La instantánea

Imagen de Kaplan

Reseñamos la obra de Diggle y Jock publicada por Planeta DeAgostini

De toda la nueva remesa de guionistas británicos que trabaja para las grandes editoriales norteamericanas, Andy Diggle es de los que está teniendo una trayectoria más irregular. Tras realizar una serie de éxito en Vertigo como fue The Losers y alguna que otra importante etapa en otros títulos de la editorial, como Hellblazer, se trasladó a Marvel para tapar fugas de agua como los Thunderbolts post-Ellis o el Daredevil post-Brubaker. En ambos casos Diggle se adaptó al material anterior, pero manteniendo en cierto modo el tono propio. El resultado fue correcto, pero inferior a lo que nos tenía acostumbrados.

Tras este tropezón, Diggle, necesitado de una reafirmación autoral para no convertirse en el nuevo Paul Jenkins, ha vuelto a unirse al fantástico dibujante Jock, como en The Losers, para publicar en la británica Judge Dredd Magazine (y luego en Image, redistribuida en cuatro partes) una historia que llevaba tiempo posponiendo.

La instantánea parte de una premisa puramente hitchcockiana (un chaval se encuentra un móvil en el que aparecen fotos de un crimen) para establecerse durante su segmento central en el terreno del thriller y acabar desembocando en un tercio final extraño y sugerente. Si bien el planteamiento y el nudo mantienen un tono irreprochable, con un guión desenfadado y un dibujo fantástico, es la parte final, con su cambio de ritmo y enfoque, la que dota de verdadera personalidad a La instantánea.

La recopilación en un solo tomo en cartoné de Planeta DeAgostini resulta ideal para su lectura (es una miniserie que hay que leer de una sentada) y su precio está en la línea de otros títulos publicados por la editorial (cuesta como un tomo de Los Proyectos Manhattan, pero se sustituye rústica por cartoné para compensar lo de que uno sea en color y otro en blanco y negro).

Con La instantánea sus autores querían divertirse, que los lectores formaran parte de esa fiesta y que se encontraran a última hora con un giro imprevisto y alejado de lo rutinario. Pero no confundamos lo divertido con lo frívolo. Jock, reputado portadista e ilustre dibujante invitado por aquí y por allá, podía tomárselo como un capricho. Diggle, no tanto. Esperemos que su carrera cumpla todo lo que prometía hace años tras esta refrescante parada y fonda y no languidezca como esforzado gregario.

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