Hijos de la Alhambra

Imagen de Anne Bonny

Reseña de esta obra de Paco Roca publicada por Planeta DeAgostini Cómics

 

He de confesar que cuando me leí los Cuentos de la Alhambra, de Washington Irwing, me quedé algo decepcionado. Y no por la calidad de los textos, sino porque no era lo que yo esperaba: en la antología no había nada de esa Alhambra de mediados del siglo XIX, medio derruida y ocupada por una variopinta población de descastados, sino tan solo la recreación fantasiosa de la Edad Media española a través de los románticos ojos de un anglosajón.

Lo confieso: yo lo que quería leer era un compendio de historias fantasmagóricas en las que la leyenda y el pasado opulento de la península se dieran cita en un espacio intermedio, entre siniestro y fascinante. Y eso, para mi alegría, es lo que he encontrado en este volumen de Los viajes de Alexandre Ícaro que nos presenta Paco Roca. Es algo que se anuncia desde el mismo juego de espejo que encontramos en la primera viñeta, donde escenarios, lecturas, sueños y el mundo real se dan cita con particular acierto simbólico.

Hijos de la Alhambra es una historia de aventuras y misterio que discurre bastante en la línea de la escuela franco-belga. En ella, un joven pintor que abandona París dispuesto a emprender una nueva vida nos sirve de guía por la España de mediados del siglo XIX y, por supuesto, por la misteriosa Alhambra de la época. Se trata de un personaje positivista, aventurero, que permite hacer avanzar la narración, apoyado en algunos secundarios, de un modo algo ingenuo pero sin duda efectivo.

El cómic, no obstante ceñido a este espíritu aventurero, termina por sumirse en senderos más oscuros. Los guiños a los Mitos de Cthulhu de Lovecraft no son gratuitos, como tampoco las referencias al pasado más aciago de nuestro país. Con estos mimbres, la narración se salpimenta con algunos pasajes de terror hasta convertirse, propiamente, en una suerte de inesperado survival horror, en el que, a pesar de los trazos limpios del artista, encontramos escenas de indiscutible dureza.

El resultado es un cómic muy ameno, ágil y con su punto aterrador, una historia de aventuras siniestras decimonónicas dotada de la crudeza a la que estamos habituados los lectores contemporáneos. El trabajo gráfico es muy efectivo, en particular en los encuadres y la iluminación, y el guión, aun dentro de su sencillez, cubre las expectativas y, además, sirve de excusa para darnos a conocer algunas interesantes anécdotas de este fascinante monumento.

Una lectura recomendable para los amantes del género que viene en una cuidada edición de tapa dura con algún material adicional explicativo como complemento.

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