Las aventuras de Superlópez

Imagen de Supercuerno

Ahora que Jan da por concluida la serie, es quizás bueno momento para echarle un buen repaso

Las aventuras de SuperlópezSuperlópez fue naciendo paulatinamente. Primero, como un encargo de mera parodia para tiras cómicas de poco desarrollo. Poco a poco, como un personaje con carácter propio. Y, finalmente, como un auténtico pilar del cómic, y muy en particular del cómic español. Las aventuras de Superlópez no es, por lo tanto, la primera aparición de este particular (anti)héroe, pero sí el primer eslabón de su forma definitiva.

Es también un cómic de transición. Si bien las historias son más largas que las tiras cómicas al uso, siguen siendo breves en su desarrollo, de poco más de media docena de páginas. Así, se adaptan bien al formato revista al mismo tiempo que permiten un mayor desarrollo.

Las aventuras de Superlópez incluye ocho historias escritas conjuntamente por Jan y Francisco Pérez Navarro y en ellas vemos ya una gran madurez en cuanto a recursos narrativos, unos cuantos temas centrales que les dan una dimensión adicional más allá de la parodia del superhéroe americano y un sentido del humor que podríamos tildar de costumbrismo (o naturalismo) absurdo.

Arrancamos con El origen de Superlópez, donde se nos presenta su origen extraterrestre en la línea de, evidentemente, Superman. Es una historieta poco sorprendente en la narrativa general pero muy eficaz en los gags y los detalles. Viene ritmada por las repeticiones de los desastres que va provocando (después de tantos años de trabajo...) y trufada de absurdos exorbitantes (como el salteador loco robando bastones de ciego).

El elemento clave es que Superlópez va a ser un héroe anclado a la realidad nacional de la época (el cómic se publicó por primera vez en 1979, con los primeros pasos de la democracia) y la perspectiva va a ser a quemarropa, con el mundo del trabajo como elemento central. No es de extrañar que el jefe, que irá evolucionando a lo largo de la colección, ya aparezca en este primer capítulo.

Las aventuras de Superlópez

Con Contra Luz Luminosa entramos ya de lleno en lo que es el cómic de superhéroes de base, con una estructura de malvado que hay que combatir, salvo que, por supuesto, los autores nos presentan a uno épicamente ridículo: un tipo que, a pesar de ser un inventor avezado y líder de una banda de encapuchados, tiene como arma secreta... una brillante calva.

Más allá de lo inusual que es el humor sobre el físico en Superlópez (a diferencia de los Mortadelos) y de que es más cachondeo sobre el absurdo de algunos supervillanos americanos, el punto central de este cómic es la vulneración de la frontera entre la realidad del lector y lo que ocurre en las páginas de la historieta, un recurso que se utilizará con frecuencia y que sirve para deslizar ya una cierta crítica a los cómics de superhéroes. Después de todo, ¿qué es la acción? Desde luego, la angustia de un Juan López marcado de cerca por el envidioso chivato Jaime González es palpable para el lector real, en contraposición al niño ajeno a las cuitas de adulto de nuestro personaje.

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¡Chiclón ataca! sigue en la misma línea apoyándose en otro de los elementos que más adelante será puesto en el punto de mira: el chicle y, sobre todo, el modo de vida deshumanizador de la ciudad. El ruido, al igual que la polución, es uno de los elementos que es criticado de un modo recurrente en los cómics de Superlópez y aquí, hasta cierto punto, nos podemos ver identificados con el villano que está hasta las narices del mundanal ruido. La puya sobre la publicidad (¡compro un millón de Superlópez!) tampoco se queda la zaga.

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La estructura, de nuevo a base de repeticiones apoyadas por los diálogos sangrantes de los testigos, funciona a la perfección y es la excusa para esa descripción minuciosa de la ciudad que, a día de hoy, es casi un documento histórico. ¡Cuánta nostalgia en esas casas barcelonesas en peligro de extinción que percibimos en sus viñetas!

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Las aventuras de SuperlópezEn ¡Contra el gladiador galáctico! se añade un nuevo elemento a la ecuación: Luisa Lanas, porque ¿qué sería de un superhéroe sin una damisela en apuros a quien salvar? Esta, sin embargo, desde el primer momento, aparece como alguien con mucho más carácter incluso que el héroe y los guionistas se muestran implacables con este último. Así, cuando el jefe le pregunta “¡López!, ¿es que se ha vuelto idiota?”, este va a limitarse a contestar un “sí, señor” que es toda una declaración de intenciones.

No solo es sorprendente la ácida representación del macho ibérico en esta historieta (así como impresionante lo acertado del retrato del público que los observa), sino también la estructura narrativa, donde se conjugan un comienzo en media res, guiños al lector y el habitual andamiaje de repeticiones humorísticas. El diseño de personaje del supervillano es también particularmente sugerente a la par que socarrón.

En Guerra en la Dimensión Oscura abordamos uno de los temas cruciales en la colección: la ecología, que aquí se va a contraponer con uno de los cánceres de nuestra sociedad, el desarrollo inmobiliario desbocado, que años después nos llevaría a la famosa y dramática burbuja del 2008. Como además los autores no dan puntada sin hilo, el cierre de la aventura será de todo menos épico y sí estará impregnado de humor ácido adelantándose también a otro fenómeno en muchos años: el del culto a la persona a través de la imagen.

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Entre medio, los secundarios, que lo mismo dan de sí para un humor surrealista (como el gag de la escoba, saltándose la frontera con el lector) como para una implacable crítica social, encarnada tanto en el promotor inmobiliario que solo ve currelas potenciales y parcelas por explotar como en el comprador con cara de lelo que va a lo suyo, así reviente el mundo alrededor.

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¡La increíble “Maza”! ahonda en la cuestión ecológica con un homenaje parodia de Hulk, que en nuestro tiempos se llamaba la Masa. Aquí el doctor Bruce Martínez no necesita meterse en investigaciones de alto nivel: le basta con inhalar los efluvios de una nueva fábrica en combinación con el ambiente viciado en general de la ciudad.

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El mensaje ecologista y la llamada de atención sobre qué tipo de ciudad queremos tener (o incluso disfrutar) se mezcla con las críticas al comportamiento deshumanizado de algunos urbanitas y, colateralmente, al vicio del tabaco. Es posible que sea el único cómic de Superlópez donde este fuma, pero no será la última vez donde se alerta de los peligros de estos vicios a los jóvenes.

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En La pesadilla atómica se apunta todavía más alto y la parodia toca a dos altas instituciones: el ministro de energía, desarrollo o lo que fuera en la época, empeñado en mostrar que las nucleares son una maravilla mientras los científicos sudan la gota gorda por las condiciones reales de explotación, y los militares, con el general Sintacha a la cabeza, quien se convertirá en un personaje recurrente de la serie y que muestra hasta qué punto eran todavía omnipresentes en la época.

La historia se desarrolla en una doble vertiente, con la vida privada del superhéroe por un lado y por otro la presencia de un monstruo (que no supervillano) difícil de gestionar. La estructura sigue de nuevo con los recursos habituales de repetición y fracturas de la frontera entre el mundo del lector y el mundo de Superlópez, que nos recuerdan hasta qué punto es el nuestro.

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Como cierre, otra de robots gigantes, un tema al que volveremos varias veces en la colección. El día del robot es una historia muy sencilla en la que un extraño robot gigante siembra el caos. Precipitarse con el mismo es una idea tan mala como inevitable y desemboca en problemas mucho más reales: el del miserable parné, una disyuntiva que había sido largamente explotada en las tiras cómicas anteriores.

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La atención que se presta al desarrollo de los personajes es la sal de esta historieta modesta, que termina por todo lo alto tras quedarnos a punto de ver desvelada la identidad secreta de Superlópez... Con este broche, el lector queda encarrilado a la nueva etapa del superhéroe, que se irá desarrollando a lo largo de varias décadas. Pero de eso hablaremos más tarde.

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