Bueno pues allá vamos con la tercera.
En columnas anteriores el compañero Francoix nos habló de la astenia literaria y el compañero Guybrush sobre la falta de inspiración o ese miedo al folio en blanco, ambos problemas que en mayor o menor grado habrá sufrido todo el que tiene por costumbre darle a la tecla. Tal vez sean los dos problemas más comunes, mas en mi caso creo que no los más serios ni frecuentes. Dado que la lectura es parte esencial en la vida del escritor y lo queramos o no nos condiciona, creo que se podía tocar este tema para ayudar aportar más claridad al asunto.
En cuanto al problema, no sé siquiera si tendrá su nombre o si será un mal más o menos extendido, pero a falta de conocer un término concreto creo que podríamos definirlo como sublimación del acto de escribir. Supongo que en mi caso tendrá que ver con el tipo de literatura que me gusta. Literatura clásica, generalmente sesuda, y en la que se le da bastante importancia a la prosa. Busco literatura de la que deja huella y arranca emociones de la manera más viva posible. No concibo la literatura como algo meramente entretenido, y que creo que suele ir muy en la onda de los tiempos que corren. Esto no quita que lea prosa más actual y pueda disfrutarla, siempre y cuando el autor tenga una identidad literaria que me resulte atractiva y no caiga demasiado en la cotidianeidad. Supongo que mi problema en el caso de la lectura pueda venir por falta de información o simplemente porque soy muy clásico o bastante cerrado de mollera. En cualquier caso esto hizo que dejara docenas de novelas y relatos inconclusos. Me cuesta muchísimo encontrar autores actuales de mi agrado. En el caso de los extranjeros, poquísimos. Y salvo que la memoria me falle, creo que ninguno nacional que no lleve muerto bastante.
Llevo meses intentando sacar algo en claro de obras actuales, pero no hay manera. El último libro que terminé y con el que recuerdo haber disfrutado, aunque con alguna que otra pega, fue el de “Soy leyenda” y no sé hasta qué punto puede considerarse actual. Desde entonces, no he sentido que estaba disfrutando de un buen libro hasta que empecé a leer “Ocnos”, de Luis Cernuda. Un autor que a mi parecer posee esa grandeza que han de tener las letras. Una gozada de libro, pero sigue ahí la espinita. Esa necesidad de encontrar otras vertientes literarias de las que poder disfrutar.
Por otro lado cuando leo a otros, (y hablamos en su mayoría de textos actuales) y llega a darse el caso de que me gusta, me planteo si sería algo que firmaría. Un texto del que me sentiría orgulloso de haberlo escrito yo. Y la respuesta suele ser negativa. Y tengo claro que no es por falta de calidad, sino por una falta de conexión con los textos o la forma de exponerlo. Una falta de conexión que también tiende a darse a la inversa. En más de una ocasión me sorprendió ver cómo textos que consideraba trabajados y de los que me sentía orgulloso pasaban sin pena ni gloria. Y otros en cambio, escritos en un cuarto de hora, sin ganas y condicionado por temas o extensiones, pudieran gustar tanto.
Y en lo que a escritura se refiere y la sublimación de la que antes hablaba, pues supongo que a todos, en mayor o menos grado nos llegan historias a la cabeza, pero en mi caso tengo que encontrar algo en la idea o en la forma que la haga especial o no la escribo. Esto hace que tenga montones de ideas desechadas, sin empezar o a medias. Tal vez dicho así pueda sonar normal, pero hubo textos de 1500 palabras que teniendo la historia tardaron en escribirse más de un año por no encontrar el enfoque adecuado.
En mi caso puedo pasar días sin sentarme delante del ordenador a escribir o tardes enteras peleando con un párrafo por no encontrarlo de mi agrado. Y una vez encontrado, suele variar en correcciones a posteriori.
Habrá quien piense que está muy bien ser tan perfeccionista o tan exigente, pero en verdad creo que puede llegar a ser un serio problema. Un problema que trato de solventar. Creo que la literatura es muy respetable, al igual que la gente que escribe, pero creo que es necesario perderle el respeto al acto de escribir. Romper esa barrera que nos lastra y nos impide adquirir ese oficio de escritor. En mi caso creo que por mucho que progrese, y muy lejos que pudiera llegar en esto de la escritura, no podré llamarme escritor hasta que el acto de escribir se convierta en algo natural.
Antes de nada, he de comentar que esta problemática me es en gran medida ajena. Creo que soy un lector que en seguida encuentra algo que hace que la lectura merezca la pena -aunque hay autores que lo ponen complicado- y, al mismo tiempo, un escritor que suele encontrar la historia que quiere narrar ligada al enfoque que le quiere dar.
En cualquier caso, sí que entiendo ese problema que ves en poner en un cierto pedestal tanto la lectura como la escritura. Puede que la antología Bajo la influencia te sirviera para suavizar esta visión. En ella, muy acertadamente, el autor reflexiona sobre la que es la autoría en sí, y quita bastante hierro al asunto.
Parte de la sabiduría consiste en saber ignorar algunas cosas.