Herejia de Horus By nuestro colega Konrad

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Kivan13
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(digo yo q de esto te podias haber encargado tu Curze....¬¬, de todas formas aqui os dejo este post de konrad directo desde su mente al foro)

 Konrad Curze

Bien la idea del post es bastante sencilla, y hace tiempo que me ronda la cabeza. La mayoría de los que hemos leído los libros de la Herejía hemos encontrado muchas cosillas que no nos han gustado. Así pues, ¿por qué no hacerla nosotros como nos guste?

El método es el sencillo sistema de los relatos encadenados. Yo colgaré la primera parte, y todo aquél que quiera continuarlo, cuelga la siguiente parte.

Como nota final, cada relato deberá tener una extensión entre las dos y las cinco páginas de formato Word, con una fuente de 12. Cada uno de ellos deberá tratar, como máximo, de un asunto concreto.

¿Qué quiero decir con esto? Por ejemplo, en un mismo relato no se puede tratar a la vez la Masacre de Istvaan y el Asalto a Próspero como dos relatos. Pueden hacerse mención a otros aconteciemientos, pero cada relato debe situarse en uno de ellos. Si un tema requiere tratarse en diversos relatos, no hay problema: se dejan inacabados para que el siguiente lo continúe.

Bienvenido sea todo aquel que se apunte. Para dudas, consultas, creo innecesario abrir otro post. Si alguien tiene alguna sugerencia para un relato, no hace falta más que colgarla y la debatimos.

                                                         (....)

Primera parte.

Preludios: Ullanor

Era una visión magnífica, sobrecogedora. El escenario idóneo para la mayor victoria de la Gran Cruzada. El único lugar lo suficientemente impresionante como para acoger la magnitud de aquel acontecimiento.

Hasta donde alcanzaba la vista, el terreno era totalmente llano. Pulido por las gigantescas máquinas geoformadoras del Adeptus Mechanicus, los miles de kilómetros del mayor continente del planeta se revelaban como una lisa pista. En el horizonte occidental, el sol de Ullanor se ponía, tiñendo el cielo de intensos rojos y naranjas. En el horizonte oriental, la más profunda noche, el cielo de color negro y las distantes estrellas. El cielo pasaba del rojo al púrpura intenso, del púrpura al azul profundo, y del azul, a la más completa negrura. Multitud de estelas y luces cruzaban el cielo, señales de la mayor flota jamás reunida en el Imperio del Hombre. Ni una sola nube tapaba aquel magnífico acontecimiento.

En el centro de la inmensa planicie, se alzaba una sola estructura. Un pequeño podio cuadrado de dos terrazas, con cincuenta metros de lado y ocho de alto, construido con un único bloque de mármol rosado. En la primera terraza, una tienda roja y dorada se levantaba. Tras ésta, unas escaleras llevaban a la segunda terraza, un gran palco elevado iluminado por gigantescos candelabros. Más allá, una calzada embaldosada nacía hasta llegar al horizonte del sol poniente. Allí, las huestes esperaban, expectantes.

Detrás del podio, en el lado opuesto a los ansiosos guerreros, las diminutas luces parpadeantes de señalización marcaban el lugar de aterrizaje de las naves que habían de llegar. Allí, dos figuras solitarias esperaban.

Ambos medían más del doble que un humano normal. Uno de ellos lucía una armadura de color blanco nacarado, decorada con filigrana dorada. De sus hombros colgaba una capa de piel oscura, y en su placa pectoral lucía el emblema de un rayo de oro bruñido. Del cinto pendían dos curvas cimitarras, con la empuñadura de plata incrustada de rubíes. Lucía un largo bigote y una coleta delicadamente trenzada. A su lado, su acompañante esperaba, nervioso. Su armadura era mucho más barroca que la de su acompañante. Toda su superficie dorada estaba decorada con delicadas tallas y guarnecida con pendones ondeantes. En las hombreras y el pecho lucía un ojo de color ámbar. Llevaba una delicada capa de seda blanca, y su cabeza afeitada brillada a las luces de las antorchas.

-Hermano mío, se te ve nervioso.- El hombre de la coleta miró a su compañero. Sus rasgados ojos se clavaron en él, y una sonrisa le cruzó el rostro.

-Siempre han dicho que el Khan no tiene sangre en las venas, sino hielo.- Una sonrisa se dibujó en su rostro.- ¿Es eso cierto?

-No, hermano Horus. Aunque no lo parezca, estoy más nervioso que el pielverde Urlakk cuando lo arrojaste por la torre más alta de Ullanor.

Ambos rieron, y sus carcajadas rompieron el silencio de la noche. Los dos hermanos primarcas posaron los ojos en los estrellados cielos, mientras una nave descendía hasta posarse en el suelo. Aunque era una simple lanzadera, tenía todo el aspecto de ser una catedral. Sus alas se semejaban a contrafuertes, y unas recargadas gárgolas decoraban toda su superficie. Su morro lucía el inconfundible emblema del Águila Imperial, símbolo del Señor de la Humanidad.

La compuerta del morro descendió. Doce altas figuras enfundadas en pesadas armaduras doradas con altos cascos cónicos de rojo penacho y armadas con picas de energía bajaron y se situaron a ambos lados del aparato. Siete figuras les siguieron, pero se dirigieron hacia los dos expectantes primarcas. Uno tras otro los saludaron, todos ellos. Todos los que habían podido o, Horus así lo creía, habían querido venir. Rogal Dorn, Fulgrim, Angron, Lorgar, Mortarion, Sanguinius, Magnus el Rojo.

Dorn fue el primero en saludarlos. Enfundado en una armadura dorada con el símbolo heráldico del puño de su legión, fue cordial como siempre. Tras él, Fulgrim, en su majestuosa armadura púrpura y con el largo pelo blanco ondeando al viento, los saludó y felicitó efusivamente. Habría destacado por su porte entre los demás primarcas, sino hubiera estado presente el siguiente en saludar a Horus y al Khan. Con las alas plegadas a su espalda, y una brillante armadura dorada y escarlata, Sanguinius abrazó a sus hermanos. Luego avanzó el sombrío Mortarion, que a pesar de su hosquedad habitual felicitó de todo corazón a sus hermanos. Tras él llegó Lorgar, con la armadura decorada de intrincada escritura. Alabó y felicitó a los dos agasajados. Inmediatamente después, el ciclópeo Magnus estrechó sus inmensas manos con las de sus hermanos. El último en llegar fue Angron. Sin mediar palabra, ejecutó una ligera reverencia y se volvió.

Antes de poder reparar en el arisco comportamiento del primarca de los Devoradores de Mundos, otra figura se acercó. Emitía una aureola de luz dorada, acentuada por su brillante armadura. En su peto lucía una bruñida águila. Una amplia sonrisa cruzaba su perfecto rostro moreno. Extendió los brazos, y les habló.

-Hijos míos, el mayor triunfo jamás conseguido en esta noble empresa ha sido vuestro. Estoy orgulloso. Seguidme. La victoria ha de celebrarse.

Se acercó a ambos y los abrazó. Se dirigió al pedestal, cruzando la tienda y subiendo las escaleras. Los nueve primarcas le siguieron, y llegaron a la segunda terraza. Allí, unos bancos tallados en el propio mármol servían de asiento. Pero ninguno se sentó.

Frente a ellos, en primera fila, esperaban más de cien mil marines espaciales de todas las legiones. Algunas estaban representadas por una simple escuadra, pero los Lobos Lunares y los Cicatrices Blancas estaban al completo. Los pendones de las compañías ondeaban al viento, luciéndola heráldica de su legión.

Tras los marines, las filas del Ejército Imperial formaban. Millones de soldados con los rifles láser al hombro esperaban, y los estandartes de miles de insignes regimientos y unidades se alzaban. La variedad de los uniformes era inmensa, pero todos ellos lucían sus mejores galas para tan honda ocasión. Las divisiones acorazadas, ordenadamente aparcadas, se situaban tras ellos.

Al fondo, como gigantes de mitos ancestrales, se erguían los imponentes dioses máquina del Collegia Titanica. Los titanes de la Legio Mortis y la Legio Ignatum restaban quietos, inmóviles, con sus estandartes honoríficos colgando de las piernas y los brazos armados.

El Emperador de la Humanidad dio un paso al frente y contempló las huestes. Todos ellos, desde el más ilustre capitán Astartes hasta el más simple soldado imperial, desde el más orgulloso princeps al más humilde tanquista, permanecían callados, tensos.

-La victoria de la campaña de Ullanor ha sido rotunda, magnífica.- Su voz estentórea llegaba hasta el último rincón de la llanura.- Los enemigos de la Humanidad han sido aplastados, y millones de personas han sido liberadas del tiránico yugo alienígena.

Un rugido de millones de gargantas resonó. Con un gesto de su mano, todos callaron.

-Este triunfo será recordado por las generaciones venideras, durante miles de años. Supondrá el punto de inflexión de nuestra sagrada tarea. Hasta el más humilde de todos los que participaron podrán decir, orgullosos: “Sí, yo luché en Ullanor”.

De nuevo un rugido, una exclamación. El Emperador esperó hasta que cesó para continuar.

-He dicho que este triunfo marcará un punto de inflexión en nuestra sagrada cruzada. Bien, hijos míos, me habéis servido lealmente durante todos estos años sin dudarlo. Vuestra fe no ha flaqueado, y ha sido para mí un orgullo luchar a vuestro lado. No obstante, mi tarea al frente de la cruzada se ha visto entorpecido por las tares de gobierno que me reclaman. Es por esto que anuncio, con el corazón afligido, que debo volver a Terra y dejar el liderazgo de la Gran Cruzada.

Las huestes, antes exultantes y radiantes de alegría, quedaron silenciosas. La noticia los dejó a todos consternados. Muchos de ellos no creían lo que oían. Otros, dándose cuenta de la situación, empezaron a sollozar. Incluso los tecnosacerdotes de los titanes, más máquina que hombre, no pudieron evitar sentir un profundo pesar en sus corazones.

El Emperador, no obstante, prosiguió, con un tono mucho más apasionado que antes. Incluso él estaba dominado por las emociones del momento.

-Sin embargo, debo deciros que la Gran Cruzada no quedará sin líder. Esta campaña ha sido una brillante victoria para la Humanidad. Tres legiones de marines espaciales, cientos de divisiones del Ejército Imperial y dos legiones de titanes han vencido y han logrado la mayor gloria que jamás puede lograrse. Y todo esto bajo el liderazgo de un solo hombre: Horus. Él, a partir de ahora, será quién os liderará. Él será quién tomará el mando de esta gran y sagrada empresa en mi nombre, quién cosechará las victorias para la Humanidad, bajo un nuevo título. ¡He aquí al Señor de la Guerra Horus!

Un rugido bestial resonó por todas las fuerzas congregadas. Millones de soldados del Ejército Imperial aplaudieron y gritaron. Marines espaciales de todas las legiones empezaron a corear el nombre del Emperador y de Horus. Los titanes alzaron sus armas a modo de saludo.

Horus contempló aquél espectáculo en su honor, confuso. Habría esperado las felicitaciones, los elogios, pero aquello recompensa superaba con creces todo lo que había esperado. Miró a sus hermanos primarcas, y vio las expresiones de sus rostros. La sincera admiración de Lorgar, Fulgrim y Sanguinius, la aprobación de Dorn, el Khan y Mortarion, la enigmática mirada de Magnues, la colérica envidia de Angron. Inmediatamente pensó en los demás primarcas. ¿Cómo se lo tomarían? Guilliman, Vulkan, Alpharius, Ferrus Manus, todos ellos lo aceptarían. Todos, menos Russ, Perturabo y el León. Perturabo se sentiría, como siempre, infravalorado, y tanto Russ como el León se pondrían verdes de envidia. De pronto, empezó a sentir parte de la carga que le habían depositado sobre sus espaldas.

Salió de sus ensoñaciones para oír el final del discurso de su padre.

-Antes de irme, no obstante, otorgaré un honor, un último reconocimiento, a la legión triunfadora de Ullanor. Lobos Lunares, habéis cosechado innumerables victorias, incluso entre las demás legiones. A partir de ahora, seréis la escolta del Señorde la Guerra, sus pretorianos. Como premio a vuestra victoria, y como símbolo de vuestro nuevo deber, jamás seréis conocidos como Lobos Lunares. A partir de ahora, seréis los Hijos de Horus.

Otro estruendo. Las filas gris perla de los Lobos lunares estallaron en gritos de júbilo. Un coro de voces repetía la misma palabra: “Horus, Horus, Horus”.

El emperador abandonó el pedestal, regresó a su nave y dejó el planeta, rumbo a Terra. Había dejado la Gran Cruzada en las mejores manos.

Nota: No sé si la Legio Ignatum estuvo presente en el Triunfo de Ullanor, pero creo que sirve para acentuar el carácter trágico de la Herejía, pues ambas legiones de titanes se enfrantaron en la propia Terra.

(esto para el foro de ls sabios y asi verificar la respuesta de okais)

Sacao de OJ (link)

http://www.ociojoven.com/foros/message/3714680/

no existe la inocencia solo diferentes grados de culpabilidad...

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