba asfixiando.
Presiento un error general en el manejo de la cronología del relato. Cumple el diez, se lo celebran el 14..., ¿pero coincide con Navidad? O está mal o no se entiende. Tal vez en lugar de "Coincidía", podría decir "Lo mismo ocurría..." En el mismo párrafo se mezclan muchas cosas que deberían ir por separado (costumbre de festejos, Navidad, madre, escuela, iglesia, cura).
Si lo transformaras a un monólogo, o a un diálogo con un personaje pibot, no tendrías el problema de interrumpir el cuaderno de notas para agregar el recuerdo del suceso de la piñata. Él ya había dado el dato del psicólogo. Me parece que el recuerdo entero sobra, no aporta nada e interrumpe la lógica del relato (del cuaderno de notas). 
" y, aunque yo fuese una persona pequeñita, ese bicho daba demasiado miedo" no se entiende, hasta parece contradictorio. ¿Por qué asocia araña con demonio? La escena de las arañas cayendo sobre él se alarga demasiado, parece durar un minuto. En ese tiempo, él se hubiera movido o alguien más lo hubiera sacudido (luego se entiende que es una alucinación).
Todos los tormentos son reales, y eso es algo que cualquier psicólogo tiene en cuenta. Aunque éste, si en realidad cree que el niño asesinó a sus padres sin tener !ningún! complejo con ellos, debería analizarse él también.
Que él diga "a sangre fría" no queda bien. a parte no está haciendo nada a sangre fría.
No me gustó el apartado final y su aclaración ¿O sea que esos apartados donde él recordaba su actividad con el psicólogo, son una ficción redactada por un novelista? ¿Un novelista imaginó cómo debieron ser esos relatos? A pesar de que se hay documentado, es poco serio. El texto, como documento testimonial perdería todo valor si esto fuera así.
Parece un brote psicótico más que una posesión (salvedad mediante). 
Le doy 2 estrellas.

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Hedrigall
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Puntos: 1132

La impresión que me llevo es de que la historia señala varios puntos que después se descubren irrelevantes en su desenlace. En la introducción se nos apunta la crisis del matrimonio de sus padres y el carácter especial del niño, sin que quede claro que estos eventos han tenido o no peso en lo que terminará haciendo el pequeño. También hay cabos sueltos, como las cosas extrañas que le decía el padre Chencho o esa mención al único amigo que aún conserva, al cual he estado esperando hasta el final. 

Los dos interludios con el psicólogo no creo que aporten a la historia; no crean intriga (antes de la primera escena ya se cumple ese objetivo con La infancia que perdí cuando abrieron la piñata y en el segundo interludio, de hecho, se nos adelanta la muerte de los padres justo antes de narrarla), no ofrecen explicación al desvarío del pequeño, ni tan siquiera una visión alternativa de lo sucedido a manos del médico. 

La inconcreción en los detalles se traslada al hecho en sí que le sucede al protagonista, que sin más explicaciones se debe concluir que ha sido víctima de un ataque alucinatorio, un brote psicótico o similar enfermedad mental. No encuentro sugerida en ningún lado la posibilidad de una posesión ni de que el niño crea estar poseído.  

Hay un par de inconsistencias: en el primer párrafo se dice “escribo mientras me asfixio” y en el tercero “El gas todavía no ha llegado a la habitación, pero lo siento cerca”, ergo no puede haber empezado a asfixiarse. La frase: “Era un día de sonrisas y como tal lo recuerdo”, en referencia al día de su cumpleaños, es difícil de creer cuando es el día en que mata a sus padres o lidia con esas arañas. 

La escena de las arañas me ha gustado, creo que se ha logrado transmitir la repulsa que esas malditas causan (que a mí me causan) y destaco el tono fatalista del protagonista, bastante conseguido. 

 

2 estrellas

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Angelito
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Poblador desde: 25/12/2013
Puntos: 263

Concuerdo con lo que se ha dicho.

Los cambios abruptos del narrador y de la situación que se narra, me recuerdan a esas películas donde se realizan juegos temporales en que eventos del pasado y del futuro convergen en lo que podría llamarse el evento “punto de inflexión” que es revelado al final. Sin embargo, se hace difícil encontrar la temática reflejada en la historia. No es la temática que le convoca  lo que predomina en el texto, más allá de las leves sugerencias, o sutiles si se prefiere.

*

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Mzime
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Poblador desde: 01/02/2016
Puntos: 352

Desde el punto de vista del estilo, he tenido algún problema importante con el uso de puntuación, que no me ha parecido ortodoxa y con la conexión de algunas frases. El argumento y su desarrollo está, más o menos, bien con la alternancia entre libro y consulta psiquiátrica, pero el novelista final me ha resultado un poco impostado. La atmósfera no es mala en el ambiente elegido por el autor, pero no le veo relación con el tema del Concurso, no veo posesión sino, en todo caso, enfermedad mental. Por eso, tal y como ya me he visto obligado a hacer con otros, no puedo valorarlo aquí.

"Si quieres llegar rápido camina solo, pero si quieres llegar lejos camina acompañado", (proverbio masái)..

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Invierno
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Poblador desde: 21/09/2010
Puntos: 903

A pesar de que el relato posee aspectos positivos, como esa conseguida escena de la araña cayendo de la piñata, creo que presenta tres problemas principales que van a pesar mucho en mi puntuación.
Primero, encuentro extraño que, en una fiesta con tantísimos asistentes, el niño sea capaz de asesinar a dos personas de esa forma. Entiendo que la primera acción del chiquillo sería rápida y pillaría a todos por sopresa, pero estamos hablando de clavar y retorcer el cuchillo y cargárselos al momento; se necesitaría una pasividad exageradísima por parte del resto de la gente. Al no resultar creíble, me saca de la historia.
Segundo, no entiendo la necesidad de ese cambio de narrador. Distrae, corta el ritmo y, en mi humilde opinión, no aporta; preferiría que todo estuviese en el cuaderno. Tampoco creo que fuese difícil trasladar allí lo relevante para la historia de esa conversación con el psigólogo. La nota aclaratoria del final multiplica esa sensación.
Por último, si bien me he propuesto tener la mente muy abierta respecto a qué puede considerarse posesión, en este caso está muy, muy cogida por los pelos. Dudo que alguien que desconociese la temática de este Polidori leyese el texto y pensase que el niño está poseído.
Por todo lo comentado anteriormente, me temo que debo darle una puntuación bastante baja.

1,5 estrellas

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L. G. Morgan
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Poblador desde: 02/08/2010
Puntos: 2674

Algunas frases más rebuscadas de la cuenta, que no suenan naturales. Se puede ser poético y literario sin que sea necesario tanto artificio. En mi opinión, no capta el tema. El niño no está poseído. Es víctima de una especie de alucinación y reacciona ante ella de forma consistente con su delirio. Pero en ningún momento tiene la sensación de que algo o alguien se haya apoderado de su voluntad. O sea, no actúa movido por nadie ajeno, sino solo por su necesidad (propia y personal) de responder a una amenaza que percibe como real. En este caso es claramente trastorno mental, no posesión.

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Bestia insana
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Poblador desde: 02/05/2013
Puntos: 1928

El primer relato presentado y el primero que me leí. Aparte de que no me convenció, la estructura sin ir más lejos, recuerdo poca cosa, pero sí la escena de la piñata, que me gustó.

** 2 estrellas

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Patapalo
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Poblador desde: 25/01/2009
Puntos: 208859

Me temo que no he visto posesión por ningún lado ni creo que haya indicios en el texto para inclinarse por esa explicación en vez de por cualquier otra.

En cuanto al relato en sí, me parece que no termina de cuadrar en cuanto a estructura. Tenemos tres modos indirectos que abordan la historia: el diario, la novelización de la sesión del psiquiatra (que debería quedar como secreto profesional) y la nota al pie. Sin embargo, el enfoque de la narración es visceral. Dada esta elección, no entiendo por qué no recurrir a una primera persona directamente. Me parece que esas capas no aportan, sino que restan tensión, impiden que nos metamos en la visión del chico.

Tampoco me convence la edad por algunas reflexiones que hace. Con siete años no se suelen recordar hábitos propiamente dichos: cada evento parece nuevo, incluso los que se repiten, como las vacaciones y los cumpleaños. Por lo general, claro, porque con siete años se acaba de cambiar de grupo de amigos, de entrar en el colegio, etc. Por supuesto, el personaje puede ser como quiera el autor, pero dentro de la lógica de la historia no veo que aporta. Si hubieras seguido la pista de la relación con el sacerdote o ahondado en esos aspectos peculiares de la familia o el niño sería otra cosa.

Y ya lo del suicidio me parece demasiado efectista. La historia ya tiene bastante drama con el asesinato de los padres como para requerir un suicidio. La acumulación, en este caso, me parece que resta. Esto, de todas formas, es muy opinable, en mi experiencia.

En cualquier caso, la lectura me ha resultado entretenida y, aunque no me convenzan las elecciones realizadas, no veo nada criticable a la prosa o la forma.

Parte de la sabiduría consiste en saber ignorar algunas cosas.

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Lis
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Poblador desde: 07/12/2015
Puntos: 209

Este es un concurso y, desgraciadamente, ni todos los relatos pueden ganar ni todos pueden formar parte de la antología porque compiten entre sí.

Si tuviera que elegir trece relatos entre los presentados al certamen para publicar una antología sobre posesiones, éste no entraría en mi lista de preseleccionados tras la lectura de todos ellos.

Es dudoso que se ajuste al tema de la convocatoria y además, por comparación con el resto, le costaría más que a otros contribuir al éxito de la antología mediante una historia llamativa, calidad literaria o tirón comercial.

★★☆☆☆

Sin embargo, hay pasajes interesante en este trabajo y siento que el autor o autora puede ofrecer mucho más. Ojalá me permita leer otras de sus obras en próximas ediciones del concurso.

¿En qué puedo ayudarte?

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Easton
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Poblador desde: 06/11/2011
Puntos: 416

El texto se lee bien del tirón. Es entretenido y quieres llegar al final. Es cierto que me ha parecido quizás demasiado sencillo en algunas partes, pero coinciden con la narración de un niño, así que nada que objetar.

La escena de la araña grande y las otras pequeñas cayendo de la piñata es muy buena. Transmite ese rechazo inmediato e incluso hace que a uno le pique el cuerpo al leerlo. Quizás incluso se podría haber ralentizado y recreado más en ella.

El principio tiene elementos que creo innecesarios, como decir que el chico lo ha pasado mal de casa en casa con padres adoptivos. Es algo que luego en el desarrollo y en lo que se cuenta no tiene más importancia. Como el hecho de que se ahogue. No termina de quedar muy claro por qué. Se intuye algo, pero tampoco tiene mayor importancia para lo que de verdad se narra y en lo que se sustenta el relato: la escena del asesinato.

No encuentro posesión. Puedo pensar que no es fácil que un niño asesine a sus padres él solo de una forma tan brutal si no es gracias a una fuerza sobrehumana, pero nunca se nos da a entender que esté poseído, no se dicen cosas como que sentía que su cuerpo era de otra persona o algo así. Sólo que veía arañas. No hay en el relato elementos que hagan pensar en otra cosa que no sea trastorno psicológico o alucinación. Al no encontrar el relato conforme a la temática, debo de darle la mínima puntuación.

1 estrella

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Dr. Ziyo
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Poblador desde: 30/01/2016
Puntos: 2776

No le veo la posesión por ningún lado, por lo tanto, no lo voy a puntuar, aunque es un buen relato con momentos atractivos.

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