El último whiskey

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Maurirgs
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El último whiskey.

 

Mmmm… ¡este whiskey de verdad está bueno!; fue un acierto guardarlo para una fecha especial. ¡De verdad es digno de ser la última bebida que alguien vaya a tomar!

Casi que puedo ver el desconcierto de los que se van a enterar mañana. Al fin y al cabo, ¿quién se suicida en el mismo día que el presidente lo invita a la casa blanca para darle la medalla presidencial de la libertad?

Visto de afuera casi que parece una locura… Lo que demuestra que es imposible conocer el universo dentro de cada hombre. Hay tantos mundos dentro del mundo como personas que se despiertan cada mañana. ¡Que ínfimo es el puente que tiende la realidad para que podamos conocer a los otros!

Van a ver las fotos de hoy. Todos nuestros trajes sin una arruga. Con el pelo engominado y perfectamente peinados. Con las corbatas, galones dorados y medallas de los asistentes brillando bajo las luces de las arañas de cristal. Cada uno con nuestras esposas y nuestras mejores sonrisas para las cámaras. Apretando manos, haciendo chistes, celebrando nuestra victoria. Celebrando el águila de la paz, que llevó la libertad sobre las víboras nazis. El águila de la paz, bañada en la sangre de los civiles, mientras ellos ponen los ojos en el sol de la victoria, que les encandila la conciencia.

 

Que curiosa que es la vida... Si vos no hubieras sido profesor de literatura, papá, y si no hubieras tenido la costumbre de leerme ciencia ficción cuando era niño, capaz nunca habría encontrado ese amor por la física. Esa fe ciega, que el mundo está para ser descubierto, que tenemos la posibilidad- ¡y casi que obligación! – de llevar el saber, el conocimiento, hasta sus últimas consecuencias. La ciencia es la que nos lleva a avanzar como especie, a dominar el mundo, a encontrar los secretos últimos. Y a la vez esta convicción, y mi propia ceguera, son las que me traen hoy hasta acá. A que hayan 225000 personas menos en el mundo gracias, en buena parte, a mí. A que hagan meses enteros en que no puedo dormir. A tener la pistola cargada encima del escritorio.

Capaz si vos hubieras sido panadero, o albañil o plomero… quizás yo ahora sería menos reconocido, menos rico; más ignorante y más inconsciente; pero podría cerrar los ojos en la noche y no soñar con niños corriendo mientras se vuelven polvo. Con mujeres aplastadas por los escombros de la ola expansiva. Con caras purulentas que agonizan por días en un hospital improvisado; a sabiendas que no tienen ninguna posibilidad, salvo desear que la muerte les llegue cuanto antes.

            Si todo hubiera sido distinto… pero no fue. Gracias a vos papá, aprendí de Julio Verne, de Mary Shelly, de Wells y de tantos otros ese amor por la ciencia y por el estudio. Esa posibilidad que da el conocimiento de ver lugares lejanos, de viajar en el tiempo,  de lograr cosas más allá de la imaginación.

Y así elegí la física en secundaria, y con ella vinieron las olimpiadas de matemáticas, los clubes de ciencia y de ajedrez y los experimentos con los amigos después de clases. Vinieron también las menciones en los programas estatales, y sin ser del todo consciente ya me estaba abriendo las puertas a las mejores universidades.

Después de los reconocimientos que se fueron acumulando, llegaron las propuestas de becas y con ellas, Berkeley. Todavía me acuerdo del primer día que pisé el campus. El orgullo de sentirme rodeado de los principales cerebros del mundo, y con la única intención de aprender de ellos y de estudiarlos, para confirmarlos o contradecirlos, según dictara la realidad contra la hipótesis, según dijeran los experimentos contra las técnicas obsoletas.

Apareció el profesor Oppenheimer con sus clases de Física Teórica. Me acuerdo que lo primero que pensé al verlo en la clase fue “¡que imbécil tan pedante!”. ¡Y lo es!, pero con razón. Siendo uno de los 5 hombres en el mundo que mejor comprende el Universo y las leyes que lo rigen ¿cómo no serlo?

Después todo fue una vorágine de velocidad. Sus clases, los meses sin dormir haciendo el trabajo final –aprobado con B (siendo la nota más alta que el llegara a poner en la historia de su cátedra) – el té luego del fin de curso, la propuesta de convertirme en su asistente de cátedra, comenzar a trabajar juntos… Años que se fueron en lo que bien pudieron ser algunos días.

Así pasaron mis tesis y mis PHDs sobre física teórica y física matemática que me dejaron poder ponerme al frente de la misma cátedra en la que unos años antes había comenzado mi carrera docente en la Universidad. 

En fin… ¿Quién hubiera dicho que cada una de esas acciones me llevarían a donde estoy hoy? ¿De qué sirve el saber cómo se mueve el universo, si seguimos siendo humanos, y tenemos que lidiar a cada minuto con nuestra consciencia? ¿Cómo se puede intentar descifrar los misterios que se esconden en las galaxias, que no es otra forma de decir “entre los átomos”, si no podemos dejar de maldecir nuestros propios descubrimientos, nuestros propios hallazgos?

 

            Me acuerdo aquella tarde cuando Oppenheimer vino a la Universidad, acompañado del General Groves para informarme que le habían pedido que participara de un proyecto científico clasificado. “Todo lo que diremos a continuación tiene carácter de Secreto de Estado, es Top Secret” me acuerdo me dijo antes de contarme. ”El gobierno está formando un grupo de científicos para el desarrollo de una bomba nuclear”. Me dijo que le habían pedido encargarse de la coordinación científica del proyecto donde no se contaría con ninguna restricción presupuestal. “Es una oportunidad única para que podamos ahondar lo máximo posible en algunas de las teorías que recién se han planteado en el universo académico”. No faltó mucho más para convencerme.

 

Me citaron después al centro militar de de los Alamos y ahí empezamos a trabajar con el resto del grupo. Eramos un grupo pequeño – pero sabía que habían otros grupos por el resto del país haciendo investigaciones complementarias, a la misma vez, pero todos bajo la coordinación de Oppenheimer. Nos dieron un compendio de documentos, teorías, experimentos y tesis, y nos dijeron que debíamos comenzar a trabajar de inmediato con la mayor urgencia.

El lugar era maravilloso para trabajar, cada uno tenía su estudio, con una sala grupal donde teníamos las reuniones. Las computadoras eran de última generación pudiendo desarrollar formulas y simulaciones en tiempos sorprendentes. Las oficinas estaban rodeadas de áreas verdes hasta donde llegaba la vista. No había nadie en los alrededores por lo que la concentración, el secretismo y la seguridad eran extremas.

Así comenzamos a trabajar. Jornadas que parecían eternas, con pocas horas de sueño y demasiadas horas de lectura, de fórmulas, de elaboración de modelos que fallaban y que había que volver a elaborar. Frustración tras frustración, discusión tras discusión. Los primeros meses parecía que no avanzábamos hacia ningún lado. Pero al cabo de tres meses, el grupo empezó a tomar otra dinámica y parecía que aunque fuera de manera frágil y lenta estábamos acercándonos por la vía de pequeños aciertos hacia algún sitio. Era como el hecho de subir una escalera en la oscuridad, sin siquiera saber cuántos escalones hay que trepar hasta el final. Cada tanto uno resbalaba y caía teniendo que retomar la ascensión desde varios escalones debajo; pero el hecho de estar trabajando con la élite científica era un elemento de motivación constante.

Pero todo se dificultó al llegar a “al muro”. Me acuerdo que fue Feynman quien lo llamó así por primera vez. Hacía más de 1 año que estábamos trabajando juntos y habíamos avanzado mucho. Podíamos sentir ya a esa altura que nuestro objetivo estaba muy cerca, pero aún teníamos una parte de la ecuación que nos era imposible resolver.

Para ese entonces nos era claro que estábamos desarrollando la bomba con mayor capacidad de destrucción que se había visto hasta entonces en la tierra. ¿Cómo hacer para poder sintetizarlo en un aparato balístico que pudiera darnos una ventaja clara sobre los nazis para poder poner fin a la guerra?

Estuvimos trabajando en esto cerca de un mes entero. Ya era junio y no encontrábamos la solución para este problema. Yo había dejado casi de dormir. Me había obsesionado con encontrar la solución y me estaba frustrando. Así que como válvula de escape volví, como hacía habitualmente, sobre unos de los clásicos que me habían llevado a amar la ciencia.

Volver a leer Frankestein siempre me produce los mismos escalofríos, la misma angustia, la misma adrenalina; pero sobre todo admiración. Esa admiración por quien está entregado en cuerpo y alma a la ciencia y al conocimiento. Y eso obraba siempre en mí como un motivador, como un ejemplo al cual imitar, sabiendo que no existen los monstruos, sino que en el mundo real solamente quedará el placer de la superación científica.

Releer Frankestein rejuveneció mi entusiasmo y energía sobre la propia investigación. ¡Ojalá pudiera ahora volver atrás! Que equivocado estaba sobre la existencia de los monstruos! Estos no solo existen, sino que además están escondidos bajo piel de humano.

Fue así que una noche, volviendo sobre los apuntes, a medio camino entre el estudio, el sueño y la fantasía, se me ocurrió la idea de que por medio de explosivos convencionales podíamos dispararle Uranio Enriquecido al Uranio 235. Esta idea sería la llave para que se pudiera abrir la cerradura que nos permitiera llegar a nuestro destino. ¡Ojala nunca la hubiera tenido!

 

Luego de eso perdimos el control. Todo pasó a quedar en la órbita y decisiones de los militares; y todo nuestro trabajo fue utilizado según las medidas y conveniencias que a ellos les parecieran pertinentes.

Algunas semanas después de aquella noche de desvelo revelador se estaba aprobando el proyecto Trinity; el cual sería ejecutado una semana después. La prueba de ese 16 de julio fue un éxito, se dio incluso mejor que lo esperado. ¡Fue sorprendente ver esa columna de humo. No solo por el paso que estábamos dando para ganar la guerra, sino que también para el futuro de la física!

Pero poco nos duró la alegría. Así como le pasó al Dr. Frankestein, nos dimos cuenta de lo que habíamos hecho sólo después de que lo habíamos creado. Me enteré al poco tiempo que el Dr. Franck y otros estaban haciendo un informe para evitar la utilización de la bomba en objetivo militar alguno, y por supuesto adherí a la iniciativa. Pero ya era tarde. Todo intento para detener lo que habíamos logrado era inútil.

 

Apenas y tengo recuerdo de los días cuando vi la imagen de las bombas caer sobre Nagasaki e Hiroshima. A veces creo que las imágenes salen de un sueño que tuve despierto en alguna de las tantas noches que pasé sin dormir. Parecen ajenas a la realidad, como inventadas por mí; salidas de mi peor pesadilla.

¡Todavía no puedo creer que estos cerdos tomaron esas bombas y fueran capaces de lanzarlas sobre civiles! ¿Cómo pueden dormir ellos en la noche? Yo no puedo hacerlo desde entonces. ¿Cómo pueden seguir respirando, sonriendo, comiendo? ¿Cómo hacen para seguir viviendo, a sabiendas de los miles y miles de mujeres, hombres y niños que ya no están porque ellos tomaron esa decisión?

Yo ya no puedo hacer esas cosas como antes. Ni sonreír, ni comer, ni vivir ¿Cómo podría hacerlo, cuando yo también soy tan responsable por esa monstruosidad? ¡Por haber logrado esa maldita formula de muerte y sufrimiento!

Como el Dr. Frankenstein, tampoco yo pude ver el sufrimiento que estaba saliendo desde mis manos. ¡Como poder pensar que estos monstruos tirarían esas bombas sobre ciudades! Y a la vez, yo soy también parte del mismo monstruo. Dando todo de mí para esa muerte. Así como uno de los brazos atados al resto del cuerpo amarillento y venoso del engendro de Mary Shelly, así también yo soy parte de este monstruo que carga sobre su espalda con la vida de miles de muertos.

Pero a diferencia del Dr. Frankestein, que con la carga del dolor y la culpa buscaba su redención en la caza del monstruo; yo no tengo a quien cazar. Mi creación es un monstruo, en manos de otros monstruos que no conocen la culpa. Yo no puedo cazarlos. No tengo redención posible. No importa si me llaman mil veces para convencerme del alto favor que le hice a la patria, ni si hacen desfiles o se me realizan los más altos reconocimientos académicos.

¿De qué sirve todo eso cuando uno está solo en la oscuridad de su habitación? Cuando debes conciliar el sueño y solo puedes ver, como conclusión de todos tus años de estudio, la muerte de personas que nunca tuvieron siquiera idea de tu existencia en el otro lado del planeta. ¿Que podría saber una maestra, un mecánico o un pescador japonés que yo, mientras crecía estudiaba y vivía, engendraba en mi mente la fórmula para terminar con sus vidas en un segundo? ¿Cómo poder alcanzar algo de paz, cuando eres parte de esa muerte que los ha ido a buscar?

Yo no tengo otra alternativa. Yo no puedo ir a cazar al monstruo que creé. Ayudé a abrir las puertas de la ciencia, y ellas nunca se vuelven a cerrar. Con lo que hice, no dos o tres bombas aparecerán. Estas se van a multiplicar, y con ellas las amenazas,  y con estas más  muerte. ¡A cuantos habré ayudado a asesinar en el futuro!

 Lo único que me queda es poder matar la parte del monstruo sobre la que sí tengo control. Ese pedazo de Dr. Frankestein en mí, que también pecó de la ingenuidad de no poder ver el mal que estaba creando, y que se volvió a sí mismo el monstruo que no pudo ver.

 

¡De verdad que este whiskey es merecedor de ser mi último trago!

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Lis
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Poblador desde: 07/12/2015
Puntos: 209

Relato admitido a concurso.

¿En qué puedo ayudarte?

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luciasinmas
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Poblador desde: 05/04/2018
Puntos: 88

Aunque intento seguir más o menos el orden de publicación para seguir las lecturas, me lancé a tu relato por el título, que me pareció atractivo (y no digo más sobre eso, para no crearme mala fama por aquí).

En cuanto a la historia... me resulta algo confusa, farragosa incluso en algunos puntos. Y no es en absoluto una acusación, pues tampoco sería un delito ni una falta grave, pero me deja la impresión de que el problema principal es que has metido a Frankenstein con calzador y lo has nombrado cada vez que has podido, sin más intención que la de cumplir con la condición para el certamen, pero sin intentar darle un mínimo sentido a tal aportación.

El resto de la historia, o la historia en sí, un poco más trabajada (imagino que las prisas han podido jugar en tu contra), podría dar mejor resultado en alguna convocatoria más adecuada al tema central, pero aquí (para mí), no funciona.

Le doy 2 estrellas.

Levántate y anda.

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Germinal
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Poblador desde: 08/03/2016
Puntos: 1307

Un relato sobre la culpabilidad con menciones a la obra de Shelley.

Bastantes errores, la mayoría subsanables con solo pasarlos por un Word. Da la sensación de que falta bastante trabajo. Hay diversas expresiones que se me hacen extrañas, totalmente subjetivo, entiendo que es debido al origen del autor.

En cuanto al relato en sí, no veo relación con la figura del certamen más allá de constantes comparaciones con el doctor, ¿quizás el sentimiento de culpabilidad?

Todo ello hace que no sea excesivamente generoso con mi valoración.

Puntuación: 1 whiskey

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Angelito
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Poblador desde: 25/12/2013
Puntos: 263

En el texto se hace notar la afluencia rioplatense en las expresiones y las construcciones, lo que, por supuesto, enriquece la experiencia lectora, más allá de los errores (ejemplo: falta de tilde enfático en los “que” exclamativos, entre otras cosas, falta de coma tras los puntos suspensivos del “Mmm” inicial) o más allá de alguna conjugación más propia del ámbito coloquial como “... semanas después de aquella noche de desvelo revelador se estaba aprobando el proyecto Trinity”.  De hecho se intercalan este tipo de construcciones con otras ya de corte más clásico a lo largo de este relato en donde, con redundantes aires de elegía, se delinea un personaje  que mastica y digiere toda la reflexión que integra la trama.

Por otro lado y a raíz de ello, me pregunto si se aborda alguno de los distintos temas de fondo que trata Mary Shelley en Frankenstein o el moderno Prometeo. Sí, desde el flanco más abstracto. La mirada, que no la historia, es de las más osadas y profundas de este Polidori (ojo spoilers): la bomba atómica es el “monstruo” que se vuelve contra la humanidad (cosa muy seria y jodida de verdad). El inventor que narra a fuerza de lamentos se desmorona por la culpa. A su vez, los monstruos son también  los que utilizan el arma.

En fin, la ejecución es la que merma casi todo su potencial.

3 estrellas

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Curro
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Poblador desde: 24/09/2015
Puntos: 1048

Me toca bastante la fibra sensible el tema de los bombardeos de los EEUU sobre Hiroshima y Nagasaki y creo que esto ha contribuido a que el relato me llame la atención y me sobrecoja. La verdad es que detecté algún error gramatical hacia el principio, pero luego ya no porque me concentré mucho en la lectura

Destaca la sensación de veracidad que me trasmite, como si estuviera leyendo un texto documental y creo que la intensidad del mensaje atenúa un estilo quizás poco pulido.

Hay grandes frases, como por ejemplo…:

Apareció el profesor Oppenheimer con sus clases de Física Teórica. Me acuerdo que lo primero que pensé al verlo en la clase fue “¡que imbécil tan pedante!”. ¡Y lo es!, pero con razón.

Esta parte del texto me terminó de enganchar. Me encanta.

En cuanto a la temática y el certamen… Es evidente que se emplea una metáfora para relacionar el relato con la temática, pero me parece que no es del todo acertada. Cierto: el monstruo de Frankestein y la bomba atómica son dos ejemplos de aplicación científica para fines que terminan siendo destructivos, pero el monstruo fue creado con buenos fines, Víctor no quería ni intuía que pudiera descontrolarse, mientras que la bomba atómica, como tú mismo aclaras, fue un “invento” solicitado por militares y de alto secreto. Y bueno, nada que un militar pide y es secreto de estado termina teniendo fines humanitarios… Quiero decir, sabía que estaban creando un monstruo, quizás no midieron su poder, pero era un monstruo al fin y al cabo.

En definitiva y por todo lo comentado, creo que merece tres estrellas atómicas.

Gracias por compartirlo.

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Tony Kanapes
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Poblador desde: 08/12/2015
Puntos: 173

Un relato entretenido, de ritmo continuo que, creo, necesita reescrituras en muchas frases que suenan redundantes.

Da la impresión que las referencias a Frankenstein han sido metidas con calzador, aunque el concepto de creador vs creación podría englobarlo en el certamen y es algo corregible en reescrituras.

Tres estrellas.

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Invierno
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Poblador desde: 21/09/2010
Puntos: 903

En cuanto a forma, al relato le falta un último pulido. En cuanto a fondo, es un relato con temas potentes, bastante interesante, pero relacionado de forma algo difusa con la novela que se homenajea. Creo que hasta el propio autor es consciente de esto, ya que se hace mucho hincapié en querer señalar dicha correspondencia. Luego, hay algo que me escama: el protagonista ya conoce la obra de Mary Shelley, y mientras está trabajando en la bomba recurre a ella para motivarse. No lo entiendo. Como bien se menciona después, toda la novela de Frankenstein es un lamento por la irresponsabilidad del doctor, que se entrega a esa carrera demencial por ver hasta dónde pueden llegar sus hallazgos sin tener en cuenta las consecuencias. No veo cómo esto puede espolear al científico a que continúe en esa actitud irresponsable, no sé si me explico. Quizás tendría más sentido que el científico hubiese descubierto la novela después, cuando ya estaba todo el trabajo hecho, y que hubiera reflexionado entonces gracias a ella.

★  ★

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LCS
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Poblador desde: 11/08/2009
Puntos: 6785

Muy buenas compañero. 

Tu relato me ha recordado a uno a una novela que me gusta mucho: En busca de Klingsor del mexicano Jorge Volpi. Quién tenga curiosidad en el tema, explica muy bien tanto el nacimiento de la física cuantíca como la carrera entre alemanes y estadounidenses por crear la bomba atómica. 

Tengo que reconocer que más que un relato, me ha parecido una reflexión -muy intersante, por cierto- pero en la que el nombre de Frankenstein me parece que ha sido introducido para poder participar en el certamen. 

Cuando acabé de leer todos los relatos, ya te puntuaré. Mucha suerte. 

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torpeyvago
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Poblador desde: 29/02/2016
Puntos: 1890

Sangre y sesos para el desayuno

El texto, más que unos DDT rebeldes, parece tener un concierto de doce pianos a cuatro manos. Parece que las prisas nos vencieron —no nos quejemos tampoco demasiado, que el que más y el que menos ha presentado uno a las 23:59, si lo sabré yo, que creo tener ese récord en varias Calabazas—. Tan solo voy a comentar lo más llamativo: sangrías heterogéneas en las primeras líneas de los párrafos; uso de guion largo o del guion en lugar de la raya para paréntesis, con espacios entre el contenido y los signos o sin espacio con el resto del texto; empleo de números en lugar de texto cuando éstos son de hasta dos palabras o tres con conjunción, incluso habría puesto «más de doscientos mil» para 225000, y en todo caso, con un separador de miles; ¿podría sugerir el empleo de comillas angulares?; alguna frase incompleta o incongruente, como si se hubiese corregido o se hubiese comenzado de una manera y terminado de otra, como: «Eramos un grupo pequeño...». En fin, parece que sí que le falta el último hervor, y es una lástima, porque me gusta.

Lo mejor: creo que el tema que toca. La forma también, aunque hay ratos en que puede resultar un lastre para la propia narración, esa especie de diario o de nota tipo «Sr. Juez». Por supuesto, todos los datos históricos y ese orden cronológico que sigue la historia. Y la original forma de abordar el tema de la convocatoria, con la creación de ese monstruo, con el robo a los «dioses» de esos fuegos nucleares

Lo peor: sin redundar en los comentarios sobre la ortotipografía, precisamente la forma de abordar la convocatoria. Sí, es original, pero creo que excesivamente traída por los pelos.

La verdad es que me ha gustado leer este relato, he pasado un buen —mal, que es de lo que se trata— rato, por lo que le agradezco al autor el haberlo escrito. Vayan para él 2 castillos bajomedievales o renacentistas para instalar su laboratorio.

PS.—Tras leer otros comentarios, no puedo sino estar de acuerdo. El nombrar el primer empleo —y saber quién lo hizo y en qué circunstancias— es obligación de la Historia para no repetirse. Por otro lado, me parece muy estudiado el número de víctimas mortales que da el autor —ya sabéis que lo mío es contar, medir...—. En la época del relato, este dato era un secreto, excepto para una élite política, militar y científica en la que el prota parece estar incluido, pero luego se hizo pública esa cifra para los primeros meses tras las explosiones. La cifra definitiva, con matices, claro, tras diez años era cercana a 500.000, más o menos el doble que la inicial debido a las consecuencias a largo plazo de la radiación, aunque el número de afectados, según fuentes, oscila entre 2.500.000 y 5.000.000.

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En un lugar de La Mancha de cuyo nombre me acuerdo perfectamente...

https://historiasmalditas.wordpress.com/

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Dr. Ziyo
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Poblador desde: 30/01/2016
Puntos: 2776

El relato es interesante y se lee con fluidez y, como he leído por ahí y comparto la idea, parece más una reflexión que otra cosa, algo que no lo comento como aspecto negativo, sino como curiosidad.

Si no me equivoco, y creo que no, Casa Blanca se escribe con mayúsculas ya que es el nombre propio de un edificio, así como Moncloa o el Kremlin, por poner un par de ejemplos.

Respecto al tema de la convocatoria, también yo creo que está muy forzado, pero repito que la idea me parece interesante y también el estilo al contarla.

3,25 estrellas.

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Ligeia
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Poblador desde: 03/12/2013
Puntos: 1152

Las faltas ortotipográficas ya comentadas le restan un poco. Amí también me fascina todo el tema del proyecto Manhattan y la propia figura de Oppenheimer, así que bien. Pero, en efecto, la manera de ligarlo al mito también la veo un poco impostada. Tres estrellas:

Tres estrellas:

***

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LCS
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Poblador desde: 11/08/2009
Puntos: 6785

Como ya he dicho, creo que toca el mito de forma casi tangencial. Lo siento, DOS ESTRELLAS. 

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Efepe
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Poblador desde: 28/05/2017
Puntos: 320

El relato es entretenido, aunque las formas atascan un poco la lectura(demasiados ques para mi gusto).

Te dejo 2 estrellas

EFePe

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Lis
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Poblador desde: 07/12/2015
Puntos: 209

La búsqueda de paralelismos entre Frankenstein y un supuesto miembro del Proyecto Manhattan parte con una debilidad importante: la criatura de Víctor, a diferencia de la bomba atómica, tenía voluntad propia. Si bien es cierto que ambos protagonistas comienzan a darse cuenta de lo que han hecho cuando terminan el trabajo, en la novela de Shelley las cosas se desatan porque el doctor no conoce todas las implicaciones de la consciencia de su creación y aquí, por el contrario, toda la responsabilidad (en caso de que se quiera buscar responsabilidades) debería caer en los que la usan y no en los creadores. El cuidado estético necesita mucho más rigor para que el relato me deje huella.

¿En qué puedo ayudarte?

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Hedrigall
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Poblador desde: 14/01/2011
Puntos: 1132

Me ha gustado la forma de relacionar el proyecto Manhattan con el trabajo de Frankenstein, señalando el único punto en común: una creación monstruosa. Por desgracia la analogía me parece algo insuficiente para identificarla con el tema. Las partes más agradecidas de Frankenstein, a mi parecer, son las protagonizadas por la criatura, un ser vivo, sentiente y de soledad perpetua. Se convierte en monstruo porque todos así lo tratan. Dejando a un lado otros temas como la creación de vida, la soledad y la venganza. No se alcanza ninguno de ellos en el relato, quedando reducida la criatura de Frankenstein a la consideración de un monstruo sangriento, de un arma. La narración está bien escrita y es fluida, y no deja de evocar lo que muchos de los científicos participantes en ese proyecto sintieron tras comprobar el uso dado a sus avances.

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