Conan en los reinos negros

Imagen de Anne Bonny

Seguimos el repaso de las aventuras de Conan el bárbaro, cuyos pasos le adentran en Kush y más allá.

 

 

Tras el impresionante cierre del número 100 de la colección, en el que asistíamos emocionados a la muerte de Bêlit, Roy Thomas emprendió la fase de transición de su gran proyecto de narrar las aventuras de Conan concatenándolas de un modo cronológico. De este modo, su intención era situar una serie de aventuras de “relleno” en los reinos negros para explicar cómo el cimerio se encuentra más adelante, tras la muerte de la reina de la Costa Negra, de vuelta por el norte civilizado. En concreto, en los dos tomos que trataremos a continuación, el bárbaro consigue llegar hasta Shem.

Esta sería la última parte de la colección (de momento) de la que se ocuparía su creador. Con su marcha, terminaría también el ambicioso enfoque cronológico de las aventuras de Conan. Ni siquiera Robert E. Howard consiguió contarlas de un modo ordenado (él mismo decía que tenía la impresión de escucharlas de boca de su personaje, de un modo caótico, como cuando compartes recuerdos con un viejo amigo en una taberna), así que tal vez fuera el destino predestinado de la serie.

De este modo, en los tomos 13 y 14 de Las crónicas de Conan, recopilados por Planeta DeAgostini, encontramos este último fragmento lineal de las “memorias” del cimerio (excepción hecha del número 92, que abre el primer tomo, y que es un flashback titulado La cosa de la cripta, una aventura que traerá ecos de otras ya leídas). Aquí encontramos recopilados los números comprendidos entre el 101 y el 115 de la colección original, una etapa de la que no se habla mucho pero que a mí me resulta particularmente sugerente.

Por un lado, las primeras aventuras se enmarcan en los salvajes dominios de la jungla, donde Conan se sumerge ya desvinculado de la malograda tripulación del Tigresa. Son aventuras muy sugerentes y, como cabía suponer, salvajes. En ellas veremos a Conan convertido en jefe de guerra de una tribu, en un papel muy equilibrado e inusual en él. Se percibe claramente que Thomas tenía ganas de trabajar la profundidad psicológica y emocional del personaje.

Algo después caemos en una especie de minisaga: la adaptación de la novela de Norvell Page, Hijos del dios oso, una narración que, aunque se desarrolla en varios números, quizás hubiera necesitado alguno más para explotar la gran cantidad de elementos fantasiosos que incluye, desde ciudades pobladas de enanos, praderas interminables de insondables mares de hierba, dioses ursinos, peregrinos ingenios tecnológicos y conspiraciones con aesires de por medio. No es mi parte preferida de este periodo pero hay que reconocer que es muy Howard y que está llevada con mucha solvencia.

Ya en su recta final, Conan llega a la parte más civilizada de la zona: el reino de Kush, estado que permanece bajo la influencia de colonos estigios y en el que, como no podía ser de otra forma, no faltará la traición. De nuevo, es una etapa no muy conocida del personaje pero sí interesante por los escenarios presentados: ciudades estado con conflictos entre etnias, tribus salvajes que asaltan caravanas, etc.

Algunas aventuras están resueltas con algo de premura, pero también encontramos algunas sorpresas mayúsculas, como una reaparición de Karanthes, Zukala (sí, ese sobreexplotado hechicero) y ¡Red Sonja! En efecto, vuelve la diablesa de la espada y se plantea, como número de despedida de Thomas, una historia tan osada como sugerente. Y muy humana.

En el apartado gráfico, Buscema seguía brindándonos momentos fantásticos que le ligaron indisolublemente a la imagen del bárbaro. Los retratos de esos misteriosos reinos del sur, que tan poco se han explotado en la saga, quedan en la memoria y dejan con ganas de haber disfrutado de algunos números más. Hay algo en su trabajo que consigue captar muy bien lo que es el género de espada y brujería sin renunciar a los matices. En sus ilustraciones tienes la impresión de viajar a distintos lugares en compañía del bárbaro, algo que no todos los ilustradores han llegado a conseguir.

En definitiva, un modo fantástico de despedirse de esta segunda etapa dorada de Conan el bárbaro. Por suerte (lo sé) aún quedaban magníficas sorpresas.

 

Nota: Os recuerdo las tres entregas precedentes de este repaso a las crónicas de Conan: Los inicios de Conan el bárbaro, Conan y sus primeros grandes viajes y La saga de la Costa Negra

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