Halo: Helljumper

Imagen de Anne Bonny

Reseña del cómic de Peter David y Eric Nguyen publicado por Panini

 

Halo: Helljumper es, obviamente, un cómic de complemento para la famosa franquicia de videojuegos. Su objetivo es servir de pieza de ambientación dentro de este universo en el que el ser humano se ha topado de frente con otra civilización, alienígena, capaz de colonizar galaxias: el misterioso Covenant. No desarrolla el mismo ni lo modifica, sino que profundiza en algunos de sus aspectos en sintonía con el lanzamiento de la expansión Halo 3: ODST. La pregunta es ¿cuáles? La respuesta: los marines.

Aunque al principio tenemos la impresión de que la historia va a tener su foco en la desigual relación entre los spartans, esos soldados “definitivos” alterados genéticamente y dotados de la mejor tecnología, y los marines de “a pie”, los clásicos tipos duros malencarados de todo universo de estas características, al final vemos que la perspectiva es algo más amplia y que esta primera toma de contacto no es más que un enganche.

Halo: Helljumper nos plantea la épica de unos hombres comunes enfrentados a unas circunstancias extraordinarias que los impulsan a convertirse si no en héroes, sí en unos tipos duros de verdad. En la línea de la obra de Heinlein (Starship Troopers) o del fatalismo de Aliens, nos muestra esa batalla desigual en la que el horror cósmico se vuelve un concepto de estar por casa y se adapta a los cánones de la narrativa bélica: el deber, la obcecación, el orgullo, el compañerismo, etc. Todo salpicado con reflexiones lapidarias.

El registro, no obstante, es dinámico y positivista, casi con un punto de humor vacilón pues, aunque tienen todas las papeletas en contra, los protagonistas de Halo: Helljumper no solo no pierden los papeles, sino que se toman las cosas hasta con cierto cachondeo. El modo en el que se plasma la historia, con unos encuadres y unas perspectivas que manifiestamente buscan imitar la sensación de estar disfrutando del videojuego, acentúa esta sensación: el drama es apenas un telón de fondo sobre el que se sustenta la acción.

 

Eric Nguyen no escatima en colorido, difuminados ni efectos de luz para dar cuerpo al guión de Peter David. El espectáculo visual es, sin duda, una de las bazas principales de este cómic, que busca la continuidad con el videojuego no solo en detalles de uniformes, alienígenas, escenarios, etc., sino también en el propio modo en el que estos se plasman: además de fidelidad, se busca una continuidad visual.

El resultado es un cómic entretenido, bien ejecutado y sin más pretensiones que cumple con lo que promete.

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