¿Que qué fue de Frank? Ahora es famoso

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Cartesius
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Después de una interminable jornada en el supermercado, a Sheila sólo le quedaban ganas de arrojarse encima de la cama y cerrar los ojos; pero había algo en el buzón que colmó su curiosidad: un raro sobre negro que estaba lacrado. Supuso que podía tratarse de una nueva clase de anuncio publicitario, porque ese diseño arcaico buscaba llamar la atención; sin embargo, pronto descubrió que debía de ser una broma:

«Sheila Martínez, tiene la inmensa fortuna de haber sido escogida para nuestro concurso. En él podrá obtener valiosos premios y pasar una noche inolvidable acompañando a los insignes invitados que también participarán. ¡No cometa el error de perderse esta oportunidad única! Un coche la recogerá a las once y media.

Cordiales saludos y abrazos de Frank».

Ella pasaba bastantes horas delante del televisor, olvidándose de sus problemas, y desconocía que hubiese un concurso donde contactasen de esa manera con la gente. Además, Frank no le sonaba de nada.

Arrugó el mensaje y lo arrojó en la papelera de su habitación, dispuesta a realizar lo que anhelaba desde hace horas. No necesitó ni cinco minutos para dormirse. Por desgracia, soñó que se encontraba otra vez en el trabajo reponiendo latas, limpiando, atendiendo a ancianas que tardaban una eternidad en pagar; así que se sintió aliviada cuando el insistente timbre consiguió despertarla…, un alivio que se desvaneció al echar un vistazo en el reloj de pared, ya que eran las once y media. Alguien, supuso, acababa de llevar muy lejos una estúpida broma e iba a pagarlo caro. Puños cerrados y gesto ceñudo, fue a observar por la mirilla. Vio a tres mujeres pálidas y sonrientes. Una de ellas le guiñó un ojo, como si pudiese verla.

Sheila, recelosa, habló en voz alta sin atreverse a abrir:

—Váyanse. Sea lo que sea, no me interesa.

—¡Pero qué maleducada! —exclamó de repente una amortiguada voz femenina.

—Sí, qué maleducada —dijo otra.

—Escucha, Sheila —dijo una tercera, más madura y pausada—. Venimos a buscarte para ir al concurso. Iba a hacerlo el cochero de Frank, como siempre; pero me opuse porque es alguien que intimida un poco. ¿Nos dejas pasar? No te obligaremos a nada que no quieras. Tú decides.

—¿Entonces lo del concurso es verdad? ¿No van a venderme colonia o aburrirme con alguna religión?

—Chica —contestó la voz madura—, aclárate porque queda poco tiempo; el programa empieza a las doce y tenemos que adecentarte.

Sheila colocó una cadena de seguridad, entreabrió la puerta y asomó la cabeza.

—¿Adecentarme? —preguntó con un tono quedo y trémulo.

Una de las mujeres alzó un largo vestido negro que tenía volantes en el bajo. A Sheila le gustó, aunque le parecía algo anticuado. Reparó en que ellas también vestían a la antigua, igual que si se hubiesen escapado de los años veinte. Quizá, dedujo, el plató tuviese esa temática.

Paulatinamente, la idea de ir al concurso se fue haciendo más agradable: se imaginó a sí misma ganando lo suficiente para ser libre y decirle adiós a su horrible jefa.

—Tengo una duda —dijo—, ¿qué podría ganar si voy?

Las mujeres rieron.

—Más de lo que podrías imaginar, querida —respondió una de ellas—; invítanos a tu casa.

Sheila, tras unos segundos de vacilación, desenganchó la cadena y abrió. Ellas se quedaron cerca del umbral, inmóviles.

—¿Qué pasa? —preguntó—. Entrad, venga.

Esas palabras las inundaron de energía, porque entraron en tromba y asieron a Sheila por los brazos para llevarla en volandas a la sala de estar, donde la desvistieron con diligencia. Antes de que la cogiesen, le pareció ver cómo la puerta se cerraba sola; pero todo sucedía tan deprisa que no le dio importancia. Le pusieron el elegante vestido, la peinaron y maquillaron en menos de diez minutos. Al acabar, satisfechas, el trabajo realizado, lo admiraron durante un rato. Una de ellas elogió la melena cobriza de Sheila, que siempre solía llevar atada en una coleta y ahora estaba suelta, cayendo sobre los hombros. Luego, sin perder un instante, la sacaron de allí para meterla en un coche negro con las ventanas tintadas.

Una se puso al volante y pisó a fondo.

—Vamos, vamos —dijo—. Si llegamos tarde, Frank se enfadará.

El coche derrapó sobre el asfalto y salió de allí a toda velocidad, ignorando un semáforo en rojo. Sheila se abstuvo de quejarse: el ansia por hacer fortuna superaba a su miedo. Tras un recorrido vertiginoso, se detuvieron ante una fábrica abandonada que, según ellas, era parte del atrezo. Luego se despidieron cuando se apeó, pues debían dejar el coche en otro sitio e ir después a ocupar sus asientos entre el público.

Se quedó allí sola, frente a una añosa y mohosa entrada que daba a un pasillo oscuro. Tuvo que controlarse para no dar media vuelta y correr, lo cual se hizo mucho más difícil cuando escuchó unos pasos acercándose. Un pequeño bulto achaparrado se perfiló en la oscuridad; avanzaba despacio, renqueando, y resollaba con gravedad. Cuando salió a la luz, vio que se trataba de un hombre bajo y giboso de mirada estrábica.

—¿Sheila Martínez? —inquirió.

—¿Sí?

—Cómo que ¿sí?; sí o no —dijo tras escupir con desdén.

—Disculpe: sí, soy yo, la misma, Sheila.

—Ah, bien. Perdóneme usted: no quiero arriesgarme a cometer un error; los errores se castigan, ¿sabe?

A Sheila aquel actor le hizo tanta gracia que su miedo se disipó, incluso tuvo que contenerse para no reír.

—¿Tiene un jefe estricto? Yo sé lo que es eso —dijo.

—Claro, lo que usted diga. Sígame.

El hombrecillo, sin esperarla, dio media vuelta y se adentró en la umbrosa fábrica. Sheila no tuvo que esforzarse para alcanzarle, y lo siguió de cerca a través de angostos corredores llenos de basura, pintadas, olor a orín. De vez en cuando, un fluorescente parpadeante ofrecía una ducha exigua de luz que, al parecer, ese extraño guía no necesitaba, pues iba directo a donde deseaba ir, sea donde fuese. Mientras tanto, Sheila entrecerraba los ojos en busca de cámaras ocultas.

Se detuvo junto a una desconchada puerta parda y la abrió.

—Adelante, mademoiselle —dijo con sorna—. Aquí está su camerino. Mi jefe vendrá a buscarla después.

Cuando Sheila entró, la puerta se cerró de golpe. Comprendió la burla al instante, porque aquello era un aseo sórdido que llevaba siglos abandonado. De repente, ese actor ya no le hacía gracia, y se preguntó qué estaba haciendo en un sitio así, vestida de noche. Miró su reloj de pulsera. Doce menos diez; el jefe debía estar a punto de aparecer.

En cuanto pensó en salir y echar un vistazo, alguien llamó fuertemente con los nudillos.

—¿Puedo pasar? —tronó un vozarrón.

—Adelante.

Agachando la cabeza para no golpeársela y mantener intacto su brillante tupé, entró un hombre trajeado que tenía el rostro lleno de profundas cicatrices. Escrutó a Sheila de arriba abajo con dos melancólicos ojos bicolores.

—Sheila, supongo. Encantado de conocerla. Soy Frank, el presentador. Veo que la arreglaron antes de venir. No es lo acostumbrado, pero me parece bien. ¿Le han dicho de qué va el juego?

—Sólo que puedo ganar mucho. Lleva un disfraz magnífico; qué máscara más trabajada.

—¿Disfraz? Eh…, mire, debemos irnos ya porque estaremos en el aire dentro de cinco minutos. Tenga cuidado, que hay cables por el suelo.

Frank la condujo hasta una gran sala que, a diferencia de lo anterior, estaba bien iluminada; varios focos en el techo permitían ver con claridad el plató, decorado con motivos que a Sheila le recordaron a halloween: murciélagos, velas, arañas, cráneos. Los atriles de los concursantes tenían forma de ataúd, y el público era un grupo de monstruos variopintos. Sólo las chicas que la habían traído, sentadas en primera fila, entraban dentro de lo común si a su estilo anacrónico puede considerárselo así.

Frente a Sheila flotaban tres cámaras sin dejar de enfocarla, envueltas en una luz mortecina.

—Cuando los cámaras fantasmales lo indiquen —dijo Frank—, estaremos en directo. Colóquese en este atril.

—Tienen unos efectos especiales magníficos —exclamó Sheila, fascinada.

—Ya, no escatimamos en gastos.

Un piloto rojo se encendió en el lateral de las cámaras, y Frank se situó ante ellas en el momento que empezó a sonar Heretic Channel, de Messer Chups.

—¡Bienvenidos de nuevo a otra edición de Visitante humano! Esta noche retransmitimos desde España, donde nunca se pone el sol; o eso nos gustaría, eh, porque es difícil que a uno le tomen en serio cuando sus… singularidades se ven con claridad. No digamos si eres de esos desgraciados que les da por arder si les caza el día, ¡qué horror!

»Hoy ha venido a divertirse con nosotros… ¡Sheila Martínez!, una chica valiente que afrontará las duras e interesantes pruebas que siempre proponemos.

El público aplaudió y rugió, enfervorizado. Un monstruo peludo alzó sus garras y las agitó desde la última fila, derramando el refresco de la momia que se sentaba al lado; por suerte no hubo represalias.

—Pero dejemos que venga antes nuestro primer invitado especial: el increíble, fuerte, colmilludo y, sobre todo, feroz… ¡hombre lobo!

Se abrió un raído telón y apareció un lobo antropomorfo que babeaba profusamente, lo cual hizo que Sheila hiciese un gesto de asco. Por suerte para ella, se puso en el atril del otro extremo, porque agitó la cabeza y las babas salieron despedidas a su alrededor. Iba con un traje arrugado e hinchado, pues debía refrenar una buena cantidad de pelo y músculos.

—¿Puedo saludar? —gruñó.

—Por supuesto —respondió Frank.

—Saludo a las brujas del pantano, que me ayudaron la semana pasada con una pata rota, y a la mujer loba, que me ve desde la madriguera.

Sonriendo, Frank asintió con la cabeza.

—Perfecto, ahora responde a la pregunta que tus seguidores de Infranet me han hecho muchas veces: ¿eres un hombre que se convirtió en lobo o viceversa?

—Lo siento, no hablo de mi pasado.

—Lástima, pero lo comprendo: a mí tampoco me gusta recordar el mío. Pues… sin más dilación… ¡que venga el siguiente invitado! Se trata de alguien conocido en todo el globo; alguien con clase, sediento, artero. Sí, lo han adivinado: ¡el conde Drácula!

Un murciélago se posó en el atril central y fue ocultado por una explosión de humo; luego un hombre de aspecto macilento apareció en su lugar. Llevaba el pelo repeinado hacia atrás, y una larga capa cubría la mayor parte de su oscuro atuendo atávico. Sheila, al verlo, recordó al clásico mago que sacaba conejos de la chistera. En principio, le resultó más agradable que el lobo; pero cambió de opinión cuando le dedicó una siniestra y fugaz sonrisa acompañada de una sutil reverencia. Pudo sentir una avidez inquietante en ese gesto, como si quisiese devorarla ahí mismo.

—El conde, además, ha venido con sus encantadoras mujeres —dijo Frank.

Una cámara enfocó a las chicas que habían preparado a Sheila, y estas saludaron con la mano. Frank continuó:

—Gracias por estar aquí con nosotros, señor conde. Si le digo la verdad, pensé que iba a rehusar mi ofrecimiento.

—Toda ayuda es poca para los hijos de la noche. Es un honor encontrarme en el canal preferido del submundo.

—Vaya, gracias. Espero que se divierta con… ¡la prueba acuática!

Tres focos iluminaron un trío de enormes acuarios que antes estaban ocultos en la sombra. Dentro de cada uno había un escualo dando vueltas con parsimonia. A Sheila le pareció que estaban enfermos, porque tenían la piel de un inusual color verduzco.

—Estos resistentes tiburones zombi son inmunes al dolor y muerden con mayor fuerza que uno auténtico —explicó Frank, entusiasmado—. ¿Podrán los concursantes coger la perla que hay en el fondo de los acuarios y escapar indemnes? Hombre lobo, su turno.

El hombre lobo corrió ágilmente hacia un acuario y saltó en su interior. El tiburón reaccionó con velocidad, abriendo su mandíbula e intentando atrapar las piernas del intruso; sin embargo, este demostró ser un nadador impresionante y fue capaz de hacerse con la perla y huir por los pelos.

—Qué espectáculo —exclamó Frank, rodeado de aplausos y vítores—. Ahora esa valiosa perla le pertenece. ¿Podrá el conde repetir la hazaña?

Drácula, que había contemplado la escena con ostensible apatía, encogió los hombros y se acercó al acuario. Después recitó un vetusto conjuro con el que tomó control absoluto del tiburón.

—Me temo que se han olvidado de mis artes nigrománticas —dijo a la cámara que le tomaba un primer plano—. Y pueden quedarse el premio; no pienso mojar mi atuendo.

—Bueno, siempre es interesante ver esos hechizos tan curiosos —dijo Frank, desilusionado—. En fin, eh, ¡ahora es el turno de nuestra visitante humana! ¿Podrá ella, sin ninguna habilidad excepcional, conseguir la perla? Antes de que se lance a la muer… aventura, cuéntenos, ¿a qué se dedica? ¿Cuáles son sus motivaciones?

—Soy cajera de supermercado y quiero dejar de serlo.

—Simple y directo, amigos. La trágica historia de una empleada esclavizada que busca sus sueños. Ve y consíguelos; están al alcance de tu mano, a un paso, ánimo.

Por supuesto, Sheila tuvo dudas; pero sospechaba que podría tratarse de una prueba de valor: quizá ese tiburón fuese un robot teledirigido y no le haría nada. Aunque era muy grande…

Se acercó al acuario despacio, pasito a pasito, y se asió a la escalera que le habían colocado. Estaba a punto de arrojarse al agua cuando Drácula, indignado, se quejó:

—No esperaba este tipo de basura, Frank; ¿en qué momento empezaste a venderte así por la audiencia?

Frank carraspeó antes de responder.

—Qué ocurre, amigo; es lo que se demanda. Lo sabes tan bien como yo.

—Ya veo que no has aprendido nada de tus experiencias. Estoy decepcionado, Frank. No mereces llevar el nombre de tu creador. —Avanzó con una rapidez sobrenatural hasta donde estaba Sheila, que descendía por la escalera, la dejó inconsciente con un simple gesto y la sujetó.

Al verlo, Frank dio un puñetazo al atril del conde y lo partió en dos.

—Sé lo que pretendes, vampiro. Déjala donde está.

—Detenme si puedes.

El conde chasqueó los dedos y los focos estallaron. De repente, todo se sumió en oscuridad y caos. El público, ávido de sangre, invadió el plató y comenzó a destrozar lo que encontraba a su paso. Los gritos de Frank se escuchaban débilmente entre la algarabía: «Me has traicionado, me has traicionado…».

Por suerte para Sheila, fue llevada de nuevo a su piso, donde estuvo durmiendo unas cuantas horas. Lo primero que vio al despertar fue al conde, que estaba de pie en una esquina sombría, contemplándola con fijeza. Pensó que debería hallarse atemorizada; pero se sentía bien, incluso le dejó de doler la muela que iba a sacarse.

—¿Cómo supo dónde vivo? —inquirió.

—Mis doncellas me lo dijeron.

—¿Y el concurso? ¿Estaba amañado?

—El concurso es abyecto, pequeña. Será mejor para ti que lo olvides. —Hizo una mueca de disgusto y negó con la cabeza—. Diantre, ojalá no hubiese aceptado ir.

—Vaya, me habría gustado ganar algo. Mi vida es un asco.

—¿Qué? Pero si…

Le interrumpió un estrépito que vino del exterior, de la entrada principal. Segundos después, la puerta del dormitorio fue derribada por una manaza cubierta de cicatrices.

—Asqueroso chupasangre, ¿pensabas que no iba a buscarte? —exclamó Frank, iracundo—. Has estropeado el programa.

—Discrepamos: yo creo que lo mejoré.

Sheila, que veía todo eso desde la cama, se horrorizó al ver esa demostración de fuerza, porque comenzaba a aceptar que aquellas personas no usaban disfraces. Aun así, continuaba sintiéndose tranquila.

Frank levantó un puño, dispuesto a hacer pedazos la cara de Drácula, y este, lejos de intimidarse, ni siquiera se movió. Esa impavidez hizo que el golpe no llegase a producirse, pues le confundió que alguien reaccionase de esa forma.

—¿Vas a permitir que te destroce?

—Adelante, pero sabes que no tienes ninguna oportunidad contra mí.

Ambos se quedaron mirándose durante un buen rato; eran una bomba a punto de estallar. Sin embargo, la tensión se acabó cuando aparecieron las mujeres de Drácula y se recostaron junto a Sheila. También llegó el hombre lobo, atraído por el olor a bronca entre celebridades, y se sentó en un rincón mientras le daba sorbos a un refresco con pajita.

—Yo apuesto por el grande —dijo.

Sheila decidió que ya estaba bien, que acababan de estropear su piso y no se libraría de volver al trabajo, que, en suma, la habían hartado. Le importaba un pimiento quiénes fuesen aquellos indeseables. Se puso de pie sobre la cama y gritó:

—¡Fuera de aquí! ¡Ahora!

Todos enmudecieron, mirándola con abatimiento. El hombre lobo se largó a hurtadillas, asustado, y Frank salió de allí caminando hacia atrás.

—Qué maleducada —dijo una de las mujeres, marchándose.

—Sigue siendo maleducada, sí —dijo otra, siguiendo a la anterior.

—Os doy la razón —dijo la tercera—. Mira, niña, desconozco tus problemas; pero ese de ahí, el de la capa, te dio un premio que los ha solucionado, seguro. —Dejó un pequeño espejo ovalado junto a ella y se fue.

Sheila lo cogió, ofuscada, y se percató de que no se reflejaba en él.

—Lo siento —dijo Drácula antes de irse—. No pude resistirme…

Al quedarse sola, se palpó el cuello y notó un par de pequeñas heridas. Tras unos momentos en los que su mente bulló sumergida en dudas y temores, una amplia sonrisa se dibujó en su faz: al fin y al cabo, acababa de conseguir lo que buscaba.

Entonces, con su andar característico, entró el hombre achaparrado que la guió en la fábrica.

—Soy el último mono y no me explican nada —refunfuñó—. Ve allí, cuida de la chica, haz esto, lo otro. Supongo que se habrá puesto enferma, normal, con esas compañías. Le abriré la ventana para que le dé la luz mañanera y se sienta mejor. Eso le gusta a los humanos.

—¡No! Espe…

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Hedrigall
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Poblador desde: 14/01/2011
Puntos: 1132

Relato admitido a concurso.

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luciasinmas
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Poblador desde: 05/04/2018
Puntos: 88

Me ha parecido una historia interesante. Al principio esperaba una comedia un tanto más negra pero, pese a no serlo, me ha resultado una lectura divertida.

Creo que le falta bastante por pulir, en la forma, el estilo... aun así, la idea y los puntos clave me gustan, y la sensación que deja al final es buena. Aunque he dudado un poco sobre la puntuación, me voy a inclinar por esto último.

Le doy 3 estrellas.

Levántate y anda.

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LCS
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Poblador desde: 11/08/2009
Puntos: 6785

Muchas gracias por compartir tu relato. Me parece original y muy interesante. A mí me gusta mucho que jugar con la tele y los reality en mis relatos. Una divertida parodia, por cierto.  Sin embargo, me da la sensación de que el tema de Frankenstein está tocado de manera un pelín tangencial. Sí, es uno de los personajes. Si me apuras, casi uno de los principales, pero no tengo la sensación de que sea el protagonista. 

Por otro lado, creo que le falta algo de punch al final. Lo veo un poco descafeinado. 

 

De momento, sigo sin puntuar. Mucha suerte, compañero. 

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Bestia insana
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Poblador desde: 02/05/2013
Puntos: 1928

Bueno, al final el protagonismo de Frank, como se ha dicho, no es tanto y en todo caso es compartido. Lo cierto es que el autor (hola, cartesius) te lleva bien, pero luego casi se limita a ponerte los dientes largos: ni el tiburón se come a la chica, ni F. y D. se dan de leches cuando ya te frotabas las manos. El título, por rizar el rizo, no parece un título: es muy largo e incluso, para un torpe, difícil de leer. Me gustó esa mano con cicatrices en el marco de la puerta, muy de peli de miedo.

*** estrellas (3)

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Cartesius
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Poblador desde: 17/05/2018
Puntos: 21

Muchas gracias por vuestras apreciaciones, amigos. 

A ver si saco algo de tiempo para comentar algo, aunque de momento está la cosa complicada. 

 

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Angelito
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Poblador desde: 25/12/2013
Puntos: 263

Una parodia surrealista que recurre a viejos amigos. Es imposible no pasar un rato divertido con su la lectura. También opta por traer al monstruo a nuestros tiempos, pero nada de lo que pasa (y pasa mucho) resulta impactante o maravilloso. Aún así, la prosa me ha transportado con amabilidad por estos hilarantes entresijos.

2,5 estellas

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Curro
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Poblador desde: 24/09/2015
Puntos: 1048

Buenas, Cartesius.

Venga, a por el primer relato 100% humor del certamen.

Se juega la carta de optar por el humor sin tapujos ―nada de humor negro ni irónico―, que es un carta peligrosa como… una figura en el Black Jack. Puede ser una carta muy buena o muy… Vale, vale, no son horas para intentar ser ocurrente…

El texto está limpio y es fácil de leer. Me resulto agradable y fluido y muy entretenido. Lo empecé a leer con ganas y al terminar la sensación que me quedó es que es correcto. Pero…

Es original y a la vez no lo es. Me explico: el argumento general ―un concurso televisivo realizado por y para monstruos― es algo muy original, pero el texto abusa demasiado de los clichés. El hombre-lobo y el vampiro actúan tal y como se espera que lo hagan, en el público uno encuentra lo que cabe esperar de un reparto monstruoso. Esto no sería una gran pega de no ser porque ya existen diversas parodias que contienen popurrí de monstruos clásicos ―véase Hotel Transilvania, por poner un ejemplo―. Aunque es cierto que la parodia que se nos presenta aquí está bien llevada ―me ha gustado más que Hotel Transilvania, película insoportable que no fui capaz de terminar― y gusta.

Qué más… Desde mi punto de vista, el humor debe manejarse con mucho más cuidado que el horror. El horror por lo general sale bien parado si metes por ahí un cadáver, describes un grito espeluznante o explicas que al prota se le para el corazón y se queda lívido. El humor, por el contrario, necesita más mimo, más originalidad, más tacto. Creo que no se logra del todo. Echo en falta más descripciones largas y recargadas de adjetivos tan descaradamente grandilocuentes que terminan siendo graciosos, diálogos espontáneos ―que den lugar a redoble y platillos― o situaciones más chocantes y estrambóticas.

La escena final se hace ya demasiado subrealista incluso para el tipo de relato. El duelo de Drácula VS Monstruo de Frankestein me gustó y lo encontré muy apropiado, pero el hecho de tener otro tropel de monstruos como espectadores, lo veo innecesario. Eso sí, el broche final es genial, me encantó y me dejó una gran sonrisa.

Mi dictamen: 2 puntadas. Para los puristas: 2 estrellas 2.

Muchas gracias por amenizar mis viajes en metro ;)

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Cartesius
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Poblador desde: 17/05/2018
Puntos: 21

Curro dijo:

Muchas gracias por amenizar mis viajes en metro ;)

De nada, hombre. Gracias a vosotros por leerlo y valorarlo. 

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torpeyvago
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Poblador desde: 29/02/2016
Puntos: 1890

Televisión monstruosa

Original por narices.

Texto muy, muy educado. Vamos, con muy buenas maneras. DDT rebeldes, pocos o ninguno. Si acaso, como sugerencia, "—¿Cómo que «¿sí?»?; sí o no". Personalmente, habría puesto «halloween» en cursiva. El plural de «zombi» es «zombis»: «—Estos resistentes tiburones zombi son». ¿«Eso les gusta a los humanos»? Ná, cuatro tontás de las que ni siquiera estoy seguro —y que pongo precisamente por si un alma caritativa tiene a bien iluminarme—.

Lo que me gusta: el tono, la idea, los monstruitos [leo que alguno los ve demasiado cliché; quizá, pienso, es lo más adecuado para este relato, que tengan el comportamiento que esperas, pero es una opinión], la prosa aparentemente sencilla. El final, contundente. El título, lo veo adecuado: personalmente soy muy de títulos largos si aportan algo al relato, es decir, como en este caso, que te introducen ya de antemano en la propia narración o que contengan una gracieta [vaya, leo justamente lo contrario en otro lector: ¡jamás nos pondremos de acuerdo!, jajaja. Gracias, Bestia, seguro que estabas pensando en mí nonono]. Incluso, me encantan los títulos de novelas de caballerías: sí, esos de un párrafo entero.

Lo que menos: el final. Un momento, que tengo que explicarme. Como un par de pipas, le doy un sorbo al blancogás... a ver si sé. La escena final no me gusta, me parece el de una comedia de enredo, pero sin su gracia, no sé si me explico. Sin embargo, el final, final, con ese microchepado torpe ha sido brutal, fantástico.

Y lo «peol» más «peol»: ¿dónde están Frankenstein y su monstruo? Para mí, es el defecto crucial; pasa de lado por el tema de la convocatoria, como no queriendo molestar.

Eso sí, me he reído, me he entretenido y he pasado muy buen rato con este cuento hábilmente escrito. De hecho, vayan al autor las gracias por esos minutos de ocio y 2,5 volutas de humo con hedor a carne quemada por amperios a manta.

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En un lugar de La Mancha de cuyo nombre me acuerdo perfectamente...

https://historiasmalditas.wordpress.com/

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Dr. Ziyo
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Poblador desde: 30/01/2016
Puntos: 2776

No había más que leer el título para entender que nos íbamos a encontrar con un relato en tono humorístico, lo cual me gusta, pues los que ya me conocéis por aquí sabéis que es un género que suelo tocar y en el que me siento muy cómodo (véase el Polidori anterior, sin ir más lejos).

Lectura fácil y fluida que hace que se lea sin problemas. Me ha parecido original la idea del concurso y me he divertido con él, pero encuentro eso que ya han comentado otros, Frankenstein es protagonista a medias, o eso veo yo.

El momento final me ha parecido muy bueno. Te doy 3 estrellas.

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Svanda
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Poblador desde: 29/01/2017
Puntos: 112

CC: 2 Es buena idea tratar de mostrar al monstruo en el mundo televisivo. De hecho es la realidad, porque hemos visto mil películas y series basadas en la novela de Mary Shelley y tu has dado una vuelta de tuerca más y has plasmado en un relato escrito cómo se ven esos monstruos por la tele, es irónico jejeje . Lo malo es que ridiculiza demasiado al personaje y eso le ha quitado puntos al final. Quizá algo menos sensacionalista que un concurso de Jackass…

CF: 2 Todo es demasiado forzado. El concurso, que la chica se presente en el lugar (con un vestido regalado así porque sí) y que continúe allí hasta el final sin salir por patas… Además la relación con el tema del concurso está muy cogida con pinzas. Aunque me he divertido leyéndolo es cierto que tenía todo el rato la sensación de ver una peli de miedo de esas en las que piensas “¿pero por qué hace eso? ¿Estamos locos?” :p

F: 4 Esto muy bien. Lo leí con facilidad, no me perdí en la narración.

G: 2.5 En la media. Bien narrado sin llegar a destacar con frases muy estudiadas pero está todo bien construido y el tema bien llevado. Para mí no es fácil escribir un texto tan cargado de diálogos y en cambio tú te defiendes bien

Total: 2.5 estrellas. ¡Suerte!

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Cartesius
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Poblador desde: 17/05/2018
Puntos: 21

De nuevo, gracias por tomaros el tiempo de leer y comentar. 

torpeyvago dijo:

Texto muy, muy educado. Vamos, con muy buenas maneras. DDT rebeldes, pocos o ninguno. Si acaso, como sugerencia, "—¿Cómo que «¿sí?»?; sí o no". Personalmente, habría puesto «halloween» en cursiva. El plural de «zombi» es «zombis»: «—Estos resistentes tiburones zombi son». ¿«Eso les gusta a los humanos»? Ná, cuatro tontás de las que ni siquiera estoy seguro —y que pongo precisamente por si un alma caritativa tiene a bien iluminarme—.

Hola, torpeyvago, ¿te valgo yo? Puedes fiarte de mí, que soy el padre del racionalismo. no

Tienes razón en lo de «halloween» y el «¿sí?», porque me tomé la licencia de dejarlos como los viste, el primero sin cursiva y el segundo sin comillas. ¡Y no me arrepiento de nada! Así soy de malvado. 

Con lo de los tiburones no estoy seguro del todo, aunque creo que es correcto: Condes vampiro. Y el «les» conecta con «humanos»; por lo tanto, como bien dices, debería estar en plural. Ahora mismo montaría la frase de esta manera: «Eso a los humanos les gusta». 

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torpeyvago
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Puntos: 1890

Cartesius dijo:

De nuevo, gracias por tomaros el tiempo de leer y comentar. 

torpeyvago dijo:

Texto muy, muy educado. Vamos, con muy buenas maneras. DDT rebeldes, pocos o ninguno. Si acaso, como sugerencia, "—¿Cómo que «¿sí?»?; sí o no". Personalmente, habría puesto «halloween» en cursiva. El plural de «zombi» es «zombis»: «—Estos resistentes tiburones zombi son». ¿«Eso les gusta a los humanos»? Ná, cuatro tontás de las que ni siquiera estoy seguro —y que pongo precisamente por si un alma caritativa tiene a bien iluminarme—.

Hola, torpeyvago, ¿te valgo yo? Puedes fiarte de mí, que soy el padre del racionalismo. no

Tienes razón en lo de «halloween» y el «¿sí?», porque me tomé la licencia de dejarlos como los viste, el primero sin cursiva y el segundo sin comillas. ¡Y no me arrepiento de nada! Así soy de malvado. 

Con lo de los tiburones no estoy seguro del todo, aunque creo que es correcto: Condes vampiro. Y el «les» conecta con «humanos»; por lo tanto, como bien dices, debería estar en plural. Ahora mismo montaría la frase de esta manera: «Eso a los humanos les gusta». 

Fíome, fíome,

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En un lugar de La Mancha de cuyo nombre me acuerdo perfectamente...

https://historiasmalditas.wordpress.com/

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Efepe
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Poblador desde: 28/05/2017
Puntos: 320

Bufff...texto arriesgado el tuyo para un concurso de terror...
El relato está cuidado y la idea es muy original, pero yo, que tengo poco sentido del humor, no lo he disfrutado mucho.
Te doy 2 estrellas.

EFePe

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Germinal
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Poblador desde: 08/03/2016
Puntos: 1307

Un relato ejecutado con oficio que no termina de sacudir al lector.

En cuanto a lo formal un fallo al final “eso les gusta a los humanos” y alguna cosilla por ahí, quizás en algún momento un abuso de adjetivos delante de nombres (lo mismo es algo subjetivo).

En cualquier caso, ha sido un relato que he leído del tirón, me parece que tiene un gran ritmo y lo he disfrutado. Quizás lo que más chirría es el papel tangencial de Frank, por ser la figura el concurso. Al margen de que no se centre en el tema del Polidori, y que tanto daría que fuese un relato de hombres lobo, vampiros o realities (eso sí que sería horroroso) el relato me parece muy bien escrito en mi humilde opinión. Quizás por el hecho de tratar el género humorístico ha faltado algo memorable que resulte desternillante.

Puntuación: 3,5

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Invierno
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Poblador desde: 21/09/2010
Puntos: 903

Buen ritmo, tono simpático y arriesgada apuesta total por los toques de humor. Conmigo han funcionado bien unos cuantos, como el estupendo momento “¿puedo saludar?”, pero otros no tanto, como ese gag final de la ventana. El personaje de la protagonista tiene poquito peso, es más un medio para mostrarnos a nosotros el despiporre, pero poco más, y por otro lado la criatura a la que se hace homenaje en esta edición no tiene mucha relevancia, lo cual pesa bastante dentro del contexto del concurso.

★  ★

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Ligeia
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Poblador desde: 03/12/2013
Puntos: 1152

Lectura agradable y sin sobresaltos aunque no sé porqué, lo del concurso lo veo muy típico y el tema pues sí, lo pilla por los pelos.

Dos cosillas nimias, cochero es el conductor de un carruaje o coche de caballos, el conductor de un vehiculo a motor es un chófer... me dije, vaya vampiras más anticuadas jaja y luego va y en lugar del carruaje fúnebre me encuentro con un coche de funeraria jaja y me chirría también cuando Drácula llama mis doncellas al trío, lo cambiaría por, no sé ¿mis damas? o que leñes, vamos a lo clásico ¿mis novias? porque ni como doncellas en el sentido de criadas ni menos aun como el de mujer "que no ha conocido varón" XD las veo jaja

Tres estrellas:

***

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LCS
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Poblador desde: 11/08/2009
Puntos: 6785

Me encanta el mundo de la televisión y de los reality. TRES ESTRELLAS. 

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Lis
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Poblador desde: 07/12/2015
Puntos: 209

Los acercamientos al certamen que usan la ironía suponen una opción válida para mí, pero también arriesgada porque no siempre funcionan todo lo bien que deberían. Creo que el tema de este Polidori es usado mediante poco más que un personaje y la trama es más del tipo Monstruos clásicos o Monstruos de la Universal.

Sin embargo, con independencia de que termine por parecer falto de un fondo concreto e inequívoco, es un relato dinámico de buen despliegue y con ritmo general notable.

¿En qué puedo ayudarte?

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Hedrigall
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Poblador desde: 14/01/2011
Puntos: 1132

Una parodia no ceñida al tema, sino que más bien lo ignora, que tiene como virtud la de leerse en un suspiro. Deja muchísimos hilos sueltos (la primera víctima de buen inicio es la verosimilitud, y no me refiero a la existencia de un reality protagonizado por monstruos clásicos) y el humor está descompensado, constante en la segunda parte, casi inexistente en la primera; ese cambio en el tono me ha desconcertado. Los relatos humorísticos son siempre arriesgados y demuestran valentía. Buena prosa en general, aunque demasiado explicativa por momentos.

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