La mar es la vida, es la alegría para los sensibles a la belleza. Quizás otras cosas sean más importantes, como el arte, la poesía, la filosofía... Pero, antes de todo eso, ya existía el mar.
Ahora, estando tan próximo el advenimiento de la muerte, apenas dispongo de tiempo para condensar cuanto he de decirte. Perdona la ligereza de mi carta, pero me veo obligado por la premura a derramar sobre ella pensar y sentir como hubieran de aflorar del alma.
De haberlo querido, hubiera sido el rey del mismísimo averno. Era temerario y despiadado. Curioso y metódico. Experimentaba con víctimas que recopilaba en los lugares más variopintos. Su lema principal era: “Si se puede imaginar se puede hacer”.
Vestía una túnica de mangas largas, como si siempre tuviera frío. Su entrecejo permanecía fruncido constantemente, ofreciendo una imagen ceñuda que anunciaba su carácter poco amigable. Su aspecto era invariable, a pesar del cambio de estaciones o de las situaciones sociales en las que se viera envuelta.
—Full de reinas y cincos —dijo Eduard soltando una risita —. Vuelvo a ganar. Y no creáis que no llevo la cuenta de lo que me debéis. No señor, nada de eso.
Los grandes símbolos han caído, y aquí me encuentro, entre las ruinas del bien, después de qué sé yo cuántas batallas libradas. Si tan sólo hubiera podido acompañarla…
La mar es la vida, es la alegría para los sensibles a la belleza. Quizás otras cosas sean más importantes, como el arte, la poesía, la filosofía... Pero, antes de todo eso, ya existía el mar.