Una vez Vengador...

Imagen de Kaplan

Reseña de los primeros cómics de Los Vengadores de Kurt Busiek y George Pérez publicados por Panini

 

Que Heroes Reborn sea recordado sobre todo por habernos traído al mundo al Capitán América con tetas ya lo dice todo. Tras semejante espanto se necesitaba cirugía con carácter de urgencia y una vuelta a los valores tradicionales. La solución estaba cantada: se recurrió a Kurt Busiek, guardián de las esencias de Marvel con sus Thunderbolts mientras las grandes cabeceras se daban la bofetada gracias a Liefeld y Lee. Él sería el encargado de relanzar Los Vengadores mientras seguía trabajando en la serie de Pájaro Cantor y compañía. En esos tiempos previos a The Authority, Busiek era lo más. Un perfecto conocedor de toda la tradición de Marvel que reivindicaba los buenos viejos tiempos de Roger Stern o Steve Englehart. Algo parecido a lo de Garci con Billy Wilder, pero ni mucho menos tan desconectado de la realidad. Por si fuera poco, en Marvel tiraron la casa por la ventana y trajeron a George Pérez, casi nada, para que la sensación de retorno al pasado fuese total.

Caballo grande: Busiek y Pérez no se anduvieron con chiquitas y en sus primeros números plantearon una historia en la que tenían cabida todos los Vengadores vivos (salvo Hulk). De hecho, hasta trajeron de la muerte a Wonder Man en uno de los primeros coqueteos pasados de revoluciones de la Bruja Escarlata con sus poderes místicos. La práctica totalidad de los personajes tenían su frase carismática, la trama era muy atractiva y Pérez daba lo mejor de sí al no dejar ni un átomo de la página libre de sus lápices. El caballo andaba, andaba.

En la siguiente misión, los Vengadores (ya en una versión más estándar) se las veían ni más ni menos que con el Escuadrón Supremo, la contrapartida de la JLA en el universo Marvel. Luego llegaba el evento Maximum Security. Luego peleaban con Imus Champion. Luego se presentaba a Silverclaw. Luego a Triathlon. Luego luchaban contra el Segador y un puñado de Vengadores muertos. Y con Moses Magnum. Finalmente, el año se cerraba con un cruce con los Thunderbolts.

Salvo en las historias del Segador (dibujadas por un George Pérez pletórico) y los Thunderbolts (con la mente de Busiek claramente puesta en el futuro de este segundo título), revisar el resto de historias de este volumen de los Vengadores deja una sensación extraña. Busiek era el guionista idóneo para esa etapa concreta de la serie, pero le costó dar con el tono. Los personajes nuevos los calificaremos de discretos en un alarde de generosidad sin límites (por cierto, qué ocurrencia tan peregrina el hecho de que Silverclaw sea una niña apadrinada por Jarvis). Los villanos eran de tercera categoría y las historias que protagonizan aquí también lo son. Nadie se acuerda ya de Maximum Security. Las caracterizaciones, punto fuerte del referente de Busiek, Roger Stern, solo brillan en el triángulo amoroso formado por la Visión, la Bruja Escarlata y Wonder Man, mientras que el resto de personajes apenas tienen relevancia verdadera.

Durante este irregular tramo entre lo interesante y lo anodino, el Busiek realmente inspirado se encontraba en Thunderbolts, apretando el acelerador de los giros de guión, y planificando la solemne Siempre Vengadores. Solo cuando acabó esta miniserie y dejó Thunderbolts en manos de Nicieza, Busiek pudo entregarse a Los Vengadores como debía y realizar sagas tan memorables como las de Ultrón o Kang.

El reclamo de este tomo, pues, recaerá sobre todo en la excelente labor de George Pérez a los lápices, rematada por el encuentro con el Escuadrón Supremo, que dibujó Carlos Pacheco cuando Carlos Pacheco era Carlos Pacheco (lástima de las pobres tintas que le cayeron en suerte).

El evento Heroes Return y, en particular, Una vez vengador... suponen un nuevo inicio para una editorial que venía de sobrevivir a un serio conato de suicidio artístico y, al mismo tiempo y viéndolo en términos absolutos, el punto de inflexión más importante para la editorial en los últimos treinta años (el final de este tomo coincide en el tiempo con la aparición del sello Marvel Knights, esto es, el desembarco en Marvel de Joe Quesada, Axel Alonso, etc.). A partir de estos cómics clasicistas se viró a unas propuestas más modernas que devolvieron a la editorial a su esplendor perdido, pero sin estos números que sirvieron de punto de apoyo, el movimiento habría sido inasumible.

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