Desde el fondo del último tercio

Imagen de Brutal Ball

Un relato corto ambientado en el universo de Brutal Ball.

A Zarwäin Orgoîo se lo llevan todos los demonios. No las defensas de los Aleteos de Medianoche, esos súcubos que no le llegan ni a la suela de las botas, sino sus demonios interiores, los que le reconcomen el alma cada noche y le susurran que en los Arcoíris de Avalia ni lo valoran ni le pagan lo suficiente por lo que hace. Porque lo tiene claro: él es el mejor jugador del pozo, el mejor de los cuatro equipos con diferencia. Y ahora lo que van a pagar sus compañeros, sus jefes, el propietario y el entrenador, todo el maldito equipo técnico, es su osadía.

Su maldita osadía.

Son ellos quienes lo han empujado a escuchar al representante de las Artimañas de Nag Bag, a aceptar el sucio oro de esos sucios goblins. ¡Que tengan que ser los más mezquinos pieles verdes los que reconozcan su talento, la imposibilidad de vencer si no lo tienen sobornado y a su favor!

Mientras esquiva al enésimo bloqueador de las Bestias Pardas de Trunhem se siente desgarrado por dentro. No es tan malo como que te desgarre literalmente por dentro y por fuera uno de esos ogros cargados de púas y malas intenciones, pero sí lo suficiente para que no disfrute de los aullidos de la grada. Ha conseguido robar uno de los balones a la capitana de los Aleteos y por mucho que se esfuerzan las Bestias Pardas, no serán ellos quienes recuperen el control del mismo. Zarwäin es consciente de que tiene a dos compañeros receptores desmarcados, listos para anotar en cuanto les pase el balón, pero su mirada se desvía una y otra vez a los malditos goblins.

Te han comprado, le susurra una voz impertinente dentro del casco. Los mismos que corean tu nombre en estos momentos querrán lincharte cuando les des el balón. Maldita voz. Lo malo no será que te vean como un traidor, sino que vas a quedar como un paquete, la superestrella a la que le quitaron el balón unos goblins. Es como una cuchillada. Buena suerte con tu teatro. Martillea su cerebro sin piedad. Va a correr tinta en la Revista Roncos... y sangre en el vestuario.

—¡Arrrjjj! —gruñe fuera de sí.

Luego patea en la entrepierna a un base de las Artimañas y echa a correr hacia su portería con el balón. El goblin ni siquiera llega a aterrizar, sino que vuela unas yardas hasta que el mismo Zarwäin lo intercepta antes de que se estrelle contra la osamita. Aturdido, el miserable piel verde no opone resistencia. Y el estadio vibra.

Dos ogros de Trunhem intentan aplastarlo entre sus moles, pero solo consiguen chocar entre sí para regocijo de los aficionados. El retumbar es tan fuerte que enmascara el séptimo gong. Queda poco tiempo para que Zarwäin cumpla su parte del trato. Es ahora o nunca. Y el oro lo llama, lo reclama. Pero también la gloria. Un súcubo aletea sobre él, no se sabe si para sacarle los ojos, robarle el goblin o el balón. El elfo rueda por el suelo para esquivarlo sin perder ni uno ni otro. Está a solo un par de brazas de marcar en la portería de las Artimañas y, es más que evidente, la desbaratada defensa sobre la que sea pasea un bloqueador de las Bestias Pardas no será quien lo detenga. Sería tan fácil pasar por encima de ese sembrado de goblins sanguinolentos...

Pero se detiene. Como se detiene la respiración en los cuatro flancos de la grada. No son solo los fans de los Arcoíris los que lo contemplan tensos como violines de cuerdas torturadas, sino goblins, ogros, humanos y cientos de representantes de otras razas. Hasta los vendedores ambulantes de ratas cocidas y gusanos crujientes contienen la respiración, inmóviles, tetanizados. Un solo tanto, es todo lo que separa a los cuatro equipos de la victoria o la derrota. Y él, gallardo, soberbio, se toma un instante frente a la portería. Sí, sería tan fácil...

Entonces, incrusta el balón en la barriga escuálida del goblin secuestrado, quien se abraza a este en un acto reflejo, y echa a correr hacia su propia portería. Sus compañeros de equipo lo entienden al instante. Quizás sí eran conscientes del menosprecio continuado que han mostrado por su talento. Dos se intentan desmarcar para cerrarle el paso, pero son demasiado lentos, están exhaustos tras un encuentro agotador. Hasta el guardián se ha visto pillado a contrapié.

Zarwäin deja caer al goblin en plena carrera y lo patea con todas sus fuerzas hacia la portería de los Arcoíris de Avalia. La desdichada criatura vuela con la violenta gracia de un meteorito y aterriza en el interior del pórtico entre descargas de energía mágica y destellos que saben a gloria. Tres puntos para las Artimañas, uno menos para los elfos.

Las gradas estallan en un rugido ensordecedor. Esta traición va a costarle el partido a los orejas picudas, y a él su puesto en el equipo. Nadie podría ponerlo en duda. Pero esto es Brutal Ball, amigos, y los gritos de traidor quedan ahogados por la masa exaltada que lo jalea como si fuera la décimo cuarta maravilla de la Ciudadela. Puestos a cambiar de equipo, no podría haber organizado una mejor campaña publicitaria.

Comixininos

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