Little Nemo, 1905-2005

Imagen de Anne Bonny

Reseña de este libro publicado por Sins Entido que con el subtítulo “Un siglo de sueños” rinde homenaje al personaje de Windsor McCay con motivo del centenario de su creación

Little Nemo es un personaje que se ha hecho un hueco, tal vez discretamente, en el imaginario popular. Explorador del mundo de los sueños, este niño sirvió de hilo conductor para una serie de experimentos realizados por su autor, Windsor McCay, en torno al potencial narrativo de la historieta: si la realidad pone a prueba su frágil tejido cuando nos quedamos dormidos, el mundo del cómic compromete el suyo en la serie Little Nemo.

 

No obstante, a pesar del indiscutible genio vertido en esta página dominical de 1905 -los albores de la historieta como tal- y de que muchos autores consagrados, como Moebius o Spiegelman, han reivindicado su figura y la importancia de su obra en la concepción moderna del cómic, en ocasiones tanto el Little Nemo original como su creador pasan desapercibidos. Éste es el detonante de este homenaje-ensayo, Little Nemo, 1905-2005, publicado por Sins Entido.

 

Efectivamente, no se trata de un recopilatorio de la extensa obra sobre el personaje, tarea que ha asumido Norma Editorial, sino un repaso de ésta desde distintos puntos de vista y dando voz a autores de gran peso, quienes disertan sobre el autor, su entorno, su vida y su obra como consideran oportuno. En las páginas del libro encontramos a este impresionante reparto: Benoît Peeters, Art Spiegelman, Jean-Philippe Bramanti, Thierry Smolderen, David B, Jacques Samson, François Schuiten, Jean-Marie Apostolidès, Lorenzo Mattotti, Jan Baetens, Pierre Fresnault-Deruelle, Igort, Moebius, Serge Tisseron, Dylan Horrocks, Pierre Sterckx, Craig Thompson, Henri Van Lier, Katsuhiro Otomo, Gilles Ciment, Frédéric Boilet, Peter Maresca, Miguelantxo Prado, Thierry Groensteen y Marc-Antoine Mathieu.

 

De este modo, la obra configurada es sorprendentemente plural, lo que permite abordar muchos aspectos distintos de McCay y su trabajo. Obviamente, las historietas no faltan, tanto del propio autor, como de los dibujantes que realizan el homenaje, como -más inesperado- de algunos imitadores que tomaron como punto de partida Little Nemo para sus trabajos, a veces contemporáneos al de McCay. No obstante, el libro es eminentemente ensayístico, y prima el texto sobre la imagen, cosa que decepcionará a más de uno.

 

Personalmente, he echado en falta más muestras del trabajo de McCay intercaladas con los textos de los autores invitados, pues creo que hubieran ilustrado -nunca mejor dicho- lo expuesto a las mil maravillas, aunque entiendo que no era el enfoque de la obra. Sin duda, dan ganas de hacerse con los trabajos completos del autor después de conocer su apasionante incursión en el mundo del cómic.

 

De este modo, Little Nemo, 1905-2005 es una obra que interesará más a los estudiosos del cómic (bien sea porque practican esta expresión artística o por simple curiosidad) que a los lectores ocasionales, para quienes sería más adecuado buscar las propias páginas de McCay. Su edición es francamente buena, con unas dimensiones que permiten el disfrute de las planchas de Little Nemo en su talla original (aunque no aparezcan muchas), y con un diseño muy agradable y que hace muy amena la lectura. Por supuesto, habrá autores con los que sintonizaremos mejor que con otros, pero todos ellos demuestran una gran profesionalidad transmitiendo lo que McCay ha supuesto para el mundo del cómic. Personalmente -aunque seguramente éste será uno de los puntos más controvertidos- creo que también se mantiene un buen equilibrio entre ensayos escritos y homenajes a través de viñetas.

 

Windsor McCay nació en Michigan, Estados Unidos, en 1867, y falleció en Nueva York el 26 de julio de 1934 dejando a medias su último dibujo. Durante muchos años su interesante papel en el mundo de la historieta y el cine de animación pasó totalmente desapercibido, pero actualmente su figura ha sido reivindicada y redescubierta hasta tal punto que muchos artistas le han homenajeado reconociendo su influencia en su obra.

 

Trabajó como artista callejero, en el Music Hall (espectáculo para el que crearía sus primeros números de animación), y como dibujante para importantes periódicos de la época, como el New York Herald, a través del cual su obra pudo dar el salto a la vieja Europa. Su interés por las posibilidades narrativas de la historieta, su habilidad dibujando y su fuerte sentido del espacio le permitieron desarrollar recursos gráficos insospechados hasta la época.

 

Sus series dominicales de Little Sammy Sneezy, Little Nemo y Dreams of a Rarebit Fiend explotaron todas estas posibilidades, explorando el lenguaje historietístico en todas sus vertientes. No es de extrañar que McCay hiciera sus incursiones en el naciente mundo de los dibujos animados, para el que creó animaciones que se proyectaban en directo, interactuando en ocasiones con personas reales. Su genio en esta nueva disciplina fue tal que Walt Disney llegó a decirle a su hijo que sus estudios deberían haber sido suyos. Avatares laborales y la presión del propietario del New York Herald -quien sirvió de inspiración para el personaje central de la película Ciudadano Kane- le alejarían de esta vertiente creativa.

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