Psicología del inmortal

Imagen de Destripacuentos

Pequeña reflexión sobre cómo utilizar personajes que disfrutan de la vida eterna (o casi)

En primer lugar, cabe aclarar por qué puede ser interesante, a la hora de dirigir o interpretar en las partidas, pararse a pensar en la psicología de los inmortales.

 

El primer motivo es obvio: no son personajes tan raros. Desde luego, hay juegos en los que son indispensables (como Vampiro: La Mascarada), y otros en los que son inevitables (como El Señor de los Anillos o cualquier otro que incluya elfos). Además, hay muchos otros en los que tendrán su papel más o menos importante: dioses y demonios en Elric, Conan o Stormbringer, criaturas alienígenas de los Mitos de Cthulhu, seres de otra galaxia cuya concepción del tiempo los hace cuasi eternos para los hombres en Star Wars o cualquier otra space opera

 

El segundo motivo es, a mi parecer, más importante todavía: son personajes con un peso narrativo muy importante, y pueden dar mucho juego. No obstante, para que funcionen bien es necesario reflexionar sobre algunos aspectos. Más allá de su origen cultural y de su mayor o menor humanidad, el simple hecho de ser inmortales frente al paso del tiempo (a los invulnerables los dejamos para otra disquisición) tiene que influir en su modo de ver las cosas.

 

Finalmente, sean personajes jugadores o simples PnJs, creo que es importante reflexionar sobre los siguientes puntos:

 

Humanidad del personaje

 

Las mentes demoníacas y alienígenas son insondables, por lo que las consideraciones que haremos a continuación quizá no sean válidas para estos seres. Sin embargo, deberían ser una buena guía para vampiros, elfos (por su proximidad cultural con los hombres) y humanos que, por un motivo u otro –un sortilegio, o una maldición, por ejemplo- vean su existencia prologada hasta el infinito.

 

Cabe también pararse a pensar si hace mucho o poco tiempo que el personaje sabe que es inmortal. Un vampiro recién creado mantendrá una cierta inercia durante años hasta que se haga (o incluso se crea) su nueva situación. Alguien afectado por un hechizo puede tardar una década en comprender que nunca peinará canas. Así, en un estadio inicial es natural que los seres inmortales actúen como gente normal. Luego, con el tiempo, irían volviéndose raros.

 

Cortos y medios plazos

 

Una vez uno ha asumido que tiene toda la eternidad por delante, su concepto del corto, medio y largo plazo cambia. Una momia de mil años de antigüedad no tomará decisiones precipitadas (suponiendo que tenga inteligencia) para resolver problemas o contratiempos. Aunque las películas de Drácula nos hayan podido transmitir una imagen distinta, el sentido común indica que, si tienes todo el tiempo del mundo y eres un buen estratega, usas esa ventaja. Si quedan dos horas para el amanecer, no tiene sentido que el nosferatu de la Edad Media continúe la persecución. Mañana será otra noche igual a las miles que ya ha vivido.

 

El anacronismo

 

Un personaje, aunque sea inmortal, nace en una época (aunque ésta sea el caótico inicio de la existencia). Esto puede afectar a su modo de ver las cosas si no sabe habituarse a los nuevos tiempos –es lo que se llama anacronismo- o puede que no. Es muy posible que un inmortal termine por tener una visión cínica de todas concepciones social tras un par de siglos.

 

Es importante que el director de juego (o el responsable del personaje) huyan de los dogmas de nuestra época o, al menos, sean conscientes de ellos. Puede ser muy tentador pensar que un ser inmortal sea partidario de la democracia directa o de algún sistema utópico, pero es más probable que un personaje así haya desarrollado un cinismo tal que le haga tendente a la oligarquía o, simplemente, a tocar las narices a los que todavía se ven arrastrados por las pasiones (como pasa a los adultos con los adolescentes pero potenciado varios niveles).

 

El hastío

 

Vivir eternamente con alegría está reservado únicamente a la gente con mucha imaginación. Si en una vida da tiempo a hacer muchas cosas, en mil hay mucho más tiempo todavía. Según este planteamiento simplón, podemos encontrar tres casos extremos:

 

El rutinas: con la edad, hay gente que tiene tendencia a repetir las mismas cosas y actos para crearse un entorno agradable y tranquilizador. Si tienes mil años, esta tendencia puede llevar a una obsesión terrible. Alguien que vive eternamente puede terminar por no interesarse más que por sus cuatro cosas del día a día. El concepto de jardín, por ejemplo, puede cambiar enormemente cuando sabes que verás crecer y morir a un roble milenario.

 

El demente: cuando se tiene la impresión de que no hay límite, se puede caer en el todo vale. Si tienes una eternidad para enmendar tus pecados, ¿por qué no probarlos todos durante los primeros 10.000 años? Habrá inmortales que se interesarán por todo tipo de extravagancias en una búsqueda hedonista para aprovechar su condición. En este tipo de carácter debería primar, en el fondo, un miedo al aburrimiento eterno –e, indirectamente, al suicidio-.

 

El insaciable: habrá quién, pacientemente, se dedicará a buscar conocimiento en su existencia interminable. Puede ser un esquema que encaje en magos, sabios y diletantes. El saber por el saber. Una estructura que permita desarrollar sus actos y dedicarse a cosas que, quizá, tengan su horizonte temporal dentro de mil años. Conocer toda la historia de Egipto no es complicado si tienes doscientos años para estudiarla. Además, tienes todo el tiempo del mundo para desvelar el misterio de la vida, incluso de la eterna.

 

Valores y moral

 

Cuando alguien tiene toda la eternidad por delante y gran parte por detrás, no puede tener los mismos baremos morales que los comunes mortales. Dependiendo de su actitud frente al hastío, de hecho, valorará la gente de un modo o de otro.

 

¿Qué le importa al inmortal? ¿La utilidad de quienes le rodean? ¿Cuánto le divierten? ¿Cuánto le pueden permitir aprender? Es importante no confundir esto con un desprecio por la vida del otro; sería más normal una cordial indiferencia, quizás algo condescendiente. Aunque la vida de una hormiga nos parezca sin valor, no vamos por ahí perdiendo el tiempo matándolas.

 

Un aspecto curioso que habría que tener en cuenta del personaje es su miedo a la muerte. Generalmente, el que ésta sea una amenaza lejana o inexistente en el plano temporal hará que se le tema en el plano físico (pues hay mucho que perder). No obstante, habrá quienes (por ejemplo los dementes que buscan todo tipo de situaciones para no caer en el tedio) que la tentarán continuamente.

 

Intereses

 

Uno de los errores más comunes cuando se crean personajes inmortales es darles intereses y perspectivas sobre el mundo que no concuerdan con su existencia.

 

Robar un tesoro a unos orcos no será interesante para un elfo de 15.000 años a no ser que busque aventura, mucha aventura, y seguramente tampoco lo será con la misma intensidad que para un hobbit o un guerrero humano. Es necesario encontrar motivos creíbles para las acciones de los inmortales. Una bolsa de oro no debería serlo.

 

¿Un vampiro que disfruta siguiendo las peripecias de los de su sangre durante generaciones? Es interesante. Podría incluso molestarse en influir en el curso de los acontecimientos para que les vaya bien o mal, como una especie de ángel guardián caprichoso.

 

¿Un elfo que lucha contra el mal porque considera su deber proteger a las razas jóvenes? Tolkien explotó muy bien el concepto, y es importante acordarse del peculiar comportamiento de sus creaciones, que resultaban misteriosas la mayor parte del tiempo.

 

¿Un demonio que quiere instalarse en Winsconsin? Por qué no. Sólo habrá que tener presente que sus plazos, seguramente, no serán tan exigentes como los de un granjero. Ése era uno de los horrores que palpitaba bajo los textos de Lovecraft.

 

 

Finalmente, es imposible entrar en la cabeza de un inmortal, del mismo modo que es imposible clasificar a todos los posibles inmortales del mundo. Es plausible, por ejemplo, que exista un inmortal sin carácter que se dedique a imitar al primero que se cruza en su camino aunque siempre termine insatisfecho. La botánica o la bibliofilia, el reconocimiento público o el jugar al ratón y al gato fingiéndose Jack el Destripador: las opciones son innumerables, pero, eso sí, deben presentar una coherencia con esa particularidad del personaje: que tiene toda la eternidad por delante.

 

Si conoce el dicho de que el agua termina horadando la piedra, seguramente no se irá precipitando aunque los asuntos de los impetuosos mortales llamen a la puerta de su casa.

 OcioZero · Condiciones de uso