Locke & Key
Echamos un vistazo a la serie basada en el cómic de Joe Hill y Gabriel Rodríguez
En su día, el cómic Locke & Key nos sedujo enormemente por su visión original del tema de las casas encantadas, la cual, a medida que iba avanzando la historia, iba a abarcar mucho más de lo que se esperaba a simple vista. Su tratamiento de un subgénero clásico y emblemático dentro del terror tenía muchas papeletas para dejar huella y, cómo no, terminar saltando a otro formato. Y el más codiciado a día de hoy es, sin duda, las series.
Es un modo de llegar al gran público a través de un formato narrativo ágil, bien dosificado y que, si consigue enganchar a la audiencia, puede desarrollarse más que en una película convencional. Ahora bien, la pregunta era ¿qué nos iba a deparar con una obra como Locke & Key?
Lo primero que hay que señalar es que ha habido una reducción de la carga de horror para hacer la serie más asequible tanto al público adolescente como a los espectadores no devotos del terror más puro. Hay menos gore, menos sangre, sin duda, pero no se ha renunciado a la carga subyacente de tensión y misterio, ni al horror que en realidad implica buena parte de la historia. Digamos que estéticamente se ha jugado en la liga de obras como Stranger Things, con mucho homenaje al género pero un enfoque más bien amable.
Esto no hace que la narrativa se resienta. El misterio sigue ahí, la trama guarda la suficiente complejidad y las lecturas sobre las relaciones humanas, los secretos, los límites, etc., siguen presentes. Solo se ha suavizado un punto el formato, la presentación.
En cuanto a la estética, que había sido uno de los puntos maravillosos de Locke & Key, se mantiene no solo gracias a los formidables efectos especiales, sino al uso narrativo que se hace de los mismos. Están bien integrados en la trama, otorgan los golpes de efecto medidos y necesarios en los momentos clave y, sobre todo, generan una atmósfera muy meritoria y envolvente que es indispensable cuando hablamos del subgénero de casas embrujadas. En ese sentido, la serie es sobresaliente.
Queda hablar de la laberíntica trama que, como una muñeca rusa, se nos iba abriendo en el cómic, donde no sabías en absoluto el terreno que estabas pisando en cada momento. Este era un efecto que, al menos con los lectores de la obra original, no se iba a poder mantener al 100% y se ha sacrificado en parte a favor de ganchos más televisivos para mantener la tensión, pero creo que en conjunto se mantiene muy bien la sensación de misterio cocinado a fuego lento (slow burn, que dicen los anglofonos).
Así, en conjunto, Locke & Key es una muy buena serie para los que quieran dar una oportunidad al género fantástico en su vertiente más fosca, aunque no sean auténticos iniciados en el mismo. Tampoco está fuera del alcance de los adolescentes de la casa. Es cierto que ha hecho algunas concesiones que, para los amantes del terror puro, privan a la obra de ese salpimentado tan intenso del original, pero en conjunto no desemerecen en absoluto. Sin duda, es un magnífico espectáculo que permite revisitar los misterios de las llaves en un nuevo formato estéticamente impresionante y bien interpretado (si bien con un estilo más teen para toda la familia) por sus actores.
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