Pedro el coatí

Imagen de Anne Bonny

Reseña de esta obra de Gaudelette y Larcenet con la que Kraken Ediciones inicia su andadura

Abrir una línea editorial no es una tarea sencilla. Abrir la primera línea editorial debe ser todavía más delicado. Es por ello que no nos cabe sino felicitar al equipo de Kraken por la elección de este primer título, Pedro el Coatí y por la profesionalidad de su edición.

 

Sí, en el mundo del cómic el público es implacable –con razón- con las ediciones, y Kraken ha sabido estar a la altura: buena impresión, buena maquetación, buen diseño y buen encuadernado. Un cómic de los que gusta tener en la estantería –y leer, por supuesto-.

 

En cuanto a la obra en sí, también es para estar satisfechos. Pedro el Coatí nos cuenta en clave de humor las peripecias de un grupo de “amigos” animales residentes en un zoológico. Se trata de un humor ácido en ocasiones, con su punto de surrealismo y cinismo, que da la vuelta a la tortilla continuamente en busca de la carcajada –que muchas veces cosecha incluso con los lectores más sobrios, entre los que me encuentro-.

 

Leyéndolo uno no sabe si es una parodia del ser humano, una fábula existencial o un simple chiste momentáneo. Es ligero pero a la vez inteligente y, sobre todo, implacable. Los personajes, rocambolescos y poco correctos –los gorilas fumadores empiezan a ser personajes de otra época-, se ganan al público rápidamente, y crean ese curioso fenómeno en el que uno se ríe también con las acciones del fondo de la viñeta, ésas que en teoría no forman parte de la historia.

 

Supongo que es un humor que tiene mucho que ver con el espíritu contradictorio que anida en todo ser humano, ése que impide darse cuenta de las necedades propias hasta que las representa un grupo de animales para la galería. Desde luego, ver a un pingüino de cacería no deja de ser surrealista –además de una hábil vuelta de tuerca a la afición de usar animales antropomórficos en el mundo del cómic-.

 

El dibujo y el color acompañan perfectamente al espíritu de la obra. Aparentemente informal, con colores muy vivos y trazos muy claros, casi descuidados –se podría pensar- en algunos momentos, tiene algo de muy francés que hace pensar a los cómics del pequeño Spirou. De hecho, el guardián del zoo me recordó en más de una ocasión al proverbial profesor de gimnasia de dicho cómic. La expresividad, el dinamismo y la ligereza del conjunto son encomiables y una muestra de gran profesionalidad, además de destilar el ambiente en el que debió gestarse el cómic.

 

En definitiva, tenemos una obra de gran calidad, entretenida e interesante, ideal para leerse en una tarde algo sombría en la que queramos levantar el ánimo o como regalo simpático para algún amigo.

 

Para los pequeños puede resultar atrayente por sus colores vivos y por la simpatía gráfica de los personajes, y es verdad que no deja de ser adecuado para ellos. No obstante, sin duda se disfrutará aún más por un público más resabiado, ése que es capaz de compartir una sonrisa un poco ácida con una carcajada desenfadada.

 

Sinopsis (Cortesía de Kraken Ediciones)

 

En el demencial zoo de Pedro el Coatí, el tigre juega al tute con el oso polar, los rinocerontes hacen karate y los pingüinos sueñan con fugarse… Una serie delirante que demuestra que se puede ser animal y salvaje incluso tras los barrotes.

 

Autores

 

Gaudelette: Nacido en París en 1959 entra en la profesión de dibujante siguiendo los pasos de su padre, André Joy. En 1979 lanza su propio fanzine, Kolossal Ekatomb, en el que ya muestra su afición por la caricatura.

 

Tras un periodo trabajando en publicidad, su carrera se redirige después de publicar sus primeras historietas completas en Fluide Glacial, revista en la que llegará a tener un papel fundamental y en la que se consagrará como caricaturista. En 1994, y sin dejar sus colaboraciones en Fluide Glacial, publica con ediciones Audie y, posteriormente, crea Onc’ Donald (parodia del pato de Disney) junto con Larcenet. Con este último se lanzaría a la creación del particular zoológico de Pedro el Coatí.

 

Manu Larcenet: Nacido en 1969 de padres conocidos (y amables), vivió en Vélizy una infancia lamentable. A los dieciséis años se volcó en el mundo del cómic y ya no lo dejó. Durante su adolescencia creó un grupo de punk rock (malo) con algunos colegas. Tras pasar el servicio militar en un batallón disciplinario, vivió de ocupa con otros colegas músicos centrándose en su música y sus dibujos. Después formaría parte de la revista Fluido Glacial, desde donde se catapultó a la fama. Con el consiguiente dinero y desfase general, fundó su propia editorial, “Les Rêveurs de runes”, donde publica algunos trabajos inclasificables.

A finales del siglo XX, entraría a colaborar en la colección Poisson Pilote y, sorprendentemente, abandonaría París para internarse en las desolaciones lionesas, de donde nacería El retorno a la tierra. Hay que agradecer tan peregrina idea.

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