La sonrisa de los poetas muertos
Disparidades entre La sonrisa de Mona Lisa y El club de los poetas muertos
Las comparaciones son odiosas, sin duda, sobre todo cuando te ponen delante a una obra maestra como El club de los poetas muertos, película a la cual ya dedicamos una reseña. Pero al mismo tiempo pueden ser reveladoras. Es por ello que me he decidido a escribir este artículo, en el cual no hablaré de las actuaciones, más que solventes en ambos casos, o la calidad meramente cinematográfica, donde encuentro que la segunda sale mejor parada tanto por la fotografía como por el ritmo narrativo, aunque la primera tampoco sea manca.
No, en este caso me voy a reducir meramente al trasfondo, porque no deja de tener su interés. Ambas películas entran dentro de ese particular subgénero de filmes de profesores que motivan a los alumnos en circunstancias particulares, donde podemos encontrar cosas tan dispares como Mentes peligrosas o La ola. Ambas, además, están ambientadas en esos particulares centros educativos americanos con regusto británico pensados para las familias pudientes en épocas muy cercanas: La sonrisa de Mona Lisa en el año 1953 y El club de los poetas muertos en el año 1959. Ambos cursos están en lo que sería nuestro equivalente de la secundaria, justo antes de pasar a la universidad, un momento decisivo en cuanto a edad. La gran diferencia es que en la primera se trata de una escuela exclusivamente femenina, mientras que la segunda es exclusivamente masculina.
A partir de aquí, las divergencias son enormes, a pesar de que, básicamente, ambos profesores intentan lo mismo (estimular en interés por la cultura dentro de lo que son campos considerados menores en un mundo utilitarista y pragmático, al arte y la literatura), las realidades a las que están confrontados sus alumnos son muy distintas.
Si bien en ambas películas existe una enorme presión social para que los adolescentes sigan los pasos de sus progenitores, en El club de los poetas muertos el camino es el de los médicos, los banqueros y los abogados, mientras que en La sonrisa de Mona Lisa se trata de casarse y ocuparse del hogar, incluso antes de terminar el año escolar. La paradoja en la segunda película es que hablamos de una escuela para dar formación de calidad, pero esta se convierte en un mero adorno social, pues nos encontramos en una época, los años '50, donde se intenta devolver al hogar a las mujeres tras su ocupación de puestos de trabajo durante la II Guerra Mundial.
Más allá de esta evidente dirección profesional, las inquietudes vitales de los alumnos de ambos centros son muy distintas. Si en El club de los poetas muertos la sexualidad, tan importante en la adolescencia, no deja de ser casi en exclusiva romántica, algo inocente, y sin consecuencias aparentes (salvo alguna pelea y algún corazón roto), en La sonrisa de Mona Lisa es un aspecto central y más bien siniestro, con problemas de primer orden como la infidelidad matrimonial, los embarazos no deseados, la libertad personal, etc. Si en el primero es un terreno casi artístico, en la segunda es un campo de batalla social despiadado.
Las relaciones entre profesor y alumnos son muy distintas también. Si los de El club de los poetas muertos son como niños admirativos, aunque a veces escépticos, ante los que se abre un nuevo mundo, las de La sonrisa de Mona Lisa son niñas contestatarias que han tenido que crecer muy rápido y que se confrontan de un modo territorial y amargo con su nueva profesora porque ella ha accedido a una libertad mal vista y difícil de digerir. No es casual que poco se sepa de la vida privada del monacal profesor Keating, mientras que la vida amorosa de la profesora Watson está en primer plano y es cuestionada durante todo el metraje.
La elección del enfoque en las materias, la poesía dentro de la literatura como arma para liberar el pensamiento y el arte contemporáneo dentro del arte en general, como frontera a franquear en los nuevos tiempos, tampoco es anodina. Si en el primer caso hablamos de un desarrollo personal fuera de los implacables engranajes de la máquina que es la inercia social de un modo algo genérico, en el segundo la metáfora sobre la frontera de cristal de los roles sociales es más que evidente.
Esto hace que, desde el punto de vista del escenario, dos películas con muchos puntos en común terminen por distanciarse de un modo notable. Cada una de ellas tiene encantos diferentes y la comparación plantea preguntas curiosas. ¿Por qué, por ejemplo, da la impresión de que El club de los poetas muertos es más universal si lo único que cambia es el sexo de los alumnos? La respuesta es más que evidente incluso a día de hoy, más de medio siglo después de sus respectivas promociones.
- Inicie sesión para enviar comentarios