Mi primer cómic

Imagen de Anne Bonny

Un pequeño momento de nostalgia...

No fue el primero que leí, y, aunque esto no lo sé con total seguridad, supongo que tampoco fue el primero que me compré por mi cuenta y riesgo. Sin embargo, de algún modo, aquel número 155 de Conan el bárbaro fue mi primer cómic de verdad, y el responsable de que mi afición por esta expresión artística despegase y adquiriese carácter propio.

 

Cosas particulares de los niños -por aquel entonces yo contaba con ocho o nueve años, si el copyright y mi memoria no me engañan- no me resultó extraño decirme que no era lógico comenzar una serie tan avanzada. Tampoco me extrañó que el medio número de Red Sonja que venía de material adicional al final se quedara inconcluso -tardé mis buenos años en conocer el final de la historia, y fue gracias a la colección limitada de la pelirroja-. Supongo que eran cosas totalmente secundarias ante aquella sugerente portada que, cosa que tampoco me extrañó, poco tenía que ver con el contenido del cómic. Ante la portada y, por supuesto, ante el título de aquella entrega: ¡Bajo la Ciudad de las Sombras!

 

He leído toneladas de historias Conan, y en muchos formatos, pero ésta sigue siendo de mis preferidas. Trama no hay mucha, aunque luego descubriría que preámbulo sí, y que este número culminaba, de un modo algo peregrino, la epopéyica saga del Devorador de Almas, que se remontaba más de cincuenta números atrás. En el cómic en sí tenemos a Conan que ha ido a robar -gran novedad- y que viñeta tras viñeta corre y se pelea con todo bicho viviente.

 

¿Con todo bicho viviente? Sí, con todo bicho viviente: gallinas gigantes, arañas gigantes, lagartos gigantes, un extraño guardián (gigante) que arroja energía por los ¿ojos?... aquí los únicos que faltan son los monstruitos verdes de la portada.

 

Guión de Charles Santino, lápiz de Val Semeiks, tinta de Alfredo Alcalá y colores -bronceado rojizo de Conan incluído- de George Roussos, estoy convencido de que este cómic no tiene ninguna papeleta para el sorteo de la posteridad, pero, aun así, creo que es un buen ejemplo de lo que puede dar de sí una historia de Conan sin salirse de tiesto. Y, además, es muy representativo de lo que nos traía Conan el bárbaro por aquella época.

 

En primer lugar, hay acción a patadas: Conan no se toma ni una viñeta de descanso, y no hay introducción ni epílogo. Sólo acción. A patadas. El argumento de la historia es más simple que un pito, pero está tan bien hilvanado con la ambientación y enmarcado en un entorno tan sugerente (os he dicho que Conan estaba ¡Bajo la Ciudad de las Sombras!) que resulta una auténtica delicia -para los amantes de la espada y brujería, se sobreentiende-.

 

El dibujo no es que sea innovador ni de una calidad técnica apabullante, pero durante años para mí ha sido el perfecto estilo para Conan y, qué demonios, para todo cómic que se precie. Tendrá problemas de dinamismo y de plazos de entrega, pero te arrastra por la historia como si estuvieras en el vagón de la mina del Templo Maldito de Indiana Jones.

 

Seguramente este cómic me dedujo por lo que suponía: la plasmación en un cómic batallero -nunca mejor dicho- de todas las historias que había soñado de crío. Peleas cruentas, escenarios exóticos -la archiconocida Ciudad de las Sombras, ¿os suena?-, monstruos titánicos, magia arcana... Es una explicación racional y sencilla que explica por qué lo compré, por qué me puse a coleccionar una serie abocada a la desaparición -tardó sólo 15 números, más de un año, en cambiar de formato y entrar en la espiral descendente que terminaría con su cierre- y por qué luego me volví un empedernido lector de cómics.

 

Sin embargo, no expresa en lo más mínimo lo que siento cuando veo esa portada, ya ajada por el tiempo, en la que Conan estira la mano para alcanzar su espada mientras una caterva de diablillos verdes le hacen la vida imposible. Este artículo tampoco, me temo. Y es que si algún día encuentro a un ilustrador lo suficientemente loco, a mí lo que me gustaría es hacer guiones para historias de espada y brujería de este tipo. Los capo lavoro no me atraen en este campo; la Ciudad de las Sombras sí.

 

Sin duda, las 165 pesetas mejor invertidas en mucho tiempo.

 OcioZero · Condiciones de uso