Bohnanza

Imagen de Luc Hamill

Un gran filler, de los mejores de todos los tiempos basados en... ¡judías! 

 

Si alguna vez os he recomendado encarecidamente probar algún juego, éste debería encabezar el wishlist de todo principiante, como se diría en el mundillo. Cuando hace casi una década Uwe Rosenberg concibió en su cabecita un juego de legumbres, dudo que profetizara el éxito que tendría Bohnanza, sólo la cima del iceberg que hoy conforman todas sus expansiones y asocidados: Bohnaparte, High Bohn, La Isla Bohnita, Al Cabohne, Lady Bohn... hasta llegar al Space Beans, judías en el espacio. Es la monda. No obstante, el que hoy nos ocupa yo aconsejo jugarlo sin añadidos porque éstos le suelen cambiar su mecánica, con lo que ya no es lo mismo, por no decir que otras variantes como el Bohnkick no tienen nada que ver con él, y la calidad y divertimento que ofrecen es mucho menor (a mi irracional juicio, claro).

 

Bueno, como siempre, vamos a decir de qué va esto. El planteamiento es tan básico como supuestamente disparatado. Hay que ponerse guantes, botas y sombrerito de paja para cultivar frijoles de distintos tipos (pueden ser boxeadoras, hippies, desarropadas... todas en roles referenciados a clases de judías de Alemania, pero esto es anecdótico) que vienen dibujadas en las cartas y que lógicamente no tienen el mismo valor ni están en la misma cantidad. Por ejemplo, la más cotizada es el Judicultor (para mí, jodíocultor), de la que apenas hay 6 cartas que la representen.

 

Cuantas más habichuelas de un tipo siembres, más money ganas al recogerlas, que es simplemente darles la vuelta y ponerlas a un lado. Para esta campesina labor cada jugador dispone de un impresionante marquesado de... dos campos, aunque tiene opción de comprar un tercero para ampliar su parcelita.

 

Al comienzo se reparten seis cartas a cada participante y, esto es importante, el orden en que se reciben NO se puede alterar (y cada una que se robe pasará a ocupar el último puesto). En cada turno, hay que plantar la primera carta de judía que se tiene, y la segunda si se quiere, si no, no pasa nada, no pegarse.

 

A continuación toca robar dos cartas del mercado, que es el mazo de judías sobrantes colocado boca abajo en el centro de la mesa. Esas dos cartas se hacen públicas. El jugador que actúa en ese turno decide cuál le interesa y cuál quiere negociar con el resto. En esta fase tiene lugar la interacción que hace que ningún jugador se aburra fuera de su turno. Ya se sabe: regateos, ofertas, presiones, regalitos, subidas de precio y puñaladas traperas están a la orden del día.

 

Luego se roban tres cartas más del mercado (que irán al final, importante respetar el orden de las cartas) y así se suceden los turnos hasta que el mazo del centro se agote por segunda vez. Entonces la partida acaba, se hace recuento de monedas y gana el que tenga menos. Je, es broma, gana el que tenga más, claro.

Y ya está. Aunque con el rollo que he soltado antes no lo parezca, Bohnanza es un juego de negociación muy, muy divertido y dinámico, con unas ilustraciones muy chistosas y que saca a la luz al rácano mercader turco que todos llevamos dentro a base de charlatanería y regateo. Para ganar, como ya dijera Sun Tzu, es importante saber adaptarse al enemigo y en este caso es no plantar el mismo tipo de judías que el resto, saber cuando recolectar y que La Potra te acompañe, joven, que para eso estamos manejando cartas (siempre te topas con esa judía que no quieres y tienes que plantar si no consigues cambiarla o regalarla).

 

Bueno, yo no tengo ninguna tienda de juegos ni trabajo para los de Amigo, vamos, es que ni siquiera trabajo, pero nuevamente os he presentado una adquisición rentable y simpática que nos garantiza risas, partidas de mucha charla y entretenimiento para todos, que no es poco. Y no conozco a nadie que no haya querido repetir. Además, Bohnanza, o el de las judías, como yo lo llamo, es independiente del lenguaje (en las cartas sólo aparece el nombre de la judía, que con la imagen es secundario para reconocerla) por lo que se puede comprar en cualquier idioma y ya buscar por la red las instrucciones.

 

Si tu colección de juegos es algo avanzada, dudo que no lo tengas ya, pero si ése fuera el caso, por espacio en el armario tampoco será, que la cajita es pequeña, y por ello también se puede llevar a cualquier sitio. Ah, como cualquier filler, no conviene abusar de él, pero al menos sí adquirirlo.

 

Y ya está. ¡Abuelita! ¿A que adivino lo que hay de comer?

 

 OcioZero · Condiciones de uso