El maravilloso mundo de Oz
Reseña de la adaptación de Eric Shanower y Skottie Young publicada por Panini
El famoso libro El mago de Oz, de L. Frank Baum, tuvo tanto éxito ya en su día que surgieron numerosas continuaciones —y también adaptaciones a otras formas artísticas— con las cuales el autor pudo profundizar en el escenario que había creado. La primera de ellas fue El maravilloso mundo de Oz, que fue incorporado a la colección de Clásicos Ilustrados Marvel de la mano de Eric Shanower, todo un experto en el mundo de Oz, y Skottie Young, un ilustrador que se revela desde la primera página como el ideal para el proyecto y que encuentra un apoyo perfecto en los colores de Jean-François Beaulieu.
La obra original, aunque a priori está dirigida a un público infantil, es de estas creaciones que encierran una doble lectura. Se trata de fantasía que cuestiona los orígenes de la fantasía, de un cuento de hadas que no duda a la hora de empujar las fronteras clásicas del género para hollar terrenos más arriesgados. En concreto, Baum juega en esta ocasiones con las profecías y los cambios y los mezcla con una peregrina revolución de niñas mimadas que toman el trono que, previamente, el espantapájaros había “arrebatado” al Mago de Oz. De hecho, esa idea del gobierno de un reino maravilloso responde a una pregunta tan simple como ¿qué ocurrió después de que se comieran felices las perdices? O ¿qué demonios ocurre con los aventureros cuando ya han conseguido su tesoro soñado por el que tanto han arriesgado y peleado?
El guión de Eric Shanower fluye con una habilidad envidiable. Si bien la obra de Baum sigue seduciendo por la riqueza de su imaginario, las ideas subyacentes y su gusto por jugar con el lenguaje, en ocasiones su narrativa no satisface al ritmo de lectura actual y puede resultar algo morosa. En esta adaptación nos encontramos con el sabor intacto del original en cuanto a ingenio y fascinación, y un ritmo más fluido y ligero, al que contribuye el propio formato cómic.
Las ilustraciones de Skottie Young mantienen, además, esa dualidad niño-adulto y potencian el lado fascinación por el acierto con el que retrata los escenarios. Gustarán a los pequeños y encandilarán a los mayores con su estilo desenfadado y algo travieso. El artista consigue captar muy bien el carácter propio de cada uno de los personajes —tanto de los ya conocidos del primer libro, que también tiene su adaptación en la colección, como de las nuevas incorporaciones, que tienen su mismo carisma y encarnan arquetipos igual de interesantes— y que sirvan de apoyo para los punzantes diálogos y las reflexiones, entre disparatadas y certeras, del reparto.
El término reparto no es gratuito: El maravilloso mundo de Oz se desarrolla en gran medida como una obra teatral. Aunque hay escenas de acción, es en los diálogos y la relación entre los personajes donde reposa todo el peso de la historia y toda la gracia de la obra. Y es gracias a ellos, a su variedad, a su carácter excéntrico que, a la vez, resulta curiosamente cercano, muy humano a pesar de su inhumanidad, a lo que funciona tan bien esta novela gráfica.
En definitiva, El maravilloso mundo de Oz es una muy buena elección para el que busque fantasía simpática, ingeniosa y con una buena dosis de ternura, con personajes robustos y un buen director de orquesta.
- Inicie sesión para enviar comentarios