Los Proyectos Manhattan 1: Ciencia. Malo.

Imagen de Anne Bonny

Reseña de la obra de Hickman y Pitarra publicada por Planeta DeAgostini

 

Si algo han conseguido los americanos a través de la cultura pop es crear su propia mitología, y quizás porque esta mitología es más reciente, no tienen tantos problemas a la hora de abordarla de los modos más extravagantes y personales. Los Proyectos Manhattan es un claro ejemplo de ello.

Para empezar, es mitología reciente, de la que veíamos en Expediente X: hunde sus raíces en la II Guerra Mundial y la Guerra Fría para crear un imaginario completo de héroes, villanos y épica en general. El título de la colección hace referencia al equipo de trabajo responsable de la bomba atómica, obviamente, pero va más allá, porque esto va de laboratorios ultrasecretos, laberínticas bases militares, conspiraciones a espaldas del gobierno y proyectos innombrables. Y marcianos, claro, porque si hay algo que los americanos han trabajado a fondo y con pasión, algo que está presente en su día a día, son lo ovnis. Con sus consiguientes grises, abducciones, etc.

Con Jonathan Hickman al guión, no resulta sorprendente que en mitad de este cacao desatado y sin complejos, propio del más febril pulp, abunden las referencias reales. O más bien al mundo real, porque aunque el elenco de protagonistas incluya a personalidades como Einstein, Fermi o el mismo presidente Roosevelt, el tratamiento de estos es tan pulpero como excesivo.

Nick Pitarra (dibujo) y Jordie Bellaire (color) se adaptan al estilo gráfico de Hickman para brindarnos una narración que conjuga el cómic tradicional de aventuras con los indicadores de color y los particulares juegos estructurales que hemos visto en otras obras del guionista, aun sin llegar al diseño de estas.

El resultado es un cómic sorprendente y original. Es cierto que en Los Proyectos Manhattan 1: Ciencia. Malo. apenas da tiempo para sentar las bases de todo lo que se adivina que va a venir. Hay muchos personajes, hay muchos fuegos artificiales, hay muchas ideas en órbita al eje central del cómic y, aunque en cada viñeta está pasando algo, no da tiempo más que a una presentación y los primeros pasos del desarrollo.

Eso sí, no es una presentación banal: aparte de que leerla es de lo más entretenido, como un cóctel bien cargado de ingredientes, deja bien claro al lector qué clase de obra tiene entre las manos. A partir de ahí, ya toca a cada uno ver qué le apetece leer. ¿Qué decís a una conspiración interplanetaria en plena Guerra Fría con robots samuráis, científicos —locos, por supuesto— y portales dimensionales budistas? Ya hemos dicho que es Hickman el que va a conectar todo esto; todo esto y mucho más.

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