Maus

Imagen de Anne Bonny

Reseña de la novela gráfica de Art Spiegelman, con la que cosechó el Premio Pulitzer en 1992, la cual he tenido oportunidad de leer en su versión integral que recoge los dos tomos originales.

Maus es una de las obras del arte secuencial más conocidas -al menos de oídas- por el gran público. Su temática (o al menos su escenario), el Holocausto, y el haberse llevado nada menos que el Premio Pulitzer la convierten en una obra de referencia muy socorrida y, por lo tanto, muy utilizada. Pero ¿qué se esconde en realidad tras sus páginas? El que crea que simplemente una obra de denuncia de las barbaridades acaecidas durante la Segunda Guerra Mundial, como era mi caso, se llevará una sorpresa mayúscula.

 

No es que Maus no trae de este conflicto bélico, pues efectivamente tenemos la descripción pormenorizada de la vida de uno de los supervivientes del campo de concentración de Auschwitz desde es ascenso del partido nazi al poder en Alemania hasta la liberación de Europa por los aliados, sino que esta historia no es más que el telón de fondo, o la excusa, para hablarnos de otra cosa: de las relaciones entre padre e hijo que protagonizó, esta vez sí, el propio Art Spiegelman.

 

No sé qué fue primero, si el huevo o la gallina. Aparentemente el autor de Maus deseaba escribir una historia sobre lo vivido por sus padres durante la encarnizada contienda que involucró a gran parte del mundo allá por los años 40. Al final, sin embargo, el proceso de extraer la información necesaria a su padre -su madre ya había fallecido, como se explica en el propio cómic, cuando emprendió este proyecto- termina convirtiéndose en una historia en sí misma.

 

En cierto modo, el lado humano de la existencia se impone a lo largo de toda la trama de Maus, que se desarrolla en dos niveles: las memorias del viejo Vladek y la "actualidad", el tiempo en el que su hijo Art le va visitando para encajar las piezas del rompecabezas de su pasado. No son dos líneas aisladas, sin embargo: se entremezclan íntimamente porque, uno se acaba dando cuenta antes o después, Maus habla de seres humanos a través de sus circunstancias -extraordinarias o mundanas-.

 

Resulta curioso ver cómo la profundidad de los personajes termina por imponerse a todo lo demás. Sorprende la sonrisa que se le puede dibujar a uno al reconocer el carácter tozudo y marcado del viejo Vladek incluso cuando está sumido en el horror más profundo del funesto momento histórico que, realmente -y esto es lo más terrible-, le tocó vivir. No es un héroe, sino una persona con sus particularidades y, sin tapujos, sus defectos.

 

La franqueza del relato, en este sentido, resulta apabullante, máxime cuando el propio autor se permite jugar con elementos metaliterarios incluyéndose en la propia historia e incorporando episodios que ocurren durante la creación del propio cómic -e incluso durante la comercialización del primer volumen-. Este afrontamiento a pecho descubierto es, sin duda, el responsable de la fuerza de la obra, tanto de su capacidad de poner la piel de gallina como de robar una sonrisa condescendiente al lector.

 

Art Spiegelman juega con esta construcción a varios niveles de un modo magistral con recursos gráficos aparentemente sencillos pero muy bien hilados. Teniendo presente que el cómic no es más que una convención para transmitir un algo -en ocasiones poco claro incluso para el creador- no duda en reflexionar sobre sus herramientas durante el desarrollo de la obra, permitiéndose licencias como las de incluir cómics propios de otras épocas, fotografías reales o incluso cambiar la convención de símbolos -formidable la dualidad animales / máscaras que plantea en determinados momentos-.

 

Terminada la lectura de Maus es fácil entender que no se trata de una obra más sobre la Segunda Guerra Mundial ni sobre el holocausto judío. No sólo porque los recursos usados por el autor, aun sin entrar en lo espectacular -el blanco y negro y las viñetas reducidas se imponen-, son impresionantes, sino porque, a fin de cuentas, el meollo de Maus es algo más antiguo y universal que este episodio de nuestra historia reciente: es la misma esencia de la relación entre seres humanos. En concreto, entre un padre y su hijo.

Imagen de carlos gallego
carlos gallego
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Aunque el dibujo no es del estilo que me gusta, la historia es realmente magnífica y el pulitzer merecidisimo.

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