Sanatorio

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Sangre y Acero
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Poblador desde: 24/02/2016
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Marcus me había encargado aquella visita como un favor especial. La clase que no pagaba pero que me acercaba más al status de socia que me había prometido durante hace meses. A veces me preguntaba por qué seguía trabajando con un sujeto que me pagaba con techo y comida, pero no podía sino recordar que él había hecho algo más que darme un empleo, sino que era la única persona que creía en el concepto de combinar la investigación común con los aspectos paranormales, que eran los que nos movían a ambos.

Siendo un oficio con poca demanda pero ningún otro experto combinando lo sobrenatural con aspectos de la investigación formal, podíamos darnos el lujo de cobrar cantidades nada despreciables cuando un cliente llegaba a solicitar un trabajo con estas características. La mitad eran falsos positivos y personas enajenadas, pero la tarifa se mantenía. A veces me preguntaba qué tantos clientes podríamos conseguir con un anuncio en internet sobre nuestros trabajos especiales. <<Claudia Trejo, Servicios de investigación y médium. Seguros, divorcios y eliminación de embrujos>>. Simplemente sonaba ridículo y era algo que tenía que admitir.

Bajé del autobús y caminé el medio kilómetro que me separaba de la casa de la risa donde tenía mi cita. No era necesario ver el lugar; la locura podía sentirse en el ambiente con una densidad que me hacía difícil concentrarme. Podía entender por qué  el jefe me había enviado. Él era psíquico con todas sus letras y yo solamente una empática y lo estaba sufriendo. No podía imaginar la migraña que le provocaría estar en aquel sitio que sudaba el dolor y la desesperación de las pobres almas encerradas en aquel lugar.

La sensación que me abrumaba me hacía pensar en un sitio derruido, de concreto desnudo y barrotes en las ventanas. Había imaginado el clásico hospital psiquiátrico de las películas, con sus paredes blancas, pero me llevé una doble decepción.  Las barras metálicas que hacían de cerca daban a un jardín bien cuidado y un edificio en tonos claros, más parecido a una escuela que a un sanatorio. A unos metros estaba una caseta con un guardia. Era un hombre viejo, que me detectó inmediatamente, no por ser un hombre versado en seguridad, sino porque, evidentemente, no había mucho movimiento por ahí.

—Buenos días —murmuró, llevándose la gorra al pecho.

—Buenos días —respondí—. ¿Es este el sanatorio San Benito Abad?

—Este es —respondió, notablemente perturbado.

—Vengo buscando al doctor Casas.

El anciano no dijo más. Abrió la puerta exterior y me indicó con un gesto la dirección hacia el acceso al edificio principal. Se veía turbado y agradecí con una sonrisa forzada, aunque en el fondo sospechaba que había algo mal en todo aquello. Más allá de la energía que rodeaba el edificio el guardia había mostrado inquietud desde que mencioné que buscaba a alguien en la institución. ¿Acaso era igualmente sensible a aquello? No era posible. Dicen por ahí que se necesita a un ladrón para reconocer a otro, y yo no podía sentir nada en él.

El interior del edificio mantenía los mismos colores suaves y a dos metros de la puerta acristalada un escritorio de madera. El uniforme de enfermera que portaba la recepcionista había doler los ojos de su blancura, y la dureza de sus rasgos maduros encajaban con la idea de lo necesario para trabajar en un sitio como aquel. Reiteré mi cita con Casas. La mujer salió detrás del edificio y me guió hasta una puerta de madera labrada y me pidió esperar en el exterior. Dejó la puerta abierta y pude ver que aquella habitación era una capilla, con su respectivo aroma a incienso y su iluminación pobre. La mujer se inclinó ante una figura y esta se incorporó. Era un hombre corpulento, de unos treinta años, con hábito negro y blanco que pude identificar de inmediato como monje jesuita. Se acercó al quicio de la puerta y se detuvo frente a mí. El sonido de los tacones de la enfermera-recepcionista resonaron por el pasillo alejándose.

—Te envía un amigo en común —afirmó—. Sé a lo que vienes.

No me extendió la mano como un sacerdote, ni tenía un anillo para besar, y era algo que agradecía. Tampoco como una persona civilizada, sólo se quedó ahí, observándome y esperando alguna reacción. Parecía estar en su propio mundo, como si fuera alguien en un mundo paralelo que no pudiera tocar, envuelto en el aroma a incienso que me hacía llorar los ojos de tan intenso. Asentí con la cabeza y me pidió el nombre de la persona que esperaba entrevistar antes de tomar camino por los pasillos sin mediar más palabra. Lo seguí a un metro de distancia, notando el modo en el que avanzaba, con los brazos cruzados en la espalda, como un maestro nervioso, apretando sus codos rítmicamente con la mano del brazo opuesto.

Tomó una ruta laberíntica, sin escaleras de por medio pero que fue demasiado larga para la extensión del edificio, como si hubiera intentado perderme por el laberinto de pasillos idénticos. El tiempo y la distancia me parecieron eternos, incrementados a mi parecer por la sensación del lugar y la peste del hombre. ¿Cómo he de dirigirme a él? Me preguntaba. Se supone que había ido a buscar a un médico y había terminado frente a un monje. Nunca he creído eso de que la ciencia y la religión estaban peleados, y con todo lo vivido en mi experiencia sabía que no era descabellado pensar en algo más allá, aunque yo no fuera creyente.

Terminó deteniéndose en una puerta casi al azar, de súbito, y me detuve casi a la misma distancia. De una zancada se acercó a mi rostro de un modo que no me gustó y di un salto hacia atrás, alarmada.

—Loco o poseso, no confíes en el hombre —susurró—.

Sacó un manojo de llaves y abrió la puerta. Entré y escuché la puerta  cerrarse con un sonido amortiguado por los sellos de goma en el marco, para darle seguridad al asunto y una sensación de claustrofobia a mí. La habitación era una tortura en sí misma. No había una simple nota de color entre las cuatro paredes en las que se escuchaba solamente el zumbido de la lámpara de halógeno colgada del techo y un sollozo ahogado.

El sujeto estaba en posición fetal, completamente camuflado en su posición fetal que ocultaba su cabello.

—¿Gregorio) —pregunté.

Su reacción fue antinatural. Bastó con escuchar mi voz para verlo dejar la posición fetal y tensarse antes de retorcerse y regresar a aquella posición, ahora con la espalda contra una esquina y sus ojos abiertos de par en par, observando mis botas borgoña. Tenía una expresión de fascinación idiota y comenzó a gatear lentamente hacia mí. Incómoda por aquello arrastré uno de mis pies hacia atrás y con este retrocedí del todo. El joven se detuvo en seco y elevó la vista hasta mi cara antes de sentarse, dejando escapar un sonoro suspiro.

—Si no eres otra alucinación —dijo, volviendo a centrarse en mis botas— te sugiero que huyas.

—¿Otra?

—Este lugar enloquece a cualquiera.

En otra circunstancia aquello hubiera sonado a chiste, pero no. No había humor en el comentario, ni tampoco era un desafortunado comentario literal; apenas una ironía pura producto de su desesperación. Estaba tan loco como una vaca consciente de que estaba en el matadero, pero definitivamente no había signos de posesión. Y aquella locura parecía hasta algo sensato, viendo el caso.

—Así que, ¿Huirás? —preguntó.

—Necesito respuestas antes de <<huir>>

—Sí, estuve poseso —afirmó—, pero es cosa de ayer. O del mes pasado. No sé.

—Asumo que el doctor Casas es exorcista

—Extortista, diría yo —dijo, levantándose la camisa y mostrándome la piel ennegrecida a golpes—. Y lo que sea que haya sido, está con él ahora.

Me quedé pasmada, pensando en las posibilidades, en su actitud, las reacciones del personal…

—¡Corre, carajo!

El grito imperativo del joven me sacó del trance de análisis que estaba teniendo y activó lo más primitivo de mis instintos. Corrí por los pasillos infinitos de aquel laberinto y salí del edificio sin siquiera mirar a la enfermera, segura de haber pasado por la capilla solamente por el olor fantasma a incienso que todavía percibí al pasar por la caseta, cuya puerta el anciano había abierto de par en par, como adivinando lo sucedido antes de dirigirle un inaudible <<adiós>>, y seguir mi carrera lejos de allí.

El aroma a incienso seguía en mi nariz cuando los pulmones me dijeron basta y tuve que detenerme, doblada sobre mí misma. Tomé mi móvil y envié un mensaje de texto.

 

<<Tu cliente no está poseído, pero consigue a un exorcista. O varios. Y una .357 Magnum. >>

... Y aunque camine por el valle de la sombra de la muerte no temeré, porque soy el cabrón más malo que hay pisado esta tierra...

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Molu
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Poblador desde: 16/11/2015
Puntos: 243

Me dejó la sensación de que le falta una revisión en voz alta. Hay algunas oraciones entreveradas y algunas repeticiones evitables (laberinto, parece, casi, posición fetal, posición, estaba). Y algunos errores (" había doler los ojos", un paréntesis en lugar de signo de interrogación). Debe haber más, pero no voy a ponerme espeso.
No entendí muy bien el final. ¿Es que todo el personal del hospital está poseído? No se entiende bien del todo. He pensado que todos los personajes del relato son telépatas. El hombre de la casilla ya sabe lo que pasó y la espera con la puerta abierta. Ella se muestra empática hasta lo increíble al decir que su locura le parece sensata luego de hablar con él... !una frase!, y de estar con él... digamos que 15 segundos. Ella dice: "Necesito respuestas antes de huir", y él responde "Sí, estuve poseso" (¿Lo exorcizaron a golpes?) ¿Cómo sabía él cuál era la respuesta exacta a las dudas de la protagonista? Es como que los personajes saben todo de todos. Le dice que corra y ella lo hace. Así como si nada. Cualesquiera sean las respuestas a estas interrogantes al relato le falta claridad. A pesar de esto veo originalidad. Si el autor aclarara un poco el final y revisara la prosa, el relato mejoraría mucho.
2 estrellas

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Olethros
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Poblador desde: 20/06/2015
Puntos: 352

En lo formal, y si al autor le parecen cosas de interés, hay varias construcciones gramaticales extrañas (por ejemplo, por citar alguna, "me había prometido durante hace meses", "pero no podía sino recordar que él había hecho algo más que darme un empleo, sino que era la única persona que creía en el concepto"); varios gerundios que rechinan a oídos de este lector; problemillas con las comas y dedazos sueltos por ahí.

En cuanto al estilo, no es natural ni tampoco fluido en varias ocasiones, pero se puede arreglar si el autor lo desea y se pone a ello.

En cuanto al tema de la convocatoria, hay posesión. Parece una pequeña parte de algo mucho más grande, casi su primer capítulo incluso, pero está.

Mi calificación es 2,75 estrellas.

Ceterum censeo Carthaginem esse delendam... ;oP

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Sangre y Acero
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Puntos: 15

Gracias por tomarte el tiempo en contestar, Olethros. (por cierto, Teleute manda saludos)

Tomaré nota de las pifias y sí, te puedo decir que el personaje ya tiene tiempo en dos proyectos separados, uno de ellos es una novela y el asunto de la dicotomía demencia-posesiones aparece como una subtrama bastante recurrente. Malo malo el hecho de que esto lo sacara en una noche y como material alterno y no tomando mi material del tema.

saludos.

... Y aunque camine por el valle de la sombra de la muerte no temeré, porque soy el cabrón más malo que hay pisado esta tierra...

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Olethros
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Poblador desde: 20/06/2015
Puntos: 352

Sangre y Acero dijo:
Gracias por tomarte el tiempo en contestar, Olethros. (por cierto, Teleute manda saludos) .

yes

 

Ceterum censeo Carthaginem esse delendam... ;oP

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Sangre y Acero
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Poblador desde: 24/02/2016
Puntos: 15

Se supone que te había contestado, pero el móvil parece hacerme una mala jugada al postear, posiblemente por lo extendido del texto. en unos minutos lo hago desde un PC, porque sí lo merece.

... Y aunque camine por el valle de la sombra de la muerte no temeré, porque soy el cabrón más malo que hay pisado esta tierra...

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Bestia insana
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Poblador desde: 02/05/2013
Puntos: 1928

Relato curioso del que me han gustado varias cosas, pero que está escrito a la carrera, y eso se nota: frases raras (una con dos sino) repeticiones (3 posiciones fetales seguidas, en una escena que por lo demás me  ha gustado), despistes (casa de la risa ?, salió de detrás del edificio en lugar de del escritorio). Lástima.

2,5 estrellas

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Ligeia
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Poblador desde: 03/12/2013
Puntos: 1152

Coincido con los anteriores en los errores ortotipográficos, repeticiones excesivas y frases raras, lo cual le resta a la lectura. Tampoco el final me quedó muy claro y tuve que darle vueltas, parece que posesión hay, que ya se ha trasladado de un individuo a otro... dos estrellas:

 

**

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Ligeia
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Poblador desde: 03/12/2013
Puntos: 1152

Ah sí, otro detallito, los monjes jesuitas llevan sotanas negras, esa descripción de un hábito blanco y negro corresponde más a un dominico.

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Mzime
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Poblador desde: 01/02/2016
Puntos: 352

El texto, desde el punto de vista del uso del idioma, tiene problemas, algún despiste, y una utilización discutible de itálicas. La historia, el argumento, es sencillo y se sigue fácilmente sin mayores tropiezos. La atmósfera no es demasiado fosca, pero cumple y lo mejor, a mi juicio, el nuevo oficio de "detective paranormal" y el precipitado final. Es innecesario decir que, obviamente, hay posesión aunque solo porque nos lo dice uno personajes.

Por mi parte, le atribuiría dos estrellas.

"Si quieres llegar rápido camina solo, pero si quieres llegar lejos camina acompañado", (proverbio masái)..

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Sangre y Acero
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Poblador desde: 24/02/2016
Puntos: 15

Iba a "justificar" mis pifias, pero decidí que lo ideal era esperar hasta el final del concurso para no caer en alguna clase de improbable reacción a la que me gusta llamar "efecto Warhol", (cuando algo objetivamente malo desde el punto de vista estético se justifica y los detractores o neófitos comienzan a llamarlo vanguardista). Primero que nada, agradezco a todos el tiempo dedicado a leer el texto, que bien lo dicen, resultó un tanto decepcionante.

Respecto a las pifias ortotipográficas... ¿Qué púedo decir? Efectivamente, como señalaron, lo hice a las carreras, basado en un borrador de diez minutos. (Nota para mí: Aunque el universo se haya hecho en seis días Roma no se hizo en uno. Todos sabemos cual prosperó y cual es un mojón)

 

@Molu: Tú tienes buenas dudas y las responderé como un theodore Sturgeon cualquiera: Tú decides. Muchos elementos se dejaron a la interpretación del lector, deliberadamente ambiguos. Podría ser que el sacerdote fuera el único poseido, o todo el personal. O el paciente haya engañado a Claudia estando poseido y la hubiese manipulado para tomar por asalto el hospital y así liberarlo... O es un suimple enfermo mental y ella una detective paranormal muy influenciable por ser novata. Y todos los personajes temen al "doctor" Casas y saben que "algo" raro sucede, lo que explica las reacciones del guardia al inicio y al final del texto. Por eso la elección del nombre del sanatorio, ya que San Benito (nombre raro si tomamos en cuenta que esta clase de hospitales son por regla gubernamentales y no religiosos) es el santo patrono de los exorcistas. Respecto a los brevísimos diálogos de Gregorio, digamos que (y no quise explicarlo) cuando tienes tiempo considerable de aislamiento (lo que explica que hable de "otras" alucinaciones) comienzas a pensar mil diálogos a discusiones imaginarias para no perder (más) la cabeza.
 

@Bestia Insana: "Casa de la risa" es un término vulgar/coloquuial usado en América, paralelo al funhouse angloparlante. No se me ocurrió un modo irreverente de decirlo en ibérico, pero la idea era dejar claro que Claudia no es una mujer madura y que necesita ahogar en banalidad lo oscuro de la vida.

 

@Ligeia: Mal escrito y todo (Y no es sarcasmo, admito que fue escrito sin mucha reflexión) si te hizo darle vueltas cumplió su cometido, que era el de las múltiples interpretaciones. Aunque si fue por lo torpe de la redacción y no por los huecos deliberadamente colocados en la trama mi intención falló. Respecto a los hábitos, tienes razón, lo peor de todo es que había consultado el tema días atrás para confirmar y se me escapó totalmente.

 

@Mzime: Gracias por tus palabras. Tendré que revisar el asunto de las itálicas y ponerme al día con su uso. Vivir el Obamaland merma el hábito de leer y escribir en castellano (más cuando aprendí a leer y escribir en "americano" y comillas para mí son ("") y no (<<>>).

... Y aunque camine por el valle de la sombra de la muerte no temeré, porque soy el cabrón más malo que hay pisado esta tierra...

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Ligeia
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Poblador desde: 03/12/2013
Puntos: 1152

Aaah, si vives en Yanquilandia se entienden algunas cosas, sí XD pero te aseguro que en el ámbito español Casa de la Risa suena a atracción de feria y en absoluto se asociaría con un psiquiátrico, tal vez, pues que la chica use la palabra despectiva "frenopático" o algo como "la casa de los loqueros" estaría mejor.

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Sangre y Acero
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Poblador desde: 24/02/2016
Puntos: 15

Lo peor de todo es que vivir en la tierra de la coca-cola y el wonderbra (Según el poeta alemán Till Lindemann) sólo ha limitado mi lenguaje escrito, pero en latinoamérica sí se usa el término ya mencionado. ¿Frenopático? Me gusta esa expresión. A integrarla al arsenal. Y siendo acá medio día y habiendo terminado un proyecto aparte (igual, a toda prisa, que siempre estoy volando entre la uni y el trabajo) me retiro a dormir.

Saludos cordiales.

... Y aunque camine por el valle de la sombra de la muerte no temeré, porque soy el cabrón más malo que hay pisado esta tierra...

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Poblador desde: 20/06/2015
Puntos: 352

Sangre y Acero dijo:

Lo peor de todo es que vivir en la tierra de la coca-cola y el wonderbra (Según el poeta alemán Till Lindemann)...

no

Ceterum censeo Carthaginem esse delendam... ;oP

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Sangre y Acero
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Poblador desde: 24/02/2016
Puntos: 15

Y Ligeia, sólo por no quedarme con la duda: ¿Le diste vueltas al texto por lo mal redactado o por los huecos deliberados que menciono dos post atras?

... Y aunque camine por el valle de la sombra de la muerte no temeré, porque soy el cabrón más malo que hay pisado esta tierra...

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Ligeia
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Poblador desde: 03/12/2013
Puntos: 1152

Frenopático es una palabra muy chula :D y bueno, más que nada fue por los errores ortotipográficos XD

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LCS
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Poblador desde: 11/08/2009
Puntos: 6785

Tu relato me ha gustado. Sobre todo por el tono lígero, medio pulp, medio género negro. Lo de Seguros de investigación y médium es genial. Pero, aparte de los mencionados errores ortotipográficos, me temo que tu texto es un relato fallido. Me quedo con ganas de más. Dicho así, parece que esto es bueno, pero en este caso no lo es. En realidad, tu relato me ha parecido una introducción de una historia que se ha quedado sin contar. Creo que debes seguir adelante con ella, alagarla más, dando otra vuelta de tuerca a la historia y desarrollando  un poco más a unos personajes que me parecen hilarantes. No sé si esa era tu intención, pero me ha hecho reír.  

Mi puntuación son dos puntos y cuarto (2,25), aunque me quedo con ganas de darte más por citar a Till Lindemann (We're all living in America, Amerika ist wunderbar, jajaja). 

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Patapalo
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Poblador desde: 25/01/2009
Puntos: 208859

Relato admitido a concurso.

Parte de la sabiduría consiste en saber ignorar algunas cosas.

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Lis
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Poblador desde: 07/12/2015
Puntos: 209

Este es un concurso y, desgraciadamente, ni todos los relatos pueden ganar ni todos pueden formar parte de la antología porque compiten entre sí.

Si tuviera que elegir trece relatos entre los presentados al certamen para publicar una antología sobre posesiones, éste no entraría en mi lista de preseleccionados tras la lectura de todos ellos.

Es dudoso que se ajuste al tema de la convocatoria porque solo hay alusiones. Además, por comparación con el resto, le costaría más que a otros contribuir al éxito de la antología mediante una historia llamativa, calidad literaria o tirón comercial.

★★☆☆☆

Sin embargo el autor o autora consigue un buen ritmo y se nota que hay mucho más por debajo de este argumento. Ojalá me permita leer otras de sus obras en próximas ediciones del concurso.

¿En qué puedo ayudarte?

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Patapalo
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Poblador desde: 25/01/2009
Puntos: 208859

Un relato muy simpático y en el que, a pesar de los dedazos y las repeticiones, que delatan la falta de reposo, se ve buena mano con la narrativa. Me gusta el toque pulp y cómo consigues cerrar la historia cuando ya parece que se iba a quedar solo en preludio. No es particularmente original, pero funciona bien dentro de las normas del pulp, y eso siempre se agradece. En conjunto queda una lectura algo anecdótica pero entretenida. Deja con ganas de más.

Parte de la sabiduría consiste en saber ignorar algunas cosas.

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Hedrigall
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Poblador desde: 14/01/2011
Puntos: 1132

Hay varias construcciones gramaticales incorrectas o extrañas, como han señalado los compañeros. Buen uso de la primera persona, intercalando acciones y pensamientos para lograr un buen ritmo. Tengo la sensación de historia no terminada, interrumpida. La revelación ofrecida por el preso en la celda no ofrece un clímax suficiente, de modo que ese final no parece tal y yo quedo esperando una resolución a la trama que no llega. No solo a nivel de trama, también se ofrecen detalles sobre la protagonista y su jefe de modo que uno esperaría más acción en el relato y la posterior aparición del psíquico, el jefe, en el mismo.

 

2 estrellas

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L. G. Morgan
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Poblador desde: 02/08/2010
Puntos: 2674

La redacción es un poco deficiente y dificulta la lectura, constituyendo un hándicap importante. La historia me gusta, y la construcción del personaje principal, que aborda el asunto desde un punto de vista científico y como alguien que está a vuelta de todo, manifestando que ese tipo de asuntos para ella son casi rutina. Y el giro de la historia está muy bien. La posesión indiscutible. Lástima que los problemas mencionados al principio resten mucho.

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Dr. Ziyo
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Poblador desde: 30/01/2016
Puntos: 2776

Una historia que encuentro extraña en cuanto a su conclusión y en la cual no he sabido ver dónde se halla la posesión, aunque parece haberla. No entiendo el tramo final, cuando él le dice que corra y ella corre. Es evidente que algo se me ha escapado y no sé si es fallo mío o es algo que no ha quedado claro en el relato.

Aparte también lo que se ha comentado de ciertas frases raras, como en esa que hay dos “sino” y otros fallitos menores.

Le doy dos estrellas.

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