La hija de Robert Poste
Reseña de la novela de Stella Gibbons publicada por Editorial Impedimenta
Es la primera vez que leo una novela de la Editorial Impedimenta, pero está claro que no será la última.
En primer lugar, me gustaría agradecer la complicadísima labor que ha tenido que realizar José C. Vales a la hora de traducir esta novela. Además de su honradez, pues ya en la Nota del Traductor del principio, nos dice que lo mejor es leer la versión en inglés porque hay recursos literarios y lingüísticos que se pierden en la traducción. Recursos que, dicho sea de paso, vienen con trampa puesto que, como comenta José C. Vales, hay palabras que no significan nada realmente ni en inglés y que la autora se permitió inventar para describir mejor el medio rural donde se desarrolla la novela.
La portada no os creáis que no va con segundas, ya que la parravirgen tiene mucho que decir en esta novela, y de forma hilarante.
La hija de Robert Poste es una historia mordaz. Una crítica camuflada en ocasiones, y en otras no tanto, en las que la autora arremete contra la sociedad de la época, y, con más saña si cabe, contra los escritores de la misma. Hay un párrafo en especial que me hizo reír bastante: «La hija de Robert Poste tenía un vívido conocimiento de los embarazos y los partos rurales gracias a la lectura de las obras de algunas novelistas, especialmente de aquéllas que nunca se habían casado.»
El prólogo que Gibbons hace ya es una declaración de intenciones en sí. En él, a modo de carta dirigida a Anthony Pookworthy (Hugh S. Walpole, según los entendidos), la autora se burla descaradamente del escritor por su “pompa y boatos literarios”. También, Gibbons comenta con sorna que va a señalar en el texto con asteriscos los pasajes más literarios y elegantes para que aquellos que desempeñan labores vulgares y sin sentido en oficinas, en tiendas y en hogares se den cuenta de lo que son frases literarias y no simples estupideces.
Flora es una joven algo descarada, inteligente y controladora que ha quedado huérfana. Su educación ha sido la de la alta cuna, pero cuando se queda sola, y con una pequeña pensión que le dejan sus ancestros, decide vivir de sus familiares. Comienza a enviar misivas a estos pidiendo alojamiento y la cosa no acaba de otra manera que con la joven viviendo en una granja de Sussex llamada Cold Comfort con sus parientes lejanos, los rurales Starkadder.
Con un carácter dominante y organizativo decide poner orden en el caos reinante en la granja. Es así como tendrá que lograr con sus “malas artes” tomar las riendas de todo para que la granja sea un lugar habitable para una persona como ella. Algo que le costará más de lo que pensó, ya que todas las personas que conviven en Cold Comfort tienen un carácter especial: se encontrará con una matriarca loca que siempre tiene en la boca que vio algo sucio en el leñero cuando era pequeña y que domina la vida de todos los demás habitantes de la granja; con un primo predicador igual de loco que se cree profeta; con una prima escurridiza que corre por montes y veredas esquivando el contacto con los demás; incluso con su padre, un viejo que habla a las vacas como si de personas se trataran…
Estos no son más que unos cuantos de los muchos personajes que aparecen en la novela y que despertarán más de una sonrisa en el lector. Algo que es impagable. Además, la prosa que utiliza es muy bella (excepto cuando es cargante y viene precedida por asteriscos), las descripciones muy elaboradas, los personajes muy realistas…
No me queda pues más que recomendarla por su exquisitez y felicitar a los señores de la editorial Impedimenta.
Autor
Stella Gibbons nació en Londres en 1902. Fue la mayor de tres hermanos. Sus padres, ejemplo de la clase media inglesa suburbana, le dieron una educación típicamente femenina. Su padre, un individuo bastante singular, ejercía como médico en los barrios periféricos más pobres de Londres, aunque tenía tendencias suicidas, le encantaba el alcohol y el láudano, y era dado a los ataques de odio hacia el género femenino en general. Esta turbulenta infancia marcó a Stella Gibbons, que utilizó parte de ese material para crear a los grotescos Starkadder, protagonistas de su obra maestra, La hija de Robert Poste.
En 1921, Stella se matriculó en periodismo, y luego empezó a trabajar en la British United Press. En 1926, Maudie, la madre de Stella, murió, y su padre la siguió pocos meses después. En 1930, mientras trabajaba en el Evening Standard, publicó un libro de poemas, The Mountain Beast, que recibió elogios de la mismísima Virginia Woolf. La hija de Robert Poste fue publicada en 1932 y su éxito fue instantáneo (aunque fuera prohibida en la recién nacida República de Irlanda por su velada defensa de la contracepción). En 1934 la novela fue galardonada con el Prix Femina-Vie Heureuse. De hecho, Gibbons es conocida casi exclusivamente por esta obra, que tuvo varias secuelas y adaptaciones cinematográficas, y que está considerada la novela cómica más perfecta de la narrativa inglesa del XX.
Stella Gibbons es autora de veinticinco novelas, entre las que destacan Basset (1933), Enbury Heath (1935), Nightingale Wood (1938) o Here Be Dragons (1956), amén de tres volúmenes de relatos y cuatro libros de poesía, la mayoría de ellos muy vendidos y celebrados en el mundo anglosajón. Estuvo casada durante más de veinticinco años con el actor y cantante Allan Webb, que murió en 1959. Dejó de publicar en 1972, aunque escribió dos novelas que fueron publicadas a su muerte, hecho que aconteció en 1989 en Londres. Está enterrada en el cementerio de Highgate.
Edición
Rústica con sobrecubierta
Páginas: 357
Editorial: Impedimenta
- Inicie sesión para enviar comentarios