Solo un cigarro (CF)

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GutiD
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Max salió como cada noche a la terraza antes de acostarse a fumarse su último cigarro del día mientras su mujer le esperaba a que entrara y se metiera en la cama.

Ceremonioso, sacó un pitillo de la cajetilla y lo encendió delicadamente. Cuando el humo entraba a sus pulmones una luz intensa le deslumbró de tal manera que sintió un fuerte mareo y cayó al suelo sin poder remediarlo.

–¿Qué demonios? –dijo incorporándose del suelo.

Sentía un fuerte dolor de cabeza y las piernas le temblaban. Los brazos los tenia dormidos. Buscó por el suelo su cigarro y al no encontrarlo se metió la mano al bolsillo para sacar la cajetilla y encenderse otro. No la encontró.

–Juraría que los había sacado –musitó para si.

Se dio la vuelta para entrar en casa de nuevo y al dar el primer paso se golpeó la espinilla con una jardinera de piedra.

–¿Pero qué...? Joder...¡Lucia! –gritó–. ¿Cuándo has puesto esto aquí? No lo puedo creer, todo lleno de trastos.

Entraba quejándose cuando la visión de su habitación le hizo sobrecogerse. Lo primero que advirtió es que Lucia no estaba en la cama, pero lo más extraño era que la cama no era la misma que unos minutos antes cuando salió a la terraza. Los armarios, las cortinas e incluso la lámpara no eran las mismas que hace unos instantes. El miedo empezó a circularle por las venas.

–¿Lucia?

Un tenue resplandor acompañado de una voz enlatada llegaba de la parte de abajo. Max salió despacio de la habitación agarrándose a las paredes, escrutando cada rincón de su casa. Una vez hubo llegado al rellano de la escalera vio un jarrón chino con decenas de adornos que adornaba la barandilla. Nunca antes había visto ese jarrón.

Comenzó a bajar las escaleras. Supo que la voz que había oído era de la televisión, pero no comprendía como su mujer había salido de la cama y se había ido al salón a ver la tele. Aunque eso era lo menos raro teniendo en cuenta que hubiera cambiado toda la decoración de la casa en dos minutos. Casi llegando abajo una voz de mujer llego a sus oídos, también una voz de hombre. Ambas voces sonaban cansadas, viejas...

Asomó la cabeza por la esquina que daba a la estancia de donde provenían las voces. Ninguna de las dos personas que había sentadas en el sofá repararon en su presencia ya que el sillón estaba orientado a la parte opuesta a la bajada de la escalera.

El salón no era ni mucho menos el suyo. Una televisión plana de aspecto futurista había sustituido a su barata pero fiable televisión de tubo. Un gran ventanal ocupaba gran parte de pared donde antes solo había cemento. Ningún cuadro o adorno colgaba de las paredes, toda la habitación era fría como el hielo. Decidió romper el silencio y acabar con aquella locura.

–Perdonen –dijo en voz alta a las personas que había sentadas en el sillón.

El hombre se levantó como un resorte. Debía tener unos setenta años. Una gran barba blanca compensaba la ausencia total de pelo en la cabeza. Parecia sufrir reuma porque se llevó una mano al costado por levantarse tan rápido del sillón. La mujer también se incorporó. El pelo cano no escondía sus aún mechones rubios, aunque escasos. Los ojos azules y su cara redondeada hicieron a Max sentir una punzada de tristeza sin saber por que.

–¿Quién es usted joven? Y más vale que me diga algo convincente antes de que llame a la policía –dijo el anciano.

–Tranquilo señor, por favor, no sé que está pasando. Yo vivo aquí. No sé quienes son ustedes.

Max hablaba con el viejo pero no quitaba la vista de la mujer, al igual que ella, que no desviaba la mirada hacia otro lado.

–Yo... salí un momento... caí al suelo y volví a entrar –dijo entrecortadamente–. Le juro que vivo aquí.

–Voy a llamar a la policía. Acércame el teléfono Lucia.

La mujer seguía mirándole sin pestañear. Sus ojos reflejaban algo que no podía comprender, o que no quería comprender. Dos grandes lágrimas cayeron por su cara.

–¿Lucia? –repitió Max

–¿Max? –dijo la anciana acercándose a él–. Oh dios mío, eres tú. Pero no puede ser, no puedes ser tú, no puede ser, es... esto es...

Lucia se desplomó en el suelo como si un rayo le hubiera caído en la mismísima cabeza. Los dos hombres se apresuraron a cogerla para dejarla en el sillón. Cuando Max estaba a su altura, el anciano le golpeó con el brazo.

–Ni se te ocurra tocarla.

Max retrocedió perplejo y esperó a que aquel hombre la subiera al sofá. Lucia tardó unos minutos en volver en sí. Max no intercambió ni una sola palabra con aquel hombre que no dejaba de mirarle fijamente. Cuando abrió los ojos y se incorporó en el sillón miró a Max con lágrimas aún en los ojos. Él conocía esa mirada, la conocía a ella, no había duda, era su mujer.

–¿Qué ha pasado Lucia? ¿Qué es esto? ¿Cómo es posible?

Las preguntas se sucedían una tras otra sin que nadie pudiera contestarlas. El anciano interrumpió a Max

–¿Por qué hablas a mi mujer como si la conocieras? ¿Quién diablos eres chico?

Miró por un momento a su mujer y vio como esta miraba a Max.

–¿Y tú por qué le miras así? ¿Le conoces?

–Calla un momento Fran ¿quieres? Cállate –la voz de la anciana sonó enérgica con lo que el viejo no tubo más remedio que obedecer.

–Si, le conozco, es mi marido... o lo era antes que tú.

–¿Pero qué estas diciendo? –espetó Fran.

Max no decía palabra, miraba sin pestañear a aquella anciana que sin lugar a dudas era su Lucia. La Lucia a la que había visto en la cama hacia un rato y esperaba a que él entrara de fumar para acostarse. Pero aquella Lucia tenia veintiséis años, y esta que tenia delante, ochenta.

–Lucia... yo... no tengo ni idea de lo que ha pasado –lloriqueó Max.

–Max. Había conseguido olvidarte. Me costó mucho, no te imaginas cuanto. No imaginas lo duro que fue para mi, ¿por que vuelves ahora?

–¿Me estas regañando? No lo puedo creer... ¡No sé que ha pasado por Dios! ¿Tan difícil es de comprender? –alternaba su mirada entre los dos ancianos–. He salido a la terraza, me he caído al suelo y he entrado, y cuando entro eres una anciana y estas casada con otro tío. ¿Y me dices que por qué vuelvo? ¿Qué vuelvo de donde?

Max se derrumbó en el suelo y lloró con todas sus ganas tapándose la cara con las manos.

Ella le miraba apesadumbrada.

–Desapareciste hace cincuenta y cuatro años Max. Me acuerdo de aquella noche como si fuera ayer.

Él se levantó del suelo y se secó las lagrimas.

–No puede ser... pero si he salido hace solo un rato.

Max abría y cerraba los ojos como si aquello pudiera hacer que algo cambiara.

–Vale, ya me habéis acojonado, está bien...¡Lucia! –gritó por toda las casa mientras se levantaba del sillón y examinaba toda la planta baja.

–Siéntate Max por favor, siéntate. Es cierto. Aquella noche desapareciste. Llamé a la policía, te buscamos durante meses, fuimos a la televisión, a los periódicos, todos te buscamos. Se te declaró desaparecido y celebramos tu funeral al año siguiente cuando abandonamos todas las esperanzas.

–¿Mi funeral?

Max se desplomó en el sillón al lado de Fran que ahora le miraba con expresión de pesar.

–Yo nunca conté a nadie lo que vi esa noche, ni a la policía ni a tu familia... tampoco a ti Fran –dijo mirando a su anciano marido–. Me hubieran encerrado en un manicomio Max, no podía hacer nada.

–¿Qué viste? –preguntaron los dos hombres al mismo tiempo haciendo que la mujer esbozara una pequeña mueca divertida.

–¿No recuerdas nada de estos últimos cincuenta y cuatro años Max?

–Pero si han sido unos minutos...¿como si no iba a tener este aspecto? ¿No ves que tengo veinte años?

–Lo veo sí, pero como puedes ver yo tengo bastantes más.

Se quedaron mirándose unos segundos, hasta que Lucia continuó hablando.

–Esa noche mientras te esperaba en la cama, una luz como nunca había visto inundó la habitación. Tuve incluso que cerrar los ojos. Después, un ruido apenas audible pero penetrante sesgó la noche y desapareció tan rápido como empezó. Yo salí a la terraza corriendo, lo más deprisa que pude, pero tú ya no estabas allí –las lágrimas volvían a caer por sus mejillas–. No estabas Max. Solo había un cigarro en el suelo. Solo un cigarro.

 

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jane eyre
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Bienvenido/a, GutiD

Participas en la categoría de Ciencia Ficción

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Caroline
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Poblador desde: 24/09/2010
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Algo predecible, pero bien narrado.

Saludos cordiales.

"And the sign of humanity is burning tonight... I can't escape from this ritual silence... Humanity's burning tonight"
 

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mawser
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Una historia demasiado tópica, algo confusa en los diálogos (demasiado apresurados para mi gusto) aunque con sus aciertos narrativos (el uso del cigarro como nexo).

https://www.facebook.com/La-Logia-del-Gato-304717446537583

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