¿Dónde está Wally? ¿Un cómic?

Imagen de Anne Bonny

Hay quien dice que simplemente es un libro sin palabras (o con pocas) o un librojuego, pero yo creo que está más emparentado con los cómics. Debe ser por haber leído últimamente a Little Nemo...

Allá por 1987, hace ya la friolera de veintidós años -demonios, ¿tan viejos somos?-, Martin Handford, con ese pragmatismo tan lanzado de los británicos conjugado con su particular sentido del humor, hizo una cosa muy saludable: inventar una cosa obvia que, probablemente, ya existía. Me refiero (como el título del artículo pone de manifiesto) a la serie ¿Dónde está Wally?

 

¿Era la primera vez que uno nos proponía ponernos a buscar algo en un dibujo? Pues no, obviamente. El juego de encontrar las siete diferencias debe ser tan viejo como los propios periódicos. Y desde luego, ni buscar, ni crear a un personaje, ni nada de todo eso era especialmente novedoso, lo que no resta que tuviera su gracia y, con un poco de entusiasmo por parte del público, alcanzara un éxito insospechado. Ni es la primera vez, ni será la última. Y lo de encontrar a Wally, simple como un sidral, ha sido más ingenioso que muchos otros “inventos” que le han sucedido con iguales o mejores resultados.

 

Para ser un concepto sin trampa ni cartón, lo cierto es que se exprimió bastante, y aún se le podría haber sacado más jugo. Si nos centramos en los libros, vemos que se superó la media docena de escenarios sin problemas: un viaje en el tiempo, otro más bien geográfico, un mundo mágico... Se podría haber seguido hasta el infinito, y desde luego no había por qué restringirse al marco del papel, aunque eso ya es otra historia porque no sigue los mismos mecanismos de transmisión. Franquicia sí, pero con distinto concepto. Como los jerseys de rayas.

 

Pensemos en los libros. ¿Por qué libros? Son más baratos que las películas -bueno, ahora con lo del flash igual no-, cumplen de sobra su cometido, y, a fin de cuentas, el juego se planteaba como una imagen estática, por lo que no hacía falta más. Pero, ¿por qué les llamamos libros? Bueno, porque son un conjunto de hojas encuadernadas siguiendo un orden lógico. ¿Como los cómics? Sí, como los cómics. De hecho, a éstos se parece más que a los libros “estándar” -pensemos en novelas, libros de texto, guías telefónicas, etc.- por dos motivos.

 

Primero, la presentación: “¿Dónde está Wally?” se editaba en formato A4, o folio, que más o menos es lo mismo. Y el motivo es menos arbitrario de lo que pudiera parecer: cuanto mayor es la imagen, más posibilidades tenemos de perdernos por ella, por lo que cuanto mayor fuera el “libro”, más fácil sería explotar el concepto de la búsqueda. Un A4 abierto por la mitad hace un A3, que es un buen trozo de papel. Al mismo tiempo, el lector se hubiera dado cuenta del ardid con uno mayor, o le hubiera resultado engorroso (quizás forzando a leer en una mesa). De este modo, Wally se presentaba como los cómics europeos de toda la vida, como los Astérix y Tintines, por decirlo gráficamente.

 

Y segundo, el concepto: tanto los cómics como este “librojuego” reposan en la imagen. Claro que hay cómics que le dan mayor o menor protagonismo a ésta, pero si no lo tiene, pues, francamente, no son cómics.

 

Habrá quien piense que no por ser un libro con imágenes es un cómic, y estaré totalmente de acuerdo, pero también es cierto que sus imágenes tienen una cualidad especial que las diferencian de, por ejemplo, las del juego de las siete diferencias que nombrábamos antes, o de los catálogos de arte con sucesiones de fotografías. Y esto es lo que me hace pensar en él como una suerte de cómic extraño: sus páginas son imágenes narrativas. De hecho, si no fuera por su capacidad narrativa, “¿Dónde está Wally?” no hubiera tenido el éxito que tuvo (o quizás sí, pero por otros motivos).

 

Wally es un personaje que viaja, y para viajar la acción tiene que avanzar. De algún modo, cada plancha en la que se pierde es una suerte de enorme viñeta. No son simples fotos de sus “viajes”, sino instantáneas con sus movimientos propios. De hecho, y esto es más importante todavía, dentro de cada una de estas vastas viñetas encontramos decenas de otras que son las que hacen que, en el fondo, encontrar a Wally sea secundario y “leer” sus aventuras un placer.

 

La gracia de Martin Handford fue la de narrarnos pequeños sucesos alrededor del suceso principal (que no se supiera dónde estaba el “protagonista”), y enganchar nuestra atención con ellos. Al principio, eran principalmente humorísticos y sencillos, lo que se mantendría a lo largo de la serie, pero en algunos volúmenes encontramos también algo de aventura, otro modo de comunicación clásico del cómic.

 

Recuerdo con especial cariño el tomo del mundo fantástico, con sus caballeros negros batiéndose a diestro y siniestro, el extraño partido de pelota o los originales glotones en eterna bacanal. Creo que son elementos que ponían de manifiesto esa cualidad mágica de algunos artistas de ser fantasiosos sin complejos, de saber tomar lo que necesitan para crear lo que quieren crear. En el caso de Handford, su gran acierto es extraer las enseñanzas del cómic (de la narración gráfica) para crear un extraño juego lector sin palabras, y sin viñetas. Al menos así lo veo yo, aunque, como digo, igual es que he leído demasiado a Little Nemo últimamente.

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Shiven
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Siempre me ha encantado, y no se por que nunca lo había catalogado como libro ni como cómic, para mi tienen su propio estilo, aunque quizas como dices es una viñeta grande, tambien se puede ver asi...
Gran articulo :)

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Algunos dicen que soy malvado pero eso no es cierto, tengo el corazón de un niño.
En formol.
Sobre mi mesa.

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ViejoBastardo
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Wally mola un montón.....

Realmente no importa que sea libro, cómic o panfleto de pasatiempos, Wally se ha ganado un sitio en nuestros corazones y eso no se lo quita nadie.........

Ya está a la venta La Taberna de Bloody Mary en la colección A Sangre de Saco de Huesos.

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Tokrand
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Pos eso, que este artículo es cojonudo. Y además, dice una gran verdad. Empezabas buscando a Wally en un punto, recorriendo el dibujo con los ojos, diseccionándolo, y al final encontrabas pequeñas historias dentro del dibujo que llamaban tu atención y te ponías a mirarlas. Y claro, para cuando ya te habías saciado y querías volver a la tarea principal de buscar a Wally, pos ya no recordabas por dónde te habías quedado buscando, ni si había comenzado la busqueda por el margen superior derecho o el izquierdo, y era vuelta a empezar... Jajaja! Que joío el Wally este... ¿dónde habré puesto mis viejos libros de aquel cabrón del traje a rayas?...

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