El camino de baldosas amarillas BSO

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Sobre la banda sonora de Félix Royo para la novela de Juande Garduño

Félix Royo nos presenta la banda sonora de senderos divergentes que conduce a este particular sanatorio mental concebido por Juan de Dios Garduño. Es una melodía inquietante, donde la realidad se quiebra, un modo de dar cuerpo a una historia de terror que habla de la locura y de caminos que es mejor no transitar.

El camino de baldosas amarillas. Un título que nos remite a la obra clásica de El mago de Oz. También una invitación que se torna siniestra porque habla de un recorrido cuyo final es impredecible e insondable como la propia mente humana. Royo ha optado igualmente por partir de instrumentos clásicos —hablamos de una banda sonora orquestal con reminiscencias de Falla y un sabor inconfundible al siglo pasado— para darles un cuerpo transgresor que toma su fuerza a través de la disonancia, los requiebros y los giros, pero manteniendo un hilo conductor melódico que lo mismo remite a una tempestad que al suspense que se experimenta al avanzar por un desaseado pasillo en tinieblas.

La banda sonora se divide en capítulos como la propia novela, cabe suponer que relacionados con la misma, lo que brinda al oyente distintos marcos y escenarios que mantienen en común la desazón, el temor y una tensión palpable. El camino de baldosas amarillas BSO es intensa, implacable, una puerta abierta al horror y la locura. Sus secciones de viento perforan el alma, las de cuerda tañen nuestros nervios como un gato de uñas afiladas, las percusiones disparan los latidos del corazón. Incluso los momentos de calma se adivinan de entre tempestades.

El conjunto es envolvente y se muestra devoto irredento del espanto. Su belleza estética es oscura y perturbadora, pone de manifiesto que estamos ante una composición con corazón, y que este sangra dolor. En definitiva, es una obra que nos lleva a los abismos de la locura y la desesperación, ideal para acompañar una velada en torno a un juego de mesa de terror o para espolear la inspiración cuando se encara la escritura de un relato de terror.

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