Pingüinos & Cia

Imagen de Luc Hamill

Un pingüino entra en un bar. ¿Qué pide? Licor del polo.

 

 

Primer análisis que hago de un juego de mesa de tablero. Primer análisis que hago de un juego de pingüinos. No obstante, el que sea de pingüinos es sólo estética, porque este juego es más abstracto que un hipercubo y más simple que un chupete. Por no haber, no hay ni dados.

 

Cuando se reúnen 3 ó 4 amigotes (en modalidad duelo me parece soso) empieza la pingüinera a moverse en busca de osteichthyes (peces óseos) por el hielo mientras éste va desapareciendo... por culpa del cambio climático, diría yo. La pega está en que algunas de estas aves del Polo quedarán aisladas y ahí acabarán su jornada de pesca. Entrando al trapo, Pingüinos & Cia se nos descubre con 60 casillitas hexagonales y 16 fichas representando pingüinos (4 de cada color: rojo, azul, amarillo y verde, que te quiero verde) y ya está. ¿Queríais más? ¡Pa' qué!

 

En primer lugar se colocan las casillitas al azar procurando no regar el salón como hice yo. Eso sí, deben ser puestas de formada alternada en filas de ocho y siete. Cada casillita trae dibujado un bloque de hielo con un pez, dos peces, tres peeeces, la Luna es un pez que se me escapó. ¿Pero acaso los peces se suben a los témpanos? Bueno, da igual. Esta fase primaria asegura que cada partida sea diferente, pues la distribución aleatoria garantiza un reparto caótico para la pesca. La entropía, como sabemos por los Ociociencia, tiende a crecer.

La segunda fase es la colocación de pájaros bobo. En sus primeros turnos cada jugador pondrá un pingüino sobre la casillita que más rabia le dé en función del número de peces y de dónde pongan sus piezas los demás jugadores. O debería ser así, porque yo ya he visto partidas que en vez de Pingüinos & Cia parecían de “Hundir al Pingüino”.

 

Cuando todos hayan puesto sus fichas, empieza la tercera fase: correr y comer. Por turnos los jugadores mueven uno de sus pingüinos en línea recta (hay cuatro direcciones: vertical, horizontal y dos diagonales) a cualquier otro témpano siempre que al trayecto seguido no le falte ningún hexágono (es decir, que el pingüino no vaya volando por ahí) y no haya ningún otro pájaro cortando el paso u ocupando la casilla de destino. Tras cada movimiento el hexágono del que se salió se retira de la mesa y pasa a ser propiedad del jugador (qué elegante la mecánica, eh). En resumen: te llevas la casilla de la que partes, no a la que llegas (esa será tuya en siguientes turnos). Debido a esto, poco a poco se irá reduciendo el área de movimiento. Algunos pingus quedarán solitos en el frío y la oscuridad de la Antártida. Pero alegrad esas caras, ¡estamos en Navidad!

 

Cuando ningún pingüino se pueda mover (y no precisamente porque esté harto de comer) llega la cuarta y última fase: cada cual cuenta los peces que ha recogido (que no las casillitas) y, esto se intuye pero lo voy a confirmar, el jugador con más peces efectivamente gana.

Bueno, ahora lo comentaré más a fondo haciendo un sofisticado repaso con las primeras tonterías que se me ocurran. Pero con esmero. Vamos allá. El juego tiene una apariencia infantil que a mí me da igual. Realmente me parece muy, muy bueno. Es de lo más parecido al ajedrez que he visto (salvando el abismo, claro). Sugiero que en vez de pingüinos se hubiesen puesto prismas y por peces números romanos, pero el director de marketing me pondría de patas en la calle. Vale, pero es mi Pingüinos y Cia y me lo llevo, ea.

 

Si a la fiesta se unen otros jugadores, tácticamente aumenta el caos en la partida (¡recordad, la entropía crece!) yendo la cosa de un regodeante “tal y como había planeado” a un sobresaltado “¡ay, qué desastre!”. En esta modalidad se hacen más difíciles tomar esas entrañables decisiones cuyo objetivo es fastidiar al rival, colocarse donde hay más peces o intentar partir el iceberg en dos y remad a casa, chavales. Aunque es para máximo 4 jugadores, una vez nos pusimos 8 aumentando lo que en el mundillo de los juegos se conoce como puteo. El panorama es preocupante para los novatos y deprimente para los veteranos: las acciones previstas se van al traste, te cierran el paso, se llevan tus peces, te hacen burla... No hay respeto, no hay seriedad. Pero aun así te deja frío de la risa.

 

El tiempo que duran las partidas viene determinado por el tiempo que los jugadores se tomen para pensar sus acciones. Por ello, por el bien común nadie debería ponerse a reflexionar sobre cómo va el paralelismo en el mundo de los retículos hexagonales o cómo es la ortogonalidad en las teselaciones regulares. Eso aburre, y no tiene mérito. En total la partida debería durar unos 15 ó 20 minutos, pero en aquella de 8 jugadores la cosa duró 3 ó 4, je. Tras aquel día la media de deshielo subió un poquito.

El otro extremo sería jugar sin pensar los movimientos, que hay quien lo hace. Mira, si alguien no quiere echar humo por las orejas, lo entiendo, no pasa nada, pero al menos que disimule: ¡no te pongas a mirar el techo! Esta forma pasota de “no-jugar” revienta la partida porque si uno estudia las jugadas y otro va al libre albedrío la tarde acabará con una merendola de peces para el primero.

 

Por tanto, Pingüinos & Cia es buenísimo, con una mecánica con chicha que es muy, muy elegante (también se debería jugar con esmoquin, como con Coloretto) y que no me extrañaría ver en la próxima peli de Bond en la escena del casino. El azar controlado por La Potra siempre está ahí. La Potra está en todo lo que existe y en todo lo que no existe, fluye por todo lo que hay y por todo lo que no hay, y aquí se percibe en la distribución de casillitas. Pero lo que queríais saber: puesto que es muy fácil de aprender, el ganador simplemente será aquel que desarrolle la mejor táctica y la mejor estrategia (no son lo mismo, eh).

 

Modestia aparte, una vez más os traigo lo mejor (juego del año de Faidutti), otro filler entretenido y de bajo precio en el mercado. Además tiene otra ventaja que pocos juegos presentan: durante la partida el material se va recogiendo y al finalizar ya apenas hay que guardar la caja en el armario. Eso sí, la desventaja está en que primero hay que colocar los témpanos, y el tiempo que se tarda en eso comparado con lo que luego dura la partida quizás a alguno le toque los témpanos... No os andéis por las ramas y regad el salón de hexágonos como yo.

 

Como idea final, este juego podéis usarlo para montaros lo que ya se conoce como una Hamill´s Camping Party: se sacan 4 ó 5 fillers y ahí se echa la velada. Pero tampoco lo repitáis mucho, que, si no, lo derretís.

 

Eso es todo. Desde el campamento base de Al Filo de lo Indecible seguiremos comiendo focas y buscando y probando más juegos por el bien común (había puesto por el bien conmigo xD). Alguien tiene que sacrificarse.

 

Luc Hamill. Born to play.

 

Imagen de Gilgaer
Gilgaer
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 Lo vi estas navidades y la verdad... tiene una pinta excelente, juego de estrategia, de puteo y rapido, lo ideal para viciarse en las noches calurosas de Verano tirado en el parque...

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