La última visita

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Esco
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Poblador desde: 05/09/2021
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No podía quejarme, la gente me apreciaba y me sentía respetado y admirado por mis amistades, a los que gustaba mi manera de expresarme, mi forma de ser. Pero, ¿cómo me sentía yo en realidad? Cobarde, muy cobarde, pues tenía un secreto muy bien guardado que me hacía poco merecedor de tanto reconocimiento.

Mi problema se llamaba espectrofobia. Pero no. Esta palabra no suena tan dramática como su significado en lenguaje coloquial, pues no se trataba de una fobia cualquiera.  ¡Tenía miedo a los fantasmas! No era miedo a las películas o a los relatos fantásticos, que incluso me gustaban. Era miedo de verdad a los fantasmas, un miedo que me acompañó desde muy pequeño y que persistió cuando crecí y me hice adulto.

Este temor se materializaba principalmente en la oscuridad y sobre todo al ir a dormir.  Siempre en soledad, pues bastaba la simple compañía de alguien para que desapareciera todo pavor. Si por motivos de trabajo tenía que viajar solo, lo pasaba francamente mal en los hoteles a la hora de retirarme a la habitación. Dormía con una luz encendida y nunca me acostaba sin dar buena cuenta de varias botellitas de licor del pequeño mueble bar, pues siempre me resultaba más fácil acostarme si estaba un poco ebrio. Aun así, no podía dejar de mirar en la penumbra las sombras, a ver si vislumbraba alguna figura vaporosa, o imaginar que de debajo de la cama salía una mano fantasmal que me cogía la pierna. Lo pensaba con tanto realismo que a veces esperaba sentirlo de un momento a otro. Se me erizaba el vello de todo el cuerpo y sentía escalofríos.

Cuando murieron mis padres en un accidente de tráfico sentí que me hacía muy mayor de golpe, más adulto de lo que ya era, pues no tenía a nadie más por encima de mí. Sin embargo, el miedo a los fantasmas persistía. Me decía con frecuencia a mí mismo que tenía que superar esa fobia, pero no sabía cómo hacerlo. Pensé en decírselo a mi mujer, pero me moría de vergüenza cada vez que lo intentaba. Esa maldita educación machista que llevamos dentro me impedía dar el paso. La sensatez con la que reflexionaba sobre lo absurdo de mis temores no era suficiente para vencer un pánico que por definición era irracional.  Me decía a mí mismo que ver un fantasma sería fantástico, pues resolvería la eterna duda de la vida después de la muerte, pero aun así el miedo seguía ahí, aferrado a mi interior, inamovible e imperturbable a todos mis razonamientos.

Al año del accidente, puse en venta la casa de mis padres. El día que tenía que entregar las llaves a la inmobiliaria, decidí hacer la última visita a la vivienda; era todavía de día así que no pasaba nada si iba solo.  Hasta entonces fui siempre acompañado de alguien: mi mujer, la señora de la limpieza, el administrador de la vivienda…

Intenté de nuevo en vano encontrar el anillo preferido de mamá. Poco antes del accidente dejó de llevarlo porque le hacía daño en el anular. Mira que lo habíamos buscado por toda la casa, porque más de una vez había comentado que quería ser enterrada con él cuando falleciera, pero no hubo manera, lo tenía muy bien guardado. Decepcionado me dirigí al recibidor para marcharme, casi era de noche y no quería estar allí solo por más tiempo. Pero entonces, justo con la mano en el pomo de la puerta, me armé de valor y me dije ¡ahora o nunca! Sin darme oportunidad de pensar para no arrepentirme, llamé a mi mujer para decirle que me quedaría a dormir en casa de mis padres, pues era una forma de despedirme de la casa de mi infancia. Ella, conmovida por mi gesto y desconocedora de mis temores, me deseó muy buenas noches y me dio un sonoro beso por teléfono que yo correspondí.

Aquella parecía una situación de vida o muerte para mí, pues notaba como el miedo se iba despertando y me poseía, pero dispuesto a no desfallecer en mi intento, cogí del armario un pijama de mi padre que me puse tras desvestirme con rapidez. Apagué incluso la luz después de acostarme en la habitación de mis padres, quedándose todo a oscuras. Tenía que vencer aquel absurdo temor, tenía que vencerlo de una vez por todas y sentirme digno de mismo. Para ahuyentar la cobardía me dije que soñaría con mamá y que me diría donde estaba guardado el anillo. Repetí mentalmente esta idea como un mantra hasta que me quedé dormido, pero me desperté a las pocas horas, al sentir que algo sujetaba mi pierna.

Asustado encendí la luz y allí estaban, sentados al borde de la cama. Papá tocándome cariñosamente una pierna con la mano y mamá sonriéndome. Pero estaban horribles, verdosos a causa de la descomposición. Les dije que esas no eran maneras de presentarse y se disculparon. De golpe su aspecto mejoró, dándoles una apariencia muy saludable. Mamá se acercó a mí, quitándose el anillo del dedo y diciéndome “aquí lo tienes, no lo busques más”, mientras lo dejaba justo en el borde interior izquierdo de su mesita de noche. “No lo dejes ahí que se puede caer”, le dije, pero me contestó que ese había sido siempre su sitio.

Entonces caí en la cuenta de que aquello no era normal, pues no sentía nada de miedo. “Claro, estoy soñando”, me dije y me desperté, pero está vez de verdad. Encendí la luz, todo estaba en calma y en silencio. Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo al pensar en el sueño. Recordé el comentario de mamá sobre el anillo y giré la cabeza para mirar, esperanzado, la mesita de noche, pero no, encima de la mesita sólo había la pequeña lámpara de lectura. Me quedé reflexionando unos momentos, abrí el primer cajón y miré en la esquina interior izquierda. Allí estaban plegados un par de pañuelos de tela que mamá dejó de usar cuando se acostumbró a los de papel. Ya los había visto antes. ¿Y sí? Los cogí y efectivamente, entre los pliegues de uno de ellos estaba el dichoso anillo. Me lo puse en un dedo y aún lo llevo, no me separaré de él hasta que llegue mi hora. Por fin superé ese absurdo temor. Mi voz racional interior me decía que era posible que lo que pasó en casa de mis padres no tuviera nada de sorprendente, que igual simplemente recordé algo que había visto de manera fugaz y que mi mente había enterrado en mi subconsciente, hasta aquel sueño. Pero la verdad es que me daba igual, lo importante es que desde ese día ya no los temí, desde entonces ¡no tengo miedo a los fantasmas! Y más importante aún, tampoco tengo miedo a la muerte. Ahora tengo la convicción de que en realidad la muerte no existe.

***

La enfermera abre la puerta, enciende la luz y se queda unos momentos observando a la chica, que está ya despierta.

—Buenos días Laura. ¡Caramba, que madrugadora! Con lo dormilona que eres tú —sonríe—. ¿Cómo te encuentras esta mañana?

—Buenos días Carmen, Estoy bien, gracias. ¿Se sabe ya el resultado de las últimas pruebas? —dice la chica incorporándose un poco en la cama.

—Dentro de un ratito pasará la doctora y te lo explicará.  Tranquila, seguro que ha salido todo bien. Si no fuera por tu asma seguramente no te hubiera afectado tanto. Eres una chica fuerte y te recuperaras muy pronto; ya sabes, parece que a este virus no le gusta demasiado la gente joven. Por cierto —se acerca a la cama—, en la habitación seiscientos tres había este sobre para ti.

La chica lo coge intrigada. En la parte delantera pone Para Laura con una letra muy pulcra. Se entretiene en abrirlo con cuidado, mientras la enfermera se acerca a la ventana para descorrer las cortinas.  Palpando el sobre nota que en el interior hay algo metálico; le da la vuelta y un objeto circular, de color dorado, cae encima de las sábanas.

—¡Es el anillo! El señor de la seiscientos tres es encantador, muy culto y educado —dice la chica probándoselo en el anular de la mano izquierda—. Y cuenta unas historias muy curiosas.

Gira la cabeza para dirigirse a la enfermera que aún le da la espalda, peleándose con una de las cortinas que se resiste a ser descorrida.

—Por eso estoy despierta, ha estado de visita aquí hace un momento. Me ha dicho que ya se marchaba, pero que no podía irse sin despedirse de mí y me ha explicado la historia de este anillo. Deberías haberlo oído, parecía un cuento. —sonríe, mientras levanta un poco el brazo y mira cómo luce el anillo en su mano— ¡Que amable! Ahora lo entiendo, es su forma de decirme que todo saldrá bien.

—¡Ay! Laura, no lo creo —dice la enfermera, terminando de descorrer la dichosa cortina y dándose la vuelta para mirarla—, sería otro día. Seguramente estás un poco desorientada por la medicación. Ayer noche el señor de la seiscientos tres falle… —se interrumpe al ver la expresión de felicidad de la chica, embelesada mirando el anillo.

—Es un anillo quita miedos, ¿sabes? … Perdona, ¿qué me decías?

—Nada importante cariño — dice la enfermera acercándose a la cama para alisar los pliegues de las sábanas, guiñándole un ojo—. Tengo que seguir con mi ronda. Ya me contarás lo del anillo más tarde.

 

 

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Patapalo
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Poblador desde: 25/01/2009
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Relato admitido a concurso.

Parte de la sabiduría consiste en saber ignorar algunas cosas.

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Puntos: 208859

Muy original la idea del hombre que tiene miedo a los fantasmas. Tanto esto como la escena final, la interacción con la joven ingresada, que aun siendo algo clásico cierra muy bien la historia, me han parecido los dos puntos fuertes del relato. Dos buenas ideas, sobre todo dentro del marco del concurso. Además, la escritura es muy limpia y fluida. Han bailado algunas comas y tildes, pero poca cosa.

No obstante, me he quedado con la sensación de que había poca tensión. El narrador de la primera parte es un hombre quizás demasiado pausado para contarnos una historia de fantasmas. Cuando llega el momento clave, este pasa sin levantar olas, tranquilo. El cierre, que hubiera podido tener más gancho, me ha resultado demasiado familiar para contar con la sorpresa.

Así, he disfrutado con la lectura, me ha resultado entretenido, pero me hubiera gustado un poco más de intensidad. Muchas gracias por compartirlo, en cualquier caso.

Parte de la sabiduría consiste en saber ignorar algunas cosas.

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Esco
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Poblador desde: 05/09/2021
Puntos: 12

Gracias por los comentarios! La verdad es que me propuse adrede un tono pausado para darle el máximo de verosimilitud al relato, a pesar de ser un relato de fantasmas, pero seguramente me he excedido. Tomo nota!

 

 

 

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Esco
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Poblador desde: 05/09/2021
Puntos: 12

Gracias por los comentarios! La verdad es que me propuse adrede un tono pausado para darle el máximo de verosimilitud al relato, a pesar de ser un relato de fantasmas, pero seguramente me he excedido. Tomo nota!

 

 

 

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Tony Kanapes
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Poblador desde: 08/12/2015
Puntos: 173

Un relato muy entretenido y que es capaz de asentar lo sobrenatural en nuestro mundo. Me gusta el tono pausado, que los hechos ocurran con cierta lógica, pero todo el asunto fantasmal - sobre el que nos han prevenido gracias al miedo del protagonista - se resuelve con tanta rapidez que no deja tanto poso como debería.

Gracias por compartir. 3 estrellas.

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Lord_Ruthven
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Poblador desde: 28/06/2013
Puntos: 929

Un título bien traído y una historia original. El tema de la espectrofobia sin duda me ha sorprendido y es un giro importante respecto del primer párrafo, el cual por otro lado aporta poco a la historia. Me ha resultado no demasiado verosímil el hecho de que le de miedo dormir solo en la casa de sus padres. Ha crecido allí, sabe que no hay fantasmas habitando la casa… cierto que una fobia es una fobia. La parte de la “aparición” de los fantasmas de los padres aporta un contrapunto humorístico que sería interesante para descargar la tensión acumulada en el relato. El pero que le veo es que precisamente el relato carece de dicha tensión. Es entretenido, fácil y agradable de leer, pero no tiene la tensión propia del terror, ni tampoco estamos ante un relato cómico... Para mi gusto queda un poco entre dos aguas, resulta algo plano. Por desgracia el final no me ha convencido. Veo la ironía de que el otrora “espectrofobo” sea ahora un fantasma el mismo pero me ha parecido una escena muy manida. 2,5  estrellas.

 

(Criterio: ***** Me encanta.  ****Me gustaría verlo en la antología.  ***Un buen relato.  **No está mal.  *Al menos es un relato, que siempre tiene mérito)

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El violinista
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Poblador desde: 18/11/2014
Puntos: 41

Me gusta mucho la ternura que impregna este relato. Creo que es su gran baza. Toda la historia está bañada en un aire melancólico que hace que el relato se lea con una sonrisa tranquila en la boca. Sin embargo, la sensación es que se queda a medio gas. Los acontecimientos y las decisiones del protagonista se dan de forma muy directa y sin estridencias, con lo que el efecto que deja es de lectura muy plano y no deja poso. Quizá era complicado introducir elementos de tensión en un texto tan suave, pero se echa en falta algún recurso que le hiciera ganar en intensidad.
2,5 estrellas.

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jane eyre
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Poblador desde: 02/03/2009
Puntos: 10051

El título me ha gustado porque aúna esas dos últimas visitas (a la casa y a la enferma) hilando así las dos partes narrativas y en el final me ha sorprendido (para bien) que el autor se haya resistido a dar la mala noticia, como que lo deja en el aire pero solo para el personaje porque el lector ya tiene la información. Pero el relato está lleno de contradicciones y eso hace que la personalidad del protagonista aparezca errática y poco creíble. Creo que lo que más me ha pesado es que al llegar a la última parte, lo primero que he pensado es que el relato no me había sonado a historia contada.

Esta frase no tiene sentido “Mi problema se llamaba espectrofobia. Pero no. Esta palabra no suena tan dramática como su significado en lenguaje coloquial, pues no se trataba de una fobia cualquiera.  ¡Tenía miedo a los fantasmas!” ¿Qué otro significado coloquial tiene la palabra que no sea miedo a los fantasmas?

Me quedo con la sensación de que era una historia más corta y se ha “adornado” para subir la extensión.

Gracias por compartir y suerte.

 

*La colleja es para un motivo que no has usado. “ El día que tenía que entregar las llaves a la inmobiliaria, decidí hacer la última visita a la vivienda […] Intenté de nuevo en vano encontrar el anillo preferido de mamá.” Si el anillo acaba siendo un objeto imprescindible en la trama, no entiendo que no se use como motivo principal de la visita, porque hubiera quedado mucho más coherente.

 

 

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Invierno
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Poblador desde: 21/09/2010
Puntos: 903

Relato agradable,  fácil de leer, que al mismo tiempo, en el contexto del concurso, rodeado de otras historias más ambiciosas, por decirlo de algún modo, no impresiona demasiado. Pegas como tales no encuentro muchas, más allá de alguna erratilla menor. El relato en sí funciona y creo que consigue lo que se propone, pero en esta “competición” se me queda detrás de otros, en mi opinión, más memorables.

3 estrellas.

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solharis
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Poblador desde: 26/01/2009
Puntos: 21906

(relato 13)

El gran problema de este relato para mi gusto es la ausencia total de tensión. Pienso que hubiera ganado mucho con más dramatismo. El protagonista tiene una fobia pero al mismo tiempo desprende una calma impropia de alguien en esa situación. No basta con que diga que tiene miedo a los fantasmas sino que ese miedo se tiene que notar. Tampoco me convenció ese cambio de persona al final y la aparición de las dos enfermeras para reducir más incluso la tensión.

2'25 puntos

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Germinal
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Poblador desde: 08/03/2016
Puntos: 1307

En primer lugar, apuntar diversos errores de puntuación que lastran siempre el resultado a ojos de este lector.

Comparto los comentarios anteriores sobre la tensión narrativa, pero quizás pondría el foco en la suspensión de la incredulidad en ciertos momentos (algo que puede ser personal), me permito un apunte respecto a la enfermera que recoge el sobre en la habitación del fallecido, a mi juicio podría encontrarlo en la habitación donde están y simplemente advertir a la paciente de que “alguien ha dejado un sobre a tu nombre”.

Felicidades y gracias por compartirlo

3 estrellas

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Arriezu
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Poblador desde: 05/12/2015
Puntos: 163

Historia divida en dos partes y con dos narradores diferentes. 

La primera parte, bien escrita y con cierto interés, termina siendo irrelevante por culpa de la segunda parte, mucho más sosa.

En realidad la historia es la del anillo, quizás habría sido mejor que lo contara él, como en «El escarabajo», de Manuel Mújica Láinez.

Y si enrealidad se trata de deshacerse del miedo a través de un objeto, tendrías que habernos contado algo más de la enfermera, sus miedos y su relación con el enfermo (el señor ed la primera parte).

No sé, me ha sabido a poco, a pesar del interés que me ha generado la primera parte, como si faltara algo, como si estuviera incompleto. 

Valoración: 2 estrellas.

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Bio Jesus
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Poblador desde: 11/07/2014
Puntos: 1514

Me gusta este relato por su ritmo pausado y tono amable, demostrando que un relato de fantasmas no requiere necesariamente sustos y que el miedo es, a menudo un artificio que llevamos dentro. También me gusta el estilo, sin alardes pero adecuandose a lo que se cuenta y como lo cuenta,

Y sin embargo, no lo veo redondo, me falta algo básico en casi todos los relatos, el conflicto. Se supone que es la espectrofobia, pero este es débil, no da juego al confundirlofacilmente con el terror que gnera un espectro. Pero resulta que odos ls espectros del relato son bondadosos, amables y educados. Además,al no haber un conflicto el final (una escena muy bonita) está como desconectada del resto del texto.

Me cuesta asignarle una nota, llevo días sopesándola.

Creo que su nota es 3,5.

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Dr. Ziyo
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Poblador desde: 30/01/2016
Puntos: 2776

Coincido con todos en que es un relato pausado y agradable de leer y al que tal vez le falta cierta tensión que rompa esa "tranquilidad" que crea su lectura. Lo cierto es que la historia fluye sin problemas y tiene un bonito final aunque, como comento, se queda un poco falta de fuerza.

Para mí, se merece 3,5 estrellas.

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Curro
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Poblador desde: 24/09/2015
Puntos: 1048

Un relato muy bien escrito, correcto en la manera de contar la historia, con un desarrollo equilibrado e información convenientemente dosificada. Buena idea ponerle nombre al miedo a los fantasmas, aunque en realidad creo que tal miedo todos lo sentiríamos si existieran ―lo mismo pasaría con los zombis, hombres-lobo, vampiros―, lo que siente el protagonista lo veo más como una obsesión porque puedan existir, una especie de agnosticismo hacia lo fantasmal. En cualquier caso, para mí es la principal baza: que el protagonista asume su miedo, lo describe y cuenta cómo se enfrentó a él y lo supero. Esa manera de abordar la temática, casi desde un punto de vista científico, me parece original. El título, como ya han dicho, lo veo muy acertado, aporta bastante.

Quizás la pega sea que no arriesga demasiado. La vivencia en el hogar de sus padres en realidad, parece más un sueño que una experiencia paranormal, ya que técnicamente el anillo no está donde la aparición materna indica sino dentro del cajón, y en cualquier caso el hijo simplemente puede haber recordado ―hurgando en subconsciente mientras duerme― que ella lo dejaba ahí. Hasta aquí, una historia racional, casi didáctica. Luego llega el giro, la sorpresa final: el hombre está contando la historia ya una vez muerto, así se lo revela al lector la paciente de la habitación de al lado. El problema es doble, en mi opinión:

  1. No sabíamos nada de esa mujer, por tanto se reduce el impacto.
  2. La revelación viene al día siguiente de que se cuente la historia, lo que hace que pierda fuerza.

Ambas cosas producen la sensación de que la sorpresa nace y muere de forma casi simultánea. La sorpresa no es sobre la historia del hombre, sino de cuándo la cuenta. Y hasta un par de líneas atrás no sabíamos cuándo la estaba contando. No sé si me explico.

¿Quizás al comienzo del relato podríamos haber sabido ya de la existencia de esa mujer y de que el hombre le está contando la historia? El hecho de que escoja a esa enferma para confesar su secreto me hace pensar que la veía aterrada ―quizás por la operación― y decidió contando su vivencia para ayudarla a superar ese miedo, como hizo él.

No ayuda demasiado la frialdad con que la enfermera le entrega el sobre. Esa escena es algo subrealista: ha muerto un paciente, le ha dejado un sobre a la vecina de la habitación de al lado, paciente que no sabe que ha muerto y ¿se lo da sin más ―tras un por cierto, tengo algo para ti para después pelearse con las cortinas? No sé, un hecho así creo que requiere más ceremonia… Sobre todo porque luego se ve que la enfermera no es un monstruo ―una funcionaria fría y carente de emociones―, ya que parece sinceramente preocupada por Laura más adelante.

Creo de verdad que es un buen relato, pero igual se podría haber trabajado un poco más esa sorpresa final, para darle un poco más de valor. De todos modos, la lectura es muy agradable, gracias a un texto ágil y limpio.

Cuando termine de leer todos los relatos, me pongo a puntuarlos.

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Curro
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Poblador desde: 24/09/2015
Puntos: 1048

Puntuación: 3 estrellas.

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Ligeia
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Poblador desde: 03/12/2013
Puntos: 1152

Coincido, relato correcto, pero con poco punch.

 

Tres estrellas: ***

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Ligeia
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Poblador desde: 03/12/2013
Puntos: 1152

Coincido, relato correcto, pero con poco punch.

 

Tres estrellas: ***

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