Megazoria: Chattia
Trasfondo del reino perdido de los celtas
En mitad de los profundos bosques de Germania, de las oscuras extensiones sin fin de árboles, habita un pueblo cuya lengua no emparenta con la de ninguno de sus vecinos.
Aspectos geográficos
Chattia es una tierra de bosques antiguos, de maleza espesa y árboles tan viejos que es difícil abrazar sus troncos. El suelo es rocoso y escarpado y no existen caminos en la espesura. El clima, continental, pasa de grandes fríos en inviernos a veranos cálidos. Las precipitaciones son estacionales, así como el caudal de los numerosos ríos que cruzan los bosques, lo que dificulta cualquier expedición.
Fauna
En los bosques de Chattia el dinailurictis es el rey. Estos gigantesco nimravidos, del tamaño de un oso pardo pequeño, asemejan físicamente a los felinos, aunque sus patas son más cortas y las uñas de sus zarpas no se retraen. Cazan emboscándose presas de tamaño medio, entre las cuales se cuentan, por supuesto, los hombres. Con sus más de 300 kilos de peso no tienen problema a imponerse incluso a los cazadores armados.
También es posible encontrar osos, zorros, manadas de lobos, gatos salvajes y otros depredadores menores. Los cérvidos abundan, así como los lephiodones, una suerte de ancestros del tapir, y los cerdos salvajes.
Habitantes
Los catos, o chatti, son un pueblo celta. Entre sus miembros priman las pieles pálidas y hay una amplia variedad de tonalidades de cabello, aunque primen los claros. Visten ropas —túnicas, polainas, pantalones, etc.— confeccionadas en cuero o pieles, materiales provenientes de la caza que complementan con cuernos y huesos y, cuando pueden permitírselo, torques, brazaletes y otros abalorios en bronce o plata.
Lengua: Gaélico
Escritura: Ogam
Algunos nombres de ejemplo: Amminos, Budic, Caderyn, Blogios o Segovax. De mujer, Barita, Cunoarda, Huctia, Keyne o Verica.
Sociedad y gobierno
Chattia se rige por un estricto sistema tribal en el que prima la desconfianza, tanto hacia los extranjeros —los pocos que se arriesgan a entrar en estos bosques— como hacia los vecinos con los que ha habido roces. La familia, en el amplio sentido del término, es la unidad básica que articula el territorio. No hay monarcas en el sentido estricto del término, pero sí algunas familias preeminentes que pueden habitar en fortalezas de piedra escondidas en los bosques, en las que guardan incluso pequeños rebaños de bóvidos u ovejas.
La tradición, interpretada por boca de los patriarcas y de curanderos y adivinos errantes, rige las vidas de los catos. Estos, belicosos, suelen preferir que los duelos diriman las diferencias. Dado que el comercio es más bien testimonial y que no hay grandes riquezas, se trata de una sociedad bastante igualitaria que gira en torno a la caza.
En ocasiones, cuando han entrado en su territorio ejércitos de pueblos vecinos, los chatti han sabido poner de lado sus diferencias para organizar coaliciones que se han mostrado más que capaces de defender sus bosques.
Religión
Los catos tienen algunos altares naturales en la espesura: claros formados por majestuosos árboles centenarios, manantiales, formaciones rocosas... No existe un culto organizado como tal, pero en el poso de animismo y veneración de deidades cazadoras de los bosques se encuentran las raíces del panteón celta. Los rituales de adivinación y catárquicos en torno a la caza son abundantes.
Actividades económicas y lúdicas
La caza es la actividad primordial entre los catos, aunque existan pequeños rebaños y animales domésticos, sobre todo perros. La artesanía es una industria de subsistencia y se comercia, principalmente, con lo obtenido en los bosques: astas de ciervos, colmillos, pieles de calidad, animales exóticos para los imperios del sur... A cambio, entran metales, algo de cerámica, armas, herramientas... La agricultura no va más allá de algunos huertos en poblados protegidos por empalizadas.
A los catos les entusiasman las historias y canciones sobre la caza y la guerra, sobre todo si están regadas en abundancia con aguamiel. Los rituales de caza y paso a la madurez son sus fiestas más señaladas.
En la guerra
Cuando los catos van a la guerra lo hacen de un modo no muy distinto a la caza: se limitan a hostigar al enemigo con venablos y piedras de sus hondas, a alancearlos por sorpresa y degollarlos con sus largos cuchillos cuando tienen la oportunidad. Saben valerse de herramientas como hachas y mazas con efectividad y están deseosos de mostrar su fuerza y habilidad como cuando se enfrentan a un jabalí. Por lo general, no tienen armas propiamente dichas, a no ser que las guarden como tesoro familiar de algunos incursores. Ni siquiera son frecuentes los escudos, salvo como muestra de dignidad.
Esta falta de conocimiento de la guerra como arte la compensan con su ferocidad y su habilidad a la hora de mimetizarse con el terreno, particulares que no dudan en acentuar con pinturas de guerra rituales y extravagantes peinados.
En el mar
Los catos rara vez han tenido ocasiones de abordar una masa de agua mayor que una poza. Muchos no sabes siquiera nadar y toda su ingeniería de navegación se limita a algunos botes circulares hechos de cuero sobre un armazón de ramas y algunas balsas.
Posibilidades de aventura
Chattia es, sobre todo, una tierra inhóspita y salvaje. Si no fuera por su posición junto al río Rhenus y al otro lado de los pasos de los Alpes, es posible que fuera un territorio casi olvidado. No obstante, algunos ansían todavía tomar el control de sus recursos en madera y minerales, o incluso establecer puestos para explotar el comercio de pieles. Aventuras que giren en torno a estos intentos de colonización, que terminarán en guerra casi con total seguridad, pueden ser un buen gancho para extranjeros.
Por otro lado, los catos, desde tiempos inmemoriales, han sembrado los bosques de monolitos cubiertos de glifos que, según la leyenda, conducen a tumbas megaliticas, con sus dólmenes a modo de entrada, que albergan las tumbas —y las riquezas— de grandes reyes de la antigüedad. Sean o no ciertas estas historias, algunos aventureros errantes han intentado descubrir los túmulos sin mostrar temor ni por los actuales habitantes de la región ni por los supuestos guardianes —arañas descomunales, vampiros y serpientes— que los custodian.
Finalmente, los conflictos entre familias, que pueden ir desde el rapto de novias a accidentes de caza pasando por disputas territoriales, pueden dar lugar a bastantes aventuras. Del mismo modo, las negociaciones para hacer frente a una calamidad común —un depredador que ha cogido gusto a la sangre humana, una serie de extrañas desapariciones quizás legadas los terribles cherusos y su culto al Lobo y al Oso, una epidemia— pueden ser un modo original de abordar el delicado equilibrio entre pobladores de un territorio que no se caracteriza por su dulzura.
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