Absolute Kingdom Come

Imagen de Luc Hamill

Presencia con nosotros la llegada definitiva del Reino

 

Las leyendas nunca mueren, y así lo cree Planeta, que ha vuelto a publicar la obra maestra que en su día nos ofrecieran Mark Waid, una auténtica enciclopedia viviente de DC, y Alex Ross, un dibujante que a estas alturas supongo no necesita más presentación que su nombre y que sabe ahondar como nadie en los mitos de la editorial.

 

Desde que se publicara Kingdom Come en 1996 (como respuesta a la excelentísima Marvels de la editorial rival), este título ha sido el germen de obras como The Kingdom, una secuela que no tendría tanto tirón, además Ross ya no participaba, y que expande este mundo futurista incluyendo personajes como el Superman de Tierra-2. La otra obra destacable es esta Absolute Kingdom Come que nos ocupa, que no es más que una edición de lujo de su predecesora, definida a menudo como lo más parecido al Apocalipsis bíblico que hay en el noveno arte, y que nos llega en un buen momento editorial de DC, pues ahora las series de esta editorial parece ir cohesionándose hacia un futuro incierto, y me refiero al evento que vendrá después de la Crisis Infinitas, que, por qué no decirlo, me parece que beben mucho de este cómic.

 

Tanto Waid como Ross plasman una epopeya que echa una mirada retrospectiva a los buenos tiempos, y a la vez lo hace al futuro, a lo que está por venir, lo que terminará siendo del universo DC. Porque si algo se percibe en sus páginas es que todos y cada uno de nuestros héroes preferidos, gestualmente retratados a la perfección por el lápiz de Ross, están atrapados en un destino del que ni con la ayuda de sus poderes pueden escapar. Hablamos aquí también de la responsabilidad en los mismos términos que usara el Spiderman de Lee y Ditko, y del heroísmo, algo que ha impregnado siempre el estilo maniqueísta de los primeros cómics de DC.

 

En esta obra cumbre, grupos emblemáticos como la Liga de la Justicia han sido olvidados bajo el manto de nuevos héroes que actúan con mucha más violencia, llenando así la Tierra de sangre, dolor y oscuridad. Como no podía ser de otra forma, serán Superman (desde luego, Ross lo plasma como nadie), Batman y compañía quienes, aun estando ya en una etapa senil (Bruce Wayne es clavado a Gregory Peck y Oliver Queen a Sean Connery), vuelvan de su “retiro” para salvar el mundo. Para mí al menos es memorable la escena en que Diana le dice a Superman que la humanidad aún lo necesita, o las viñetas en que vemos a un Batman que se mantiene aparte porque ya cree que no puede hacer nada, a un Flash trastornado o a un Green Lanter solitario.

 

También aparecen unas cuatro páginas que no se pudieron pintar por falta de tiempo para la colección mensual, y que Ross las hizo después para una edición especial. De esta forma nuestro dibujante se sacó una espinita porque desde el principio tuvo la idea de incluir en la trama un encuentro de Superman con Orión y demás. Pero por cuestiones de tiempo no pudo incluir la escena, pese a que es interesantísima: Orión ha derrocado del trono de Apokolips a Darkseid, pero no con ello ha traído la justicia sino que al igual que su padre sigue ejerciendo una tiranía, habiendo desaparecido de su ser cualquier atisbo del héroe cósmico de rojo que conocimos. Bueno, en fin, retomando el argumento principal, llegaremos a una situación con mucha chicha (recogida por el Espectro en la famosa frase “pero, ¿a quién debe castigarse?, ¿de quién es el pecado?, ¿de los humanos o de los metahumanos?”) cuando veamos por un lado cómo los superhéroes han dominado a los humanos y por otro lado cómo los humanos aprovechan una ocasión para exterminarlos. El caso es que, sea por lo que sea, la Tierra está en peligro. Y con esta visión se nos muestra que los superhéroes no son muy distintos de los enemigos a los que se enfrentan. Por algo a menudo digo que un superhéroe es alguien que para detener a un ladrón destroza cinco coches y, desde luego, para el propietario de uno de esos coches, Shazam no es mucho mejor que Darkseid.

 

Que ningún fan se llame a engaño: Waid no es precisamente a Alan Moore, pese a que es el responsable de una de las mejores etapas que han tenido Flash y el Capi en toda su carrera, y, siendo responsable de títulos como House of M ó Crossgen, sabemos que no es ningún novato, sino más bien es un experto. En esta obra, en ciertos momentos alcanza la profundidad más realista en algunas situaciones y algunos personajes, pero sin la ayuda de Ross su contribución quedaría de lo más tangencial, en algo meramente comercial. Es para mí el mérito del dibujante lo que ha hecho que esta historia trascienda sobre sus contemporáneas. De hecho, la idea del cómic fue de Alex Ross, que ya no parece ilustrar sino sacar fotografías a nuestros personajes retratándolos en un futuro hipotético. Y si a esto le añado que en el diseño que para la ocasión ha hecho del escudo de Superman ha sintetizado esta obra mejor que nadie, sin duda el trabajo del dibujante se ensalza sobre el del guionista, algo más usual en la industria de lo que debería ser, sobre todo porque el cómic no es exclusivamente dibujo y sin diálogos ni hilos argumentales interesantes queda cojo.

 

Naturalmente hay errores, pero más bien, salvo alguna letrilla de más por fallo de imprenta, el resto son cosas de la traducción. Y ya quizás el resto vaya a gustos, como el color, que parece un poco apagado si lo comparamos con la Kingdom Come clásica. Y también naturalmente, como pasa con casi todos los cómics, disfrutaremos mucho más de éste si conocemos el mundillo de DC, pero por suerte aquí no es un requisito imprescindible, e incluso la historia que tenemos puede ser una buena introducción al universo del hombre de acero, Wonder Woman, Flash y demás.

Watchmen, Marvels, la actual Civil War... y la que tenemos aquí: Absolute Kingdom Come. Todas tratan la hipótesis de cómo sería el mundo real con superhéroes yendo de un lado a otro (una idea que Alan Moore llevaría al extremo en Top Ten). Desde luego, tras leer este cómic uno tiene la impresión de que si todos los autores de cómics tratasen las historias con esta noción de evolución natural, la industria estaría mucho más valorada. ¿Pero cómo sería el mundo real con superhéroes? Un superhéroe es un ser con poderes, pero también con deseos, sentimientos y, lo más importante, con libertad moral para decidir qué es bueno y qué es malo. Si Marvels nos daba la visión que tiene la gente normal de los superhéroes, Absolute Kingdom Come nos trae cómo los superhéroes nos ven cuando sobrevuelan las ciudades dándoles una verosimilitud que cualquier lector debe experimentar. La verdad, si se quiere algo más realista ya hay que ir a las versiones ultimates.

 

¿Y qué podemos decir de la edición que nos ha hecho Planeta? Bueno, pese a que la americana cuenta con un axial, que no nos vendría mal tener por aquí, y una caja cuyo dibujo es la ilustración exterior del tomo Absolute, la edición que nos han traído en cartoné (el mejor formato para mi gusto) lo vale, más que nada porque de las 344 páginas, hay 124 dedicadas a extras como las portadas originales, algunas notas y bocetos de Alex Ross, una galería de imágenes, la genealogía y el reparto de la historia, así como una guía comentada. Y el precio, para lo que nos ofrecen, es bueno, que si por si acaso lo hemos olvidado estamos hablamos del “Elseworlds definitivo”.

 

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