Emigrantes

Imagen de Anne Bonny

Reseña del fascinante cómic de Shaun Tan publicado en España por Barbara Fiore Editora

 

El lenguaje narrativo del cómic no es una simple conjunción entre imágenes y palabras: es una lengua propia. Es algo que se pone de manifiesto cuando lees -por denominarlo de alguna forma- “Emigrantes”, la obra de Shaun Tan publicada en España por Barbara Fiore Editora. En esta novela gráfica sólo hay una palabra: el título.

 

“Allí donde van nuestros padres”, en la versión francesa que cayó en mis manos (publicada por Dargaud), es una lección magistral en muchos sentidos. El primero, y más obvio, en cómo narrar con imágenes sin recurrir siquiera a unos simples textos de apoyo. La palabras están incluso ausentes de las ilustraciones en sí, pues el lenguaje de ese país imaginario al que emigra el protagonista es totalmente incomprensible tanto para él como para el lector. Y ésta es la segunda genialidad del tomo.

 

La ausencia de lenguaje escrito comprensible en “Emigrantes” no es un simple alarde, sino una herramienta tan natural como aplastante -bien utilizada- para transmitir, que no representar, lo que un inmigrante siente cuando llega a una tierra extraña en el más amplio sentido de la palabra. Personalmente, he experimentado esta sensación, pero no de un modo tan apabullante como el planteado por el autor: tomando como referencia las olas migratorias de asiáticos a Australia, Shaun Tan nos habla de lo que es encontrarse en un sitio donde ni siquiera los caracteres escritos tienen nada que ver con los propios. Ni siquiera, de hecho, la lógica de las cosas.

 

¿Cómo consigue, pues, narrar el autor sin recurrir a estas referencias? A lo que recurren los propios inmigrantes cuando se ven en una situación semejante: al lenguaje más primario del ser humano, a ése que nos es común a pesar de los distintos orígenes: las sonrisas, la posición del cuerpo, las muecas y, como último recurso, los dibujos.

 

Para acrecentar esta sensación de extraño en tierra extraña y hacer universal su obra -porque ésta no va de quién va a dónde, sino de lo que esto supone- tanto el punto de partida como el de llegada son totalmente fantasiosos. Se perciben trazos de nuestro propio mundo y nuestro propio pasado, con una industria titánica llena de apabullantes máquinas y trabajos incomprensibles, o vestimentas que nos hacen pensar en esos grandes movimientos de población de principios del siglo XX, pero el conjunto recuerda más a las fantasías del Bosco que a nuestra propia realidad.

 

Este detalle, bien cimentado con un sorprendente trabajo de documentación -porque para hacer fantasía también hay que documentarse, como se ve en algunas escenas claves de la obra, donde tenemos la impresión de estar llegando a un Nueva York ucrónico-, permite al autor una libertad de movimiento que da rienda suelta a toda su calidad artística. Las composiciones de las viñetas son impecables, y su capacidad de transmisión alucinante. Uno se enfrasca en su lectura con más ahínco que en obras llenas de texto, y se deleita tanto con los primeros planos, en los que los personajes hablan sin hablar, como con las vistas panorámicas que cortan el aliento, en su terrible magnificencia u horror.

 

El aspecto gráfico en sí, ya incluso olvidándonos de su uso narrativo, es sobresaliente. Las imágenes tienen ese tono sepia de algunas fotografías de principios del siglo pasado, y este realismo fotográfico se perpetúa incluso en los momentos más mágicos, creando una estética propia fascinante que explota en instantes de auténtica poesía gráfica.

 

Pocas veces una obra alcanza tal grado de maestría. Sin duda, un volumen indispensable, una auténtica obra maestra. Una ventana a todo un mundo que, curiosamente, refleja el nuestro.

 

 

Sinopsis (Cortesía de Barbara Fiore Editora)

 

¿Qué es lo que lleva a tanta gente a dejarlo todo atrás para viajar hacia un país desconocido, un lugar en el que no tienen familia ni amigos, donde nada tiene nombre y el futuro es una incógnita? Esta novela gráfica sin palabras es la historia de cualquier emigrante, refugiado, desplazado, y un homenaje a todos los que han realizado el viaje.

 

Autor

 

Shaun Tan es autor e ilustrador de “La cosa perdida” y ”El árbol rojo”, ambos galardonados con numerosos premios internacionales y con una mención de honor en el premio Bologna Ragazzi, ambos publicados también por Barbara Fiore Editora. Entre los libros ilustrados por Shaun anteriores a éstos se incluyen “The Rabbits”, de John Marsden (Libro ilustrado del año de la CBCA), y dos más con Gary Crew: “Memorial” (un libro de honor de la CBCA) y “The Viewer” (ganador del premio Crichton de ilustración). En 2001, Shaun recibió el World Fantasy Best Artist Award por el conjunto de su obra.

 

 

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