Desde que los primeros recuerdos de la razón se instalaron en lo más profundo de mi memoria, siempre me he sentido un cazador. Existen quienes, ya desde niños, presentan habilidades extraordinarias para la escritura, la actuación, la danza o cualquier otra disciplina artística, pero en mi caso siempre fue el uso de la escopeta el principal don que Dios se ocupó de concederme.