La infinidad y nosotros...

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¿Alguna vez pensaste lo pequeños que somos?

Cuando uno se tira en la hierba, y sin que el sol ofusque los puros y profundos pensamientos que trae la noche, comienza a ver las cosas tal cual son, se siente verdaderamente tan insignificante, tan porquería, tan ínfimamente pequeño…

 

Vale recordar, claro está, que este tipo de reflexiones se las debemos al avance que ha hecho la magnificente ciencia, que se mantiene expectante de cambios, acontecimientos, reacciones y nuevos conocimientos y descubrimientos. Es la encargada de mostrarnos el mundo tal cual es y posibilitarnos este tipo de pensamientos minimistas.

 

Porque la cuestión está en nuestro sitio, nuestra ubicación, nuestro diminuto tamaño en comparación al universo y la tan poco notable cantidad de años que simboliza una vida para la historia…

 

Igualmente, no queda duda de que más del 70% de las personas alguna vez en sus vidas ha establecido la eterna relación Yo-Espacio en el momento en que mira un cielo meramente estrellado y con una refulgente luna menguante que encabeza los ojos de aquel anhelado y casi inalcanzable tesoro: La noche…

 

Porque, yendo al caso de la realidad… Establezcamos el parámetro de que cuando retozamos sobre la gramilla de nuestros patios, no somos más que eso, o sea, un humano como cualquiera de los millones y millones que hay en el planeta que está acostado sobre una porción de los billones y billones de pastitos que crecen en todo el mundo… Estoy dentro de un patio, dentro de los miles y millones de patios que tiene mi ciudad, incluso en mi casa, dentro de la inconmensurable cantidad de las mismas que existen en el basto y acabado mundo.

 

¿Y mi ciudad o pueblo? Bueno, también hay que contarlo, porque allí existo, allí genero mi vida social, planteo incertidumbre, y sobre todo en los lugares más pequeños, me arraigo y anclo a una fama de la que toda mi vida seré parte, de la que toda mi vida seré testigo y esclavo… Tal vez buena, tal vez mala… Es muy difícil cambiar la forma en que todos los ojos me ven… Por lo que mi casa está dentro de ese lugar, mi pueblo o ciudad… Que a su vez, por lo menos en mucho de los países del mundo, está dividido en barrios que se agrupan por condiciones sociales, establecimientos educativos, etc…

 

Por lo tanto, hasta el momento yo estoy como un hombre más, tirado sobre aquel trozo de gramilla igual que el resto, en el patio de mi casa, que está en un barrio de una ciudad o pueblo; que a su vez, estará dentro de una provincia, estado o departamento, que dependiendo del país, regirá de forma federalista o unitarista; monárquica, democrática o totalitarista; oligárquica, anarquista o bien distribuida… Con sus problemas, sus cuestiones, sus paros, huelgas, tratados, pactos, deliberaciones, gobiernos, apocrificidades, exaltaciones, luchas internas y disturbios de sangre, sociedad, lengua, religión, color, pensamiento y fines personales. Cada una de estas regiones está dividida internamente de forma política, educativa y salubre, distribuyendo a aquellas personas que se recuestan en sus patios lo que necesitan y requieran de la mejor manera posible, haciendo a su vez que las provincias, estados o departamentos, se dividan en zonas o distritos para cada actividad que posibilite la vida humana.

 

Y por qué no seguirnos extendiendo… Ver que esas divisiones se encuentran establecidas dentro del gran error de la humanidad: La división política, o como comúnmente los llaman: Países… ¿Qué ha ganado el hombre con el parcelamiento de la ínfima tierra habitable en partes mal distribuidas, mal establecidas, mal dimensionadas? Creo que la respuesta es clara y concisa… Absolutamente nada.

 

Se cree el dueño del mundo, mientras que el verdadero dueño es el mundo mismo que por sí solo existe y subsiste, con su propia alma que es el alma de las mismas cosas, de todo lo que tocamos y no tocamos, de lo que sentimos y no sentimos… Así creado hace ya millones y millones de años, el mundo existe pleno y rebosante de recursos que han posibilitado la vida desde las inferiores células, microbios, microorganismos y gérmenes, hasta los complejos conjuntos de sistemas de órganos que son lo humanos, capaces de razonar, pensar y generar conceptos elaborados sobre todos los temas, por sí solos y sin necesidad de ayuda o imposición… El ser humano es el súmmum de la evolución, el creó el pasado, es parte del presente, y deberá modelar el futuro siendo consciente de que existe gracias a eso, y de quién es al fin… Porque ¿quién nunca ha sentido que el mundo terminará por obra y arte de los seres que parecen ser el tope del círculo evolutivo? El hombre nunca debe olvidar su origen, así como nadie debiere hacerlo. Si uno no recuerda de dónde viene, tal vez no recuerde a dónde va… Y ése es exactamente el problema de la humanidad. No sabemos a dónde vamos…

 

Los países se agrupan geográficamente en continentes, en regiones y recientemente en bloques destinados a perecer y a ser vueltos a crear por personas que pensarán que tal vez el día de mañana puedan tener una función más útil que la que tuvieron los viejos bloques, que serán los modernos contemporáneos.

 

Pero nuestro mundo, ése que es tan pequeño, está inmerso en medio de un sistema, un círculo y torrente imaginario de órbitas oblicuas que dirigen a esas 9, 10 u 11 formas geoides uniforme y periódicamente en torno a una estrella: El sol.

 

El sol… ¿Tan sólo una estrella? Eso supone la ciencia, pero ¿quién lo puede confirmar con tal certeza? Puede que sí… Puede que dentro de los millones de estrellas de la Vía Láctea, Dios haya escogido al sol como una de ellas para posibilitar la vida… Por eso digo, es una estrella tan común como cualquier otra, una estrella que posibilitó la vida, pero común… Suena gracioso decirlo de esa forma, pero acaso nadie ha pensado que la Vía Láctea es una más dentro del importante número de galaxias que conforman el “Conjunto Local”. Que a su vez no está solo en el vasto e inconmensurable universo que ahora dicen que no se expande todo el tiempo, sino que permanece estático, y rebalsa de grupos y conjuntos de galaxias, aquellas espirales de estrellas que se centran en un solo punto dentro de la inmensidad…

 

El Universo, ¿uno entre muchos otros? Ésa es la única pregunta que hoy no soy capaz de responder… Pero en caso de que sea más de uno, ¿cuál o qué es la fuerza sobrenatural que los une, los conecta y los atrapa? La imaginación humana temo que no podrá concebir nunca jamás que imaginemos a lo que hoy llamamos “la nada”. El hecho es que en nuestras mentes no cabe más que una mancha negra para recrearla, pero nunca jamás podremos comprobarlos o incluso dibujarlo en nuestras pobres e insignificantes neuronas que, con sus ínfimas organelas, no pueden hacer más que procesar la información que está a nuestro alcance…

 

Es tan importante saber quiénes somos, dónde estamos… Pero al darnos cuenta nos sentimos tan insignificantes, tan basuras, tan porquerías… Que incluso puede llegar a hacernos sentir mal… No es fácil comprobar la cadena que nos incluye, ni mucho menos aceptarla… ¿Si en verdad somos parte de un experimento, de un injerto de alguna raza superior en un planeta que era deshabitado? Tal vez un experimento que ellos en algún momento decidan acabar…

 

Sé que a duras penas, y como visor y espejo de la realidad de cuan insignificantes somos, debo dar por concluida la “cadena de la insignificancia humana” con un resumen de la misma, que creo que a estas alturas los lectores deben de haberlo ido elaborando ellos mismos en base a los conceptos presentados, o incluso aquellos un poco más despiertos, imaginando el último eslabón desde el principio, desde que retozábamos en la gramilla de nuestros jardines, antes de emprender aquel viaje que comenzó con nosotros contemplando lo que se ve desde la tierra del fin de la cadena: La noche, nuestra simple y humilde visión del universo y la inmensidad…

 

Somos un conjunto, un todo formado de órganos comprendidos por células que contienen organelas, átomos y partículas subatómicas que concluyen en quarks. Estamos sobre otro ser vivo, la gramilla, y miramos al cielo tendidos en los patios de nuestras casas que seguramente no son las únicas de nuestra ciudad, que no está sola en la zona de nuestras provincias, estados, principados o departamentos, como quieran llamarse esas divisiones políticas de nuestros mal creados países que dirigen continentes, zonas y bloques de la ya dolida Tierra; el tercer planeta de un sistema algo nuevito que no ha llegado ni a la mitad de su vida, y está conformado por otro número incierto de cuerpos celestes que giran en torno a una estrella: El sol. Inmerso está el mismo dentro de la Vía Láctea, que forma parte del famoso “Conjunto Local”, y así, de todas las galaxias que formas el “Universo”, que tal vez no sea más que uno dentro de millones agrupados por una fuerza que no podemos comprender…

 

Mire en torno suyo, vea la CPU, el monitor, la impresora… Y ahora piense: ¿Tan pequeño soy?

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Mauro Alexis
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  «—El universo es muy grande,— dijo Galuboie, observando fijamente lo vasto —pero en nosotres no sólo se comprende el universo entero, sino también lo que puede ser y aun aquello que no será jamás...»

      http://ociozero.com/foro/11766/pda-les-antropomorfes

 

      Me ha gustado tu ensayo, sobre todo la manera en que lo has redactado. No estoy de acuerdo con muchas de las cosas que dices, por eso dejé el fragmento de texto citado, que resume muy bien mi forma de pensar, pero eso ya es otro asunto. 

 

     

 

"Habla de tu aldea y serás universal."

 

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