La espada salvaje de Conan: Reunión en escarlata

Imagen de Anne Bonny

Reseña del cuadragésimo octavo tomo de la reedición de Planeta DeAgostini

En este volumen nos encontramos con tres guionistas distintos que, con diferentes estilos y en equipo con el ilustrador, han conseguido tomar el pulso al personaje creado por Robert E. Howard. El resultado, tres historias de espada y brujería maduras y bien construidas, sólidas y muy entretenidas.

La espada salvaje de Conan - Reunión en Escarlata - Planeta DeAgostini - Jim Owsley - Don Kraar - Larry Yakata - Gary KwapiszAbrimos fuego con El altar del dios carnero, con guión de Jim Owsley a partir de un argumento de Gary Kwapisz, quien se encarga del apartado gráfico. La idea es novedosa en su planteamiento: Conan no se encuentra ejerciendo de ladrón, vagabundo ni mercenario, sino de guardaespaldas de un noble. La amenaza constante sobre la casa se va a ir complicando a base de seducciones adúlteras, conexiones con cultos oscuros y conspiraciones varias. En la apoteosis final, Conan se enfrentará a esos horrores antiguos que emparentan la obra de Howard con la de otros miembros del círculo de Lovecraft. Una historia eficaz, algo laberíntica y muy entretenida.

A continuación, El mercenario (que cuenta con la emblemática ilustración de cubierta de Doug Beekman de Conan bebiendo en un charco donde se refleja una brutal cabeza). Se trata de una historia de Larry Yakata realizada a partir, de nuevo, de un argumento de Gary Kwapisz, quien se encarga también del apartado gráfico. En cierta manera, es una reflexión sobre los sinsabores del camino de la espada. En la historia, el cimerio acoge, hasta cierto punto, bajo su ala a un campesino que va a terminar siguiendo sus pasos de aventurero, formándose como guerrero y alistándose después en una guerra. Con un trasfondo de batallas y referencias llenas de dureza a quienes están detrás de los conflictos (esa dialéctica de alabar el valor en combate y censurar la futilidad de la violencia), nos encontramos con una narrativa entrecruzada que termina con todo el fatalismo y la solemnidad que cabía esperar.

Como cierre, Reunión en escarlata (guiño quizás a la obra de Arthur Conan Doyle), una historia de Don Kraar ilustrada por Mike Docherty y Rudy Nebres que nos muestra ese emblemático Conan de película dedicado a robos imposibles que realiza hombro con hombro con otros ladrones, entre los cuales brilla Valeria, a la que se presenta como una igual del cimerio, una interesante evolución en los personajes femeninos. La trama tiene unos cuantos buenos requiebros y es particularmente satisfactoria en el uso de los personajes, cuyas tensiones personales quedan bien retratadas y son explotadas con acierto durante la narración, llevándola más lejos que una mera enumeración de proezas, combates y sorpresas. Una historia original y eficaz en la que se perciben también, de refilón, unos cuantos ecos de mitología artúrica.

Con estos elementos, La espada salvaje de Conan: Reunión en escarlata se presenta como un número muy conseguido dentro de la colección, donde los mimbres de la serie están ya bien entrelazados y muestran una solidez madura.

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