Una historia muy interesante. He de decir que en algunos aspectos me recordó a la precuela de la serie de dibujos de Doraemon.
Evolución
Todo empezó con una gran explosión. Con ella nació una orquídea de luz que inició su expansión lenta pero imperturbable. Las estrellas se formaron y emprendieron su viaje en busca de los límites del universo que acababa de crearse.
Año 2117.
Estación espacial Kishiro.
Yosiko, de ocho años, se sentó junto a Yuri, su androide. Todos los niños de la estación poseían uno. Para cada nacimiento se adjudicaba un robot virgen en experiencias pero repleto de conocimientos, con el objeto de asegurar una educación correcta y completa a cada niño. Dicho androide les acompañaba hasta la edad adulta, momento en el que era reciclado para otro fin.
En las últimas lunas, había surgido polémica con respecto a su reciclaje ya que las últimas generaciones de androides poseían conciencia y eran capaces de sentir. Ya podían pensar, sufrir, y también equivocarse. Con este nuevo escenario, las separaciones en la edad adulta eran a veces desgarradoras. Se estaban convirtiendo no sólo en instructores y protectores de los niños, sino también en sus amigos y confidentes.
Para Yosiko, Yuri era el ser más importante y cercano de su vida. Estaba convencida de que se tenían mutuo cariño a pesar de la diferencia de fluidos que recorrían cada cuerpo. Pero cada uno de ellos tenía un propósito distinto. Ella estaba destinada a ser responsable de varios campos de cultivo y Yuri estaba destinado a formarla. El puesto de responsable de campos de cultivo era de mucha responsabilidad ya que de estos campos se extraía el oxígeno que respiraban.
Incluso antes de nacer, el feto ya tenía sellado su destino. Para mejorar el funcionamiento global de la humanidad, se habían implantado en la sociedad muchos hábitos aprendidos de unos pequeños insectos de su planeta de origen. Las hormigas habían demostrado ser capaces de sobrevivir a cualquier alteración del entorno en el que vivían. Fueron un ejemplo a seguir en muchas facetas. El antiguo pueblo Japonés había aprendido de ellas, entre otras cosas, la utilidad del control demográfico asociado a la finalidad de cada miembro. Gracias a ello, no existía un solo nacimiento sin un propósito bien definido.
Entre tal magnitud de estrellas y asteroides, surgió un planeta cuyas condiciones primitivas permitieron la aparición, en el entorno acuático, de moléculas de ADN. Las cadenas de ADN formaron los genes. Gracias a su capacidad de auto-replicarse y a la aparición de las cápsulas de protección que llamamos células, el gen pudo empezar su odisea.
Yoshiko y Yuri estaban sentados en un mirador, observando la bola azul en medio del manto negro salpicado de infinidad de estrellas.
—Hay algo que no entiendo Yuri —comentó la niña—. ¿Por qué mantenemos con vida a las demás razas si son inferiores a nosotros? ¿Por qué no permitimos que todo el planeta nido se pueble únicamente con la raza perfecta?
—Yoshiko, ya conoces la historia: siglos atrás vivíamos en armonía con las demás razas. Pero mostraron una y otra vez sus limitaciones, sus avaricias, su barbarie. Nunca estuvieron a la altura. Ni los europeos, ni los antiguos Estados Unidos de América, ni ninguna otra raza llegó a niveles de sabiduría comparables a los nuestros. Pero eso no nos autoriza a suprimirlos a todos. Lo que debemos hacer es tenerlos controlados.
—Ya me contaste gran parte de sus barbaries. Lo que no acabo de entender es que para las demás especies utilizamos a los mejores ejemplares para la reproducción, con el fin de obtener los caballos más rápidos, los osos más fuertes o los cerdos más sabrosos. Entonces ¿porqué permitimos que se reproduzcan las demás razas humanas? Son inferiores a nosotros. Lo hemos demostrado generación tras generación.
—Yoshiko...
—Podríamos castrarlos, como hacemos con los animales defectuosos.
—No es tan sencillo. Tenemos valores que debemos preservar.
—Pero ¿para qué sirven? No pueden vivir sin ningún propósito.
La fotosíntesis permitió que los organismos celulares, controlados por la información química disponible en los genes, aprovecharan la energía solar para desarrollar organismos más complejos. De este modo, el gen había encontrado en los organismos su medio de supervivencia.
Los pensamientos de la niña estaban divergiendo hacia un área demasiado peligrosa. Yuri debía redirigirlos. Era como si la niña no hubiera asimilado bien sus enseñanzas. No sólo su conducta estaba alterándose, sino que sus ideas empezaban a cabalgar libremente fuera de los guiones establecidos. Por ello, y tras una pausa, Yuri eligió las palabras para contestar:
—Su propósito no difiere mucho del vuestro. Habéis estado conviviendo en paralelo durante miles de años. Habéis compartido sueños, temores y un sinfín de sensaciones similares.
—Ya lo sé —insistió Yoshiko— pero eso no quita que nosotros, el imperio japonés, fuimos capaces de llegar al Nirvana, al estado supremo de sabiduría. Nos abrieron los ojos. No hay duda de que el punto de inflexión fue la bomba de Hiroshima. Ése fue el momento en que nos concienciamos de que no podíamos ir por detrás, tecnológicamente hablando, de ninguna otra civilización. No podíamos depender de las voluntades y arrebatos de otros, cuya conciencia y ética era la de unos salvajes...
—Veo al menos que te sabes los pasajes de historia que te enseñé.
—Nos facilitaron la tarea dejando que todos y cada uno de los elementos electrónicos se fabricarán en otros lugares como Taiwan, Corea, China... y por supuesto Japón, donde pudimos mostrar la supremacía tecnológica que teníamos latente. No fueron capaces de ver, hasta mucho más tarde, que les estábamos ganando la partida.
Las células se especializaron y se agruparon constituyendo plantas. Las réplicas de los genes situados en las células reproductivas pasaban la información almacenada hasta el momento a la siguiente generación consiguiendo, así, organismos cada vez más complejos y eficaces para su supervivencia.
Con la insistencia de la niña, Yuri se puso a pensar y empezó a dudar.
—Quizás yo tampoco sea tan distinto a ti, Yoshiko.
—¿Distinto a mí? —se sorprendió la niña—. Por supuesto que eres distinto a mí, ¡tú eres un pedazo de hojalata al que han programado para servirme! No creas que tu piel y tus cabellos artificiales pueden engañarme!
—Tan sólo tienes ocho años y aún tienes mucho que aprender, tanto en maneras como en educación...
Yoshiko levantó la barbilla, miró a Yuri por encima del hombro y declaró en un tono firme y seco:
—Ya estoy instruida. Conseguimos crear inteligencia artificial a través de las redes neuronales. Eso nos permitió utilizar algoritmos matemáticos para que pudierais aprender de las experiencias. Los estudios de percepción os permitieron ver y sentir y la nanotecnología os permitió tener piel. Cada vez fuimos creando programas informáticos más potentes y sofisticados, obteniendo así robots mejorados. Conseguimos llevar las mejoras hasta tal punto que accedisteis a la autoconsciencia. Hasta ese momento actuabais como animales, sin ser conscientes de vuestra existencia.
Yuri estaba confuso y Yoshiko lo aprovechó para seguir:
—Crees que actúas libremente, que actúas en función de tus deseos pero debes recordar que has sido construido con un fin y estás dirigido por unas instrucciones. Y aunque hayas llegado a la autoconciencia y te preguntes tu razón de existir, la respuesta es simple: los instintos, o mejor dicho, las instrucciones que te rigen, te llevan inexorablemente a tu único propósito: instruirme.
Los medios de supervivencia de los genes pasaron de ser elementos pasivos como las plantas, a tener unos cuerpos formados por colonias de genes que se comportaban como una unidad y utilizaban la energía almacenada para generar movimiento mecánico. Con ello, aparecieron los animales.
Yoshiko, alterada por la calma que veía en el rostro de su robot personal, alzó la voz:
—¡Yuri! ¡Tan sólo eres un autómata programado a ciegas!
Pasaron los siglos y los genes siguieron transmitiéndose de huésped en huésped. No necesitaban hacerlo a través del aire como lo harían los virus, sino a través de las células reproductivas de los organismos engendrados por ellos mismos.
—Has sido creado para instruirme y estar conmigo, para nada más. Yo soy la razón de tu existencia. No lo olvides. Eres un simple robot pre-programado. Yo, en cambio, soy totalmente dueña de mis actos. Respiro y vivo sólo por y para mí.
Yoshiko parecía trastornada, pero eso no evitó la respuesta tranquila y pausada de Yuri:
—Te equivocas, Yosiko. Tan sólo eres una máquina de supervivencia, un medio de transporte a lo largo del tiempo, de un ser infinitamente pequeño, llamado gen.
La niña se quedo perpleja, por lo que Yuri prosiguió:
—Si analizo todos mis datos recogidos por el hombre durante siglos, llego a la conclusión de que la aparición del hombre, y de los demás seres vivos, sean dinosaurios o ratas, son consecuencia de la evolución del gen. Sólo existís para que el gen se pueda desplazar a lo largo del tiempo, de generación en generación, con el fin de convertirse en inmortal.
Los genes gobiernan las funciones de las células y por consiguiente el organismo que las contiene. Es indiscutiblemente nuestra razón de vivir.
El Dios que siempre hemos buscado fuera está en nuestro interior... y es... minúsculo.
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Nunca he visto Doraemon. Sin embargo, es cierto que me encantan los mangas y los comics... es posible que se note en mis escritos...
¿Qué tal Imaka? Un placer conocerte. Te comento que tu relato me ha gustado bastante. No le veo parecido con nada (tal vez porque no leo cómics, ni suelo ver televisión), aunque sí noto la influencia del mundo manga.
La única tara que le encuentro (y es una apreciación muy subjetiva) es la extensión que le das a la obra. A mi parecer aportas algunas ideas que poco se vinculan con el asunto, la idea original de tu cuento. Ten cuidado con eso.
Por el resto, me has convencido, ya que generalmente prefiero los relatos cargados de filosofía, como resultó ser el tuyo.
Saludos.
Interesante idea sabiamente intercalada para llegar al clímax final, que no es más que la calma de saber que hay un Dios y es biológico. Muy buen relato, Imaka.
Muchas gracias por vuestras aportaciones.
Mauro, es posible que aporte cosas que se salen del contexto... y es que, aunque la idea de fondo la tenía clara, inicialmente quería que el relato tomará otros deroteros... pero la pluma manda y es lo que ha salido.
Por otro lado, a menos que simplemente quieras transmitir un mensaje, entiendo que añadir elementos fuera de la línea principal del relato, da más fuerza a los personajes... porque son mucho más que lo relativo al cuento.
En tus cuentos vas al grano, pero es el objetivo de tus cuentos.
Otra cosa es que tenga que mejorar mucho esos añadidos...
Interesante relato.
Precisamente hace poco que he leído un artículo sobre el tema, aunque más enfocado a la selección que hacemos de la pareja para favorecer la transmisión de genes.
Sin embargo yo también soy de la opinión de que en un formato corto como es el relato, todo lo que no va enfocado a lo que tratas de expresar con él (ojo, digo expresar, no contar), distorsiona y hace que pierda. Es en ese sentido donde parece que el relato va por un camino para luego acabar de otro, pero no de formal natural, y me descoloca.
En todo caso ha conseguido no sólo entretenerme sino también hacerme pensar, y eso es lo más que se puede pedir.
Un relato intteresante en cuanto a su reflexión final. En cuanto a lo que comentan por ahí, es inevitable que tengamos influencias, aunque eso no hace que por ello seamos menos originales :-)
Por otro lado la forma me ha recordado a los relatos de la época clásica de la ciencia-ficción. Tiene ese sabor de las revistas pulp yankis. Bien logrado :-)
Hola!
Ha sido un placer leer este relato. La ambientación y personajes calan enseguida en el lector y casi he deseado que fuera más extenso. Los relatos cortos tienen, bajo mi punto de vista, el fallo de que que estás siempre ten pendiente del final "sorprendente" que a veces acabas por perder el placer del camino. En éste caso he disfrutado de todo el proceso.
Saludos a todos
Un relato interesante. La idea la conocía ya, pero el tratamiento me ha gustado. La niña toma cuerpo propio, y es posible imaginar la ambientación sin que tengas que describirla directamente. Un placer leerte.
Parte de la sabiduría consiste en saber ignorar algunas cosas.