Relato

Era la peor noche de Navidad que el matrimonio Claus había vivido.

Carlos examinó con detenimiento el vecindario que se extendía ante sus ojos.

Elisabeth estaba convencida de que su padre iba a ganar el concurso de poda de setos que había organizado el conde de Worstweed.

Sus ojos eran dos ascuas de fuego ardiendo

Anoche tuve un encuentro casual con un bonito recuerdo. Resulta, que tengo una cajita en la que guardo escritos, notas, dedicatorias, fotos… y mi diario. Ayer me dio por releer todo aquello, y di con un guiño inesperado: un folio ya un poco estropeado, que contenía una vieja historia.

—Miguel —gritó su madre desde el salón, donde estaba haciendo unos bordados—, tráeme las tijeras del costurero.

Oscuridad, y mi rostro reflejado en ocho esferas plateadas.

Que Khardam no fuese un rey “blando”, como aquéllos que buscan en los brazos de sus concubinas un refugio de los sinsabores del gobierno, no significaba que le disgustaran esos placeres.

«Cuando tuve fe en Dios no temí a la muerte,

Ni siquiera a la idea de morir para siempre.»

—Buenos días, doctor Camões. Siéntese, por favor.