Los Vengadores: Nuevo Orden y Fuerza-X: Integral

Imagen de Kaplan

Marvel deja de escuchar a Michael Bublé y se pasa a The Mars Volta

 

En Vengadores Nuevo OrdenNuevo Orden, el tercer tomo de Colección Extra Superhéroes dedicado a la etapa de Kurt Busiek en Los Vengadores, nos encontramos con que el grupo se enfrenta a los hoy olvidados Ejemplares, primos lejanos del Juggernaut, mientras avanza quejumbrosa la trama de la Comprensión Trina e introduce a Kulan Gath (el villano de Red Sonja) en el universo Marvel. Nos situamos tras las inspiradas páginas de Ultrón Infinito y todo parece indicar que Busiek se encontraba, de nuevo, falto de inspiración. La aparición de Los Ejemplares se encuadra dentro de un minievento aún más intrascendente que el anterior Maximum Security: El Octavo Día. La Comprensión Trina y Triathlon son conceptos faltos por completo de carisma y con los que ni siquiera el propio guionista sabe muy bien qué hacer (no olvidemos que es la creación más relevante de su etapa).

Sólo el enfrentamiento con Kulan Gath resulta verdaderamente interesante, sobre todo por el saturadísimo dibujo de George Perez. El tomo se completa con una miniserie de la Bestia y Wonder Man guionizada por Roger Stern y dibujada por Mark Bagley, tan entretenida como, en el fondo, inofensiva. Resulta extrañamente irónico el título de este tomo, tan condenado desde el origen por viejas y manidas rutinas. Versiones que huelen a alcanfor de éxitos ante los que palidecen. Michael Bublé, nuevo miembro de Los Vengadores.

Menos de un año después del último número contenido en aquel volumen de Los Vengadores llegaba realmente un nuevo orden. Tan nuevo y diferente que hizo que Marvel abandonara el Comics Code. La principal diferencia del X-Force de Milligan y Allred con Los Vengadores de Busiek y Perez es que, al final de su primer número, Peter Milligan ya ha matado a la mayor parte de sus integrantes, todos ellos un hatajo de misántropos, ruines y farsantes que viven como estrellas del rock gracias a la retransmisión de aventuras precocinadas por un siniestrísimo trasunto de Cable y subvencionadas por un joven cretino multimillonario que recuerda misteriosamente a Rob Liefeld. Ya en la tercera página había muerto uno de ellos al pisar una mina, su ojo saltando de entre las llamas directo al lector. Zeitgeist, el cabecilla del grupo, que tiene como superpoder su vómito extremadamente ácido, es acribillado por un helicóptero cuando se asoma desde un rascacielos para mirar con desprecio a la gente que le adora (su último pensamiento antes de morir: “os odio a todos”). A los caídos les relevarán un tipo hipersensible aficionado a la ruleta rusa, una monstruosidad gay, un rapero con obesidad desbordante y algún otro tarado mutante. Junto a los supervivientes del otro grupo (un plomizo activista de los derechos raciales, una inestable aficionada a los calmantes y una albóndiga verde y flotante con verrugas) se encargarán de liberar a Elián de las garras del régimen cubano. Milligan dispara al homófobo y al gay petardo; al intolerante y al buenista. Todo ello es dibujado por un Mike Allred que hace que Jack Kirby se caiga en la marmita de los tripis: colores chillones, diseños grotescos, Lichtenstein estornudando unicornios purulentos. Esto es, grosso modo, un resumen de la situación, pero el conjunto es mucho más estimulante, un concierto sinestésico de The Mars Volta.

GrFuerza Xant Morrison y Frank Quitely en New X-Men y Mark Millar y Bryan Hitch en The Ultimates llevaron la Marvel capitaneada por Joe Quesada a otro nivel sin dejar de mirar los éxitos de Warren Ellis en The Authority, pero fueron Milligan y Allred (sustituido en contadas ocasiones por otros dibujantes fantásticos, como Darwyn Cooke o Duncan Fegredo) quienes saltaron el tiburón y llevaron hasta su máxima expresión ese nuevo orden en la editorial. Milligan se acerca al mito mutante desde el lado opuesto al tradicional (no son apestados, sino ídolos; no son odiados, sino que odian) y consigue que de lo cínico y lo extremo aflore una enorme y extraña empatía por esos personajes que campan entre lo patético y lo repelente. Decía hace justo doce años Pepo Pérez en la crítica que se publicó en el número 24 de la recordada revista U: “Los personajes, ya se ha dicho, crecen y evolucionan a ritmo impensable para la mayoría de atrofiadas colecciones de hoy día; la progresión argumental es cada vez más imaginativa, entretenida y apasionante; los diálogos son más brillantes y certeros, las réplicas más afiladas. Todo tiene un trasfondo inteligente, sutilmente político, a veces filosófico y casi siempre humorístico (...). Aquí hay verdadera cultura, y procede de algo tan supuestamente basura como un cómic de superhéroes”. Más allá de la aparente y anecdótica bufonada en que podía haber derivado la propuesta en manos menos capaces, nos encontramos con una obra sagaz, insólita, rabiosa y realizada por inquietos autores en su máximo nivel creativo (Milligan, que venía de hacer trabajos de referencia como Enigma o Blanco Humano, nunca volvió a lograr nada ni remotamente similar en términos de calidad). Dejémonos de rodeos: este tomo recopilatorio (y su esperada continuación) es una de los fragmentos más importantes del género de superhéroes.

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