Hergé, ¿un racista gay?

Imagen de Anne Bonny

Disquisición sobre un tema recurrente cada vez que sale el creador de Tintín en una conversación sobre su obra: ¿realmente sus cómics sobre el personaje denigran a los que no son blancos y son patentemente misóginos?

Lo primero que hay que tener en cuenta para centrar este tema, es que el señor George Remi (su pseudónimo, Hergé, viene de pronunciar sus iniciales al revés con acento francófono, obviamente) nació en 1907. Por lo tanto, cualquier consideración sobre su obra o su mentalidad desde nuestra óptica será, en el mejor de los casos, sesgada. También hay que tener en cuenta el periodo que le toco vivir: la I Guerra Mundial mientras era estudiante, y la ocupación alemana de Bélgica durante la segunda.

 

Este segundo hecho es, posiblemente, el que haya hecho saltar la liebre sobre las posibles oscuras convicciones morales de Hergé. Un autor que continúa publicando durante la ocupación nazi, cuando la mayor parte de los periodistas se había desvinculado de los medios de comunicación robados, tenía que acabar, por fuerza, antes o después en el punto de mira de algún justiciero a toro pasado. Algunas de sus declaraciones posteriores a la prensa incluso apuntaban ciertas afinidades con el susodicho régimen, pero más que centrar el artículo en hechos históricos –que difícilmente podría valorar alguien de mi formación-, me gustaría focalizarlo en los cómics en sí.

 

La primera cosa que llama la atención en la obra de Tintín es la ausencia de mujeres. Quizá más preciso sería decir la ausencia de mujeres carismáticas. Una breve introspección nos pondrá de manifiesto este patente hueco en la obra: la mayor parte de las mujeres que aparecen son poco agraciadas y tienen papeles poco halagüeños. Bianca Castafiore, de hecho, es la única que se perfila como un personaje de peso dentro de la serie. Y no es que Hergé no supiera dibujar mujeres, quizá no seductoras, pero de un patente carisma: en Jo, Zette y Jocko, publicación nacida de las inquietudes de los padres de los lectores de Le Petit Vingtième (que encontraban a Tintín poco adecuado como modelo) aparece un madre guapa, y de carácter. Queda claro que para Hergé este tipo de personaje no resultaba especialmente interesante dentro de su obra, pues con esta última serie nunca se sintió muy cómodo.

 

Tres cuartos de lo mismo ocurre con sus caricaturas de negros y chinos en varios de sus cómics más controvertidos. Hay quien ha querido leer aquí un poso de racismo que, desde mi particular punto de vista, choca frontalmente con un hecho de su biografía: la amistad que el autor tuvo con Tchang Tchong-jen –quien le inspiraría a cierto personaje de El Loto Azul-. Pero claro, siendo que Hergé fue encarcelado varias veces después de la II Guerra Mundial, que aceptó trabajar para reconocidos fascistas y que debutó como dibujante en un periódico ultraconservador, este tipo de anécdotas parecen ser síntomas de algún oscuro secreto.

 

Juzgar a Hergé el hombre creo que es algo que está totalmente fuera de la lógica, y que no es ni sano, ni racional. Y en cuanto a juzgar su obra, siempre desde la óptica del lector, no me parece mal hacerlo siempre y cuando uno se pare a pensar un poco en el marco donde se desarrolla ésta.

 

¿Tintín en el país de los Soviet es una obra anticomunista? Muy posiblemente, y su publicación en Le XXème Siècle no tuvo, probablemente, nada de inocente. Pero tampoco se puede negar que en otras obras del autor, como en El cetro de Ottokar, hay una crítica bastante clara contra la expansión fascista en particular o los dictadores en general.

 

Y en cuanto al supuesto racismo, e incluso sin pararnos a pensar en el momento histórico en el que se dibujan estas historietas, ¿cómo se puede pretender que Tintín retrate un ambiente claramente colonialista sin que los nativos salgan desfavorecidos? Desde mi punto de vista, en El Loto Azul hay una escena que expone muy claramente lo que piensa Hergé –o quizás sólo Tintín- de la actitud occidental en dichas colonias (o ex colonias).

 

Con el tema de las mujeres pasa más o menos igual. ¿Podría haber dado Hergé un papel más relevante a algunas mujeres en sus cómics? Sí, claro, por qué no. Pero él es el artista y decidió que el cómic funcionaba mejor de otra forma. ¿Se habría visto perjudicado el encanto de Tintín sin la amistad con el borrachín capitán Haddock como exclusiva compañía? Quién sabe… Desde luego, las Joyas de la Castafiore no hubiera sido lo mismo si la cantante Bianca no hubiera sido un personaje tan esperpéntico.

 

Desde mi punto de vista, es inadecuado criticar una obra por lo que se crea entrever en lecturas entre líneas y detalles fuera de contexto. ¿Era Hergé un gay racista y misógino? Lo desconozco y, francamente, no me importa lo más mínimo. Lo que de verdad me importa es que fue un maestro de la narración que dio una dignidad al cómic que le ha permitido evolucionar hasta donde está ahora. Eso, y que sus cómics, que he leído muchas veces, son obras maestras, no subversivos panfletos de oscuras ideologías, como más de uno quisiera ver. Al menos, para un lector con dos dedos de frente.

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