Pepe

Imagen de Anne Bonny

Reseña del cómic de Carlos Giménez publicado por Panini

Cuando abordé la lectura de este cómic me preguntaba qué demonios iba a poder aportarme porque creía que no conocía a Pepe. En realidad, como descubrí tras leerme esta especie de biografía personal e intransferible, sí que conocía su trabajo, aunque quizás lo hubiera relacionado más con José González, su nombre completo. No lo sé: soy de esos lectores que se quedan antes con el nombre de la obra Vampirella, por ejemplo— que con el del responsable de la misma.

La cuestión, por lo tanto, era obvia: ¿para qué leerse un cómic sobre alguien que, a priori, no te dice nada? La respuesta es también obvia: por curiosidad. Quería saber quién era este Pepe que había suscitado la creación de este otro Pepe, el cómic. Por una vez, el gato sobrevivió y se quedó con ganas de saber más, porque en las páginas de esta obra hay un relato apasionante y lleno de vitalidad.

Consciente o inconscientemente, Carlos Giménez nos acerca un vivo retrato de una España que ya forma parte de nuestro pasado, pero que está tan fresca que es de obligado cumplimiento echarle un vistazo de vez en cuando. Para los que nos hemos criado con un padre amante de los cómics, en una casa llena de los más variopintos tebeos —desde TBOs a tomos apaisados de El Guerrero del Antifaz pasando por toda clase de imitaciones de cómics extranjeros y adaptaciones de clásicos e historias pulp—, sumergirse en Pepe es como conocer las bambalinas de ese momento y de ese mundo.

Hubo un tiempo en que en España existía una industria del cómic que funcionaba a destajo, en plan Marvel, y con este primer tomo de Pepe podemos conocerla de primera mano, a través de las anécdotas, a veces rocambolescas, casi siempre divertidas, a veces desternillantes, de un joven que, por lo que se ve, era pura energía. Era un tiempo donde las fiestas se llamaban guateques y la sombra de la Guerra Civil planeaba sobre las ciudades.

La edición de Panini está francamente cuidada, desde lo que es el propio cómic a los extras, que incluyen algunas ilustraciones del propio Pepe —que dejan claro por qué fue un referente internacional—, así como fotografías de la época —que delatan hasta qué punto Carlos Giménez ha captado su espíritu—. Una obra, en definitiva, muy curiosa y divertida que me ha atrapado por completo. Aun sin ser un fan —creía que ni siquiera un conocedor— de Pepe.

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